"PENSAMIENTOS."
CAPITULO 1
CANDY WHITE ANDREW.
Era una tarde lluviosa de otoño en Chicago, el frio podía estremecer a la poca gente que transitaba la gran avenida; gente que se atrevía a salir, paseaba con amplias sobrillas por la calle, los carruajes mesclados con los nuevos coches pasaban de un lado a otro, el olor de la tierra húmeda se podía apreciar. El atardecer pintaba el cielo azul con varios tonos de ocre, previniendo de su caída y avecinando una noche fría.
¿Cuánta gente caminaba?, algunos hiban solos envueltos en sus trajes finos de color gris, café y negros; algunos pocos con sobrilla y otros sosteniendo con su mano derecha aquellos sombreros para protegerse del frio y la lluvia. Las lámparas de la calle parpadeaban tratando de permanecer prendidas, los cantos de los pájaros se escuchaban anunciando su descanso, algunas parejas de enamorados caminaban tranquilamente por la cera, resguardándose en un paraguas. Sosteniendo la mano de su amada y de vez en cuando intercambian una mirada discreta y se ruborizaban; tal vez en su mente pasaban miles de pensamientos.
La atmosfera era perfecta para una cita romántica, el frio otoñal para un cálido abrazo de un amante, donde transmitiera todo el amor que sintiera en ese simple acto. La noche se estacionaba y la oscuridad se hacía presente. Ella no sabía cuánto tiempo había permanecido sentada en aquella blanca banca de aquel parque. Recordaba haber bajado de ese tren por la tarde, enfundada en una gabardina de color café, aun traía sus guantes negros de piel y el extravagante sombrero de rasó negro, las gotas de lluvias escurrían por los lados de su sombrero tapándola un poco de la lluvia. Sus coletas habían desaparecido hace tanto tiempo y fueron reemplazadas por una cola de caballo, tratando inútilmente de detener los rizos rebeldes de su cabello.
Recordaba haber llegado con la firmeza de un soldado que sabe que va a morir, respiro profundo y hiba a cruzarse de banqueta esa tarde para entrar al edificio; cuando un pensamiento en su mente detuvo sus pasos-¿podre verlo de frente?- estas simples palabras la paralizaron en un instante, su corazón comenzó a palpitar tan rápidamente que sintió que se desmayaría por completo y decidió sentarse en aquella banca del parque bajo un frondoso árbol.
Después de calmarse alzó su mirada para ver, aquel imponente edificio de piedra alto. Bajo despacio su mirada y vio el logo bañado en una hoja fina de oro. Al menos eso le parecía. El logo de la familia Andrew; toda su vida junto aquella familia paso rápidamente en su mente. Pero una palabra salió de su boca como un susurro del mismo viento- ALBERT, WILLIAM ALBERT ANDREW- .
Parecían que aquella simple frase despedazaba su alma con solo pronunciarla. Hace más de un año que no lo veía, ni una palabra escrita para ella y solo un pedazo de papel tenia. Un papel que guardaba en el bolsillo derecho de su abrigo, unas cuantas líneas – espera por mí, volveré pronto y hablaremos, nada ha cambiado. Atte. Albert- solo esas palabras le dejo después de embarcarse a Sudamérica, unas cuantas líneas, frías y secas. Un año entero lo espero, sentada en el hogar de Ponny, consumida por sentimientos que no entendía pero estaban presente con la mas fina agonía en su corazón.
Movió su cabeza de solo pensar en el sufrimiento que paso por no haber tenido el valor de enfrentarse a sus sentimientos, que tuvo la oportunidad una noche antes de poder aclarar las cosas con él, pero su miedo e inseguridades la callaron. Después de esa confesión de su parte. Albert le había dicho que tenía un sentimiento más allá de una simple amistad por ella, que una palabra sería suficiente para cancelar el viaje y él se quedaría con ella.
Una palabra "amor", quiso hacerlo juro por Dios mil veces que quiso decirla pero, aun no podía comprender por qué no la había pronunciado. Se maldijo mil noches por ese error, pero nada pudo hacer, las cosas de los corazones no se escriben por cartas, no hay palabras para hacerlo y aun si su valor hubiera alcanzado su máxima expresión, no sabía a dónde escribir. El se había marchado sin dejar alguna dirección atrás, solo había desaparecido.
