Esclavitud
Summary: AU. Solían decir que los amores imposibles eran amores sin sentido. ¿Por qué a las diosas Hathor y Anat le habían dado ese destino? El amor entre un esclavo y una princesa era imposible, ¿o no? [Reto para TIERNA ORFELINA, en el foro ¡Siéntate!]
Disclaimer: 犬夜叉 (Inu-Yasha) pertenece única y exclusivamente a Takahashi Rumiko.
Advertencias: Tema de esclavitud :v
NOTA: Este fic será solo de tres capítulos, no más, no menos.
Capítulo 1
Porque el amor es más fuerte que nada,
Porque el ser amado nunca te dejará,
Porque todos tienen derecho a enamorarse…
Porque el amor se encuentra en cualquier lugar.
Aquel tiempo de antiguas civilizaciones fue el que más historias de todo tipo pudo oír. Los que vivieron en esos tiempos dejaron un legado perdido, un legado que pocos notaron.
Aquel tiempo de antiguas civilizaciones vio crecer grandes ciudades y vio al mismo tiempo evolucionar al ser humano de una forma increíble.
Ese tiempo pudo ver el nacimiento de las polis griegas, donde Esparta y Atenas fueron las ciudades más representativas. Vio nacer a China, una gran y compleja civilización. Vio desarrollarse a Mesopotamia, la cuna de muchos de los actuales inventos. Vio el desarrollo de India, una creyente y organizada civilización.
Aquel tiempo pudo ver todo aquello que jamás podremos nosotros.
Vio a las personas desarrollarse, vio a unos ser bendecidos y a otros ser maldecidos. Vio sufrir a aquellos inocentes y vio el punto clave del descubrimiento de grandes cosas.
Aquel tiempo vio formarse a Egipto, el nacido del río Nilo, una de las más grandes civilizaciones que aquel tiempo pudo ver.
Vio como pequeños pueblos se establecían cerca de las aguas y formaban sus propias comunidades. Vio como aprendieron a cultivar en la tierra al bajar las aguas del Nilo. Vio como las comunidades crecían y se volvían grandes ciudades.
Vio la necesidad del ser humano de sentirse superior a los demás, así como vio que los que mayor poder tenían someter a aquellos que no consideraban dignos de su buen vivir. Aquellos que no nacían entre ellos, que cometían crímenes, que no seguían sus costumbres, los que tenían la desdicha de nacer entre esa gente… Y los sometían a la esclavitud.
Arduos trabajos ejercidos, siendo ellos considerados casi como solo un simple objeto material a la disposición de un amo, pero aun así con derechos legales que les prohibía a los amos matarles, pero no castigarles.
Aquellos que tenían la desgracia de vivir, morir o nacer esclavos se desvivían la mayor parte del tiempo bajo las abrasantes llamas del sol, siendo menospreciados por todo aquel que tuviera aunque fuera, un céntimo más que ellos.
Pero aquel tiempo no solo vio avances en tecnología y la jerarquía establecida por los hombres.
Aquel tiempo fue testigo de cosas hermosas.
Aquel tiempo vio a los niños nacer y ser cuidados por sus madres. Aquel tiempo vio las estaciones del año pintando cada zona. Aquel tiempo vio grandes bellezas arquitectónicas…
Aquel tiempo fue el más grande testigo del amor que solo dos almas destinadas entre sí podían dar.
Porque el tiempo sabe más que nadie,
Porque el tiempo rige el destino,
Porque el tiempo es sabio…
Porque el tiempo llevará al amor.
Y ese tiempo nos llevó a la mismísima ciudad de Tebas, llamada por los egipcios Uaset, una de las ciudades más importantes y capital del antiguo Egipto.
Y las aguas del Nilo me llevaron hasta ahí.
Las tinajas eran llenadas por las sirvientas de la nobleza.
Y las aguas del Nilo me purificaron.
Lista y limpia para llevarlas al faraón.
Y las aguas del Nilo se llevaron mi dolor…
Y volvieron al palacio con las pesadas tinajas.
Y así también sanaron mi corazón.
Y solo podía ver como salían con total libertad a las afueras del palacio, aunque fuera para trabajar.
Y el Nilo nos dará más vida.
Y sus ojos reflejaban el deseo de salir y conocer el mundo.
Y me llevará donde deseo estar.
Porque el Nilo es la fuente de los dioses…
Y el camino hacia aquel a quien llegaré a amar.
Dejó caer el papiro en el cual escribía y suspiró cansada.
—Que Ra me perdone. —susurró.
Pasó la manta sobre su cabeza y se aseguró de dejar todas sus joyas bien guardadas y sus ropas bien escondidas.
Respiró profundo y trató de mantener su valentía.
Esa noche sería, esa noche al fin saldría.
Su padre, el faraón, no la dejaba salir fuera del palacio. Decía que era demasiado peligroso y que no era digno de ella todo lo que estaba afuera. No importaba cuanto hablase con él sobre aquello, él no se rendía.
Pero ella quería salir, quería ver el río del cual sacaban las aguas todos los días. El río que les permitía vivir ahí.
Y esperó a la noche y salió descalza de su habitación, rogándole a Ra y a Amón que no la encontraran.
