Pues... una nueva historia, que era algo que me habían estado pidiendo. Ni secuela, ni continuación, ni precuela. Es todo nuevo, y dentro del universo original. ¡Disfrutadla!


Emma Blanchard

Hoy es el día. El día que cumplo veintiocho años. Y también, el día en el que se cumple el aniversario. ¿El aniversario de qué? Del día en que nos libramos de los villanos para siempre, por supuesto. Mis padres lanzaron un hechizo y los enviaron lejos del bosque encantado, en un sitio donde la reina de corazones jamás podría alcanzarnos.

Yo, sin embargo, estoy en la cama, remoloneando. No me quiero levantar. El sol me molesta y me cubro con la manta a pesar de que no hace frío. Empiezo a escuchar los ruidos del castillo y finalmente desisto. Me incorporo y me desperezo un poco. Hace un día brillante y soleado, como de costumbre. Casi nunca llueve en nuestro castillo. Es una suerte que esté en un lago, a decir verdad.

Hay flores frescas en mi mesilla. Y alguien ha dejado un suculento desayuno en la mesilla. Pero no siento hambre. Estoy nerviosa porque hoy es el día en el que me nombrarán regente y podré empezar a tomar decisiones que afectarán a todo el reino.

Y lo cierto es que no termino de sentirme preparada. Me muerdo el labio inconscientemente mientras me visto y me asomo al balcón. Lo cierto es que hay algo que llevaba paseando por mi cabeza desde hacía meses, una idea traviesa que algunos tratarían de peligrosa. Pero a decir verdad, no podía seguir callándomelo. Y en cuando fuese regente, se lo diría.

El resto del día pasó tan deprisa que ni me di cuenta. Y ya me encontraba ataviada con el pesado vestido ceremonial, la tiara de princesa y el cetro. Tragué saliva mientras me adentraba en el gran salón. Había venido tanta gente que casi no cabía nadie… y el pasillo que se formaba y que me llevaba hacia mi padre me resultaba angosto. Me costaba andar mientras me dirigía hacia allí.

La corona que mi padre sujetaba. Ese era mi objetivo. Tragué saliva y anduve por el pasillo. Los ojos clavándose en mí eran como una pared de cuchillos que se me clavaban. Pero, tal como marcaba la tradición, me mantuve en silencio mientras caminaba y me giraba lentamente. Mi padre, aún en silencio, me colocó la corona, que sentía fría como el hielo.

_ Yo os nombro, regente del Reino Blanco._ La voz de mi anciano padre me devolvió a la realidad y me hizo sonreír.

_ Me gustaría promulgar mi primer decreto._ Con la ruptura de la normativa de silencio había comenzado una hilera de cuchicheos que cesaron de inmediato cuando hablé.

Nadie lo esperaba. Todo el mundo imaginaba que tardaría semanas, meses, o incluso años en intentar promulgar un decreto por mi cuenta, en especial dado que, desde el día de mi nacimiento, no había sucedido ninguna guerra, ningún conflicto. El bosque encantado se había convertido en un remanso de paz, y yo… yo iba a amenazarla.

_ Mi decreto… mi deseo._ Mi hada madrina se estremeció por mi tono._ Es dar a los hijos de los villanos que desterramos la oportunidad de conocer el bosque encantado, y si son dignos, de quedarse a vivir con nosotros.

El cuchicheo volvió, convertido en un tumulto. Hubo gritos y quejas por doquier, todas ellas alimentadas por el miedo. Mi madre me miró a los ojos, y pude ver que estaba llena de pánico.

_ Pero… Emma._ Suspiró._ Son villanos… Después de lo que nos costó expulsarles no…

_ No, madre. No estoy hablando de ellos. Hablo de sus hijos. Hijos que no han conocido el bosque encantado. Hijos que han vivido su vida en las fronteras de Storybrooke. Personas perdidas y asustadas que no tienen culpa de las acciones de sus padres.

_ Emma._ Mi padre fue el que habló esta vez._ ¿Pretendes que traigamos a un ejército de hijos de villanos? Es una locura.

_ No. Querría empezar por unos pocos y luego ver lo que sucede._ Concedí.

_ ¿Y por quién quieres empezar?_ Mi madre quería empezar a entenderlo.

