Hola a todos! Este es mi primer fanfiction de los jóvenes titanes. Mi pareja preferida es Raven y Chico Bestia. Se lo dedico a Gretel, mi amiga del trabajo, que es tanto o más fana de la serie que yo.
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Capítulo 1:
Sorpresas
En la torre de los titanes (como no sucedía a menudo) había silencio. La noche anterior la alarma de problemas los había despertado a todos a las 3:40 de la madrugada para pelear contra Mumbo Jumbo que de nuevo intentaba robar los bancos de Jump City.
Mientras Robin estaba listo y despierto para la acción en cuestión de segundos, los demás no tenían la misma suerte. Como cualquier grupo de adolescentes perturbados a horas irrazonables, el mal humor era una bomba de tiempo esperando explotar. Mumbo Jumbo y sus trucos de magia y particulares distracciones no hacían más que empeorar las cosas, especialmente porque estaba demostrando ser verdaderamente difícil de derrotar con los cerebros adormecidos.
Todo terminó abruptamente cuando Mumbo notó que el miembro más oscuro del equipo no estaba participando activamente de la pelea y, suponiendo que podría sacar a Raven de combate tomándola desprevenida, uno de sus trucos fue a parar en su dirección.
La chica acababa de conseguir algo que de lo que nunca se había creído capaz; dormirse flotando, y cuando el ataque la golpeó sacándola de su sueño pesado, no dudó en recibir a Jumbo con dos pares de ojos rojos llenos de furia. Los siguientes segundos fueron una demostración aplastante de la diferencia de niveles entre Jumbo y su adversaria. Era evidente que el hombre acababa de entrar en una pelea que no podía ganar y que, incluso, podía matarlo. Los otros titanes, la mayoría aun un poco ralentizados por el sueño, corrieron a rescatarlo y a evitar que Raven se metiera a sí misma en la cárcel. Al lograrlo, por un momento pareció que la chica iba a arremeter contra ellos en su enojo, pero se contuvo en los últimos segundos, gruñendo y abriendo un portal para desaparecer de allí inmediatamente.
El mediodía siguiente, a pesar de haber recuperado algunas horas de sueño, la chica gótica aún no se sentía en su centro. Sus emociones brotaban y se apagaban, atacándola brutalmente para correr a esconderse como juguetones conejos cuando trataba de encerrarlas.
- Azarath Metrion Zinthos… Azarath Metrion Zinthos… Azarath Metrion Zinthos… - repetía sin mejoría mientras sus cejas se fruncían cada vez más. Entonces, como la noche anterior, perdió la paciencia y salió del aire con un gruñido al grito de: - ¡ESTO NO ESTÁ FUNCIONANDO!
Raven llevaba una hora meditando en la sala de operaciones aprovechando que los demás aún seguían dormidos. La realidad era que lo de anoche no era el primer incidente en que Raven perdía el control en el último mes. A pesar de que buscaba con desesperación la razón, no lograba comprender qué le estaba pasando y estaba creciendo en ella un gran ansiedad. Tener un desliz en la torre podía pasar desapercibido. Tenerlo en una batalla implicaba poner en riesgo a todos sus compañeros, las únicas personas importantes para ella, y no podía permitírselo.
Con su nueva explosión, una oleada de sorpresa y temor le llegó de la izquierda. Se giró aun enojada para ver al miembro verde del equipo. La sorpresa tomó posesión de su rostro entonces. ¿Cuándo había llegado? ¿Y no había hecho ningún ruido?
- Raven… ¿estás bien?
Enseguida la furia volvió a la cara de la chica, la emoción que más le costaba controlar.
- ¡¿Parece que estoy bien?! – preguntó gritando. Enseguida vio que el Chico Bestia se encogía en el sillón ante su brusco trato. No tenía razón para contestarle así y eso se notaba. Solo con ver su cara, Raven se había convertido en pura tristeza y timidez, otra fuerte emoción tomando el control. – P-perdón, no quise gritarte… - comenzó a disculparse solo para golpearse la cara con fuerza después. Su mano se quedó quieta en su cara por unos segundos y al bajar, el rostro inexpresivo de Raven estaba de vuelta.
