Él la sigue con la mirada, el movimiento de sus caderas es tan sensual. Son pasos de guerra, pasos en la guerra del amor.

Una flor recogida de un campo llena de espinas, prohibida, porque ella esta casada, como la flor, envuelta en espinas. Pero no le importa.

Porque a él le gusta la caza, le gusta su cuerpo y sus armas. Y a ella le gusta su andar, le gusta como sus músculos se tensan cuando golpea el saco de box en su templo, en el templo de Ares.

Y aunque saben que su amor esta prohibido (en realidad no lo es, pues ella, Afrodita, la diosa del amor, no se le prohíbe nada) se siguen viendo a escondidas, no importan las miradas acusadoras de Hefesto, no importan las caras de decepción de Hera.

Porque lo de ellos no es amor (porque Afrodita lo sabe muy bien) lo de ellos es atracción, les encanta los movimientos de otro, sabiendo lo que provoca. Les gusta perseguir (porque ella no lo hace muy a menudo, pues nadie se resiste a sus encantos y él no es tan fácil de atrapar) porque solo están motivados por la cacería (porque Ares no encuentra en alguien más que le guste la persecución como a él).

Entonces dejan que sus cuerpos dancen, porque es lo único que quieren…