Un prólogo, más no un principio.

La concepción general de lo que se denomina una ciencia deriva de los conocimientos que tienen como principal característica la objetividad y una funcionalidad al ponerlos a prueba. Una ciencia es la antagonista de lo que se refiere a la subjetividad, las emociones y todo lo que esté funcionado bajo el motor de lo divino.

Nomenclaturas, tecnicismos y conceptos. Se podría decir que las ciencias son limitadas al dárseles una definición determinada, sin embargo está expuesta a la relatividad controlada por los fenómenos naturales, haciendo que sea infinita.

El estante de Kuroo Tetsurou cuenta con libros de astrología, biología, física cuántica, matemáticas superiores, teología, cuentos ficticios y novelas románticas.

A ese punto de su vida podía considerarse un escepticista de lo fantástico y cauto de lo imprudente, pero reconoce que a más de ser un ser extremadamente pensante, es un genuino humano, y que, de alguna forma está condenado a moverse bajo las órdenes de ese lado que le hace actuar bajo conmiseración en su entorno.

De joven se comportaba bajo su libre albedrío, haciendo lo que su subconsciente inconsciente le diera en gana. Ya a sus recién cumplidos veintitrés años, piensa que la vida es algo más que ir ejerciendo decisiones deliberadamente y que la anarquía no era un método viable para deshacer el ya impuesto orden mundial.

"Es contradictorio" Suele decir.

Se había vuelto un ser receloso con lo que le rodeaba por el hecho de que aprendió a que la incredulidad y la ignorancia podían llegar a ser de cierta manera un pecado.

Lamentó todas la acciones precipitadas que cometió en un pasado, y se la pasaba rezando a dioses que no existían, que no se les ocurriera imponer el karma como solventación de sus deudas caducadas. Reconocía que había errado bajo los efectos etílicos de la juventud, y esa era su motivación para cambiar y ser una mejor persona.

Pensó que llevar su vida en ese sentido le iba a favorecer de forma ingente, y que probablemente sus errores fueron procesados bajo un borrón y cuenta nueva.

No discrepaba que algún día los índices de cafeína en su sistema se dispararían al espacio exterior y que su cuero cabelludo empezara a manifestar indicios de canosidades pos-estrés y las canas a su edad no parecían un buen negocio.

Comenzó un recuento de lo que sea que pudiera estar afectándole, y todo parecía coincidir con un verdugo alusivo.

Sentado entre un montón de libros sobre patologías psicológicas y un millar de tazas con restos secos de café y azúcar, sentía que poco a poco su vida iba perdiendo el precario sentido que le había construido a lo largo de esos años.

El ¿Cómo había empezado todo? Y el ¿Por qué? Retumbaban en su mente mientras se dejaba caer entre hojas de papel arrugadas y virutas de lápiz.

Los hechos datan desde hace un mes, pero los antecedentes enuncian una fecha aproximada a seis años atrás, en donde su alma salvaje juvenil era quien intervenía en sus acciones cotidianas.

Tratando de ordenar sus pensamientos, comenzó a recordar el porqué de su repentino calvario.

¿Por qué?

Se dice que la juventud es la etapa más exultante de la vida, y que su disfrute tiene que explotarse por completo.

Una gran cantidad de risas, considerables números de llantos, unos cuantos aciertos y un sinfín de errores. Una etapa formativa alegorizada con una esponja que va absorbiendo nuevas creencias, ideologías, paradigmas y preferencias.

Y si es cierto, nunca se aprende triunfando. El verdadero éxito se encuentra mediado por la cantidad de acciones erradas que has efectuado. No aprendes ganando, sino perdiendo.

Kuroo lo sabía perfectamente, sus años idílicos como miembro del equipo de volleyball masculino de Nekoma se encargaron de hacérselo entender.

Sabía reconocer sus errores y como tal, corregirlos y pulirlos para bien.

Pero lo que no sabía corregir eran los efectos secundarios de la adolescencia.

Un solo campamento le bastó para generar un huracán del cual subyacerían catástrofes a largo plazo, ese huracán tenía nombre y apellido, era miope y su melanina capilar asemejaba al matiz de una espiga de trigo.

Una despreciable distancia hacía diferencia en su estatura y tenía una actitud peculiar. Decidió considerarla peculiar por no decir arisca.

Podría decir que la ciencia de los sucesos que acontecen en la vida se basa en lo fortuito, tratando de justificar su inesperado comportamiento condescendiente con aquel muchacho de naturaleza lunática, haciendo mención a lo literal.

Tal vez solo fue casualidad que haya cumplido el mismo rol dentro de la cancha, y por ello, era inevitable la dialogación de habilidades en todos sus ámbitos.

Uno que otro consejo y técnicas a practicar. Sencillo y nada trascendental, como todo comienzo en la vida.

Se consideraba a sí mismo una persona solidaria y empática, por lo que hizo caso omiso a cualquier interpretación aleatoria de sus actos.

No se dio cuenta cuándo sus extremidades comenzaron a sentirse frías por el metal de los casilleros que tenía contacto con su piel.