Y escapó.
Pasó por los pasillos y se escondió de todo aquel que pasaba. Si era descubierta sería su fin, pero sabía que debía hacerlo.
—Te lo ruego, Ra. —murmuró.
Y bajó los escalones que llevaban a la salida y, por primera vez en su vida, vio como era el palacio por fuera.
¿Siempre se vería así de terrorífico durante la noche?
Pero no podía echarse atrás. Ya no.
¿Y si el Nilo me deja bañarme en sus aguas seré libre?
Y pisó la arena por primera vez en su vida.
Y sonrió.
Tomó un puñado de arena con sus manos y sintió lo fría que estaba. Cuando el sol se ocultaba llegaba el frío de la noche, todo lo contrario al caluroso día.
Entonces comenzó a correr, alejándose del lugar, descubriendo por primera vez lo dificultoso que era correr sobre la arena. Esta se hundía y le entorpecía cada paso.
Y oirás el sonido de las aguas llamarte.
Cuando vio el lugar se detuvo.
Si el palacio le parecía terrorífico, eso era aun peor. Ahí debía ser que descansaban los esclavos. Había guardias alrededor, vigilando, sin parecer cansados.
Y te cautivará.
Se alejó de aquel horrible lugar y cuando divisó las aguas del río, lloró.
El Nilo era la fuente de vida de todo Egipto, no sabía cuánto había caminado para llegar.
Corrió y, cuando al fin llegó a la orilla, observó el agua correr, sin prisa, en paz.
Se sentó en la orilla y sumergió los pies en el agua.
Y te liberará.
Y lo vio.
Se había acercado a la orilla, lejos de ella, y parecía no haberla notado.
A pesar de que estuviera todo oscurecido, podía ver en su cuerpo varias cicatrices.
"Los esclavos no son dignos de verte u oírte siquiera."
Sí, era un esclavo. Se notaba por su piel bronceada por el sol y las ropas que usaba, que eran prácticamente un taparrabo y una especie de camisa rota.
Debía trabajar muy duro por la musculatura que tenía.
Seguro había escapado para tomar un poco de agua, que era lo que estaba haciendo.
Optó por esconderse, tratar de huir de alguien que podría hacerle daño pero, al él voltear en su dirección, quedó paralizada. La había descubierto. Se había puesto de pie. Caminaba hacia ella.
Se puso en pie también, descubriendo que él era una cabeza más alto que ella.
—Las mujeres nunca salen al río de noche y solas.
Dio un paso atrás, asustada.
Miró la parte de su pecho que la rota camisa no tapaba. Tenía heridas más recientes que le dejarían una fea marca.
—Tú eres… ¿parte de los esclavos? —se atrevió a preguntar aun sabiendo la respuesta.
Vio la ira en sus ojos color ámbar, un color que jamás había visto en los ojos de nadie.
—Es el castigo que imponen a gente inocente. —gruñó.
Ella pudo ver el verdadero dolor en sus ojos.
—Estás muy herido. —musitó.
— ¿Y a ti qué?
— ¿Cómo te llamas?
Él arqueó una ceja.
— ¿Por qué estás aquí? —siguió preguntando.
Él miró el río, como si esa fuera la respuesta.
—Dicen que el Nilo purifica el alma de las personas.
Y entonces supo que él no le haría ningún daño, que él era solo un hombre más. Entonces se sentó en las orillas del río una vez más, con la mirada de él clavada en ella.
—Y si yo le pidiera un deseo al Nilo… ¿me lo concederá?
Y él se sentó a su lado, a una distancia considerable.
—Ojalá. —murmuró.
Y sus miradas chocaron de nuevo.
Y el Nilo te enseñará a escuchar tu corazón.
—Te han lastimado mucho. —no era una pregunta.
— ¿Quién eres? —cambió el tema.
—Soy Kagome.
¿Kagome? ¿De qué le sonaba ese nombre?
Y entonces se dio cuenta. Abrió los ojos como platos y la vio horrorizado, poniéndose de pie con velocidad.
— ¿La princesa? —murmuró.
Ella lo miró extrañada.
—Bueno, sí. ¡Pero no debes preocuparte! —se apresuró a decir.
—Maldición. —masculló.
Ella se puso en pie también.
— ¡No te vayas! —le gritó cuando él había comenzado a correr en dirección contraria.
Él se detuvo y la observó por un momento.
—Aunque sea, dime tu nombre. —pidió.
—Una princesa no debe relacionarse con un esclavo. —exclamó con odio.
Ella corrió hasta él.
—Dime tu nombre. —suplicó.
Y el tiempo pareció eterno.
—InuYasha.
¿Y si le pido un deseo al Nilo me lo concederá?
¿Y si solo quiero sentirme libre?
¿Y si solo fuera libre para ver el mundo?
¿Y si pudiera ser libre para amar?
.
.
.
Y si yo fuera libre, ¿Anubis no me llevará con él?
…..
*Hathor: diosa del amor, la alegría, la danza y las artes musicales.
*Anat: madre de todos los dioses, diosa del amor.
*Ra: dios del sol.
*Amón: Junto con Ra, el mayor de los dioses egipcios.
*Anubis: dios egipcio del infierno.
