Cómo reconocer al amor de tu vida
Tomé el abrigo del perchero y miré el reloj por penúltima vez, era la primera ocasión en trece años que me retrasaba veinte minutos. Sin embargo tenía motivos especiales para hacerlo.
Estar en un hotel era lo más práctico para mi vida, no tenía realmente un oficio que me mantuviera estable en un sitio, y a pesar de que pude haberme quedado en la pensión Asakura decliné totalmente a la idea. Así que notar que al menos para Yoh era importante, me hizo sentir nostalgia y mucho más con el caer de los pequeños copos de nieve.
Afuera la ligera nevada golpeaba el cristal con sutileza, como un espíritu de la naturaleza que brindaba paz a un atormentado destino. Con el tiempo aprendí a amar todo ello que él miraba en largas horas reflexivas. Y tal vez no lo amara más, pero él seguía siendo una parte importante de mi formación. Era tal vez, el amigo más cercano que tuve.
Subí al taxi y le di la dirección de la pensión, aquel que había sido mi hogar durante un par de años y al cual no regresé más que en dos ocasiones posteriores. El paisaje de Japón me daba una visión diferente ahora que viajaba continuamente. Las calles habían cambiado tanto en tan pocos años, que del paisaje rural poco quedaba, Funbari era ahora una gran metrópolis.
Pronto el coche se detuvo y bajé cubriendo mi rostro con el gorro del abrigo. No hacía un frío devastador como para titiritear, pero no deseaba sentir los estragos del clima, especialmente con un próximo viaje en puerta.
—Es una bonita fachada, pero algo vieja—comentó el conductor.
Lo era, la pensión En no tenía ni el más mínimo cambio. Era uno de los favores que había pedido a Tamao, no quería que modificaran ese lugar por nada del mundo. Pagué y toqué a la puerta. Inmediatamente me abrió la hija de Tamao, cuyo nombre no recuerdo.
—Buenas tardes señorita, Anna—me saludó con demasiada formalidad, que acentuó en mi mente mis casi treinta años de existencia.
—Hola—dije con simpleza mientras ella me abría aún más la puerta para que pasara.
Suspiré y dejé mis cosas a un costado del armario. Por mucho que esa fuera antes mi casa, ahora no me sentía con ningún derecho de posicionarme de nada. Observé a la niña de diez años irse, perderse entre las tantas personas que acudían a esa reunión, todos shamanes.
—¡Anna! —escuché la voz de Silver saludarme con efusividad.
En pocos minutos se presentó frente a mí, de dónde había obtenido tanta confianza conmigo, no tenía ni la menor idea. Después del nombramiento de Hao, había ocasiones excepcionales en que todos los oficiales regresaban, aunque fuese solamente su esencia. Y pensar que yo había estado involucrada en la pelea con tanto interés y entusiasmo.
—Sigues siendo tan hermosa.
—Siempre—me jacté con alevosía antes de sentir una mano en mi hombro.
—Vaya, pensé que no vendrías— escuché a Horo Horo dirigirse a mí en un dejo de sorpresa—Aposté que no viajarías desde Singapur.
—Hay algunos que sí tienen ocupaciones—le respondí con confianza y no me quejaba en absoluto, dentro de todo, pertenecíamos al mismo grupo: los solteros.
—Es cierto, ella está muy ocupada—mencionó Silver y rodé los ojos mientras me apartaba de ese par de hombres— Hemos tenido que recurrir mucho a ella en el último mes, y mi hija también.
Ciertamente, era muy requerida por Hao en diversas ocasiones, por lo que influí mucho en el entrenamiento de esa niña. Miré de reojo a los asistentes de la fiesta y me extrañaba no ver a mi clon rondar la misma zona que yo, sólo nos diferenciaba algunos aspectos como el tono de piel y el cabello. Aunque reconozco que ella es más alta que yo cuando tenía su edad.
—¿Puedes repetirme porque le pusiste así a tu hija? —cuestionó Horo Horo.
—Herencia familiar, pero a ella le gusta más darse a conocer como una de las discípulas de Anna Kyouyama—admitió sin pena y para entonces creo que necesitaba un buen trago de alcohol como el que ya tenían encima ese par, al menos Usui.
—¿Y no volverás a tener más aprendices? —me preguntó para ahondar más en el tema, pero lejos de entusiasmarme la idea, me pareció totalmente indiferente.
