Es una sensación extraña.
Si. Es como cuando dejas de respirar y todos tus demás sentidos se agudizan.
Siente como el corazón deja de latir, solo por un segundo y cómo el estómago le da vueltas y más vueltas, tanto que tiene que cerrar los ojos y concentrarse en que tiene que seguir respirando.
Sólo ha sido un roce, una caricia en el brazo cuando nadie miraba y piensa que no le importaría morirse allí mismo, en ese helado pasillo del castillo ¿qué más da¿acaso importa?, solo ese roce importa, la seguridad de que volverá a hacerlo, la necesidad de que lo haga…
Siente que le está mirando, lo nota en cada fibra de su ser, aunque sea por el rabillo del ojo y está hablando con otra persona.
Hace un esfuerzo por no lanzarse a sus brazos y suplicar por esos besos que le absorben, que le hacen vibrar y sentirse capaz de enfrentarse a todos y cada uno de sus miedos.
Aguanta un suspiro hasta que la sensación pasa y por fin, su respiración vuelve a ser normal. Dios, como adora esos momentos, esos instantes, esos gestos que para los demás carecen de importancia pero que a él le dan la energía suficiente para soportar las horas que quedan hasta que se haga de noche, hasta que pueda abrazarle sin que nada ni nadie se interponga en su camino.
¡Vamos Canuto! - le chilla James - ¿qué te pasa?
Abre los ojos, no recuerda cuando los volvió a cerrar.
Nada, nada, ya voy…
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Está sentado junto a árbol mientras le ve caminar hacia el campo y se pregunta¿cómo no quererle?
Independientemente de su belleza, abrumadora habría que decir, son otras cosas las que hacen que no pueda apartar los ojos de él.
El brillo de su mirada cuando está explicándole la última travesura que se le ha ocurrido, el tono de su voz cuando se concentra en contarle algo con más segundas intenciones de las que debería, sus gestos cuando le dice algo de su vida en esa odiosa mansión que le tortura hasta lo indecible, pero sobre todo, sobre todas esas cosas, su pasión y su ansia al besar y su ternura al acariciar, algo que conociéndole jamás pensarías de él, tan agresivo, tan bruto, tan… él,
Suspira y sin quererlo murmura: - ¿Cómo no quererle?
Lily sonríe, le mira de reojo y continua leyendo como si no hubiese oído nada.
