¡Oló! Pues aquí me tienen de nuevo, con ésta historia para el reto "Amor de telenovela" del foro The Ruins :3 He escogido a una de mis parejas favoritas, Draco y Hermione, los cuales se prestaban perfectamente para la telenovela que escogí, una mexicana que se transmitió éste año, llamada "Infames". Una telenovela que hablaba sobre la política, y entre sus muchas tramas tenía una historia de amor muy bonita, de una pareja en la que ambos tenían secretos grandes que ocultar… *suspiro*

En fin, espero que les guste mucho y que disfruten la historia y les sorprenda y les enternezca y… :3 Y ya que me emociono. 3

Disclaimer: Los personajes son de JK Rowling, las ideas y algunas frases tomadas de la novela "Infames" son de Argos TV y Cadena Tres. :D


Un amor gris

Prólogo

Los pasillos del Ministerio de Magia son únicos.
Y no simplemente por lo que guardan tras de sus innumerables puertas. No, no sólo por los documentos importantísimos, los artefactos poderosos y las leyes que ahí se crean. No, eso no es lo más impresionante. Lo más increíble que guardan ésos pasillos, está en sus recovecos. En sus rincones ocultos, en sus historias susurradas a deshoras por los empleados del mismo Ministerio. Por las personas que ahí trabajan, ocultas del mundo muggle, tan arrogantes en ellas mismas, que se atreven a querer estudiar a la fuerza más poderosa e incomprensible de la naturaleza.
Se atreven a estudiar al amor.

- Inicios -

I

Dicen que el resultado de nuestros pasos es nuestra historia.

No sé si es cierto eso, pero al menos en mí sí. Lo comprobé en el instante en que mis ojos se posaron en los objetos de mi nuevo despacho en el Ministerio. Sin tener ni siquiera un año de haber salido de Hogwarts, ya había una placa en la puerta, con mi nombre. Hermione Jean Granger, Comité de Regulación de Criaturas Mágicas.

Suspiré, y le eché una ojeada al ejemplar de El Profeta que descansaba sobre mi escritorio. "Revueltas las calles. Siguen las desapariciones."
Apreté los labios.
La paz en el mundo mágico era relativa. Aún con Voldemort muerto, había muchos magos oscuros que capturar, fanáticos que aún causaban serios estragos entre la gente. Ya tendrían Harry y Ron que vérselas con ellos.
Ron.
No pude evitar sentir cierta incomodidad. Sí, nuestra relación aún existía, o más bien aún sobrevivía… En éste año había descubierto el grado de su inseguridad, sus celos… Había cosas que aún no aceptaba totalmente. Su carácter del demonio… Hace una semana que estábamos peleados y…

- Señorita Granger – la voz de mi secretaria me saludó mientras me miraba desde la puerta que había dejado abierta – Aquí están los informes de las modificaciones a los reglamentos que me pidió.

II

Showtime… Y que se abra el telón.

Mi sonrisa era tan bien fingida que se veía franca. No había pasado meses en balde ensayándola frente al espejo. Y sí, todo mundo era amable, cortés, incluso cálido conmigo. Pero sus miradas no me engañaban. Me tenían miedo, asco. Repulsión.
Acaricié mi antebrazo izquierdo sobre la tela de mi impecable saco negro. La cicatriz en forma de cráneo con una serpiente saliendo de su boca cada día tenía menos color, pero siempre estaría ahí, presente para mí, Presente para todos. Porque ser hijo de un mortífago famoso que perdía su vida gota a gota en Azkaban, no te daba muy buena fama. Fama que no te quitaba ni un buen puesto en el Ministerio, conseguido por milagro y por influencia de funcionarios amigos tuyos… Puesto que yo sabía que, muy en el fondo, me lo daban para mantenerme vigilado.
Ten a tus amigos cerca, y a tus enemigos aún más cerca.
Pero bueno, obviamente no me iba a negar a aceptar un puesto tan bien remunerado. Que me vigilaran lo que quisieran.

III

- Pero, esque… Para… Por…
- Pero, para, por… ¡Deja las preposiciones para los niños y compórtate maduramente, Ronald!