—No tengo un motivo especial para entrenar más niñas—añadí con cierta rememblanza al recordar a Kino.
—Bien. No nos pongamos tristes, la fiesta es en honor a… ¿quince años de que Hao es Shaman King? ¿Dime quién celebra eso? Pero de acuerdo, estamos celebrando—intervino ridículamente—¡Salud!
Era una simple reunión prenavideña, eso era todo. Alzó el vaso que llevaba en la mano y siguió el camino que llevaba a la cocina. Suspiré con cansancio, toda esa gente alguna vez había estado involucrada directamente en peleas y bastantes problemas, sólo que ahora en su rostro se respiraba cierta paz y tranquilidad gracias al esfuerzo de Yoh por hacer un mundo mejor.
—Está confundido, no le hagas caso, celebramos…
—Víspera de navidad, lo sé—respondí de inmediato— Bueno, iré a fumar un rato.
—¿No esperarás a Yoh? Se supone que llegará en breve…
Miré mi smartphone y sabía, que a pesar de llegar tarde, estaba a tiempo para charlar, tomar y seguir esperando a Yoh.
—Manta llegará en 58 minutos si no nieva más y se retrasa su auto.
—¿Segura?
—Hace tres años lo hizo, hace seis, ocho… es rutina si se ve de ese modo—finalicé sacando de mi bolso el cigarro eléctrico.
Subí las escaleras y abrí la puerta que daba a la terraza. Tamao al menos seguía conservando esa zona cómoda, aunque no tuviese la iniciativa de reformar de lleno el lugar. Medité y pensé por un momento en las ciento un posibilidades que tenía mi vida.
Me recargué en la pared y tontamente jugué con el humo del cigarro saliendo del tubo metálico. Realmente no me entretenía, pero pensar que esa había sido mi casa y durante varios años, mi proyecto de vida: Las aguas termales Funbari… evocar eso me hacía sentir rara.
—Vaya tonterías estoy pensando—aludí con facilidad y el frío de invierno me llegó a la cara.
Cerré mis ojos y enumeré las veces que había visto esa nostalgia invadirme, siempre en el mes de diciembre. Había hombres y mujeres que sólo conseguían amar una sola vez en su vida y aunque las circunstancias les presentaban diferentes vertientes en su camino, simplemente no sucedía lo mismo, no surgía del mismo modo la magia. Tal vez, sólo tal vez podría ser ese mi caso. A pesar de que no sentía tristeza por no tener a alguien a quién amar, simplemente sentía un vacío difícil de llenar.
Yo no me sentía perteneciente al grupo de Horo Horo, que seguía queriendo a ese espíritu aunque fuese sólo un hada. Tampoco me sentía en el lado contrario como Ren, viviendo felizmente de una relación rara y peculiar. Creo que me sentía en el centro de todas esas acciones, en la realidad de nuestro universo, en una neutralidad inmerecida.
Yo pensaba que el mundo no existía para nosotros, creía firmemente que el torneo lo era todo, pero me equivoqué. Incluso para Yoh, la vida cambió radicalmente. Nuestro compromiso le parecía obsoleto al cabo de unos meses. Sé que jamás lo dije en aquel instante, pero ahora sé que esta melancolía obedece a todas las decisiones que tomamos a partir de ese breve momento.
—Anna, lo mejor es que sigamos estudiando—me dijo y aunque al principio tomé a broma sus palabras, en su tono de voz no había ni un ápice de juego—Tenemos que integrarnos a la sociedad.
Cada vez que venía a Funbari y pasaba tiempo aquí me eran inevitable todos esos recuerdos. Me acerqué al balcón y sonreí al tiempo. Yo lo hubiese seguido a la muerte, incluso pude haber dejado mi vida por él… pude hacerlo, ahora me doy cuenta de lo poco que había vivido para amarlo con esa intensidad.
—Debemos terminar nuestro compromiso, yo… siento que es lo mejor, los abuelos ya han entendido que debemos seguir con nuestras vidas por separado.
—De acuerdo, si es lo mejor para los dos—respondí al ver la ilusión que eso le hacía en los ojos.