No lo supo, jamás lo sabrá, cómo sus manos se aventuraban en una nueva galaxia llena de agujeros negros y un sistema solar cuya luna opacaba las funciones de la gran estrella envuelta en fuego.

Un sabor a prohibición y culpa los envolvía, queriendo separarse pero a la vez aumentando un síndrome de abstinencia por el calor del otro.

Su piel, su cabello, sus ojos, su voz.

No hubo rincón que Tetsuro no degustara con inseguridad y ansiedad.

Se encargó de palpar hasta el más último detalle. Él sabía que aquella muestra experimental solo se exhibía una vez en el museo de la vida.

No se cuestionó nada, hizo lo que su cuerpo y ganas clamaba.

No era una cama, no había sábanas, no había calefacción. Sólo una gélida banca que se encargaba de soportar sus ávidos cuerpos.

El aliento cálido que se emanaba en cada susurro y el calor corporal irradiado era su única frazada.

Y, en medio de un embriagante vals de miradas, se adentraron hacia lo desconocido y aceptaron las nuevas sensaciones como una parte endémica de sus deseos. Sabiendo de antemano que ese iba a ser su primer y último baile.

Todo tiene un final, y por muy corto que haya sido el trecho, había que decir adiós. Un adiós definitivo.

Se graduaría de la preparatoria y ese sería su último campamento de práctica. Sería la última vez que vería la luna desafiar a sus principios.

Un "Adiós Tsukki" musitado dio por terminada su efímera y patéticamente corta historia.

O claro, eso creía el mayor quien estaba fuertemente convencido de que todo lo hecho fue simplemente por reacción de sus precoces hormonas adolescentes que solo le obligaban a concluir que sus deseos eran el resultado de una faceta juvenil. Se sintió culpable por arrastrar al de ese entonces, chico de primer año.

Era un martirio que llevaría para toda la vida, más sin embargo, en una escondida parte de su ser, no había conjeturas de arrepentimiento y culpa.

¿Cómo había empezado todo?

La mañana del 9 de diciembre nunca se sintió tan fría. Llevaba vestido gruesas capas de telas, y aun así el apagado día lo abrazaba con grandes ventiscas.

Posó sus manos envuelta en guantes dentro de sus bolsillos y buscó refugio dentro de la biblioteca central. Tenía varios libros que buscar para un proyecto pendiente, así que la parada sería fructífera.

Decidió vagar un rato en la sección de filosofía y letras, inmiscuyendo entre los tantos ensayos y trabajos.

Su visión se cegó y chocó con alguien que parecía de una estatura superior a la suya.

Vio el largo brazo dirigirse hacia el tercer estante en donde se encontraba Fenomenología del espíritu.

—Hegel ¿Eh? ¿Acaso quieres ganarte un buen insomnio? —Kuroo solía soltar comentarios desprevenidos a quien sea. Era parte de él, por más prudente y respetuoso que quisiera ser. Es su parte humana.

El individuo adelante suyo giró hacia su eje, entonces Tetsurou se convirtió en discípulo de Nostradamus, pues predijo que quien verdaderamente se iba a ganar un buen insomnio iba a ser el mismo.

Su cabello estaba ligeramente largo, el marco de sus lentes había cambiado, su estatura se veía considerablemente mayor y sus rasgos eran más afilados y determinantes.

"Oh no" escuchó inconscientemente en su cabeza, y sintió que moriría de hipotermia pese a encontrarse en un lugar con calefaccionado.

A Kuroo tetsurou le agradaban las ciencias, pues estas respondías aquellas incógnitas que tenía sobre naturaleza, la sociedad y la cultura.

Solo esta vez no pudo responder a la entropía que se generaba en sí mismo.

La ciencia no explica fenómenos subjetivos Pensó antes de poder emitir una palabra hacia la persona al frente suyo.

—Cuatro ojos…cuánto tiempo.

Los conceptos arcaicos ya no eran verificables ante lo místicamente destinado.

—Igualmente, Kuroo-san.

Así comenzó su odisea de citas repentinas al psicólogo, noches sin dormir, visitas a exhibiciones de criaturas jurásicas, madrugada junto a la compañía de Frank Sinatra y un estado de bancarrota monetaria por aquella cafetería a vuelta de la esquina de su departamento.


N/F:

Quería escribir un Kurotsukki, de forma más..¿seria? no sé como decirlo. D:

Podrán decir "¿Que la historia no es algo cliché?"

Sí, es la magia y el sentido de la misma. ¡Vamos! en nuestra vida cotidiana gran parte de los acontecimientos que nos suceden son clichés, pero la realidad se encarga de bajarlos del pedestal(?) ¡Y esta historia no es la excepción!

Esto al principio solo iba a ser un One-shot, pero si lo escribía a ese modo sentía que hubiera quedado muy flojo y con grandes huecos(?) -no traten de entender la frase, a veces digo cosas raras af- Igual no tengo pensado que dure más de 4 capítulos ;o;

Peeero buenoo, como sabrán, esto solo es un prólogo a lo que se avecina.

Por ahora el rating será K+, pero cambiará a medida que avance jujú.

¡Ya saben, no duden en reviewziarme-¿ven? cosas raras- su opinión!

Au revoir!