Su furiosa mirada me golpeó. Sus pasos alejándose por el pasillo me dolieron. Y la cabeza me estaba matando. Eran más de las 7 de la noche, y los pasillos del Ministerio estaban casi vacíos.
Al diablo Ronald y su idea de que trabajaba demasiado y no le hacía caso. ¿Qué no le hacía caso? De acuerdo, puede que últimamente no le hacía de cenar, pues llegaba muy cansada. ¿Qué no podía hacerse él mismo la cena?

Mis tacones resonaron por el desierto recibidor, donde estaba la enorme fuente del Ministerio. Caminé hacia las chimeneas, y entonces lo vi.
Un hombre alto, de espalda ancha, en un elegante traje negro que resaltaba su cabello rubio platino… Color nada común en el Ministerio.
No podía ser posible.
Caminé más despacio, pues ya no podía esconderme: mis pasos seguramente le habían indicado que alguien se acercaba. Lo único que podía hacer era tomar otra chimenea para salir. Me dirigí hacia el otro extremo de la sala, a la chimenea opuesta.

- No te voy a matar por tomar la misma chimenea de salida, Granger.

Rayos.

IV

Sus tacones la anunciaron desde antes de que la viera acercarse por el reflejo de los muros de mármol negro perfectamente pulidos. Obviamente el color de la piedra no me permitía ver las facciones como si de un espejo se hubiera tratado, pero ésa cabellera la hubiera reconocido en cualquier lado del mundo.
Además, también servía que yo ya sabía que ella trabajaba ahí. El verdadero poder sobre algo o alguien no radica en jerarquías, sino en todo lo que sabes sobre ello: sus miedos, sus fortalezas… En éste caso, el saber con exactitud quién trabaja en el Ministerio me permitía estar preparado para encuentros como éste.
Ella se dio cuenta de quién era. Observé su silueta en el mármol negro detenerse, dubitativa, y dirigir sus pasos, ahora más silenciosos, hacia la chimenea opuesta a la mía.

- No te voy a matar por tomar la misma chimenea de salida, Granger.

Ella se detuvo en seco, y se giró lentamente. Volteé, y clavé mi mirada en ella. Esperé que ella dijera algo.
Carraspeó.

- Malfoy. Qué… sorpresa.

- Pensé que el Ministro ya te había dicho que trabajaba aquí – le dije tranquilamente – Él fue uno de los que me entrevistaron para el puesto.

La mujer afirmó con a cabeza. El silencio lleno el recibidor.

- Me encantaría quedarme más tiempo, Granger, pero debo irme. Es tarde.

La mirada de ella regresó de su viaje por las chimeneas hasta mis ojos, con un brillo de sorpresa.

- Ah… Claro, claro, Malfoy.

- Linda noche, Granger.

Entré a la chimenea y la dejé ahí, sorprendida y aún esperando el insulto de mis labios. Insulto que nunca llegó.

V

Lo que ves es lo que hay, dicen por ahí.

Pero con Draco Malfoy jamás lo hubiera creído. Es decir, ¿Un Draco Malfoy amable conmigo? Simplemente no sucedía.
Y sin embargo, sucedió. Desde aquél encuentro a la salida del Ministerio, comencé a encontrarme con él muy seguido. Incluso – para mí sorpresa – comíamos juntos cuando nos encontrábamos en el comedor. Todos se sorprendieron. Harry se escandalizó, y Ron…
Bueno, Ron ya no importaba mucho, habíamos terminado ya.
Pero simplemente no podía evitarlo. Ése Draco era alguien completamente distinto. Amable, maduro, con una conversación ágil y mentalmente brillante, como jamás podría haberla tenido con Ron. Ese Draco Malfoy era diferente. La guerra lo había cambiado, sin duda.
Eso, o ya estaba yo defendiendo causas perdidas, creyendo que la gente cambia.

