Hermione, escucha sus singulares pisadas y siente su penetrante mirada en su nuca. Acelera sus pasos, pero no lo pierde. Recorrer los pasillos de Hogwarts, comenzaron a sentirse como si huyera. Pues claro, últimamente parecía que estaba escapando de Draco que -¿casualmente?- lo veía cuando estaba sola.

En otro momento lo ignoraría, caminaría hasta encontrarse con otras personas, pero al notar como este comportamiento dura unos días. Ya no puede.

¡La estaba siguiendo!

¿Para qué? No lo sabe, pero lo iba a averiguar.

Así que se da la vuelta y lo encara, sus dedos rozando su varita por si quiere intentar algo.

—¿Qué quieres, Malfoy? —su tono de voz suena brusco— Me has estado siguiendo durante días.

—¿Perseguida, Granger? —su sonrisa era burlesca, en un gesto torcido.

—Ve al grano, quieres —zapatea impacientemente. Sus ojos centellean de determinación. Preparada para contraatacar, su mente teniendo listo un hechizo.

—Te quiero a ti.

Su mente queda en blanco, pasmada y en el instante que salieron esas palabras de la petulante boca del rubio. Este acorrala a la muchacha contra la pared.

Ella parpadea como saliendo de un trance, dándose cuenta que sus brazos la aprisionan contra la pared, que había retrocedido y había quedado en esa fastidiosa situación.

—¿Qué crees que estas...?

En el momento que estaba refutando, las palabras se detienen al sentir que sus labios se unen con otros. Con los de Draco Malfoy... ¿¡Que!?

¡Iba a golpearlo! ¡Iba a hechizarlo! Iba, iba...

No obstante, no puede, sus manos son detenidas antes de que pueda apartarlo o tomar su varita. La sujeta de las muñecas, la acorrala, sus ojos se clavan y se miran por segundos.

¡Iba a patearlo! Pero, como si estuviera observándola una serpiente, Hermione no puede moverse ¿Por qué Malfoy, la está mirando de aquella forma?

Era como si la estuviera hipnotizando. Sus ojos grises le hacen perder sus sentidos atrapándola no solo su cuerpo sino su corazón, que para su consternación acelera sus latidos.

Traga saliva y un cosquilleo siente en sus labios. Un calor inunda su rostro por el beso de antes.

No entiende lo que estaba pasando. El motivo, la razón, pero... no puede hablar, sus ojos impiden que pueda formular alguna palabra. Se sentía como si el beso hubiera tenido un dulce veneno y recién este haciendo efecto, el mismo que recorre todo su ser, adormeciéndola.

Sus mejillas se enrojecen, perdiéndose en el brillo de su mirada. Él la vuelve a besar y ya no puede -cierra los ojos- y ya no quiere pensar más.