Chico Bestia la miraba embobado, su interior una mezcla de emociones danzantes, como siempre, imposible de leer. Al notar que lo miraba, desvió la vista avergonzado a la vez que una sonrisa se le formaba en el rostro.
- ¡Alguien no está teniendo un buen día! – le dijo con humor y rascándose el cuello.
Raven suspiró irritada y se sentó en el sillón con él. Por el momento había logrado poner sus emociones bajo control y observó a su compañero de equipo, sorprendida de no haberlo notado hasta el momento. Chico Bestia le sonreía con diversas revistas a su alrededor. La mayoría eran comics, y las que no lo eran, hablaban de videojuegos pero, aun así, Raven casi nunca lo veía leer. ¿Por qué había decidido leer en ese momento y en ese lugar? Enseguida se detuvo a examinar su línea de pensamiento. ¿Por qué le importaba tanto? De pronto se dio cuenta que una parte de sí misma se estaba preguntando si no sería que el muchacho había elegido una actividad silenciosa a propósito para quedarse cerca mientras ella meditaba.
Raven se agarró la cabeza con rabia. No le gustaba estar pensando tantas tonterías.
- Raven, en serio, ¿estás bien? – Chico Bestia volvió a preguntarle preocupado y apoyando una mano en su hombro. Desde su mano, el muchacho sintió cómo un escalofrío recorría el cuerpo de la chica y sacó la mano sintiendo algo extraño en su pecho. Raven giró despacio para verlo unos segundos y luego miró al frente sin responder.
- Sí. – respondió primero. Hizo una pausa. – En realidad no. Pero no hay nada que puedas hacer para ayudarme.
Raven lo miraba determinada, tratando de poner otra pared entre ellos como siempre hacía. Chico Bestia bajó las orejas levemente. Odiaba cuando hacía eso.
- Seguramente podría si me dejaras. – Susurró el muchacho rompiendo el contacto visual. La joven no hizo señales de escucharlo, poniéndose de pie y caminando hacia la cocina. Él escuchó cómo ponía agua a calentar y enseguida supo que estaba por preparar té. Sacó la lengua ante la idea y se revolvió el pelo, tratando de quitarse los malos sentimientos de encima. Que Raven lo rechazara y pusiera paredes entre ella y todo lo demás era algo a lo que él estaba muy acostumbrado, pero no dejaba de dolerle. Era posible que nadie lo hubiera notado excepto por él, pero Chico Bestia sabía que algo le pasaba a Raven desde hacía un mes por lo menos. Mostraba más emociones y estaba más enojada. Para él era algo que festejar, parecía que se estuviera abriendo, pero ella se esforzaba por guardárselo todo, pasaba más tiempo encerrada y meditaba mucho más. – Sabés que podés contarme lo que sea, ¿no? – Le preguntó por sobre su hombro, mirándola en la otra punta de la sala con su taza de té. Ella no respondió, mirándolo y apenas entrecerrando los ojos. Luego bajó la cabeza y Chico Bestia suspiró. Encima las cosas estaban por ponerse molestas, ya lo sabía, solo bastaba que Robin despertara.
La cara del líder de los titanes la noche anterior cuando Raven había permitido que su enojo se apoderara de ella indicaba que, como mínimo, se venía un sermón. Como MÍNIMO. Pensar en eso lo irritaba. Cuando tenían 15 años y Robin tenía que correr tras ellos para que mantuvieran la disciplina, lo entendía. Especialmente si corría tras él que no era un ejemplo de buena conducta, la verdad, pero ahora que ya estaban en sus 18 no creía que fuera tan necesario. Raven ya era toda una mujer y podría solucionar sus problemas sola… Por más de que todos quisieran ayudarla. Ayudar y obligar eran cosas distintas que Robin (aunque había mejorado algo) seguía sin diferenciar del todo.