VI

Miré a mi alrededor, y contemplé mi enorme departamento. Sonreí con autosuficiencia. Yo no he llegado hasta aquí sin hacerle creer a unos cuántos que soy su amigo.
Y sin embargo, ella me hacía reír. Reír de verdad, no de ésa forma fría e impersonal con la que me reía para los demás. No, ella sí me hacía reír con sinceridad… Si es que todavía existe eso dentro de mí. Ayer de casualidad me enteré que su relación con el pelirrojo pobre había terminado. Y me alegré. Sí, me alegré porque ¿Cómo diablos estaba con él? ¿Él qué podía darle? En cambio yo…
Me atraganté con el té que estaba tomando, y casi lo escupo en mi comedor de ébano pulido. ¿¡Qué tipo de pensamiento iba a tener!? ¿¡Granger y yo!?
Imposible.
Era pura relación laboral. Conversaciones laborales en el trabajo. Comidas laborales a la hora de descanso laboral. Charlas fugaces a la hora de salida laboral. Todo laboral. Sí, hasta las miradas eran miradas laborales.
…Mierda.

- Nudos -

I

"Naciste para tener los hilos en la mano, no para que te enredes con ellos." Me había dicho Malfoy hace unos días, en una de nuestras muchas charlas a la salida del trabajo.
Me lo repetí unas treinta veces mientras salía de la fría sala de juntas y azotaba la puerta con indignación.
¿Qué se habían creído?
Bufé al recordar las tontas ideas que acababa de escuchar: Draco Malfoy era un mago oscuro encubierto que buscaba destruir al Ministerio, vengarse por lo que le habían hecho a su padre, y de paso matarnos a todos. Y en ése todos, obviamente yo estaba incluida.
Qué tontería.

- ¿Tan mal fue la junta con Weasley y Potter?

Dí un brinco. Ahí, sentado cómodamente en la silla tras mi escritorio, Draco Malfoy me observaba, entre divertido y curioso. Su rubio cabello estaba levemente revuelto, dándole un aire travieso.

- ¿¡Por qué no esperas afuera!? – chillé. Él sonrió y se encogió de hombros.

- ¿Por qué te llamaron?

- No tengo por qué darte explicaciones – contesté, molesta.

- Desconfían de mí y quieren que me vigiles.

Abrí la boca y volví a cerrarla. No había sido pregunta, era una afirmación.

- Ideas tontas que…

- No son ideas tontas – contestó él, levantándose elegantemente de la silla y rodeando el escritorio, recargándose en él de forma que quedó justo frente a mí – Soy hijo de mortífagos, con un pasado oscuro que no habla muy bien de mí que digamos.

- Malfoy…

- Haces mal en confiar en mí, Hermione Granger. Bien podría matarte ahora mismo, si quisiera.

- No lo harás.

Sus fríos ojos grises detonaron sorpresa. Incluso yo me sorprendí de la seguridad con la que contesté. Mi corazón comenzó a latir un poco más deprisa.

- ¿Por qué estás tan segura?

Sí, ¿Por qué estoy tan segura?

- Porque de haber querido matarme, ya lo hubieras hecho.

Silencio, roto solamente por el tic-tac del reloj de péndulo que tenía en la pared a mi derecha.
Se levantó y caminó. Intenté dominar mis latidos, ahora más desbocados pues él estaba fuera de mi campo de visión. ¿Y si lo que dijeron Ronald y Harry…?

- ¿Sabes por qué no te insulté ni te trate mal la primera vez que te vi aquí? – su voz ronca sonó muy cerca de mi oído, causándome un escalofrío.

- No.

- Éste último año he analizado muchas cosas. Cosas de la guerra. Y entre ellas, me di cuenta que, en tu caso, el valor que mostraste en la guerra es directamente proporcional al tamaño actual de tus tacones y de tu cerebro.

Giré, y lo miré atentamente.
No, no estaba bromeando. Hablaba muy en serio. Me sonrojé violentamente. Mierda, Hermione, contrólate.
Sus ojos grises pasearon de mis mejillas encendidas a mis labios, y luego a mis ojos.

II

Todo es un trámite para alcanzar nuestra meta.

En la oscura y húmeda buhardilla, treinta pares de ojos brillantes estaban fijos en mí.

- Un mortífago no perdona – pronuncié claramente – Mi madre ha muerto, y mi padre en este momento se está muriendo, ahí encerrado, en Azkaban.