Pocas veces vi en su mirada un brillo tan singular como ése. Él me amaba, siempre lo supe, lo sabía desde el instante en que él me salvó del Oni, lo supe en cada una de sus acciones y en la confianza inherente que nos teníamos. Sin embargo, éramos sólo unos adolescentes, sin una vida común y poca experiencia ante nuestros propios sentimientos.
—Si un día…—quiso decirme, pero para qué hacerme ilusiones.
—Las cosas toman el lugar que el tiempo destina para ellas—me limité a decir y a interrumpir sus palabras—Entiendo tus razones.
Concluimos la escuela y yo recibí un ofrecimiento bastante bueno de una escuela extranjera. Vivimos juntos hasta ese momento y después simplemente partí. Continué bajo la tutela de Kino y sufragó todos mis gastos en el extranjero. Con el tiempo, Yoh y yo transformamos aquel amor en una cordial amistad. Y a los pocos meses de mi estancia en la universidad, él llamó desde Japón muy preocupado. Sabía el motivo, lo anticipaba con algo de melancolía. Su llamada no era necesaria, aun así quería pedirme autorización para salir con otra persona.
—Eres una parte importante de mi vida, Anna y yo sé que….
No hubo drama, no lo necesitaba más, la escuela que había escogido me había aceptado sin la menor objeción y por mucho que doliera, así era la vida.
—¿Somos libres, no? Entonces no necesitas explicarme más…
—Pero yo no quiero que esto te distancie de mí—añadió con tristeza—Sabes que yo también te quiero.
—Y es la primera vez que me lo dices—respondí inconscientemente.
—Está bien, sé que no he sido tan abierto con lo que siento, lo lamento—me explicó— Pero no quiero perderte, ¿crees que podamos seguir siendo amigos?
Fue posible. No puedo describir el dolor y la vaguedad de mis palabras en ese instante, tampoco cómo poco a poco pude superar el amor que alguna vez le tuve, pero lo hice. No rechacé ninguna de sus ofertas, ni siquiera cuando hacía reuniones, fiestas, todo lo relacionado a nuestro mundo. Nunca falté y sigo sin hacerlo, aun con todo el trabajo que tengo siempre estoy aquí. Mi historia data de seis relaciones en quince años, ninguna fructífera, ninguna que me enamore, no obstante viví libremente con cada uno, sentí el éxtasis de ser una mujer muy amada.
Supongo que para los demás, vernos separados fue una gran impresión. Ren hizo su vida con Jeanne, Lyserg se casó ocho años atrás y tiene hijos, Ryu ha emprendido un negocio por la carretera que parece funcionar bien, Horokeu continua con su labor ambientalista y Tamao enviudó hace diez años, obteniendo de ese matrimonio una niña que ahora atiende con ella la pensión.
Saco por última vez el humo de mi boca y apago el cigarro. Pensé que Tamao me aventajaría bastante con Yoh, pero ahora veo que en verdad él nunca se dio cuenta de lo que sentía y qué iluso, creo que al menos hubiese preferido que se quedara con ella. Ryu e Yoh siempre llevaban mujeres muy extravagantes, algunas mucho menores que ellos, lo reconozco del primero, pero he de admitir que de mi ex prometido me sorprendió la primera vez.
—¿Sales con esa niña? —me atreví a cuestionarle.
—Bueno… emmm… sólo es siete años menos que yo—argumentó— Además, tiene buen sentido del humor.
—¿Es eso o es que te gusta mucho en la cama?
Sé que a veces no tengo medida con mis comentarios, pero era la verdad. Por momentos sentía celos, por otros deseaba que él los sintiera, pero en su caso, parecía que le era indiferente verme con cualquier hombre, incluso con un intelectual que me llevaba diez años.
—¿Anna, en verdad tienes sexo con ese viejo? —preguntó Horokeu.
—No es tan viejo, sólo tiene treinta y… muchos—bromeó Yoh.
En otro tiempo, con menos años, seguro bromear conmigo lo condenaría a la muerte, pero creo que la confianza que tenemos no la mide nadie, ni con una regla.
—Es mejor que conozcan lo que hacen a tener un hombre sin experiencia—les respondí a ambos.
