DISCLAIMER: Los personajes no me pertenecen, son de la grandiosa mangaka Rumiko Takahashi, sin embargo ésta es una historia completamente mía y cualquier reproducción total y parcial de la misma es plagio y está penado por la ley.
Este fic participa en el primer gran reto del circulo mercenario, del foro hazme el amor.
Espero que sea de su agrado.
La pareja es BankxKag (la adoración del circulo mercenario).
Puede haber OoC, la verdad no lo sé XD
Un saludito para Pau y AngelO que nos motivaron a escribir, mil gracias.
Aventura- Dile al Amor
Pues Dile Al Amor Que No Toque Mi Puerta
Que Yo No Estoy En Casa
Que No Vuelva Mañana
Ah Mi Corazón Ya Le Han Fallado En Ocasiones
Me Fui De Vacaciones
Lejos De Los Amores
Ay Dile A Al Amor Que No Es Grato En Mi Vida
Le Haré Mi Despedida Cuéntale Las Razones
Condenados (¿Qué tan borracho estás, Bankotsu?
-¿Podrían dejar de follarse con la mirada?, cariño, eso es vergonzoso.- decía la pelicorta mientras miraba a su amiga con reprobación.
Yura Sakagasami era una persona que no tenía pelos en la lengua para decir lo que pensaba. Era una persona directa, confiada en sí misma, y que acudía a sus amigas siempre y cuando fuese necesario.
Era una buena amiga, y por esa razón, miraba a su amiga, Kagome, como si quisiera darle un golpe en la cabeza y zamarrearla hasta que ésta no fuera consciente ni de sus estúpidos pensamientos.
¿Por qué las personas eran tan complicadas con lo que sentían?
Malditos estereotipos que dictaban qué hacer y qué no.
Kagome estaba vestida con una falda de tubo negra que le llegaba por encima de las rodillas, una blusa marrón oscuro y unos zapatos altos de plataforma color ónix.
Sí, su amiga era lo suficientemente guapa como para andar mendigando amor. Pero era tan cabezota que ni siquiera ella la comprendía.
-Iugh, Yura, eso no es bonito, es más bien algo asqueroso.- dijo la azabache, mirándola con una mezcla de diversión y asco reflejados en el rostro.
Negó con la cabeza.
Su amiga era tan fácil de leer, todas las expresiones se encontraban impresas en su rostro.
-Cariño, seamos realistas; me gusta el sexo, el sexo es caliente, no me opongo a él ni de broma y creo que te hace falta divertirte más- dijo Yura, levantando dedo por dedo exponiéndole las razones por las que estaban en ese club.
-Por eso te ganas muchas reputaciones indeseadas, chica- dijo una voz suave tras ellas. Mirando con desaprobación el corto y escotado vestido negro de la pelicorta, Sango, la compañera de habitación de Kagome, se encontraba detrás de ellas enfundada en un vestido color rosa pálido, con su cabello recogido en una coleta alta y zapatos de tacón negros.
Siempre había pensado que el estilo de maquillaje de Kagome era mucho menos cargado que el de la castaña. El de la morena era para suavizar sus rasgos, mientras que el de Sango era para definir sus facciones.
Había veces que tenía que recordarse cómo era que ellas se habían convertido en amigas, ya que nadie hubiera creído ni en sus más locos sueños, que ellas pudieran coincidir.
-No es como si me anduviera escondiendo de los demás- dijo la pelicorta encogiéndose de hombros.
-Pero creo que estés mirándolo como cachorro enfermo de amor si es degradante para nosotras, Kagome- señaló la castaña.
-¿Eh?- Balbuceó la azabache. La verdad era que Bankotsu lucia lo bastante comible con esa camiseta gris que resaltaba sus ojos azules y esos jeans azules que se enmarcaban donde debían.
Era delicioso y no podía ocultar que hacáa delirar a la colegiala.
-Cariño, eres demasiado obvia, así que, deja de mirar a Bankotsu como un pedazo de carne antes de que me encaje un tenedor en el ojo por la frustración- atacó la pelicorta.
Kagome se sonrojó.
No sabía que estuviera siendo tan obvia para observar a su amigo de la infancia.
