Diabolik Lovers no es de mi propiedad, pertenece a Reject.
Narración.
―Dialogo.
―Aclaraciones―.
"Pensamientos".
Palabras resaltadas.
Título: My Vampire Baby.
Autora: Lovely Swan.
Géneros: Romance, humor, drama.
Advertencias y aclaraciones: No tengo mucho que decir. Tan solo un poco de OOC, fuera de personalidad de los personajes (?), eso lo juzgan ustedes y la presencia de alguno que otro OC (Como es el caso de Hikaru/Aka-chan).
Futuras escenas subidas de tono. No llegando al tema "maduro".
Summary: Un bebé puede dar un giro rotundo a la vida de seis vampiros. Siempre fueron ellos y su humana, pero cuando esta se aparece un día con un bebé que es más posesivo de lo esperado, como dulce y le roba sus suspiros. Entienden que el verdadero enemigo ha llegado a casa. Sadismo, masoquismo... Ya nada de eso importa porque ahora conocen cual es el sucio método que se mocoso del infierno está usando: Amor. El maldito amor de un crío por una madre, o tal vez es... ¿Algo más?
―¿Estás hablando enserio? ―Pregunto Ayato con los ojos abiertos de par en par― ¿Estás queriendo decir que ese crío que llevas en tus brazos…?― Es mío ―Fue la simple respuesta nerviosa de Yui mientras los seis vampiros le miraban como si acabara de cometer la peor traición contra ellos.
Canción Inspiradora: Lullaby, Nickelback.
Número de palabras: 2357
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PRÓLOGO
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Shock.
Estaba en completo estado de shock y estaba segura, bastante muy a su pesar, que no saldría de él dentro de poco. Sus ojos estaban abiertos de par en par, llenos de incredulidad y el horror, mientras su cuerpo se hallaba estático, todavía llevaba en brazos aquel inquieto bulto blanco. El cual, por cierto, no paraba de removerse de un lado a otro estirando los brazos y piernas pequeñas al aire, dando manotazos y patadas a lo imaginario.
¿Habría posibilidad que se hubiese desmayado nuevamente en su intento de escapada de la mansión de los Sakamaki? Luego de una paulatina convivencia con aquellos seres de la noche, se había vuelto bastante común para Yui el hecho de desmayarse diariamente debido a la peculiar anemia provocada por esa panda de sádicos. Así que si estaba soñando entretanto dormía en el suelo estaba bien.
Si en caso no era un sueño, o más bien una pesadilla, esperaba despertar aprisa. Antes que la jauría de chupasangres se levantase de la siesta matinal y la encontrasen toda desparramada a la entrada de la verja inconsciente.
Conociéndoles, la castigarían.
De solo imaginárselo salió finalmente de su estupor, temblando como una hoja por la sangrienta imagen que le llegó de golpe.
Esa sí que sería una horrible pesadilla. Una que era mejor no pensar o quedaría con un trauma de por vida.
Lamentablemente para Yui, esto no se trataba de ningún sueño o en todo caso algún desmayo por otra anemia. Lo supo en el instante en que el bebé, porque si, aquel bulto no era otro más que un pequeño bebé de pálida tez, le atrapó uno de sus dedos en su rechoncha manita y le dio un fuerte apretón.
Bien, no era un sueño para su desgracia.
Miró aterrorizada al niño que no paraba de mirarle y sonreírle diciéndole en silencio "¡Soy de carne y hueso, guapa! Así que olvídate que esta sea una ilusión de tu esquizofrénica mente".
Y es que por más que le daba vueltas a su cabeza, no podía creerse ―O más bien no quería hacerlo― en que nuevo lío acababa de enrollarse por simple bufonada del destino, quien no paraba de demostrarle una y otra vez el ferviente odio que se traía contra su persona. Como si no fuese suficiente el haberla mandado derechito a la cueva de una jauría de vampiros psicóticos y despiadados, ahora le anotó el nuevísimo infortunio a su vida.
Infortunio que, en el presente, no paraba de removerse entre sus brazos y manta, su boca haciendo los más lindos pucheros que alguna vez en su vida Yui hubiese visto por la poca atención que recibía.
Todo había sucedido tan rápido. Tan estúpidamente rápido que le costaba procesarlo.
