Neighbor
[AU] [Conexión de Drabbles]
¿Por qué no todo en la vida puede ser perfecto?
[Reto Multitemático de 10 días, en el foro ¡Siéntate!]
Disclaimer: 犬夜叉 (Inu-Yasha) pertenece única y exclusivamente a Takahashi Rumiko.
{*—Romance—*}
Por alguna extraña razón el universo se había puesto de acuerdo con ella en ese año puesto que el 14 de Febrero había tocado en un domingo y no en día laboral. Odiaba cuando el Día de los Enamorados era día de clases. Estaban todas las chicas de la universidad nerviosas por los chocolates que debían entregar y estaban el montón de chicos desesperados por recibir el esperado Honmei-choco hecho por la chica que les gustara. Todos como si fueran animalitos en primavera. Ella, en cambio, jamás había salido con un chico en una cita, nunca había tenido un novio, rechazaba a los pocos que se interesaban en ella… No podía ser mejor, ¿cierto?
Tampoco podían culparla, ella sí deseaba su amor de película. Quería enamorarse una sola vez y ser feliz con eso. Tampoco era una masoquista como para enamorarse de un hombre imposible, aunque no era como si esas cosas se escogieran.
Claro, no había esperado que el amor le tocara a la puerta cuando tenía dieciocho, y mucho menos que sería su vecino por ese mismo tiempo. Se había mudado a ese apartamento a los dieciocho y justamente se había enamorado de su vecino del frente.
Irónicamente, se habían hecho muy amigos durante todo ese tiempo. Tal vez más de lo que a ella le gustaría.
Un par de toques en la puerta la distrajeron. Sabía quién era, no necesitaba ser una adivina para ello.
Caminó hacia la puerta despacio y, al abrirla, se encontró con su vecino, un par de años mayor que ella, con unas llaves en la boca y varias bolsas de palomitas de microondas en sus manos.
—Son cuatro. —fue lo primero y único que él dijo.
Desde que se habían hecho amigos, él se cruzaba a su apartamento todos los domingos para ver películas con ella. Ese día, aparentemente, serían cuatro.
Se hizo la rutina, ella apartó el sofá para que ambos se sentaran en el piso, él sirvió las palomitas que traía listas de su casa, escogían la película que verían primero y listo, se sentaban y comenzaban la noche de cine.
Solían escoger las películas al azar a menos que ambos detestaran completamente una como para no verla. A veces, ignoraban la película completamente y conversaban el tiempo que durara la misma. La mejor parte, para ella, al menos, era cuando les entraba pereza y se apoyaban en el otro, justo como en ese instante.
—Oye, Kagome…
— ¿Mhhjm? —murmuró medio adormilada.
Sintió los nervios colarse en su piel cuando él, dudoso, le pasó un brazo por los hombros, como si fuera un novio.
—Yo… tengo que decirte…—el tono nervioso en su voz se le hizo impropio de él, así que levantó un poco la cabeza para verlo.
Lo había notado. Los ojos de él desde hacía ya un tiempo la miraban de una forma extraña, que ella no sabía descifrar.
Claro, no pudo ni decirle nada antes de que sus labios tocaran los suyos.
¿De dónde había venido eso?
