Todas las estrellas brillaban por ti.

Desde que te vi lo hacían.

Desde el momento en que decidiste que te merecía sentía que podía llegar a morir sin ti. Todo lo que vino después, puedo decir que fueron los mejores momentos de mi vida.

Por qué no importaba cuantas competencias podía llegar a ganar si tu no estabas junto a mi. Ganar oro no se compara con despertar contigo y sentir tu piel fría encima de la mía, no se compara con tus ojos viéndome directamente y tus sonrisas que sólo estaban destinadas a mi.

Si me lo preguntas, con sinceridad te puedo decir que no sé que pasó. Tu te cansaste. Eres demasiado joven para estar con alguien toda tu vida. No sé que sentí cuando dijiste eso.

Lloraste.

Era nuestra primera y última pelea.

Creí que al verte llorar algo dentro de mi se rompería, correría a abrazarte y sumergir tu cabeza en mi pecho. Decirte que todo estaría bien, que con el tiempo dejarías de ser joven y podríamos estar juntos.

Pero sólo pensé en lo hermoso que te veías. Más hermoso que nunca. Y pensé, "Te haré llorar más seguido ". Nunca antes habías llorado.

No te abrace. No te dije que todo estaría bien. Nada se rompió dentro de mi.

Tus ojos azules lloraban, tu cabello rubio estaba revuelto y tu cara estaba roja. Dijiste que no me importaba, y me estaba dando cuenta de que era cierto. Te tomé del mentón y te besé. Me mordiste. Me alejaste, decías estar enojado pero tus labios rojos después del beso decían que querían más.

Te grite. Me gritaste. Yo grite más fuerte.

Te tomé del cabello, y te jale.

Violencia.

No soy tan alto que tú, pero si era más fuerte. Sabía que te estaba haciendo daño, no me importó. Te lleve a la habitación donde hace unas semanas habíamos dormido juntos y donde había pensado que podía morir junto a ti y nada me importaría. Te lancé a la cama y tu cabeza rebotó como la de un juguete roto.

-Te ves hermoso cuando lloras.

-Jodete Otabek, déjame ir- sabía que lo decías de verdad, pero yo no te podía dejar ir.

Eras mío. Eres mío. Tal vez ya no me importe que seas feliz, sólo que estés aquí. Junto a mi.

Obsesión. Gritaste algo de obsesión y de necesitar ayuda. No sé cuando deje de escucharte, de tomarte en serio. Parecías un niño, una niña si no ponías mucha atención. Aún eras menor.

Te tomé de las muñecas y marque lo que es mío. Te mordí en el cuello. Gritaste. Creó que tuve un sabor a sangre en la boca luego de eso pero como bien decías, ya no me importó.

Lo olvide todo estando ahí contigo, tan pequeño. Tan indefenso.

Tan mío. Y de nadie más.

Desde ahí no dejaste de verte hermoso todos los días, Yuri.