Draco en un Rincón
Ésta es la secuela de "Harry en un Rincón" y no podrán comprender esta historia a menos que hayan leído la otra primero.
Quiero aprovechar esta oportunidad para agradecerle a pitiizz cullen de Black por hacer ella también una secuela de mi historia. Su continuación es tan válida como la mía y vale la pena leer ambas.
~o00o~
Primera Parte
Diez años después, Harry seguía siendo un muchacho demasiado bajo y delgado para su edad, aunque ya no era esmirriado. Su vida había cambiado bastante en este tiempo y afortunadamente había cambiado para bien. El primer milagro se produjo cuando Harry tenía once años de edad y en la puerta de la casa ubicada en el número 4 de Privet Drive, Little Whinging, Surrey, apareció una visita inesperada.
Su nombre era Sirius Black y había sido el mejor amigo de James y Lily Potter.
Afortunadamente para Harry, también era su padrino.
Sirius era un hombre de negocios bastante exitoso que viajaba constantemente por todo el mundo. Cuando James y Lily murieron en aquel trágico accidente de coche, él estaba cerrando un acuerdo multimillonario en Novosibirsk, Rusia. El hombre no supo que había perdido a sus queridos amigos sino a su regreso a Londres, algunos meses después del suceso.
Devastado por la noticia, Sirius quiso ocuparse de Harry inmediatamente, pero Harry ya vivía con los Dursley en ese entonces. Y sin importar cuánto esfuerzo puso Sirius en recuperar al niño, legalmente jamás pudo conseguir su custodia.
El problema consistía en que la burocracia del sistema de adopciones del Reino Unido no reconocía legalmente el título de "padrino" como suficiente argumento para adoptar a Harry, sobretodo porque Harry tenía familia consanguínea que estaba dispuesta a brindarle manutención y educación. Claro que ellos nunca supieron –o quizás nunca quisieron saber- que Harry era un niño triste y maltratado que pasaba hambre y penurias constantemente… Los Dursley habían sido muy astutos en ese sentido. A la horrible pareja le gustaba Harry y no querían dejarle ir, pues causarle sufrimiento al pobre chico era su pasatiempo favorito en todo el mundo.
Incordiar a Sirius Black –a quien nunca la dejaron estar siquiera cerca de Harry- era el segundo.
Sirius finalmente tuvo que pagar una suma indecente de dinero –casi la mitad de su fortuna- para que le permitieran llevarse a Harry consigo, pues para entonces ya había reconocido que la ley jamás le permitiría adoptar al hijo de James y Lily. Los Dursley accedieron a tal acuerdo en parte por el dinero –pues ellos seguían siendo muy pobres, miserables y tacaños y vieron aquello como la oportunidad perfecta para cumplir su sueño de comprar una casa en Mallorca- y en parte porque la desnutrición de Harry se había agudizado tanto que ahora su vida corría peligro. Para Vernon y Petunia era divertido hacer la vida del niño un infierno, pero no eran tontos; sádicos sí, oh, sí… pero tontos jamás. Ellos finalmente llegaron a la conclusión de que tampoco valía la pena continuar con aquella situación si luego podían correr el riesgo de terminar en la cárcel bajo cargos de tortura y maltrato infantil.
La custodia de Harry pasó a manos de Sirius Black, pero Sirius Black no tuvo tiempo de celebrar aquel acontecimiento en lo absoluto; la condición del chico era bastante delicada. Harry tuvo que ser internado en un hospital inmediatamente después de abandonar a los Dursley.
El chico pasó casi un mes hospitalizado, pero aquél no fue un tiempo desperdiciado. Cada día que debió permanecer allí, Sirius estuvo a su lado sosteniendo su mano, brindando un consuelo cálido y amoroso que el niño jamás había conocido en carne propia, pero le encantaba. Harry adoraba que su padrino le hablase de unos padres a quien él ya no podía recordar. Sirius le contó un montón de anécdotas divertidas sobre sus aventuras en el colegio, cómo su padre le propuso matrimonio a su madre, el día en que Harry nació y lo mucho que ellos le habían querido.
Y por primera vez en su vida, Harry supo que alguien le había amado alguna vez.
A Sirius le rompió el corazón que el niño le confesara aquello.
Harry supo que su vida no había sido siempre una sucesión de malos momentos, de hambre, de odio, desprecio y humillaciones. Es verdad, los Dursley jamás le quisieron, pero alguien sí lo había hecho. Su vida había sido valiosa para sus padres. Su vida era incluso valiosa ahora para Sirius Black.
Con lágrimas en los ojos de ambos –aunque Sirius lo negaba y siempre decía que sólo tenía una basurita en los ojos-, Harry vio fotos de sus padres.
