Dedicado a Alice Targaryen

Un Khajiita solitario cruzaba con paso firme el lecho helado de un pequeño lago interior. Una extensa llanura se extendía kilómetros en todas las direcciones, un lugar sin árbol, roca, cueva u otra cobertura. Un lugar perfecto para una emboscada aérea. A su espalda se elevaba en el horizonte una gran cordillera que se perdía entre las nubes. A izquierda y derecha a una distancia de varios días se veían picos solitarios que se superponían en la distancia, escarpados, como espadas y cuchillas afiladas hasta el extremo por los mismos dioses.

Frente a él, tras una marcha de varias leguas se hallaba su destino, la ciudad de Hibernalia y en su interior el Colegio. Acontecimientos fuera de su control le habían mantenido alejado de sus deberes como archimalo, pero ahora tenia la oportunidad de volver en un tiempo de calma. Aun recordaba el cuerpo de Alduin desintegrándose mientras absorbía su alma.

Ahora tenía oportunidad de descansar, pero no le permitían hacerlo. Los dragones aun seguían causando estragos por todo Skyrim. Como Dovahkiin su deber era acabar con ellos, pero no solo tenía esa obligación, era responsable de su propio batallón del Imperio, debía mantener al Colegio a salvo de los miedos del exterior que temían los poderes de los magos, porque no eran capaces de comprenderlos y por si fuera poco los Barbas Grises le llamaban tan a menudo que prácticamente vivía con ellos.

- Me tienen yendo de un lado a otro de este maldito infierno helado. Ni un rayo digno de sol.- se quejo el Khajiita mientras trepaba por la orilla opuesta del lago. Miro con resignación el cielo cubierto de nubes amenazadoras. Añoraba las selvas tropicales de su hogar, pero tenia sus obligaciones y tenia que mantenerlas por muy duras que fueran. En esas ocasiones de bajeza recordaba que tenía una casa acogedora con una mujer que le quería y cuidaba en Carrera Blanca. Hacia dos meses que no la visitaba y no podría verla en otro mes como mínimo. Le mandaría una carta cuando llegase a Hibernalia. – Y no pueden llamarme a un sitio cerca de donde estaba ¡no! Tienen que hacerme cruzar medio continente, y luego me mandaran de vuelta a buscar algo y así me tienen dando vueltas como un loco.

Y no se equivocaba, muchos que se habían cruzado en su camino varias veces creían que el Sangre de Dragón debería ir a caballo y por los senderos. En cambio el iba a pie y por medio de valles, montañas, ríos, atravesando cualquier obstáculo, le parecía más rápido que seguir el camino. Y tras meses de experiencia aprendió lo ventajoso de llegar antes de tiempo.

Añadir que tras perder su séptimo caballo a manos de un dragón, aparte de maldecir al dragón hasta que se convirtió en un esqueleto, decidió no volver a gastar ni una moneda de oro por otro, como Khajiita estaba adaptado a recorrer grandes distancias a pesar de que le resultaran molestas.

Una punzada de dolor le ascendió por la pierna, salto poniéndose frente a lo que le había golpeado. Un cangrejo del barro avanzaba hacia él haciendo restallar sus pinzas. Maldijo por lo bajo, desenfundo el mazo elfico de colores dorados y bruñidos. Espero mirando con desinterés al crustáceo, cuando se acerco lo suficiente bajo de golpe el mazo, el exoesqueleto de quitina se partió con un sonido vomitivo.

Se examino la pierna, solo había abollado parte de la armadura de las botas, tenia arreglo. Miro el cuerpo aplastado del cangrejo y con un hechizo lo convirtió en una bola de fuego. Ya había detectado el dragón que le acechaba y aprovechando el crepúsculo pensaba tenderle una trampa a él. La oscuridad aumentaba por momentos y pensaba aprovecharse de ella. Sus conocimientos sobre los distintos dragones le permitieron comprender mejor a su enemigo y la forma característica de las escamas del que se ocultaba entre las nubes grises, denotaba la presencia de un dragón con poca visión, basado en el olfato. El fuego le atraería a un campamento y el olor a quemado no le advertiría del peligro.