_ Con los hijos de Maléfica, El capitán Garfio, El lobo feroz y…_ Hice una pausa, tensa._ Y la reina de corazones.

_ ¡No!_ Mi padre lanzó el grito como un acto instintivo._ La reina de corazones ha querido matarnos desde antes incluso de que tu madre naciese. No podemos permitir que…

_ Es mi decreto._ Dije, cruzada de brazos._ No podéis impedírmelo.

Ellos habían abdicado. Y aunque quería contar con su aprobación, no era necesaria. Una vez esa corona se posaba sobre mi cabeza, yo era la legítima reina.

_ Emma… espero, de verdad, que sepas lo que haces._ La voz de mi madre me hizo temblar, sentía su pánico.

Pero mi decisión, estaba tomada. La hija de la reina de corazones no podía ser tan malvada. Los ayudaría a volver por el buen camino. Sabía que podía hacerlo.

Regina Mills

El maravilloso sonido del motor en marcha, la radio a todo volumen y la carretera despejada. No quería nada más en esta vida… y ni siquiera eso se me concedía. Era la princesa de Storybrooke, y sin embargo tenía que pasar por encima de un coche familiar porque no se quitaba de en medio. La moto emitió un quejido cuando aterrizó de nuevo, pero no tuve más incidentes antes de llegar al ciento ocho de la avenida Mifflin, la casa de mi madre, la reina de Storybrooke antiguamente conocida como la reina de corazones.

Si estaba allí era porque me había mandado un mensaje. Al parecer tenía grandes noticias. Me ajusté la chupa de cuero y me dejé caer la melena por el rostro, dispuesta a aguantar el chaparrón que sabía que vendría. No tenía ni idea de qué gran noticia tendría planeada aquella vez, pero tenía claro que iba a pasarse el día entero para decírmela.

Cuando entré en la casa y llegué al salón, me encontré con un elegante vestido azul colocado en una percha. Me estremecí.

_ Bienvenida, querida.

Mi madre tenía por costumbre aparecer por la espalda y decir cosas como aquella. Cuando era una niña me asustaba. Pero a mis veintiséis años… había pocas cosas que pudiesen darme miedo. Y mi madre era la última de ellas.

_ Estaba construyendo una ametralladora… ¿Qué querías ahora?_ Le espeté, de mal humor._ ¿Y para quién es ese vestido?

_ Pues… para ti, evidentemente. Eres mi única hija._ Dijo. Yo bufé.

Que fingiera que mi hermana no era hija suya me aburría, ya la dejaba. A fin de cuentas estábamos todos atrapados en aquella ciudad sin normas. Las rencillas no servían para nada a menos que realmente fueras a matar a alguien.

_ ¿Y yo para qué quiero ese vestido? Se nota que no me conoces, mamá. ¡Mírame! No puedo ir en la moto con eso.

_ Ni me hables de ese trasto infernal._ Dijo, frustrada._ Vas a tener que olvidarte de él.

_ ¿Disculpa?

_ Regina. ¡Vas a ir al bosque encantado!

_ ¿Qué?

Todos habíamos oído hablar del bosque encantado. El lugar del que procedían nuestros padres hasta que los gloriosos y poderosos héroes, nótese la ironía, los habían expulsado y condenado a Storybrooke.

_ ¿Y qué motivo podría tener yo para querer ir allí?_ Pregunté.

_ Venganza, Regina._ Me dijo, con los ojos encendidos.

_ ¿Puedes ser más concreta?

No es que me importarme mancharme las manos. En Storybrooke había que subir a golpes, y ser la hija de Cora no me aseguraba el estatus, tenía que luchar por él como tantas veces había hecho.

_ La princesa Emma ha decretado que tú y otros tres vayáis al bosque encantado._ Dijo, mirando por la ventana._ Y con ello, nos abrirá la puerta a todos.

_ ¿Cómo?_ Pregunté, sin demasiado interés.

_ El corazón de la princesa es el sello que mantiene activo el hechizo de la reina Blanca._ Dijo, mirándome._ Si se lo arrancas y lo estrujas… volveremos al bosque encantado… y tendrás el trono que siempre te has merecido, Regina. Serás la reina del reino blanco.

_ ¿Ese no es tu trabajo?_ Bufé, hastiada.