Desde que se habían conocido en la primaria, se habían vuelto la especie de buenos amigos que podía crearse con un amigo tan frio y a veces indiferente como el moreno.
-Lo siento- susurró la colegiala.
Sí, de verdad que necesitaría atropellar a Kagome con un camión cuando se trataba de Bankotsu, uno muy grande.
Negó con la cabeza.
La verdad es que no lo entendía.
Su amiga era un ser inteligente, pero a veces, sólo a veces, dejaba entrever lo mucho que le afectaba Bankotsu en realidad.
Aunque debía de darle crédito, Kagome se había mantenido bastante bien hasta ahora.
- . - . -
- Aniki, estás haciéndolo de nuevo- dijo el castaño sonriéndole de oreja a oreja.
Realmente no sabía quién tenía la sonrisa más grande y espeluznante, si el gato de Cheshire o Jakotsu.
-¿Qué cosa?- respondió el moreno de forma seca.
Sabía perfectamente a qué se refería, pero al diablo lo admitiría.
-Miras a Kagome-chan como si fuese tu mundo- dijo Jakotsu con estrellas bailándole en los ojos.
-Tch, Jakotsu, ¿sabes lo estúpidamente cursi que suena eso? Yo no creo en el amor, por si no lo recuerdas- dijo el moreno encogiéndose de hombros.
Le dio un largo trago a su cerveza.
Sólo él podía saber lo que nadaba en sus pensamientos.
La verdad es que Kagome se miraba bastante bien en esa ropa que portaba. La falda mostraba sus largas piernas y acentuaba las caderas de la joven. La blusa tenia mangas tres cuartos y era abierta de la parte superior, por lo que dejaba a la vista las suaves formas de sus hombros y la redondez de sus senos quedaba a la vista.
Se golpeó mentalmente.
Kagome era lo suficientemente atrevida y dulce al mismo tiempo como para saber que ya le había pertenecido a otro.
Apretó los dientes.
No quería imaginársela con otro.
-¿Qué estás pensando, aniki? Tienes una mirada de muerte- señaló el afeminado chico.
La verdad es que Bankotsu era bastante escalofriante cuando estaba molesto, y más aún.
Ésa era una de las principales razones por las que lo acompañaba, para evitar que le rompiera la cara a algún estúpido que mirara de una forma a Kagome.
Negó con la cabeza sonriendo.
No había negado que miraba a Kagome, sólo descartó la forma de mirarla de manera cursi.
La verdad era más que evidente, a Bankotsu sólo le faltaba orinar alrededor de Kagome, cual perro, para demostrar su punto, y éste era, que Kagome tenía dueño, lo quisiera o no.
- . - . -
- Hola Kagome, ¿Cómo estás?- musitó el peli plateado con voz ronca, estampando sus labios en la suave mejilla de la joven que se encontraba sentada en el taburete de la barra, charlando con Yura y Sango.
No podía negar que sus expectativas habían subido por los cielos cuando vio a Kagome en el bar de Kagura.
Acababa de tener una pelea con Kikyo, y ésta se había negado a darle sexo, alegando que necesitaba sentirse querida.
Y una mierda.
Kikyo era lo suficientemente egocéntrica para reprimirse si no tenía lo que quería a pedir de boca.
Y luego estaba Kagome.
A pesar de que había dejado a la azabache cuando salían, por la frívola pelinegra, ésta no se había inmutado.
Le había importado una mierda lo que pasaba con él, cualquier asunto relacionado a otra cosa que no fuese lo estrictamente permitido por las normas de lo qué debías o no hacerle a una amiga había sido alejado de la mentalidad de Kagome.
No podía negar que el tiempo había hecho mella en la figura de Kagome, eso y su dulzura, eran las facetas que hacían que cualquiera cayera a sus pies rendido.
Y ella era consciente de ello.
Era segura de sí misma y se desenvolvía perfectamente con el sexo opuesto.
Pero en sus ojos siempre había esa mirada, esa mirada de no estoy satisfecha y de que algo verdaderamente importante le faltaba, nublaba la vista de esos pacíficos ojos cafés chocolate.
-Bastante bien, ¿y tú, Inuyasha?- preguntó la azabache con curiosidad.
