Un hotel de mil estrellas.
A veces se tiene que improvisar. Mas cuando la noche es así de linda y los cuerpos llevan encima el peso de todo un viaje.
Martín sabe que a Miguel ama las estrellas, y a él le gusta estar con Miguel así que todo está perfecto.
Además el pasto esta suave y la sonrisa del peruano se ve mas bonita a la luz de la luna.
-De verdad querés dormir acá?- Le pregunta tomando su mano mientras que el otro solo asiente en silencio.
Es un gran pastizal cerca de la ruta. No se aleja tantos metros, pero aun así no se oye el pasar de los autos.
Se alejaron lo mas posible de la ciudad porque Miguel quería ver el cielo en todo su esplendor, y a Martín le gusta consentirlo de vez en cuando.
Y aunque no escucha una respuesta sabe que está bien, porque a Miguel le gusta la naturaleza; y a Martín le gusta su naturaleza.
Miguel ama oír como el viento sopla y Martín ama oír la voz del pelinegro mientras canta aquella zamba que venían escuchando en el auto
Miguel ama el calor de esa noche de verano y Martín ama el calor del cuerpo al que está abrazado.
Miguel ama como se siente el césped en su nuca y Martín ama como se sienten los dedos del menor entrelazados entre los suyos.
Y por eso todo es tan perfecto.
Porque el viento sopla suave, y el pasto se siente bien contra sus pieles, la noche es cálida.
Y Martín ama a Miguel...Y él también lo ama, casi tanto como ama las estrellas.