No puedo asegurarlo, pero sé que una parte del ego de Yoh quedó destrozada con esa suave y sutil insinuación de nuestra primera vez. Y me alegraba, me jactaba de dejar en claro que mis sentimientos por él eran parte del pasado. Al irme sentí un gran vacío, sin embargo no puedo cambiaría las experiencias que vivir en el extranjero me trajo, al menos tenía más amigos y ya no era una persona tan fría y reservada. No en un grado excesivo, pero al menos no soy la misma adolescente. No amo mi vida, no es la que yo tenía planeada, pero me gusta, tengo éxito, dinero, fama, lo tengo todo.
—¡Anna, ya llegó! —escuché la voz de Horo Horo retumbar en mi oído.
Odio el ruido en cualquiera de esos hombres, lo aborrezco con el alma y lo golpeó sin pensarlo. Seguramente se quejara toda la velada, pero eso me importa muy poco. Abajo hay miles de abrazos, sé que esperaré media hora a que él se desocupe, aunque al menos Manta sí que se me ha acercado muy rápido y eso me extraña. Llegó veinte minutos antes, viene animado y me saluda… algo raro tiene el mundo hoy.
—¿Anna, cómo has estado? ¿Dos años sin venir a Japón?
—Tres, de hecho—responde por mí Asakura.
Sus movimientos son rápidos, tanto que no noto el momento en que toma mi mano y me lleva un poco más lejos de Manta y sus amigos que no paran de decirle cosas, mencionarle lugares, en los que seguramente él ha estado.
—¿Llevabas mucho arriba?
Y me pregunto cómo es que sabe que he estado en la terraza, si usualmente vengo a beber con sus amigos sin ningún problema y no tendría que tenerlo, llevo años de conocerlos.
—¿Eres adivino?
—No tienes una comunidad de hombres que te admiran con el alma a tu alrededor—me responde con presteza mientras alza la cortinilla de la cocina y se detiene para mirarme.
—No tengo una comunidad de seguidores— me limito a responder mientras lo veo preparar una bebida con alcohol— ¿Llegas y lo primero que haces es tomar?
Él ríe y es fácil sentirse cómodo en su presencia, bien, admito que lo he extrañado tanto como él a mí por lo que puedo percibir.
—De alguna manera tengo que aceptar que estoy en los treinta.
—Aun te ves joven—le repito sosteniendo el vaso a un costado, en donde vierte la mezcla que ha hecho.
—No es muy bueno salir con niñas —recuerda los vagos comentarios que he hecho de sus parejas— Tal vez es tiempo de buscar una verdadera mujer.
Me ha parecido tan extraño el comentario que bebo sin pensarlo de su vaso. Pocas veces me ha dicho eso, cuando terminó con su primer novia y experimentó cierta culpa, la segunda cuando concluyó una larga relación, y ésta, una peculiar ocasión. Suena tan raro en un adolescente, pero ahora paradójicamente concuerda porque ya no lo es.
—Supongo, a tu edad ya deberías estar casado y con los futuros herederos de la familia Asakura—escuchó la voz de ese gato.
No sé porque no me extraña que aparezcan espíritus sin ningún aviso, sólo que éste es especial para Yoh y en un recóndito lugar… para mí.
—Hola Anna, has crecido mucho desde la última vez que te vi.
—Quince años de diferencia, casi—respondo con ironía.
—Era una niña, Matamune—añade Yoh con una sonrisa—Te ha pasado lo mismo con la abuela, sólo que con ella fueron veinticinco años.
—Qué estúpido—comento con total libertad.
—El tiempo para mí es relativo, pero ustedes… están en un excelente momento—añadió sentándose al borde de la mesa e Yoh se sonrojó levemente por el comentario— Ya deberías casarte.
—Es difícil….
Ignoro totalmente el tema y continúo bebiendo el coctel que ha preparado Yoh. Ellos hablan constantemente, se ven todo el tiempo, tanto que se inmiscuyen en conversaciones privadas sin notarlo.
—Hace tiempo que no veo a Hao—digo sin siquiera pensarlo.
Mi comentario desvía la atención de ambos, que me contemplan algo pensativos.
—¿En serio? Pensé que lo veías continuamente—me contesta Yoh—Me extraña que no esté pendiente de ti todo el tiempo.
Bebo un poco más hasta ver que Matamune sonríe y se ha sentado a hojear un libro, tratando de darnos por nuestro lado. Seguro adora los momentos que tenemos Yoh y yo confrontándonos tontamente por culpa de su hermano.