_ Oh, no, querida. Yo soy muy mayor para eso. Pero tú… tú estás en la edad para ser una reina fuerte y temida.

_ Bueno, la verdad es que este trozo de tierra se me queda pequeño._ Reconocí.

_ Por no hablar de la magia. Es tu privilegio de nacimiento._ Dijo, depositando un viejo libro en mis manos._ Y podrás usarla para doblegar la naturaleza a tu voluntad… para que la gente te sirva… ¿No es eso mejor que tu moto, querida?

Lilith Blanchard

Emma había tomado una importante resolución. Como mi hermana mayor, y como heredera sanguínea de la línea de sucesión de los príncipes, era la destinada a convertirse en reina y yo, en cambio, tenía la labor de ir a recoger a los cuatro elegidos por ella para visitarnos. Algo que yo sabía, mejor que nadie, era que esa decisión la había tomado debido a mí. A fin de cuentas, ese día iba a conocer a mi hermana menor. Sentía pánico ante la idea de ver a Maléfica, mi madre. Esperaba no encontrármela.

Cuando el carruaje atravesó el portal y me encontré en aquella ciudad, tuve un estremecimiento. No me hicieron esperar. Allí estaban las cuatro. Ruby, hija del lobo feroz. Holly, hija del capitán Garfio. Anzu, mi hermana. Y, por supuesto, Regina, la hija de la villana más temible de todas, la reina de corazones.

El cochero abrió la puerta y las cuatro entraron. Regina parecía vestida adecuadamente, con un elegante vestido azul. Las otras tres eran otra historia. Ruby llevaba unos harapos que parecía haber hecho con animales que había cazado. Holly llevaba una casaca que le quedaba enorme, y el pelo seco por la sal. Y Anzu iba vestida de cuero ceñido. Sus ojos rojizos tenían una mirada que daba pavor.

_ Bueno…_ Saludé._ Yo soy la princesa Lilith. Me envía mi hermana para venir a recogeros.

_ ¿Qué hay?_ Saludó Holly. Al menos ella sonreía.

_ Es un placer._ Regina sonó educada, pero fría como el hielo.

Ruby contestó con un gruñido poco humano.

_ ¿Nos vamos ya o qué?_ Preguntó Anzu._ Algo me dice que no quieres ver a mamá. No te preocupes, ella tampoco quiere verte.

Algo me decía que eso era mentira, pero no me atrevería a discutirlo. Le hice un gesto al cochero con la mano y volvimos a atravesar el portal antes de que empezara a cerrarse.

Anzu

Mi hermana era tan insufrible cómo esperé desde el principio. Correcta, educada e insufrible. Aunque cuando cruzamos el portal pasó a ser una preocupación secundaria. Empecé a notar cómo la sangre me quemaba en las venas… cómo si se tratara de aceite ardiendo.

Mis padres, de haberse preocupado por esas cosas, probablemente me habrían hablado de lo antagónicas que eran sus herencias. Y lo más probable es que en un mundo como el bosque encantado mi concepción hubiese sido imposible. Pero el dolor se pasó y logré acomodarme de nuevo en el asiento sin preocuparme por eso. Noté la mirada de Ruby clavada en mí.

Ruby

Mi padre me había enseñado a ser un lobo desde el mismo día de mi nacimiento. Pero no fue hasta que atravesar el portal cuando sentí a lo que se refería. Noté el olfato, potente, y un deseo animal de correr. Pude sentir los olores de las otras cuatro personas en el habitáculo, y en especial, un horrible hedor que me obligó a echarme atrás y recostarme en el asiento.

Regina Mills

Era un cosquilleo. Así empezaba, o eso supuse. Una pequeña corriente eléctrica entre mis dedos. Eso era la magia de la que tanto me había hablado mi madre. En aquel momento no parecía gran cosa, pero sabía que en un futuro… me haría conquistar reinos y formar mi propio imperio. Una vez hubiese asesinato a Emma, por supuesto.

_ Como decía._ Lilith parecía intimidada._ Ya estamos llegando al castillo blanco. En cuanto giremos por este camino podréis verlo.

Y, efectivamente, una vez cruzamos, pude verlo, una colosal construcción asentada sobre un lago. Y allí, mi destino… Emma Swan. Cuanto antes acabase con todo… mejor.