Recogió una buena cantidad de juncos y los ato con un par de tiras de cuero. Usando algunos harapos que llevaba siempre para las antorchas logro construir un muñeco bastante decente. Lo sentó sobre una roca a unos metros escasos de la hoguera, lo suficiente para que se viera pero no lo suficiente para que se descubriera el engaño.

Se alejo sigilosamente y oculto entre la maleza que crecía en la orilla del lago, revisando antes que no hubiera inquilinos indeseados. Espero pacientemente. Los cazadores debían esperar horas y hasta días para conseguir a su presa. Por fortuna lo que intentaba cazar era un predador a punto de saltar, o mejor dicho caer, a matar. El sol ya se había ocultado, engullido por las poderosas y altas montañas.

Su visión nocturna le permitió ver el descenso rápido y silencioso del poderoso animal. A pesar de su aspecto pesado y blindado al golpear el suelo no hubo más ruido que el que haría un felino al caer de un árbol. Sus alas grises se plegaron sobre un lomo protegido por gruesas escamas. Sus garras acariciaron la tierra para adaptarse al terreno. Su cuerpo quedo bajo a la altura de la hierba alta que crecía al oeste de la hoguera. Dovakiin quedo sorprendido ante esa forma de ataque tan encubierta. Los dragones eran seres orgullosos ese era su mayor defecto, podías verlo venir desde que saliera de su guarida.

Este dragón sin embargo, era distinto, mostraba una cautela más propia de un zorro que de una criatura poderosa y con poderes ilimitados. Se siguió acercando con una rapidez inusitada por el silencio que generaba. El Khajiita cogió su arco y lo tenso. Apunto al ala izquierda.

El ataque fue inesperado y de una velocidad que escapaba a cualquier ojo humano. Cayó sobre el muñeco de juncos mientras lanzaba un torrente de fuego por la boca. Detectó ahí el primer problema que no cuadraba, el fuego era demasiado débil y sin fuerza comparado con el fuego de cualquiera. No sé paro a pensar, soltó la cuerda y el arco silbo, la flecha atravesó la fina piel del ala izquierda. El dragón emitió un rugido de dolor al tiempo que lanzaba un nuevo chorro de fuego líquido en dirección al Sangre de Dragón.

Dovahkiin rodo por el suelo, sujeto el arco a la espalda y desenvaino el mazo mientras se protegía con el escudo de quitina. El fuego se desvió incendiando parte del campo. Flexiono las piernas y cogiendo impulso salto sobre el lomo de la bestia.

- ¡Strun Bah Qo! – el Thu`um genero una tormenta que cayó sobre la bestia alada. – ¡Tiid Klo Ul! – el tiempo se ralentizó, el cuello del dragón giro lentamente, sus mandíbulas se abrieron, el interior provisto de numerosos dientes se ilumino por la presencia del fuego inminente. Dovahkiin cargo su mazo de guerra y golpeo la mandíbula inferior, se escucho como los huesos se partieron en dos. El dragón se resistió mientras sacudía su cabeza de dolor.

El Khajiita volvió a golpear esta vez el otro lado partiendo la mandíbula por completo. Los músculos de las alas se tensaron y golpearon el suelo para elevarse en el aire. La piel, agujereada por la flecha, se agrieto y se convirtió en un tajo de más de un metro. No pudo emprender el vuelo y agravo su herida pero tiro al Sangre de Dragón al suelo.

Dovahkiin lanzo el mazo al ojo para cegarlo momentáneamente. Empuño el arco y apunto con una flecha detonante de magia. La flecha se rompería en el interior causando una explosión que usaría la fuerza de la Voz del dragón en su contra. La flecha más gruesa que las otras, no silbo, sonó atronadoramente como una tormenta eléctrica en su punto más alto.

Impacto en el cuello y un instante después la cabeza quedo desprendida del cuello y cayó pesadamente sobre la hierba, seguida del resto de su cuerpo. Un instante después los rayos de energía a los que estaba acostumbrado surgieron del cuerpo yaciente y sin vida y se fundieron con el alma del Dovahkiin.

Se sintió extraño como siempre que ocurría eso, las fuerzas se incrementaron pero a la vez sintió como los recuerdos le asaltaban. Un minuto después registro el cadáver y siguió su camino a Hibernalia. Aun tardo un par de días en llegar, pero al entrar en el pueblo se encontró con alguien que no esperaba.