—A Hao sólo le gustaba, nada más…
—Yo creo que quería algo más.
—A mí me ha comentado que hubiese sido muy buena idea dejarte embarazada, dice que no encuentra mujer más fuerte que tú en este mundo y él conoce a todas las que existen—menciona sin pudor alguno ese gato, y bien, me ha hecho sonrojar.
—Pero en ese entonces, Anna era mi prometida.
Observación que paso por alto al recordar dos cosas: mi edad y nuestra hermosa e inquebrantable amistad. Sí, ridículamente cursi, pero así es como Yoh pintaba nuestra relación a los demás.
—¿Y crees que eso sea posible ahora? Claro que él es un niño a comparación de mí—me justifico un poco a esa duda que me ha surgido.
—Puedo investigarlo si quieres—responde Matamune—Pero… bien, iré a platicarlo con él. Si eres paciente, puedo tenerte una respuesta muy pronto.
Y se marcha. Él calla y el silencio predomina un par de minutos más. Me extraña que Yoh no lo detenga, cuando se notaba a leguas la alegría que destilaba su rostro con la llegada de ese gato. Supongo que nota con bastante peculiaridad que lo miro raro y posa una mano en mi espalda para guiarme afuera, donde todo el ruido opaca cualquier conversación.
—Hola Anna— me saluda Jun Tao con un niño en brazos y me preguntó cómo pude llevar a su hijo a un lugar tan poco propicio.
Odio los saludos, especialmente cuando Manta se me queda viendo de una forma rara. Ren no está tomando, pero sí lo hace Jeanne, quien parece que se ha quitado los hábitos ficticios que llevaba encima.
—¿Puedo decirte algo sin que me lo tomes a mal? —pregunta Jun y aunque lo tomara, siempre expresan sin atropellos su opinión.
—Yoh y yo no somos pareja, sólo somos amigos, si es algo fuera de eso, adelante, puedes decirlo—me adelanto ante el gesto represivo de mi ex prometido, que se ha sentado junto a Ren para charlar.
Abre la boca y después Manta levanta un dedo, no sé si aún tengo el don para leer la mente, pero parece que ambos traen algo entre manos.
—Sólo iba a decir te ves muy bonita, bueno siempre lo estás, me gusta la manera en que te arreglas, lo has hecho desde niña, según recuerdo.
—Es un poco exagerado el comentario, pero te lo agradezco, en vista de que he eliminado el primero que rondaba por tu mente.
—A mí me ha rondado algo desde que te vi—mencionó con rudeza Ren- ¿Por qué no te juntas con Horo Horo? Creo que necesita desahogarse un poco, tú sabes, el sexo sin compromiso.
—Ren, eso no es prudente—alegó Jeanne, pero él seguía mirándome fijamente.
—Tranquila, no me molesta responder—le digo con frialdad.
Estoy acostumbrada al tipo de comentarios malintencionados, lo que me molesta en verdad es la indiferencia de Yoh en el asunto, cuando se vanagloria de aprovechar cada mísero segundo de mi presencia en cada visita que hago a Japón.
—El sexo no es mi prioridad, ni siquiera de ocasión.
Y era cierto, desde la última vez que un hombre se atrevió a tocarme, sentí repulsión del hecho en sí, claro que eso no tenía saberlo ninguno de la mesa.
—¿No tienes sexo sin amor? —me preguntó casi con lastima Jun.
—Le tengo amor al sexo, pero no el suficiente—contesté desviando mi mirada a Yoh que literalmente estaba con la vista en el móvil antes que en la charla.
—¿Y dime, Anna, es cierto que ganas mucho dinero? Porque viendo esa dimensión, tanto tú, como Yoh son las dos personas que más destacan después de terminado el torneo, ambos concluyeron sus estudios y trabajan en algo muy bueno.
Sinceramente, ignoré tajantemente todo ese repertorio de vida. Porque francamente no me interesaba el rumbo de todos, por el simple hecho de que mi vida no tenía un rumbo fijo y el de Yoh mucho menos, así que el aspecto económico no realzaba ninguna de nuestras cualidades.
—¡Anna, qué sorpresa! —escuché la voz de Seyram interrumpiendo el incómodo momento.