Ella había deseado dar un pequeño paseo, aprovechando que los vampiros con los que vivía estaban profundamente dormidos hasta el atardecer. Juntando el valor necesario huyó de la enorme residencia y escaló la gran muralla con una agilidad que ni siquiera sabía que existía en ella, claro, eso no impidió que tuviese una que otra caída ―Tres caídas consecutivas fueron dolorosas, con suerte no se partió la espalda a la mitad―.
Luego de su estrepitosa escapada había caminado hasta llegar a la ciudad, con los pies adoloridos por los kilómetros recorridos y con ansias de encontrar alguna cafetería en donde pudiese restaurar energía.
Un batido a ella le vendría como anillo al dedo.
Uno de chocolate que le hizo agua a la boca. ¡Hace tanto tiempo que no tomaba uno de esos! Con rica crema montada y una cereza en la punta… La boca se le hizo agua y gimió bajito. Necesitaba comprarse uno con urgencia.
Mientras buscaba desesperadamente alguna cafetería donde vendiesen batidos de chocolate, y quizás algún rico pastel para acompañar a su ensueño, terminó por chocarse con una desconocida. La mujer jadeó horrorizada por poco tropezándose en sus tacones amarillos y Yui cayó ridículamente de culo chillando un audible "Auch".
Un par de lagrimones se escaparon de sus ojos avellanados, su mano viajando al instante a la zona afectada y sobándose la nalga adolorida al levantarse. Miró completamente apenada a la persona que tuvo desdicha de taclear por andar de despistado y soñando con su añorado batido.
Avergonzada por su torpeza procedió a pedir disculpas y se inclinó múltiples veces, por poco volviéndose a tropezar para su mala suerte, esperando el regaño por parte de la mujer. Solo que este nunca llegó. Sintiéndose un poco incomoda por tanto silencio alzó la vista preocupada encontrándose con algo que jamás espero ver.
Con la mujer más bella que alguna vez hubiese visto.
La hermosa fémina debía de estar en los principios de la veintena. De rostro muy femenino y delicado, como si hubiese sido esculpida por un artista de gran calibre. Poseía una nariz pequeña, labios rojos carnosos y seductores, mejillas sonrosadas, cuerpo de modelo de catálogo y un pelo rubio que le recordaba a los rayos del sol al amanecer. Y sus ojos.
La adolescente debió contener el aliento. Tenía los ojos más bellos, de un tono aguamarina que al verlos fijamente le hicieron ruborizar hasta las orejas. Tanta belleza era abrumadora, en especial para una persona tan tímida como lo era Yui Komori, la niña que creció en un convento.
Es cierto que en la casa religiosa existían monjas bellísimas, muchas de ellas jovencitas de alta cuna, pero sin duda esta doncella las superaría con creces. Parecía provenir de la realeza.
Todavía atontada por la hermosura de la mujer, no se dio cuenta que en brazos de esta había un pequeño paquete cómodamente acurrucado a su pecho. Tampoco cayó en la cuenta de que la dama estaba que temblaba de los nervios y susurraba a prisa varias palabras en otra lengua, una que cuando la pequeña rubia escuchó parpadeó confundida.
No era ni japonés, ni inglés o menos francés ―Reiji amaba obligarle a aprenderse otras lenguas―, así que debía tratarse de otro idioma europeo. ¡Por supuesto! La guapa doncella debía de venir de algún país europeo y durante su recorrido por la ciudad termino extraviándose. Sí, eso debía de ser. Le hubiera gustado ayudarla, pero al no comprender ninguna palabra de lo que decía no podía hacer nada. Intento explicarle con sus manos mediante la realización de señas, lástima que aquello pareció no servir de ninguna ayuda.
Derrotada solo atino a suspirar. ¿Ahora que debía hacer? Miró preocupada a la mujer. Lo correcto sería marcharse en silencio, pero una parte de Yui, esa que era demasiado noble y amable, no le permitía dejarla de esta forma. Desorientada, ansiosa y perdida.
―Disculpe ―Volvió a insistir Yui preocupada― ¿Se encuentra perdida? Si es así, podría intentar ayudarla. ¿Habla japonés? ¿Inglés? ¿Tal vez francés? ―Ahora ella parecía la desesperada haciendo señas ridículas con sus palabras― ¿Me entiende? ―La de ojos rosas se señaló esperando recibir una contestación, pero en lugar de eso la mujer miro en todas direcciones y finalmente actúo, una pequeña sonrisa curvándose en sus labios.