La verdad era que hacia bastante tiempo que habían hablado por última vez, y quisiera o no, Inuyasha había sido una parte de su vida, y no podía eliminarla.
Sango se levantó del taburete de al lado, tomando a Yura por la oreja.
-Auch, duele, duele- gritaba la pelicorta con voz chillona.
-Démosle su espacio, necesitan hablar- dijo la castaña.
La relación de Kagome con Inuyasha había sido bastante duradera, comparado con las relaciones anteriores de la azabache.
Si era sincera, ella aun albergaba esperanzas para ellos.
-Y una mierda Sango, ellos no necesitan hablar- respondió Yura a la defensiva.
-Claro que sí, y si sigues con ése lenguaje, nunca te casarás. Dios mío mujer, tienes el vocabulario de un camionero, tendré que restregarte la boca con jabón- dijo la castaña halando con mayor fuerza.
Yura se resignó.
-Cuídate, y no hagas nada que yo no haría, cariño- gritó por sobre el sonido de la música corriendo detrás de Sango, para que no le arrancase la oreja.
-Vaya amigas- dijo Inuyasha sonriendo.
Kagome sonrió.
-Pueden ser bastante fastidiosas a veces- mencionó.
- . - . -
Eso estaba mal.
El idiota mimado de Taisho no tenía por qué estar cerca de Kagome.
No de nuevo.
Había sido un dolor en el culo la última vez, y no permitiría que pasara de nuevo.
Se levantó tambaleándose.
Se había pasado un poco con las cervezas que había tomado, pero estaba en sus cabales lo suficiente como para golpear a Taisho con todas sus ganas.
-Aniki, detente- murmuró Bankotsu tomándolo del brazo.
El moreno lo miró fríamente.
A Jakotsu le recorrió un escalofrío por la espina dorsal.
Esa mirada mataba a cualquiera que estuviera en su camino, y no estaba seguro de que Inuyasha fuera a quedar bien parado.
- . - . -
Kagome estaba charlando animadamente con Inuyasha, que no se había percatado en el cambio de la posición del cuerpo de Inuyasha.
Poco a poco se había acercado a ella, acechándola por completo, y ella estaba lo bastantemente enfrascada en la conversación para darse cuenta.
Para la mala suerte del oji dorado, Bankotsu estaba en la misma habitación que ellos.
Maldijo entre dientes.
El moreno custodiaba a Kagome como si él fuera un perro guardián, y Kagome su preciado hueso.
-Gusto en verte, Bankotsu- dijo lo bastante alto para que el moreno lo escuchara, pero se acercó más a Kagome.
La distancia que estaba de él a ella, era menor a la permitida para lo que eran él y Kagome.
El oji azul pareció notar lo mismo en sus pensamientos, ya que lo miró con la mandíbula apretada.
-No puedo decir lo mismo- replicó con voz seca.
-Bankotsu, ¿estas ebrio?- musitó con preocupación la azabache, levantándose del taburete para poner su mano alrededor del brazo de Bankotsu.
-No te importa- respondió el moreno secamente, sin mirarla.
Kagome lo miró fijamente.
Y ahí se había ido su polvo de una noche.
Inuyasha Resopló frustrado.
Miró las manos de Kagome apretándose en puños.
Uh-oh.
El temperamento de mierda de Kagome estaba a punto de salir.
Le bullía por los poros.
3 – 2 – 1.
Explotó.
-Vete a la mierda entonces- gritó la azabache colérica.
Se alejó lanzando improperios y clavando los pies en el suelo alfombrado.
-No hay noche de sexo para ti, amigo- musitó Bankotsu con arrogancia. La sonrisa estaba extendiéndose por sus labios. Era un golpe bajo, pero había otros aún más.
-Eso significa que no la habrá para ti tampoco, amigo. Quiero ver como controlas a ese volcán en erupción- replicó el peli plata con una sonrisa adornando toda su cara, alejándose lentamente con las manos metidas en los bolsillos del pantalón.
Mierda- dijo el moreno para sí mismo.
-.-.-
- Kagome, ¿estás bien?- murmuró el moreno con preocupación lo bastante bien disimulada.
La había encontrado en el otro lado del bar sentada en uno de los largos sofá de cuero rojo, con el ceño fruncido y la cara enfurruñada.
