NOTA: Sherlock no me pertenece.


Querido Santa,

Sé que lo más probable es que no existas porque es imposible, aunque supongo que no pasa nada por probar suerte. Este año me he portado bastante bien (excepto con Mycroft, pero él no cuenta porque tampoco es amable conmigo), así que me gustaría que me trajeras algún regalo estas navidades. Quiero un amigo; alguien que no se enfade si estoy de mal humor o si digo algo malo. Te aseguro que es muy importante. También me gustaría tener un microscopio y un violín, pero el amigo es lo primero.

Sherlock Holmes. 7 años.


El pequeño de los Holmes dobló el papel por la mitad, visiblemente satisfecho. Tras depositarlo en el buzón de correos ya solo quedaba esperar a recibir aquello que había pedido.

Santa Claus no tenía por costumbre visitar su casa y era la primera vez que él se decidía a escribirle una carta, algo que además le serviría para comprobar si los rumores acerca de su identidad eran ciertos. No obstante, había sido el deseo de encontrar un amigo lo que le había empujado a romper la rutina de todos los años.

Su mente albergaba ciertas dudas sobre si sería posible que un hombre barbudo vestido de rojo pudiera cumplir su petición. A Sherlock nunca se le había dado bien eso de relacionarse con la gente. Jamás había invitado a nadie a merendar, ni tampoco solía jugar en el patio con los otros niños a la hora del recreo. Le resultaban demasiado aburridos y él detestaba el aburrimiento; su cerebro en fases de desarrollo corría el riesgo de sufrir algún daño en el proceso de crecimiento si se mezclaba con ellos.

El viento frío de Londres le revolvió los rizos mientras caminaba por la calle. Enviar la carta le había servido como excusa para salir a dar un paseo. Al menos era mucho mejor que quedarse en casa escuchando los desvaríos políticos de su hermano adolescente Mycroft.

Además, a Sherlock le encantaban las luces que poblaban los escaparates de las grandes avenidas. Disfrutaba viendo pasar a la gente mientras adivinaba por qué estaban allí en ese preciso momento. El mundo exterior era un lugar interesante donde pasaban cosas nuevas cada día, un lugar donde su mente recopilaba información sin parar.

De repente, su cuerpo colisionó contra algo acolchado y un tanto resbaladizo, un abrigo impermeable a juzgar por el tacto.

-¡Mira por dónde vas, mocoso!

Sherlock dirigió la vista hacia arriba. El hombre, cuarentón y desaliñado, le sacaba más de dos cabezas. Una espesa barba blanca postiza ocultaba su cara angulosa y contraída en una mueca de enfado. El pequeño quiso replicar con algún comentario relacionado con su nula capacidad para discurrir, pero no le dio tiempo. Su interlocutor lo apartó de un empujón y salió corriendo calle abajo como alma que lleva el diablo.

-¡Allí está! ¡Detengan al ladrón!-gritó un policía desde la acera contraria.

Muchos de los viandantes se detuvieron a observar la escena. Cuatro agentes perseguían al hombre de la barba en una carrera frenética por el centro de Londres. Era igual que una película, solo que esta vez Sherlock estaba en primera fila.

El sonido de las sirenas estalló en mitad de los susurros de los presentes. Había una ambulancia y varios coches de policía apostados junto a la puerta de una de las tiendas. Dos camilleros salieron del establecimiento con una mujer herida.

-¡Atención!-la voz brotó de uno de los megáfonos del cuerpo-Despejen la calle. La policía está montando un operativo para detener a un hombre.

El discurso siguió durante algunos minutos más, pero Sherlock ya había escuchado suficiente. Con la adrenalina corriendo por sus venas, se sumó a la caza del acusado. La emoción estaba servida.


La idea de escribir Querido Santa surgió durante una búsqueda en la red de imágenes de Sherlock. La foto apareció por casualidad. Se trataba de una carta a Santa Claus escrita con letra de niño pequeño y firmada por un Sherlock Holmes de cinco años. Como estaba en inglés, decidí traducirla introduciendo pequeños cambios y voilà! he aquí un fic de Sherlock. Espero que os guste.