Te vi.

Te acercabas con lentitud a mi cuerpo, traías algo entre manos que no podía distinguir con claridad.

Balbuceaste, decías cosas sin sentido alguno, parecías un zombi, uno que mira con detenimiento a su presa y, se dirige con lentitud a ella, motivado por incrustar sus amarillentos dientes en su cuello, pegarle un bocado, saborear su sangre y desgarrar la carne.

Cuando empecé a reaccionar, tenías un cuchillo en la mano, al ver tu cara estabas pálido, tus ojos se mostraron ante mí, dilatados, no tenían vida, parecía que eras un cuerpo andante que no poseía algo dentro de sí.

Sonreías, parecía que disfrutabas ver mi libertad atrapada entre lazos, ver mi figura tan de cerca. Ser el prisionero en aquél momento donde la vida y la muerte estaban reclamando nuestro existir.

Apuntaste dicha arma contra mi cuello, acariciabas con tu mano libre mi cabeza, algún aroma especial te atraía.

No quería morir, no por ti ni por nadie.

¿Qué pasó con esas noches donde me juraste que me protegerías a toda costa?

¿Dónde quedaron esas locuras de adolescentes estúpidos que solíamos hacer?

¿Cuándo fue que esa persona a la que amé decidió despertar de un día para otro dispuesta a acabar con su alma gemela?

No podía hacer nada mas que suplicarte, pedir que me perdonaras por todo lo que hice y lo que no, que dejaras libre a esa persona que lo único malo que hizo en su vida fue caer en el amor por ti.

Sentía el filo del cuchillo pasar por mi cuello:

¿Buscabas la mejor parte para rajarme el cuello?

¿Acaso creías que era erótico?

No sé, nunca lo sabré.

Tenía miedo.

Miedo a la muerte.

Miedo a la vida.

En un momento te recuperaste, soltaste el cuchillo y mirabas asombrado, tapabas tu boca no creyendo lo que estabas a punto de hacer. Lo tomaste del suelo y me liberaste, cortaste los lazos que mantenían bien atadas mis manos para proceder a liberar a los nuestros.

¿Qué ocurre por tu cabeza?

Al principio quería darte una bofetada, gritarte a la cara ese comportamiento malévolo, pero no pude, sólo recargué mi cabeza con tu cálido pecho.

No recuerdo qué sucedió después, sólo veo en mis vagos pensamientos gente muriendo a nuestro alrededor, miles de balas impactando contra sus cuerpos, el olor a pólvora, a tierra sucia.

Y luego desperté aquí en mi habitación, encontrándome con aquél ser que te poseyó en el pasado