Bueno, ejem... esto es un experimento. Se me ocurrió durante una muy aburrida clase de historia y como no dejaba de rondarme por la cabeza, decidí escribirlo. Está basado en las tapadas limeñas y en que se sospechaba que con ellas se estaban dando los primeros casos de travestismo en el Perú.
Diganme si quieren que lo continue o si la idea es un asco y debería dejarlo.
14 de enero de 1760
El sol de la tarde calienta las abarrotadas calles de Lima, pero nadie parece notarlo. Las mujeres cubiertas de pies a cabeza con la saya y el manto, dejando al descubierto un único ojo, y los hombres con sus levitas, sin darle importancia al tremendo calor, caminan tranquilamente dirigiéndose, probablemente, a una reunión de la alta sociedad. Caminando por la pista, toda una legión de esclavos, sean indios o negros, cada quien siguiendo a su amo. Una típica tarde limeña.
Cruzando la Plaza de Armas, sin ningún esclavo siguiéndola, y rompiendo con la tranquilidad reinante, una jovencita camina a toda prisa. Está vestida con una saya guinda, casi negra; en la parte de arriba llevaba un chal de color marfil adornado con finas flores bordadas; y cubriéndole la cara, con la excepción de un ojo, un manto negro. Por la calidad de su vestimenta se puede deducir que es de la alta nobleza.
Su destino es la Alameda de los Descalzos, conocida por los encuentros furtivos que se dan en este lugar entre amantes prohibidos. Y es por esa razón precisamente que esta jovencita se escapa de casa cada día, cuidando que sus padres no se den cuenta, a reunirse con su amado. Corre por la avenida Alcázar y, ya adentro de la Alameda, se dirige hacia la parte más alejada de esta.
Es necesario que les explique exactamente cómo es la Alameda de los Descalzos. Consta de tres calles, dos laterales para los carruajes y una central para los peatones; y cuenta con hermosos jardines llenos de flores y árboles. Casi al final de la alameda, se encuentra la iglesia que le da su nombre: la Iglesia de los Descalzos, y detrás de ella, otro jardín, menos conocido, pero sin duda el más hermoso. Se llega a él a través de un pasaje semi-escondido entre los árboles. Al final, encuentras un pequeño claro. En el centro se halla una hermosa fuente de mármol y a su alrededor unas cuantas bancas, también de mármol. Los rayos del sol iluminan el agua de la fuente y le dan un aspecto mágico al lugar.
La joven se sienta al borde de la fuente y se dedica a mirar el agua, como si fuera lo más interesante del mundo. No mucho después, otra persona se acerca al jardín. Un hombre, vestido con ropas sencillas, con el cabello de un raro tono azul y peinado en picos y unos ojos azules, casi negros; se aproxima con sigilo hasta estar detrás de la joven sin que esta se dé cuenta.
"Buenos días, señorita," dijo con un leve matiz de ironía en su voz. "O debería decir señorito".
La joven volteó sorprendida al escucharlo, pero luego de reconocerlo se tranquiliza y se saca el manto. Y lo que dijo el hombre es verdad, la persona escondida detrás de ese manto no es una joven, y aunque sus facciones son un poco afeminadas, se nota que, en realidad, es un joven vestido de mujer. Su cabello es morado y sus ojos alargados son de un hermoso color dorado. Sólo le alcanza el tiempo para decir unas cuantas palabras antes que sus labios sean cubiertos por los del otro.
"Llegas tarde, Horo".