La rubia mujer empujo el bulto al pecho de Yui, recién dándose cuenta que la dama lo había sostenido todo este tiempo, quien sorprendida no tuvo de otra más que cogerlo entre sus brazos. La ojirosa estuvo a punto de hablar, de preguntar porque le daba aquel bulto cuando la mujer se le adelanto.
―Cuídalo bien ―Contesto la alta rubia finalmente en perfecto japonés, sonriendo tristemente y con lágrimas en los ojos.― Protégelo con tu vida, por favor, y no dejes que caiga en las manos equivocadas.
Esas fueron sus últimas palabras antes que la desconocida se alejase corriendo, escapando y dejándola a ella paralizada, gritando porque volviese, con un bulto entre sus brazos.
Bulto que no era otro más que un bebé y la miraba con sus grandes ojos plateados.
En algún momento, estando distraída con el niño, la mujer desapareció de su campo de visión, hasta que simplemente se esfumó por completo.
Esperó que esto fuese una broma y la madre del niño volviese a por él, solo que no sucedió.
Y eros aquí nuevamente. Llevando un niño abandonado en brazos, confundida y él haciendo los mohines en búsqueda de atención.
Aquel bebé no podía pasar más de los cuatro meses, aun cuando su cabello rojo fuese largo y se rizase en perfectos bucles envidiables, y estaba tan segura de ello debido a que todavía era muy pequeño, regordete y desdentado. Sus grandes ojos plateados demasiados inteligentes se centraban en ella, recorriendo cada mínimo detalle suyo y seguramente grabándolo en su mente.
Curioso y listo, apostaba que era tan perspicaz como para memorizarse sus gestos ―Aunque de este último solo había atisbado su cara de estupefacción―.
Vale, no era una experta en bebés y habría grandes posibilidades de que se equivocase con respecto a la edad del niño al igual que con sobreestimada inteligencia; sin embargo de lo que si podía jactarse de saber es que este mocosín era un varón.
Se lo decía su instinto.
Como también, el simple hecho de que la pobre criatura estaba desnuda como Adán y Eva en sus mejores días bajo la manta que entre comillas había de cubrirlo del frío.
Pesimamente cubierto hay que mencionar.
Las mejillas de Yui se tiñeron de carmín y más rápido que liebre en carrera se apresuró a envolverle mejor con la manta blanca. Miró paranoica a todos lados, implorando a Kami-sama allá en los cielos que nadie la hubiese atrapado mirándole ahí abajo al bebé sin querer.
Suficiente tenía con todos sus problemas juntos a manera de adicionarle una denuncia por pederastia infundada.
Enredado en la manta el niño se echó a reír, divirtiéndose de la reacción excesivamente pudorosa de la muchacha.
Fue música exquisita para los oídos humanos de la joven. Los ojos rosas se abrieron sorprendidos y sin que lo pudiese evitar una sonrisa se curvó en sus labios.
El corazón se le derritió. Su manita volvió a buscar el dedo instintivamente, aprisionándolo en su puñito y su sonrisa creciendo.
"Lindo" La rubia no pudo evitar pensar con ternura. Ese niño era una completa ternurita que le recordaba a un muñequito, aún más con sus sonrosadas mejillas que le daban un encanto angelical.
La expresión de la muchacha se ablandó más si eso ya era posible, completamente enamorada de la criaturita y sonriéndole maravillada, cuando la realidad le cayó como un balde de agua fría.
Habían abandonado a este niño y se lo dieron a un completo desconocido. No es que Yui fuese una demente prófuga de la justicia o una pervertida, ¡Pero incluso así! No podía creer que aquella mujer hubiera abandonado a su hijo a sangre fría ―Es cierto que la vio llorar, no obstante, un abandono era un abandono―, mucho menos que se lo entregara a una extraña de esta manera tan fácil. Eso era muy cruel.
Pero, ¿Quién era Yui para juzgar? No tenía derecho a lanzar la primera piedra, su padre le enseño mejor a no sentenciar a nadie. Ni a los peores criminales. Además, tenía una pregunta más importante a contestar:
¿Qué haría ella con un bebé?
No podía desampararlo en la calle, ni tampoco sería correcto entregárselo a alguna persona que pasaba por aquí. Por lo que le quedaba… Llevarlo con ella.
A vivir con seis vampiros sádicos y que gustaban de atormentarla, como drenarla de sangre.
Querido Kami-sama. ¡Esa era una opción espantosa!