Las puertas de la sala de operaciones se abrieron para revelar al chico de la máscara entrando con aire decidido. Chico Bestia ni siquiera volteó a mirar porque con su olfato ya se daba cuenta de quién era y optó por tirarse más abajo en el sillón. Quizás si no lo veía trataría de hablar con Raven ahí mismo y, quién sabe, pudiera enterarse de algunas cosas.
- Raven – dijo el chico maravilla acercándose a ella. - ¿Podemos hablar un minuto? – Le preguntó. La chica lo observó unos segundos antes de asentir con la cabeza. – Bien. ¿Podrías explicarme qué pasó durante la noche?
Raven se movió levemente.
– No sé de qué hablas.
Robin insistió tratando de no inmutarse. – Hablo del modo en que atacaste a Mumbo. Entiendo que es un villano y que estuvieras cansada, pero nunca vi que actuaras así sin importar las circunstancias. Quisiera saber si algo te está sucediendo ya que podría afectar al equipo.
Raven pareció ofendida por el comentario al bajar levemente la cabeza, su mirada concentrada en el joven delante de ella. – No tengo nada que decir al respecto. Puede que algo me esté sucediendo, pero eso no te incumbe ni va a afectar al equipo. Yo misma voy a encargarme de que así sea. Más allá de lo que tenga que hacer. – le contestó bruscamente, poniéndose de pie y flotando fuera de la sala.
Al irse Chico Bestia soltó el aire que ni siquiera sabía que había estado guardando. Dos segundos después Robin asomaba su cabeza sobre el sillón con una mirada acusadora. El joven se rió nervioso y lo saludó con una mano, - Hola Robin…
- Azarath Metrion Zinthos… - cantaba Raven en su habitación, flotando sobre su cama. Se sentía frustrada. Después de todo, estaba meditando más que nunca y no conseguía ni la mitad de los resultados que quería.
Suspirando se dejó caer en la cama. Mantuvo la espalda recta y las piernas cruzadas mientras pensaba. Sus ojos iban hacia el cajón de su escritorio de madera oscura sin desearlo y los separaba de él una y otra vez. Exhalando con calma volvió a cerrar los ojos y a comenzar la meditación. Vació su mente, trató de conectarse consigo misma y de calmarse pero altas paredes negras parecían alzarse ante ella cada vez que intentaba llegar a la razón de su raro comportamiento.
Harta de sentir que caminaba a ciegas en un limbo eterno, Raven apuntó una mano abierta hacia el cajón de su escritorio. El mismo se abrió con un golpe hasta casi salirse de su lugar. Raven movió levemente la mano hacia arriba y del cajón se alzó por el aire un espejo negro que flotó hacia ella. Lo sostuvo unos segundos sin hacer nada. No le gustaba tener que usar el espejo. Con los años se había vuelto casi de mal augurio para ella. Cada vez que lo usaba y se encontraba con sus emociones descubría cosas que no quería descubrir. Cada visita a su interior traía cambios y, la verdad, los cambios no la complacían ni un poco.
Respiró profundo y cerró los ojos alzando el espejo hasta ponerlo frente a su rostro. Al abrirlos pudo ver su reflejo y una fuerza la succionó al interior del cristal. Se encontró entonces en un camino de tierra en mitad del aire. Unos pasos más adelante, un portal. Se puso la capucha y caminó hacia él despacio, como resistiéndose a lo que pasaría después.
Al atravesarlo, fue recibida con un fuerte abrazo de su versión más animada; la alegre.
- ¡Raven, Raven! ¡Por fin viniste! ¡Me alegro tanto de verte! – gritaba saltando junto a ella. Raven hizo una mueca en respuesta. No importaba cuánto creciera, su parte feliz seguía siendo igual de infantil.
- Así que te dignaste a aparecer comprendiendo que ya no podías seguir evitando este tema, ¿no? – preguntó su parte intelectual, apareciendo desde detrás de un árbol de caramelos. Raven hizo otra mueca. Esto ya la estaba irritando.
- ¡¿Por qué no se callan todas de una vez?! A nadie le interesa nada de esto, especialmente a esta mocosa – dijo la furia señalando a Raven – que lleva un mes encerrándonos por todos lados sin saber qué hacer.