Cerraba sus ojos y solo podía ver la cara de Albert esperando que ella dijera o actuara de alguna forma para mandar todo al diablo y quedarse a su lado. Pero permaneció firme y sin expresión, solo pudo escuchar- está bien, comprendo aun lo amas, solo tenía que decirlo antes de que mi corazón muriera de agonía por no decírtelo e intentarlo- el tomo su mano y la beso- descuida pequeña- con una sonrisa llena de melancolía- yo entiendo, ahora tengo que partir, discúlpame con la señorita Ponny y a Hermana María por favor-
El se dio la media vuelta y se marcho, ella después de unos minutos solo pudo hincarse y soltar en llanto, lo había dejado partir. Esa noche no pudo dormir preguntándose el ¿Por qué? De sus acciones, porque no simplemente le dijo que lo amaba y que se quedara con ella, ¿Por qué otra vez dejaba que su felicidad se escapara de sus manos?. No había esperado el amanecer cuando se levanto de esa cama, se arreglo lo más rápido que pudo y tomando un viejo abrigo, salió para la mansión.
Camino por aquellos senderos llenos de frondosos árboles con sus manos sostenía el abrigo para cubrir su cuerpo del frio de la mañana. Camino y camino al ver el portal de las rosas a una corta distancia corrió con todas sus fuerzas, estaban decidida en no dejarlo marchar, en decirle todo lo que tenía en su mente y en su corazón.
Corrió a la puerta principal y la abrió, los sirvientes la veía extraños por como actuaba, sabían quiera pero ¿Por qué estaba tan temprano en la mansión?, se preguntaban mientras su hermoso cabello se veía cruzar los amplios corredores, sus pasos la habían llevado directamente a la biblioteca, sabía perfectamente que lo encontraría ahí. Albert antes de partir a cualquier viaje preparaba todo y antes de partir revisaba meticulosamente todas las ordenes que dejaba para su ausencia. Sin duda lo encontraría ahí.
Intento calmar su respiración y su corazón antes de abrir aquella puerta después de haberlo logrado la abrió en par en par. Pero la sorpresa fue muy grande al entrar aquella habitación. Estaba vacía y ni la chimenea tenía esbozos de calor para comprobar que la hubieran usado.
Entro con pasos temblorosos a la biblioteca, movía su cabeza en signo de negación. No lo había alcanzado y sus ojos se llenaron de lágrimas. De la penumbra de la mañana una voz familiar retumbo- Se marcho ayer por la noche Candice, no volverá en mucho tiempo- la tía abuela la miraba fija y con un tono de voz cansada –te dejo este papel por si venias a buscarlo- sacando el pedazo de papel de su bolsillo y entregándoselo, después se retiro para que ella pudiera leerlo.
Días de infierno y tormento por su error tuvo que vivir en la soledad de su habitación, pero cuando las primeras semanas pasaron y las cartas no llegaban, se armo de valor para volver a la mansión. La tía abuela la recibía y siempre decía la misma frase- no sé cuando regresara hija, William tampoco se ha comunicado conmigo- se levantaba de su silla y veía al jardín- al igual que tu, estoy preocupada por él, pero estoy segura que volverá con bien, he orado mucho por su regreso- se giraba y la veía- ¿tomarías un te conmigo?- ella asentía y tomaba el té. Durante ese año la tía abuela y ella se hicieron más cercanas, ambas compartían el mismo dolor. Albert se había hido.
La mañana que tomo el tren a chicago fue gracias un recado que la tía abuela le mando con Doroty al Hogar de Ponny, una simples palabras que le dieron brillo a su vida de nuevo –VOLVIO, ESTA EN CHICAGO-
Solo vasto con leer eso para tomar a decisión de irlo a buscar y sin pensarlos tomo su pequeña maleta, se arreglo con el vestido más hermoso que tenía un conjunto de falda recta y saco en color café, una blusa de seda y botas negras de cuero, se calzo los guantes y se puso aquel sombrero de raso. Preparo su maleta y con todo el valor que tenia metió una caja de color rojo de terciopelo era el momento de tomar las riendas de su vida por primera vez. Se encaminó para ir a buscarlo.