Varios se removieron, nerviosos, en sus asientos. Otros desviaron su mirada y la clavaron en el techo, o en los platillos a medio comer que la mesa frente a nosotros sostenía.
Cobardes.

- Es un alto precio el que arriesgan… – comencé, con voz aterciopelada – Por eso, deben seguir al pie de la letra mis órdenes, y no decirle nada a nadie, no comentar nada fuera de éstas paredes.

- ¿Qué nos ofreces, Malfoy? – sonó la voz de un hombre alto, fornido, de barba larga y que, a mí parecer, era el líder. Carraspeé, y esperé a que los murmullos se callaran. La tensión podía cortarse con un cuchillo.

- Les ofrezco a dos héroes de guerra.

El silencio se quebró, mientras las voces llenaban la sucia buhardilla. Exclamaciones, gritos, risas. Pan y circo, y te aman sin preguntar.

- ¿A quiénes?

- Harry Potter y Ronald Weasley.

III

La fragilidad de la vida. En un instante todo cambia.

Me di cuenta de eso desde que entré al Ministerio ésa mañana. Todos corrían, agitados, entre chimeneas. Una actividad febril se veía en las oficinas de aurores. Me encontré a Harry de camino a mi oficina.

- Harry, ¿Qué…?

- Shhh… – susurró, y casi a empujones atravesamos la puerta con mi nombre. La cerró apuradamente – Hermione, nos han dado un aviso de en dónde se esconde un grupo muy numeroso de magos oscuros. Todos se están alistando para la misión.

Lo miré atentamente. Los ojos verdes de mi mejor amigo brillaban de emoción y expectación. No había nada que le emocionara más a Harry que una buena batalla contra los malos.
Y sin embargo yo no me sentía tranquila.

- ¿Han avisado? – cuestioné – ¿Cómo?

- Un ama de casa nos avisó. Llegó hoy a primera hora, vive en Belton, y dice que ha visto gente misteriosa entrar y salir de los bosques, y que sale humo en las noches. Al describirnos bien todo, y hacerle las pruebas de verdad necesarias, hemos comprobado que dice la verdad y que son magos oscuros. Quizá haya ex mortífagos entre ellos.

Me mordí el labio inferior. Todo estaba bien, sonaba normal… Y aún así sentía ésa opresión en el pecho.

- Iré con ustedes.

- Obviamente no – atajó Harry terminantemente – Es muy peligroso, Hermione. Ni Ronald ni yo te dejaremos ir.

- Pero Harry…

Unos golpes suaves en mi puerta interrumpieron mi voz. Abrí la puerta, molesta por la interrupción, y mis ojos se encontraron con otros ojos color mercurio.

- Humm… Perdona, Granger, no sabía que estabas ocupada. Vuelvo después.

- Yo ya me iba – apuntó Harry, que me abrazó apuradamente – No te preocupes por nada Herms.

Harry le dedicó una educada inclinación e cabeza a Malfoy, que imitó el gesto, y desapareció por la puerta.

- ¿Por qué tanta agitación?

- ¿Por qué será? – murmuré, mientras me sentaba en una de las dos sillas frente a mi escritorio.

- ¿Lo de los magos oscuros? – dijo él, entrando y cerrando la puerta tras de sí – Sí, es de lo único que se habla en el Ministerio ésta mañana. ¿Potter irá a la cacería?

- Sí – murmuré.

- Supongo que Weasley también.

Iba a contestarle, pero me detuve en seco y levanté la vista, clavándola en el hombre que se acababa de sentar en la otra silla al lado de la mía. Él me miró, sin expresión alguna.

- ¿Importa mucho que vayan ellos?

- No lo sé, no soy el jefe, Hermione – me contestó secamente – Pero supongo que irán porque son aurores.

- ¿Sabes algo más de lo debido de ésto, Draco?

Mi ataque fue directo. Tan directo que, por una fracción de segundo, me miró desconcertado. Pero al siguiente instante su expresión era fría como siempre.