El intelecto soltó aire por la nariz con las manos en la cadera. – Otra explosión de enojo. Muy útil. – señaló alzando una ceja en dirección a la furia. – Raven, ¿sabes por qué estás aquí?
La chica miró a su doppelganger con indiferencia. – Para entender, supongo.
El intelecto sonrió. Respuesta perfecta para ella. – Entonces hay alguien con quien tenés que hablar. – le dijo moviéndose a la izquierda. En el fondo, bajo un árbol se encontraban el amor y la timidez mirándola. El amor vio la señal del intelecto y pateó levemente a la timidez que estaba agachada en el suelo junto a ella. Se puso de pie y ambas caminaron hacia las demás.
Raven las miraba con cautela. No lograba comprender qué podían tener que ver estas dos con su desequilibrio emocional. Normalmente la tristeza y el enojo eran quienes la desequilibraban. Además el amor era tan ajeno a ella como el tofu. Más aun incluso desde lo que había pasado con Malchior años atrás.
El amor le sonrió. – Querida, ¿querés que te diga qué es lo que te está pasando?
Raven entrecerró los ojos. Por alguna razón hablar con el amor la irritaba en sobremanera. -¿Por qué tendrías que decírmelo vos? Que lo diga el intelecto.
- Porque es mi territorio en el que estás tan perdida. – le contestó la doppelganger violeta.
Raven la miró incrédula por unos segundos, digiriendo sus palabras. – Mis problemas no tienen nada que ver con el amor. Eso es imposible. – contestó escupiendo las palabras con rabia.
La otra Raven cruzó los brazos. Desde detrás de ella habló la timidez: - Estás avergonzada, p-pero… eso no borra la verdad.
Raven sintió cómo volvía a perder el control y la figura del enojo a su lado crecía.
- ¡SILENCIO! – gritó enfurecida. – No tengo tiempo para escuchar sus idioteces.
Con un movimiento del brazo, Raven creó una gran burbuja en la que encerró a todas las emociones. Los ojos se le habían vuelto totalmente blancos y brillaban. Mientras la figura del enojo crecía dentro de la esfera negra, Raven luchaba por evitar que sus ojos se volvieran rojos. Se enfocó en la imagen de lo que quería crear y movió sus manos para moldear la burbuja hasta crear barrotes y un techo. Así creó una jaula negra con las otras Ravens dentro y respiró agitada habiendo completado su labor.
- ¡Con encerrarnos no se soluciona nada, Raven! ¡Dijiste que querías entender! – le reprochó el intelecto.
Raven se volteó dándoles la espalda y agarrándose a su capucha. – No necesito entender mientras todo siga bajo control. – Dijo mientras se alejaba caminando.
- ¡¿ESTO TE PARECE TENER LAS COSAS BAJO CONTROL?! – Le gritó por último el doppelganger amarillo pero Raven la ignoró mientras salía de un tirón del espejo. Hizo ademán de arrojar el objeto contra la pared y ver cómo se rompía en mil pedazos, pero se detuvo. Se agarró la cabeza y trató de respirar hondo, pero estaba temblando y le costaba respirar con normalidad. Se rió, con una risa áspera y fea, del dolor de cabeza que la estaba golpeando.
- ¿Amor…? No me hagan reír. – murmuró agarrándose la cabeza y cayendo en la cama.
Como parecía que los villanos estaban por algún lado haciendo picnics y gastando su día en actividades poco conflictivas, los titanes no tenían nada que hacer y, como la mayoría seguían medio cansados por la batalla matutina, Chico Bestia no tenía nadie con quien jugar, ni nadie con quien ir al parque. Básicamente, estaba muy aburrido tirado en la cama creando un juego de cualquier cosa. En el momento, por ejemplo, buscaba posiciones raras para estar ahí sin hacer nada. Tenía la espalda baja apoyada en la cama, y los brazos y la cabeza en el suelo mirando el techo. En los últimos minutos había notado que el techo tenía varias telarañas y ya había imaginado tres posibles situaciones que podrían generarse si se convertía en araña e iba a visitar a la dueña de alguna de ellas.