Sorpresa es para mí que llegue y salude a todos con un beso en la mejilla. Cuánto puede cambiar las personas con el tiempo. Ella incluso me tenía un cariño especial, pero considerando el motivo por el que se ha sentado aquí, es obvio que no mucho, aunque en realidad no debería de importarme.
Jun continuó con mi largo listado de cualidades, que incluso Ren tuvo que admitir la veracidad de sus palabras. En tanto, Seyram se ocupó de entretener a Yoh, literal y realmente, porque a leguas se notaba que deseaba que le prestara atención. Creo que fácilmente él dobla el número de mis conquistas, fácilmente y esa niña sin duda quería añadirse a la lista.
—¿Y entonces…—preguntó Manta.
A nuestro alrededor siento cómo varios espíritus se reúnen ahí, más amigos de Yoh y siento que hay demasiada gente aquí ya.
—Me mudaré a Australia el próximo mes, después antes de fin de año
—Qué increíble debe ser tu vida, viajas tanto—dijo con ilusión Jun y no lo sé….
Eso pienso, eso debo sentir.
—Pero pasaras navidad y año nuevo conmigo, ¿verdad? —cuestiona Yoh directamente, olvidando incluso sus modales ya que interrumpe a Jun sin siquiera notarlo.
Jamás le he dicho que no a esos ojos que me miran con ternura, pensaba emborracharme en un bar e ir el día siguiente a saludar a su familia. El hecho de pasar esas festividades con él… wow me toma por sorpresa, tiene fácilmente diez años de la última vez que hicimos semejante acto.
—Ya tengo planes.
—Pero tiene años que no te doy un abrazo de navidad.
—Nunca me has dado un abrazo de navidad—le recuerdo con obviedad.
—A mí tampoco—añade Seyram.
—Bien, a mí tampoco—responde Jun riendo empáticamente con la niña que tenemos en mesa.
Curioso o no, hemos creado un ambiente más cálido del que se respira en cualquier reunión de viejos amigos. No me extraña dado la borrachera de muchos, por eso tomo mi abrigo y me doy cuenta que Tamao sigue apurada atendiendo y recogiendo el desastre que causan en su casa. Bien, me despido y el ambiente continúa, la fiesta… sigue y no me extraña, si me voy el mundo no se acaba y no se detiene. Ya cumplí con mi deber moral de amiga, ahora lo único que quiero es descansar.
Abro la puerta y siento la brisa helada.
—Espera—oigo su voz mientras me echa el cabello a un lado para ponerme su bufanda.
—Te acompañaré a casa.
—Estoy en un hotel, no una casa— me atrevo a recordarle cuando su altura me impresiona un poco ahora que me he cambiado los zapatos por unos mucho más bajos.
—Bueno, sabes que siempre puedes quedarte aquí, a Tamao le encanta tenerte de visita… cuando no está a cargo de una fiesta.
Puede que me sienta un poco mal de verla así, pero es muy posesiva del trabajo. Y yo muy liviana con las responsabilidades.
—Mejor limpia con ella.
—Quiero platicar un rato con mi amiga, ¿es algo muy malo?
Meditaré sus palabras mientras esperamos el autobús. Sus acciones estos días han sido en verdad extrañas, más cuando ha dejado a sus amigos por seguirme el paso.
—Hablamos por teléfono el mes pasado.
—Sí, el mes antepasado…—escucho nostalgia en su voz— En verdad quiero que pases conmigo navidad.
—Tengo planes, ya te lo dije. Son las últimas veces que puedo tomar alcohol sin medida y responsabilidades…
—Puedes hacerlo siempre, el mundo de la soltería no… no se escapa este año, supongo.
Bien. Ni siquiera tomo tanto, apenas doy un sorbo a mi bebida, pero quiero que tenga esa imagen de mí: cosmopolita, siempre desenfrenada y viviendo lo que siento en el momento correcto, algo que contrasta con mi antigua imagen, no quiero ni necesito su lastima sólo porque no tengo familia.
—No lo sé, quiero casarme el próximo año, a principios de mes…
—Pero no tienes novio.
Son el tipo de objeciones que espero de un hombre. Sin mencionar que ya tengo diseñado mi vestido de novia, no por ilusión, sino por mero placer de ver algo que nunca me pondré, porque aunque diga que quiero casarme me aterra pensar en ello.
