Podía escuchar los aplausos de las personas. Los vítores que estaban dirigidos hacia mi hermana Mari. Sí, se había casado con un muchacho Italiano que conoció en las aguas termales. No era para menos, el chico se había enamorado profundamente y su sentimiento era recíproco. Poco era decir que estuvimos sorprendidos de escuchar la noticia de que se iban a casar y nada es decir que casi nos da un infarto saber que se querían casar en Italia. Sería la primera vez que viajaríamos al país del Renacimiento.
Por mi parte, me encontraba viendo de manera muy interesante mi media Copa de champagne. Mi hermana se encontraba bailando un vals con papá y mamá se encontraba hablando con uno que otro invitado desconocido. Si no fuera porque estaba Minako, me sentiría fuera de lugar. Sin embargo, eso no evitaba que me sintiera ahogado. Necesitaba salir, un poco de aire.
Al salir, vi una majestuosa fuente frente mí, con una escultura de Afrodita, la diosa del amor y belleza. Amor, algo que al parecer no existía en mi vida o por lo menos no el amor de pareja.
Nunca tuve novia, mi único amor se casó hace cinco años o seis. Después hubo una chica interesada en mí pero gracias a mi cobardía, se terminó alejando. Y luego no había nada más. Mi madre insistía que mi hilo rojo estaba conectado a otra persona, que si era paciente, lo encontraría. Pero lo dudaba.
-Lanza una moneda a la fuente- escuché decir alguien a lo lejos. Era una florista. Levanté mi mano, indicándome, haciendo referencia si me hablaba a mí.
-Ya te lo dije, lanza una moneda- afirmó nuevamente. Yo sólo me quedé viéndola, alternando mi mirada entre ella y la fuente.
-¿Por qué?- cuestione dudoso. No era normal y no me traía buena espina.
-Es una fuente mágica-
-Que de seguro cumple deseos- dije en un tono sarcástico. Aunque no era mi idea sonar tan grosero.
-Pues sí. Si no me crees, hazlo. Lo único que pierdes con intentarlo es una moneda-
Me quedé un rato pensando, ella tenía un punto. Tan sólo sería un yen, no llevaba monedas italianas y no creo que la persona que cumple los deseos le importa que sea una moneda japonesa. Ya verá él o ella como se las arregla con el cambio.
-¿Qué clase de deseos cumple?-
-Cuenta la leyenda si lanzas la moneda a la fuente, soñaras con tu persona destinada durante siete días. Luego de eso, estarán juntos para siempre-
-¿Así de sencillo?-
-No, si no te reúnen con esa persona durante el último día. Serán separados para siempre-
-Ya veo-
No creo que tenga a alguien con quien estar, no creo que sueñe con alguien. No me importa perder una moneda y no pierdo nada con intentarlo, es, después de todo, una tonta leyenda.
Me acerqué al borde de la fuente. Observando la gran cantidad de monedas que se encontraban, de segura esa señora se los comentaba a cualquiera. Saque la moneda de mi bolsillo y jugué con ella un rato, pensado bien mi decisión.
No sé si fue porque vi la cara de felicidad de mi hermana, el brillo del agua o esa moneda rusa en fondo del estanque que me hizo querer lanzarla. Un segundo después vi como esta se zambullía. No había vuelta atrás, pero tampoco esperaba algo.
Me di la vuelta para despedirme de la señora y volver acercarme a mi madre. Sería mejor que volviera pronto a Japón. Después de todo, tenía que hacer las prácticas de ballet.
Esa noche estaría atentos a mis sueños.