Los demás hombres la miraban como si fuera sólo un pedazo de carne.
Masculló con rabia algo inteligible.
-No te importa una mierda- respondió con ira la azabache.
Carajo.
La chica podía ser lo bastante terca y testaruda.
Había salido con miles de chicas y aun no entendía como es que funcionaba Kagome Higurashi.
Tenía que sacarla de ahí como diera lugar.
-Vámonos- dijo el moreno con dureza.
-No me moveré de aquí- masculló la azabache con un puchero formado en sus labios.
-No estoy pidiendo tu opinión-.
La tomó en brazos y la alzó sobre sus hombros como si fuera un costal de papas, y procedió a sacarla del bar.
Jakotsu estaba en el fondo del bar, en el lugar que habían ocupado antes, alzando sus pulgares con una sonrisa deseándole que tuviera suerte de manera silenciosa.
-.-.-
-Bájame Bankotsu, maldita sea- gritaba la azabache y pataleaba con todas sus fuerzas, pero pareciera que estaba siendo cargada por un muro de granito. El moreno caminaba a paso rápido y la ignoraba.
Cruzaba calles y se detenía cuando debía de detenerse.
-Gritaré Bankotsu, te lo advierto- dijo Kagome sintiéndose ignorada como por décima vez.
-Claro que lo harás, pero de placer- musitó el moreno, deteniéndose en la puerta de su apartamento y depositándola en el suelo
-¿¡QUÉ!?- gritó la morena con más fuerza.
Mierda Kagome, ¿podrías cerrar la boca un momento? Quisiera encontrar mis llaves con tranquilidad- dijo el moreno con voz fría.
Kagome se agachó y se quitó uno de los zapatos.
Estaba quitándose el otro cuando escuchó el clic del cerrojo siendo abierto.
Tragó saliva.
No había estado a solas con Bankotsu en su apartamento desde hace más de un año, después de que terminó con Inuyasha.
-¿Qué demonios haces, Kagome?- dijo el moreno observándola con una interrogante pintada en la cara.
-Me voy- respondió la chica, soltando la última correa de sus zapatos de plataforma. Y recogiéndolos del suelo para correr como el infierno.
Cuando estaba por pegar la carrera, su muñeca fue apresada por una mano fuerte y cálida.
La haló con fuerza, y la recargó contra la puerta, entrelazando sus piernas entre las de ella.
Sus muñecas estaban apretadas con fuerza, cuando el moreno estampó su boca contra la de ella.
La besó con fuerza y fiereza, moviendo sus expertos labios por sobre los de Kagome. Con la lengua recorrió alrededor de los labios de la chica, sacándole un suspiro de entre su boca. Mordisqueó los labios de la morena levemente y bajó sus manos a sus caderas para apresarla aún más contra él.
Pegó su duro y fuerte cuerpo contra el suave y frágil de Kagome.
Fue un beso largo.
Aparte de todo, Kagome le estaba correspondiendo.
A él.
No a Inuyasha, no a Hoyo, no a la fila de idiotas con los que había salido.
Porque lo sabía, y no importaba si el alcohol no se había diluido completamente de su organismo.
Cuando por fin la falta de aire se hizo presente, pegó frente a la de la azabache y la miró fijamente.
El azul del océano y el chocolate derretido se enfrentaban de nuevo.
-No saldrás de ésa habitación hasta mañana. Estas condenada Kagome- mencionó Bankotsu con una sonrisa arrogantemente maliciosa adornando su rostro y levantando a Kagome por las piernas y cargándola como si fuese una princesa, entró al apartamento y cerró la puerta de la habitación que traería tantas promesas de amor y pasión ésa noche.
Después de todo, a veces no es tan malo que cupido toque tu puerta.
¿FIN?
¿Qué opinan? ¿Aquí lo dejamos? la verdad es que esperaba escribir mi primer lemon con este reto, y de hecho, iba a ser en este capitulo, pero por cosas de la vida quedó así.
Espero que les guste y me digan qué les pareció por favor.
Si los comentarios son favorables, escribo la continuacion, ustedes me dicen si quieren éste final ó que continue.
Besos y que estén bien.
Linitha-chan*