—¿Has escuchado alguna vez eso de que a cierta edad no importa la persona sino el momento? Si estás en una etapa de tu vida en la que sólo te falta ese paso, puedes y haces todo para que suceda.
Pero temo a los fallos que eso implica.
—¿No me vas a sugerir a nadie?
Y abre la boca para cerrarla de nuevo.
—¿Por qué perdimos contacto últimamente?
Debería molestarme por ese cambio tan abrupto de tema. Sin embargo, así es él, nunca pone suficiente atención a menos que la cuestión sea de él o de alguien más que no sea yo.
—Es caro hablar a larga distancia—minimizo cuando el autobús se para y él me sigue.
—¿Y qué? Somos ricos…..
No voy a responder a esa cuestión, pero creo que es bastante mesurado para saber que no ha sido un comentario acorde al momento, sobretodo porque todo su dinero se lo da a Tamao para la manutención de su hija y de ella misma.
Miró directamente su rostro y me quedo callada cuando se sienta a mi lado. Casi nunca me acompaña a casa, respeta mucho mi independencia, pero ahora extrañamente me parece raro a morir.
—¿Tienes algún problema para contarme?
Es la única explicación que le doy a su comportamiento tan abstracto.
—Cómo lo sabes, ah, es cierto, tú lo sabes todo—me responde con pleno conocimiento de que aquello me molesta y no sé cómo toleraba decir que lo sabía y adivinaba todo, vaya arrogancia la mía.
Ignoré su comentario olímpicamente y me dediqué a ver la ventana.
—Bien… estoy meditando mucho de lo que habría sido nuestra vida sobre… aquella vez que hicimos el amor sin protección.
—¿Y ése es el problema? —le cuestiono mirando su reflejo en el cristal, pero atreves de él puedo ver su rostro tímido, un leve sonrojo adornándolo.
—Pudimos haber tenido un hijo a los quince años, si no me fallan los cálculos, ¿puedes imaginarte eso?
Enfrente su mirada con toda la calma del mundo, no voy a admitir un ridículo pensamiento que tuve a esa edad, poco antes de separarnos. En verdad yo deseaba ese niño.
—No, no lo imagino, de hecho creo que es una exageración plantearlo así.
—No sé si sea exageración, mi abuela murió diciéndome que debía tener descendencia, el abuelo también…
—Pero no es cuestión de tener hijos porque sí, debes tener alguna conciencia en ello.
—Tal vez…
Y durante todo el trayecto no dijo más. Esperaba otro par de comentarios sobre el clima o la sutil forma en Tamao había decorado la casa sin muérdago para evitar fatídicos malentendidos, pero nada, él siempre era tan agudo con sus instintos y algunas veces reservado.
—¿Te ha gustado la fiesta? —le pregunto simplemente para evitar ese raro silencio.
Amo los silencios, pero verlo en Yoh, que medita demasiado es simplemente horrible.
—Hana tendría quince años.
De acuerdo, me siento más extraña que de costumbre con él.
—Nuestro hijo—añade.
—Yoh no tuvimos ningún hijo, ya, resígnate—le digo de muy mal genio.
Y me sonríe. Odio cuando se pone en esas etapas reflexivas, tolero todo menos que hable de nosotros, es que es simplemente ridículo. Hemos sido amigos durante quince años, contra cinco que tuvimos de ser prometidos, dos en los que vivimos juntos y unos días extra que tuvimos para conocernos en el Monte Osore.
—Perdón, creo que tengo ganas de tener un hijo.
—Ya lo noté—le respondo cortante— Sólo no te metas con Seyram, tu madre se pondrá furiosa si la embarazas.
Pero él no parece tomar mis palabras en serio. Bien, no tiene que hacerlo, es muy su problema. Afortunadamente llegamos al lobby del hotel, donde pido mis llaves y espero de buena fe que no me insista más en vernos en navidad.
—¿Y…?
—No iré, quiero ir a un bar.
—Navidad es para pasar con la familia-me recuerda con ese rostro tan… persuasivo— Y tú eres parte de mi familia.
—Sí, también eres como mi hermano, pero aun así, tengo melancolía aquí. Quiero pasar sola navidad si no te importa.
—Yo también me siento melancólico y aun así…
—Yo no soy tú, Yoh—le respondo de inmediato y me acerco para darle un beso en la mejilla— Amo mi soledad, entiéndelo.
