El sofá. Siempre detrás del sofá. Debajo de la mesa. El armario bajo las escaleras. Esos son tres lugares para correr. Tres lugares para esconderse. Cada vez que su voz se levantara, yo corría al refugio más cercano y, gracias a Dios, yo era lo suficientemente pequeño para caber dentro. Esas voces recorrían cada rincón de la sala, pareciera que hasta me recorren mi piel también. Papá. Él me dijo que lo llame "señor". Nunca papá. Mamá. Ella me dijo que la llame Hannah. Ella se veía tan bonita cuando dormía. Ella se veía tan bonita cuando era feliz. Ahora, su cuerpo era más viejo. Estaba desgastado por esas noches sin dormir, partiendo sus costados con las puntas de los dedos, demasiado licor, muy fuerte para su frágil silueta de porcelana.

Después de cada escándalo, cada lágrima de ella, cada botella vacía por él. Ellos me venían a ver. Ella, feliz de verme con malicia. Él, encantado de ver su malicia lejos de él mismo. Yo ya era un niño de 6 años, patético y cobarde.

Un señorito, yo diría.

Giro mis ojos a Hannah con temor y cursidad.

¿Qué es lo que hice?

A él lo llamé señor. A ella Hannah.

Me llamaban Arthur en la escuela.

Me llamaban Arthur en la iglesia.

Me llamaban "monster" en casa.

Después de... la oscuridad, ellos me enviaban a mi habitación. Una pequeña habitación con tan solo una ventana, donde sus palabras dichas hace poco, formaban largas condenas y se envolvían en un círculo sobre mi cabeza, así como la música que canta una madre amorosa, mientras sostienen la cuna de su hijo.

Yo odiaba mi habitación.
Yo odiaba la oscuridad.

Ellos lo sabían, y por lo mismo, les encantaba encerrarme ahí. Cerrando el lugar donde estoy, para no encontrarme.

Querido lector: Entiendame. Si fue alguna vez un niño de 6 años: recuerde que es estar en una cama, imaginando ese fuerte latido debajo de su cama. Recuerde aquella mano frente a su cara, cada vez que cerraba los ojos. Recuerde esa respiración ruidosa que escuchaba cada vez que había una ventana abierta. Esas... criaturas. Esa little girl que se acerca a ti cada noche, con su cuerpo arañado y maltratado.

Para un niño, esto es horrible.

Para un adulto, esto simplemente es un recuerdo difícil de recordar.

N/A: Esto es el prólogo de una historia, esta vez que no abandonaré. Es distinta. Perdón si alguien alguna vez leyó Angel mecánico... He estado con algunos problemas personales, de los cuales no quiero hablar... No se si alguien lea esto, pero apreciaría mucho que alguien leyera esta shet.