Ahora se encontraba frente al edificio del emporio de los Andrew, sentada en un banca, mirando la entrada; en su corazón tenía todas sus esperanzas y en su pequeña maleta blanca todo lo que poseía en su vida. Estaba dispuesta a dejarlo todo por el, por su verdadero amor y solo una pregunta giraba en su cabeza ¿ me amara aun?.
El sereno anunciaba las 7 de la tarde y su corazón sabía perfectamente que si no tomaba la decisión ahora sería muy tarde pues Albert se retiraba a su casa, siempre 7:30 pm; si hiba a poner su plan en acción no le quedaba tiempo. Si Albert salía para la mansión no tendría valor para realizarlo.
Junto todo el coraje que tenia y cruzo la avenida, abrió las puertas de la entrada del edificio y con aires de grandeza, entro con paso firme en la recepción, se dirigió a la vitrina donde una señorita la observo y dijo – buenas tardes- la joven hizo un asentamiento con su cabeza y ella se acerco mas- necesito por favor hablar con el señor William Albert Andrew-
La chica recepcionista era muy joven, se levanto y la observo de pie a cabeza, no era mayor a unos 20 años y estaba uniformada con los colores de la compañía azul marino y blanco, una pañoleta estaba cubriendo su cuello y dijo – disculpe, ¿a quién anuncio?, aun que no le puedo asegurar que la reciba el señor Andrew-
De pronto unos pasos secos y firme se escucharon por el lobby del edificio, ambas mujeres se voltearon y la figura de un hombre entrado en años y su pelo pintado discretamente una canas; su semblante inconfundible de seriedad y gentileza, la hicieron sonreír mientras se acercaba- su nombre es Candice White Andrew, Isabela. Es la protegida del señor William – estando frente de ella le sonrió- y es un gusto tenerla aquí-
La joven estaba muy apenada pues tenía poco tiempo de trabajar en la empresa y no conocía a todos los miembros de la familia, se apresuro a hablar- disculpe señorita Andrew pero-
Candy se giro y le regalo una sonrisa- descuide- volvió a ver a George y le dijo – para mi también es un gusto poderlo verlo George- el asintió- ¿cree que pueda ver a Albert?-
George soltó un suspiro y con una sonrisa dijo- me encargare de eso, por favor- extendió su mano hacia las escaleras- sígame - Candy le sonrió, George observó a Candy y se aproximo a retirarle la maleta que traía y la coloco sobre la vitrina de la entrada- Isabela por favor que lleven el equipaje de señorita a la mansión -
La cara de Candy de sorpresa hizo que fijara su mirada en George- George yo-
La observó con una sonrisa y dijo- descuide, se que el señor William no la dejara hospedarse en otro lugar que no sea en la mansión, por favor sígame para llevarla con el-
Candy se apeno y se ruborizó ante esas palabras, después de asentir comenzaron a caminar. El corazón de ella se agitaba con cada escalón que subía, nunca pensó que tendría tan buena suerte de encontrarse con George. Suspiro, por lo menos fue fácil la primera parte pero ahora la parte más fuerte a penas comenzaría. Después de mucho caminar y estar pensando mil veces en lo que diría, no se dio cuenta cuando llego a las puertas de la oficina de Albert.
Se percato que habían llegado al escuchar como George detenía sus pasos y se volteaba a verla- detrás de la puerta se encuentra William, señorita-
El color carmín de sus mejillas se desvaneció por un minuto al escuchar esas palabras y el latir de su corazón era de galope, ella solo pudo asentir- ¿estará bien si entro?-
George firmemente hablo – descuide, el señor William está revisando unos documento y esta solo-
Candy trago saliva y cerró los ojos por un momento, solo estaba a unos pasos. La pregunta era ¿podría hablar con él?, volvió a suspirar profundo-entonces-
George fijo su mirada en ella- puede platicar con el sin problema yo estaré en mi oficina al final de pasillo revisando unos documentos cuando terminen por favor, avísame y los acompañaré a la mansión- Candy asintió y antes de despedirse George tomo su mano derecha y la beso, levanto su mirada y con una sonrisa le dijo – tardo mucho tiempo pero al fin llego, señorita-
Candy no supo qué hacer ante esas palabras y George discretamente comenzó a caminar, dejándola sola ante aquella puerta. Su corazón palpitaba a mil por uno cuando giro la perilla y la puerta se abrió.