¿Qué vida podría tener este pobre pequeño al lado de esos sádicos? Las pasaría negras, MUY negras. Y eso sin contar el SI ellos aguantarían la presencia del bebé. ¿Qué harían en cuanto viesen a Aka-chan? ¿Serían capaces de echarle a la calle o, peor aún, matarle? Esta opción le puso los pelos de punta. Miles de preguntas abordaron su pobre mente haciéndole horrorizarse tras cada hipótesis que le daba. Ya hasta llego al grado de imaginarse a esos seis chicos con los ojos brillantes mientras se acercaban a ella gritando que les entregara el precioso sacrificio para devorarlo ―El bebé, no ella―.
La bilis subió hasta su garganta y sintió un mareo atraparle. Era una pésima opción, mas no tenía de otra. Imploraba a Kami-sama que ninguno matase al pequeño solo al verle y que, por lo menos, le diesen la oportunidad de explicarles la situación. O que no llamasen al niño por "sacrificio".
Necesitaba más que un rezo.
Yui sintió inmensas ganas de llorar, por ella y por el bebé.
Estaban fritos sin duda alguna.
Miró al niño con vestigios de lágrimas en sus pestañas y se rindió al verle inclinar la cabecita a un lado. Juró que un fondo rosa y lleno de flores apareció tras el bebé acelerándole el ritmo cardiaco.
¡Era tan mono!
―Al parecer, de ahora en adelante, seremos tú y yo, Aka-chan ―musitó con suavidad―… Y un montón de tíos vampiros ―Agregó acomodando un travieso rizo rojizo que estorbaba la visión del niño.
El bebé se echó a reír por su acción y estiró los bracitos hasta que sus diminutos dedos entraron en contacto con el rostro de Yui. La muchacha le acompañó en su risa contagiosa, dejando que el chiquitín explorase cuanto quisiese su cara. Desde la nariz hasta sus labios, depositando ella un besito en la manita.
―Todo estaré bien ―Prometió al pequeño sin perder su sonrisa― Estoy segura que Subaru-kun me dará una mano al hablar con sus hermanos… ―Tenía una vaga esperanza. Porque si el albino violento no les ayudaba, estarían bajo tierra el pobre niño y ella. La preocupación volvió a su rostro― Porque dudo bastante que a Ayato-Kun y a Reiji-Kun les agrade verte ―Susurro al diminuto pelirrojo, quien le miro sin entender devolviéndole la sonrisa― No te preocupes Aka-chan todo saldrá bien. La esperanza es lo último que se pierde… Eso creó.
Soltó una risilla nerviosa y arrullando al niño en brazos comenzó su camino devuelta a la mansión, sin notar que a lo lejos, mirando desde un edificio, estaba la mujer que le entregó al niño.
El desconsuelo grabado en su bello rostro de alabastro.
―Cuídalo muy bien, muchacha. El príncipe está en tus manos.
Si tan solo Yui hubiese sabido que sus problemas recién estaban a punto de empezar.
Continuará…
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¡Y listo! Aquí traigo de nuevo este proyecto finalmente corregido y bien pulidito, desde hace un tiempo atrás tenía más de la mitad completo y solo hasta hoy logré completarlo. Quizás dos o tres párrafos. ¡Lo lamento! Es que soy bien flojita y hace una horita que regresé a casa y pudé escribir.
Lo sé, soy de lo peor… Pero pronto me odiarán más, porque a partir de este Lunes iré a la universidad y mi tiempo se me acortará mucho más xD Pero trataré de continuar mis historias. Ya tengo una buena parte de "How to Be a Bad Girl" y otros fics que hasta ahora no completo ―Si, lo sé, soy doña excusas de mierda―.
En fin, espero disfruten de la historia y voy avisando que varias cosillas cambiarán.
Entre ellas que este será un poco de Harem Inverso (Decidí cambiar este fic, solo este, el resto de ellos seguirá igual). ¡Y por cierto! Hablando de Diabolik Lovers, ¿Alguno (a) de ustedes era consciente, mis amores, que ahora se agregó un nuevo chico en el nuevo juego de "Lost Eden" de DL? ¡Yo me enteré semanas atrás! Y mi cara dijo "¡WTF! ¡¿Otro sádico?!". Su nombre es Kino y al parecer será hijo ilegitimo de Karl… Pero mira a papá Maki, más hijos no le pueden chantar ya xD
Ahora si me despido y espero que disfruten su lectura.
Bye, bye~
Lovely Swan.
P.D: El prólogo nuevo me quedo más largo que el anterior.