Se hizo el muerto unos segundos ahí solito y tirado porque, por dios, se le estaban muriendo las neuronas. Tenía que hacer algo, pero no sabía qué y no se iba a levantar porque sí, claramente. Resopló moviendo la cabeza. Entonces empezó a escuchar algo. Unos golpes rítmicos. Algo grande chocando contra una pared. Fuera la que fuera chirriaba un poco al moverse. Empezó a entrecerrar los ojos suponiendo de qué se trababa cuando escuchó un gemido femenino que definitivamente pertenecía a Starfire.
La cara se le puso roja como un tomate y se levantó atropelladamente escapando lo más rápido posible de su habitación y tapándose los oídos. Maldito Robin y maldita Starfire aprovechando el tiempo muerto para "conocerse más profundamente" como novios que eran. No es que Chico Bestia tuviera un problema con eso… es solo que no le gustaba tener tan buen oído y no sabía cómo mirarlos después. Pobre Starfire, si se enteraba que ya se conocía (¡sin querer, dios!) todos sus "ruiditos" de memoria le iba a agarrar un ataque. Y Robin seguro que lo asesinaba.
Caminó directo a la sala de operaciones. Después de todas las veces que esto le había pasado, había descubierto que los dos lugares más interesantes para esperar a que todo termine y que permitían no escuchar nada eran la sala de operaciones y el techo. Y como no tenía tantas cosas interesantes para hacer en el techo, eligió ir hacia la sala. Dentro, Ciborg, que había sido el último en despertar, estaba preparando algo que comer. La verdad es que al Chico Bestia le importaba poco lo que fuera porque le llegaba un fuerte olor a carne que era lo que menos necesitaba en ese momento. Estaba a punto de gritarle que eso era asesinato cuando vio a Raven meditando junto al ventanal y se detuvo. Podía escucharla susurrando su mantra desde la entrada. Sonrió y se acercó al sillón que estaba a 2 metros de la chica. Al llegar, se acostó tratando de no hacer ruido y respiró hondo, satisfecho.
Un aroma totalmente distinto al de la terrible carne de su amigo lo sorprendió. Abrió los ojos desconcertado. Luego volvió a inspirar examinando el olor. Se trataba de algo difícil de describir, un poco mentolado pero dulce y suave a la vez. Por alguna razón le resultaba adictivo. Se descubrió a si mismo cerrando los ojos y embriagándose con el misterioso aroma. Ay, ¿cómo podía existir algo tan maravilloso? ¿De dónde venía?
Chico Bestia respiró profundo mientras se ponía de pie. Dio uno a uno pasos en dirección a lo que parecía la fuente del olor hasta que, fuera lo que fuera, estaba indudablemente frente a él. Entonces abrió los ojos y se cayó hacia atrás de un salto. Raven volteó la cabeza levemente ante el ruido y entrecerró los ojos para demostrarle al hombrecito verde que la estaba molestando. El Chico Bestia yacía en el suelo a su izquierda tapándose la boca y con la cara particularmente roja. La chica lo observó unos minutos más.
En todos sus años de vida, la chica nunca había conocido a alguien más sensible que Chico Bestia. Pasaban los años y el muchacho seguía siendo una revolución de emociones constante. Un segundo era el hombre más feliz de la Tierra, al siguiente estaba deshecho de tristeza en el suelo, luego estaba enojado hasta las nubes pero volvía a estar triste para volver a estar alegre, para después mezclar todo sin razón. Era todo un misterio para Raven cómo hacía para vivir consigo mismo. En ese momento, sin embargo, una sola emoción se alzaba sobre las otras con mucha fuerza. Vergüenza. Pestañeó dos veces. ¿Por qué?