- ¿Rhaenys? ¿Qué haces aquí? ¿Ya has logrado recuperar ese objeto que te pedí?- pregunto sorprendido. La nórdica tenía la cara llena de arañazos y un brazo en cabestrillo.- ¿Qué te ha pasado?

- ¿Qué que me ha pasado? ¡Qué que me ha pasado! ¡No podrías haberme advertido antes que esas malditas ruinas estaban llenas de Trols de las nieves!- Le grito Rhaenys alzando el bastón de forma amenazante.

- Te fuiste antes de que te lo dijera y ciertamente esperaba que alguien tan capaz pudiera con un par de Trols.- dijo Dovahkiin acompañándola al colegio. Se fijo en que su tatuaje de color morado estaba lleno de rasguños que le habían conferido un tono rojizo. Su pelo siempre cuidado y de un brillante dorado ahora estaba sucio, con varias ramas atrapadas en él.

- ¡Un par! ¡UN PAR! ¡Eran quince! ¡Me quede sin magia cuando llegue al octavo! ¡Y cómo un gato salvaje que conozco me pidió mi daga ígnea no pude más que huir!- exclamo indignada.

- Quince…- dijo Dovahkiin revisando sus recuerdos de aquellas ruinas. No tenía sentido tal cantidad. Siguió mirando a Rhaenys su diadema se había doblado en un extremo y su túnica de los Thalmor estaba rota en varios puntos.- Tenemos que investigar eso Rhaenys, es muy extraño.

- ¿Qué quieres decir? ¿No lo sabías?- pregunto incrédula, parándose y clavando sus ojos platino en los azules de él. Le atravesó intentando ver si había mofa o burla.

- La última vez que fui solo había tres, esa población es perturbable.- dijo Dovahkiin sin desviar la mirada, había que acostumbrarse a la mirada de Rhaenys, era tan intensa que incluso cuando viajaron a ver al Emperador este no pudo sostenerla.

- ¿Perturbable? Lo que es perturbable es que yo venga medio destrozada a zarpazos y tú te preocupes de la población de engendros triojos.- se quejo Rhaenys volviendo a andar.

- Estas perfectamente, te recuerdo cuando buscamos el bastón o luchamos contra los capas de la tormenta. No me preocupe entonces y no voy a empezar ahora estas perfectamente formada para defenderte sola. Por cierto… ¿Cuántas veces te he ofrecido una de mis armaduras enanas?- dijo el Khajiita poniéndose a su altura y entrando en el colegio. Rhaenys puso rumbo a su dormitorio.

- Son distintos, íbamos acompañados en el primero y éramos un ejército en el segundo caso. Y no me gustan las armaduras.

- Lo que tú digas. Te traeré algunas pociones de mi despacho. Y llamare a esa alumna nueva… Cassandra. Tiene una habilidad única para arreglar túnicas. – dijo Dovahkiin a modo de despedida mientras Rhaenys abría la puerta de los dormitorios de los maestros.

- Estoy perfectamente no necesito ninguna poción restauradora.

- De todas formas te la traeré, y te la tomaras, te recuerdo que soy Archimago y tú solo mago de alto nivel.- recordó sin condescendencia, en realidad le daba igual su cargo pero con el tiempo descubrió lo beneficioso que resultaba su nivel social.

- Siempre recordándolo- dijo riendo Rhaenys- Esta bien me las tomare.

- Y mañana iremos a ver a los Barbas Grises, tengo la sensación de que lo que me ha pasado hace unos días y lo que te ocurrió a ti tiene algo que ver con ellos.

- ¿Mañana? ¿Ni un día de descanso me vas a dar?- pregunto riendo esperando una broma.

- ¿Te crees que yo he descansado? Está bien, de todas formas tengo que atender mis obligaciones en el colegio. La semana que viene viajaremos a la montaña de los demonios.

- ¿Aun le tienes tirria a esos vejetes por poner su castillo en la cima de una montaña?- pregunto mientras Dovahkiin se daba la vuelta.

- ¿Tanto se nota? – contesto mientras se alejaba.- Límpiate las heridas antes de que se infecten.

- No cambiara- murmuro Rhaenys cerrando la puerta. Antes de cerrarse escucho "Te he oído"