Fotos a color, fotos en blanco y negro.
El niño finalmente pudo verles, pudo saber cómo eran sus rostros.
Harry descubrió con sorpresa que era igual a James en todo sentido, con su piel canela y aquellos mechones de cabellos negros indomables. Pero también tenía algo de Lily, quien había sido una mujer muy guapa: sus encantadores ojos verde esmeralda.
Él tenía algo de ambos.
Qué maravilla…
El niño aferró esas fotos contra su pecho y jamás las dejó ir mientras estuvo en el hospital, pues sus padres estaban plasmados en esas fotos y Harry no quería olvidarlos de nuevo.
~o00o~
Cuando finalmente salió del hospital, Harry comenzó un proceso de recuperación distinto, más lento y doloroso. Las secuelas de su vida con los Dursley serían difíciles de superar y Sirius lo sabía. Combatir la baja autoestima del niño fue una tarea lenta y ardua que llevaría muchos años completar. Harry era un niño solitario, callado e introvertido que se creía poco cosa y jamás se atrevía a pedir nada. Harry era un niño tan triste que no se creía merecedor del amor de nadie, no se creía merecedor de la preocupación de nadie, no se creía merecedor del consuelo y el cuidado de nadie.
Si hubiera podido, Sirius habría estrangulado a Vernon y Petunia Dursley por hacerles tanto daño a una criatura tan inocente y tan hermosa como Harry Potter.
Si tan sólo hubiera podido…
Pero Harry dependía de él en todo sentido y ahora no podía abandonarlo, sin importar lo horrible que hubiera sido la pareja y cuánto merecieran el castigo. Sirius no podía fallarle a Harry. Simplemente no podía.
En cambio se abocó a su recuperación. Y gracias a su amor, a la ayuda de un psicólogo, al encontrarse viviendo por primera vez en un lugar al que pudiera llamar hogar, gracias al afecto desinteresado y a la buena alimentación, Harry comenzó a mejorar, comenzó a sonreír –débilmente al principio- y comenzó a comportarse como un niño de su edad.
Harry incluso reunió el suficiente valor para expresarle un primer deseo a Sirius: el chico había terminado la escuela primaria recientemente –ya había cumplido los doce años- y ahora quería más que nada continuar sus estudios secundarios en Smeltings, un prestigioso colegio de Londres. El hombre estaba tan feliz de que el chico le hubiera pedido algo -cualquier cosa, lo que sea- que le complació sin pensar en la razón que había detrás de aquella petición tan peculiar.
Y la razón era muy simple realmente: Draco Malfoy estudiaría en Smeltings y Harry quería permanecer a su lado, incluso cuando el rubio todavía no reconocía la existencia del moreno. Harry quería estar cerca de Draco porque todavía le causaba tanta fascinación y todavía sentía mariposas en el estómago cuando le veía y se ruborizaba cuando el rubio sonreía…
Harry todavía no sabía que aquella mezcla se sentimientos, a un mismo tiempo confusos y maravillosos que estaban dirigidas a Draco, tenía nombre. Y que ese nombre era amor. Amor simple y puro.
Harry no sería consciente de eso hasta unos años después.
Sin embargo, su llegada a Smeltings trajo consigo un segundo milagro a la vida de Harry Potter: sus primeros amigos. El muchacho era un poco más social y ahora era capaz de interactuar con otros jóvenes de su edad. Jóvenes risueños y simpáticos como Neville Longbottom, Luna Lovegood, Lee Jordan, Dean Thomas y Seamus Finnigan.
Aunque sus mejores amigos, sin duda, serían Ron Weasley y Hermione Granger.
Ron y Hermione serían desde entonces como los hermanos que Harry nunca pudo tener.
Y Draco… bueno, Draco había crecido para convertirse en un joven apuesto y saludable y popular y muy feliz. Y Harry se alegraba por ello pues Draco era una constante en su vida. Draco había sido el único pensamiento positivo, el único sentimiento genuino y cálido, el único sueño puro e infantil que había tenido en la oscura y triste época que vivió junto a los Dursley.
El moreno conservaba aquellos recuerdos en su corazón, pues eran su tesoro más valioso.
Harry era un chico más feliz, aunque tímido y algo reservado, así que todavía se conformaba con ver a Draco en la distancia, sin atreverse nunca acercarse o a hablarle. Harry se conformaba con soñar con el rubio y a fantasear sobre la posible suavidad de su piel, el increíble brillo de su hermoso cabello dorado o la calidez de sus labios tibios y húmedos, así que pasarían algunos años más antes de que Draco Malfoy finalmente llegara a conocer a Harry Potter, su eterno y secreto enamorado.
Terminado el 6 de abril de 2012