Mientras tanto, el muchacho hiperventilaba. Su olfato lo había llevado hasta Raven. Y, no solo eso, ¡sino que tenía razón! ¡El maravilloso aroma que estaba siguiendo sí emanaba de ella! Se encogió todavía más en su posición en el suelo. ¡Qué horror! ¡¿Se estaba volviendo un pervertido o qué?! No podía ser que de pronto le pareciera que Raven olía mejor que cualquier otra cosa que hubiera visto en su vida, ni que fuera tan bella y lo estuviera mirando con sus intensos ojitos violetas que le hacían sentir que se estaba derritiendo por dentro y… ¡WOW! Tenía que parar rápido.
- ¡Retirada! – gritó sin poder contenerse mientras corría hacia la cocina.
- Hermano, ¿qué rayos…? – comenzó a preguntarle Cyborg al verlo entrar, pero quedó callado al ver que su mejor amigo, el único vegetariano que conocía, metía la cabeza en la carne para las milanesas que estaba preparando. Se quedó ahí unos segundos, con la cabeza en el bol con carne y huevos. Un ENORME escalofrío le recorrió la espalda. Tan grande que se podía ver cómo su cuerpo se retorcía. Entonces sacó la cabeza y comenzó a tener arcadas como loco mientras los ojos le lloraban.
Cyborg, estupefacto, no lograba sacar palabras de su boca. Movía la manos lentamente señalando la carne y luego a su amigo, y luego a la carne sin entender. Hasta que reaccionó en lo más importante del asunto.
- ¡BB, ME ESTÁS ARRUINANDO LA PREPARACIÓN! – gritó el hombretón indignado. Cuando Chico Bestia finalmente dejó de toser y ahogarse con el peor olor del mundo, se enderezó un poco y suspiró.
- ¿Qué estás haciendo? – preguntó una voz que lo hizo saltar. Raven estaba parada a su lado cerca de la puerta de la cocina. Chico Bestia estuvo a punto taparse la nariz cuando notó que, igual, lo único que podía oler era el limón, el huevo y la malvada carne. Entonces, a pesar de su sufrimiento sonrió.
- ¡Nada! – dijo con voz inocente. Raven levantó una ceja.
- ¿Por qué estás tan… avergonzado? ¿Y tan preocupado? – preguntó Raven, las acciones del muchacho habiendo despertado en ella una curiosidad voraz. La joven se iba acercando a Chico Bestia sin darse cuenta mientras éste se echaba para atrás, sus emociones intensificándose cada vez más. ¿Qué era todo eso? ¿Le tenía… miedo? Raven se detuvo. La idea de que su amigo le tuviera miedo le causaba dolor en el pecho. Se echó para atrás un paso y desvió la vista. El muchacho, a pesar de la vergüenza y la confusión con sus nuevos pensamientos, enseguida notó el cambio en Raven y, sin pensar avanzó y le puso una mano en el brazo.
- Ey, de verdad que no es nada. No te preocupes, Rae. – le aseguró. Raven lo miró. De verdad era sorprendente cómo su interior cambiaba por completo de un segundo a otro. Ahora era pura seguridad y preocupación por ella. De pronto vió cómo algo más aparecía. Alegría. Sus ojos se iban abriendo despacio y se le coloreaban las mejillas. No entendía el por qué hasta que notó que ella estaba sonriendo.
Se echó otro paso para atrás, sorprendida, movió una vez la cabeza y volvió a su máscara de inexpresión. Algunas veces no le molestaba si se le escapaba una sonrisa o tenía una "pequeña" explosión de enojo, pero en estos momentos en que sus emociones tan fuertemente luchaban por escapársele, no podía permitirse ni eso. Se puso la capucha y se fue sin decir más. Chico Bestia y Cyborg se quedaron quietos unos minutos antes de que el más grande hablara.
- ¿Raven acaba de sonreír? – preguntó como si realmente no estuviera seguro de lo que acababa de ver. Había sido un gesto tan pequeño que era difícil definirlo. – Un segundo. ¡¿TE acaba de sonreír?!
El Chico Bestia no se movió de su sitio pero una enorme sonrisa se iba formando en su rostro. Finalmente, hizo un leve movimiento con los hombros hacia arriba sin que la sonrisa desapareciera.