- Si crees que yo voy a meterme en ésto, Hermione…

- No dije eso – lo corté, notando su creciente molestia – Simplemente pensé que…

- ¿Que como mis padres eran mortífagos seguramente yo me uniría a la diversión de sus amiguitos? – escupió, molesto – De acuerdo con lo de mis padres, pero a mí no me interesa éso. Y ahora, si me permites…

El rubio se levantó, enojado, y se dirigió hacia la puerta. Y mi mano, como activada por un resorte, saltó y se enredó en su muñeca, quedándose ahí, quieta, como araña a punto de cazar.
Su piel se sentía suave al tacto. Me mordí el labio. ¿Qué rayos había hecho?

- No quise insinuar eso, Draco – murmuré cautelosamente – Sólo… Sólo…

Sentí un nudo en la garganta, y cerré los ojos al sentir las lágrimas asomarse a ellos. ¡Maldición! ¿Qué te pasa, Hermione Granger?
Sentí unos brazos que me rodeaban suavemente, y el olor a madera y especias llenó mi nariz. Una lágrima corrió por mi mejilla. Como pude, me tragué las demás. No iba a llorar, no frente a él.

- No les va a pasar nada, Hermione – escuche la ronca voz de Draco susurrar, y sentí su aliento tibio en mi cabello – Sé que siempre han estado juntos en sus batallas, los tres. Pero esto es una misión sencilla, volverán.

Nos quedamos ahí, abrazados en medio de mi despacho, cinco, diez minutos, hasta que perdí la cuenta. Draco se separó de mí, y clavó su gris mirada en la mía mientras acomodaba con sus finos dedos un mechón de mi cabello. Me dio un fugaz e inesperado beso en la frente.

- Y hazle caso a Potter… Y a mí: No vayas.

Antes de que pudiera contestarle, se levantó rápidamente, dejando tras de sí su olor, fijo en mi despacho y en mis fosas nasales. Abrió la puerta y se quedó quieto a la mitad de su apurada salida.

- No les va a pasar nada, Hermione. Ellos volverán.

La puerta se cerró con un suave golpe.

IV

¿Lo hueles? Flores y azufre. Las escaleras al cielo ya están puestas, pero también están abiertas las puertas al infierno. Todo depende de la decisión que tomes. Siempre es bueno tener dos opciones, sobre todo cuando tienes a la muerte pegada a tus talones.

Luces verdes y rojas brillaban en todo su esplendor entre los pinos y arbustos. Gritos, chillidos, caos por todos lados.

Y yo aquí, como un idiota, sólo pensando en que tomaba la opción de que todo saliera bien. Todo debía salir según el plan.
Me puse la máscara plateada que pensé jamás usar, y respiré hondo. Salí de atrás del árbol que me servía como refugio, y levanté mi varita.

Todo debía salir según el plan.

V

Ése es el problema de los problemas y del dolor: Son un pozo sin fondo. Tú crees que estás jodido, pero puedes estarlo más.

Un torbellino de gloria y felicidad llenó el Ministerio cuando todos los aurores volvieron con vida, con veintitrés magos oscuros para llenar celdas de Azkaban, y siete actas de defunción de los que habían muerto en batalla. Actas de defunción que terminaron en mi escritorio, por manos de Harry.
Las miré, confundida, y mi mirada pasó de los sobres a mis amigos, que me miraban con cierta expresión extraña en el rostro.

- Eres la primera que las ve, además de nosotros y del sanador que las hizo. Y como todos los fallecidos no tenían ya familia, nadie más las verá. Nadie.

- No me corresponde archivar las actas, Harry… – musité, confundida.

- Lo sé, es mi trabajo – contestó, y carraspeó levemente – Pero creo que deberías echarles un ojo.

~o~o~o~o~

La habitación de paredes blancas se me hizo aún más fría de lo que ya era. Y la temperatura no tenía nada que ver con el escalofrío que recorrió mi espina dorsal cuando el sanador levantó una sábana de las siete que cubrían los cadáveres.

Mis piernas flaquearon, y tuve que hacer acopio de toda mi fuerza para no tener que recargarme en Ron, que estaba al lado mío.

- … Sí, es él – escuché la voz de Harry del otro lado mío – Es Draco Malfoy.