Prefacio
Me sentía como en una pesadilla, de esas que solía tener cuando era pequeña, en las que corría y corría pero nunca lograba desplazarme a la velocidad necesaria. Mis piernas no respondían, parecía como si fuera a desplomarme en cualquier instante, pero lo más frustrante de todo es que podía ver como las manecillas de aquel reloj ubicado en la torre a la que me dirigía seguían avanzando.
Lamentablemente no esta en ningún sueño, y a diferencia de las pesadillas, no corría para salvar mi vida. En ese momento mi vida carecía de cualquier tipo de valor. Lo único importante era llegar.
Alice había dicho que en la vida existían muchas posibilidades, que el destino no estaba escrito en piedra. Tal vez el resultado habría sido bien diferente si hubiera contado con su ayuda, pero lamentablemente desde que los Cullen se fueron desconocía su paradero, y aunque lo supiese no seria justo involucrarlos en esto, esta era mi guerra y no la de ellos, esto nos les concernía.
Sabía que tenía que apurarme, que de las decisiones que tomara a partir de este momento dependerían las vidas de aquellos a los que consideraba unos hermanos. Los únicos seres en el mundo que podían comprenderme.
Había llegado el momento de enfrentar mi destino.