Calla y sé que está pensando cómo hacerme cambiar de opinión con algo realmente extraordinario.
—¿Puedo quedarme hoy contigo?
—¿Por qué?
—Porque… sé que te irás en ocho días, no pasarás navidad conmigo y yo…
Ruego porque no lo diga, que no sea lo que yo estoy pensando. Pero baja su mirada, sus dedos se encuentran entre ellos y finalmente posa una mano en mi mejilla.
—Te amo, Anna.
Creo que tengo ganas de vomitar. Tengo náuseas y un horrible dolor de estómago.
—¿Me amas? —le cuestiono casi con burla, con ironía si puedo ser más específica.
—Llegar a cierta edad te hace reflexionar muchas cosas, y tú has sido lo que más he pensado en estos últimos meses.
—¿Se te acabaron las opciones de novia? —sigo incrédula— Vamos, tengo algunas conocidas, puedo presentarte algunas.
—Anna…
No, muevo mis manos y me aparto de él. Ahora mismo tengo ganas de romper una lámpara. Sé que es ridículo, pero quién no estaría molesta como yo.
—No puedes amarme, Yoh. Estás confundido, tu vida está comenzando no te asustes de la edad, ¿de acuerdo?
—No es la edad, es todo lo que me he perdido de ti, no…
—No, no hay un nosotros, no lo hubo cuando estábamos juntos, no lo hay ahora. Son quince años, Yoh. Quince años, grábatelo en la cabeza.
Y creo que jamás me había visto actuar tan temperamental y sentimental al mismo tiempo. Camino hacia el ascensor y oprimo el primer botón que veo, estúpido aparato que no baja, lo único que quiero es desaparecer de ahí.
—Quince años en los que hemos sido cercanos.
—No tanto, no te adelantes, no me habías visto desde hace dos—le corrijo con crueldad.
—Y te veo ahora, sé lo que siento.
—No, no lo sabes, Yoh. Nunca exteriorizas tus sentimientos ante nadie, no te pongas en ridículo haciendo esto.
Y el elevador bajó y abrió sus puertas, puedo ver el dolor en su rostro, no sé si me he vuelto más dura, pero me agrada no tener remordimientos por rechazarlo, a la larga sé que será mejor.
—Yo no te amo.
Después de ese tajante rechazo esperaba de todo, que dejara de hablarme y que incluso me borrara de todos sus contactos. Esa noche saqué mi antiguo rosario azul, yo sabía que lo que más me llenaba de tristeza era el pasado. Sin embargo, me senté frente a mi computadora y comencé a buscar algunas imágenes de él. Yo siempre tomaba los momentos que él deseaba.
Y él, estuvo en los momentos importantes de mi carrera, de mi vida. De cierta manera me sentía extraña rechazando a mi primer amor, pero como todo en este mundo, obedecemos a la nostalgia, y ahora mismo estaba melancólica. No quería una respuesta en base a tontos sentimentalismos de niños.
Amaba a Yoh por encima de mí y mis ciento un sueños sin lograr. Pero ahora, que había crecido, me acostumbre a ver a ese hombre pasar de mujer en mujer, de que fuera acompañado a cada reunión. Veía a Yoh lejos de mí, perdíamos contacto, lo recuperamos… fue continuo, fue como cualquier amigo.
Escuché el sonido de mi móvil e inmediatamente la cara de Manta apareció en él.
—¿Qué quieres enano?-le contesté.
Escuché un prolongado silencio y después un largo suspiro.
—Por favor, Anna, él en verdad te ama, no lo rechaces sólo por tu orgullo.
—No…—negué mirando la forma en que él figuraba con varias mujeres más—Hace tiempo que superé a Yoh, él ya no es más que un amigo.
Continuará…
N/A: Antes de escuchar reclamaciones, tengo muchos fics almacenados y dado que no puedo concluir mis actualizaciones que tengo para este mes, quise traerles algo que me pareció interesante. Lleva años acumulado, pero wow, en este momento fue algo que me pareció entrañable y empático. Les comparto este fic de sólo tres capítulos, la primera versión es la de Anna, veremos el siguiente de Yoh. Ahora bien, les recuerdo, quiero sus votos en una encuesta en mi perfil, para programarme en el futuro, por mientras los dejo y espero que no sea muy chocosa la historia.
