Huuuuuffff, la primera historia de este grupito de locos xD. Bien, cabe decir que de hecho, solo uno de nuestros integrantes esta escribiendo la historia (los restantes, lamentablemente no hemos tenido el tiempo, por lo que se a decidido a crearlo sola) Es sobre Death Note, y se debe advertir que contiene yaoi. Esta historia también esta posteada en Amor Yaoi, con la cuenta Babygirl, si dudan de esto, pueden comentar en tal finc preguntando sobre esto, gracias por leer.

En las calles de New York

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Kira

11:00 am. New York:

''Me incliné hacia mi costado buscando la taza de café que había preparado, sin retirar ni por un momento mis ojos del ordenador. Llevé la taza a mi boca y tomé un sorbo, mojando mis labios con aquel líquido caliente que terminó por quemarme sin consideración alguna, para luego devolverla al suelo, dejando una marca de café alrededor de mis labios. Pero la cafeína no sirvió en lo mínimo contra el cansancio de mi cuerpo, en vela desde hacía días por la inconformidad. Las mismas palabras salieron con resignación de mi boca al encontrarme en aquella situación de nuevo, aquella que me engullía cuando el cansancio realizaba el acto dominio - El mundo está lleno de problemas que esperan ser resueltos, a la vez debe de haber alguien para resolverlos - De algún modo siempre terminaba diciéndome esta frase, buscando aliento para no cerrar el computador e irme a dormir por una larga década. Después de todo, era un hacker, uno de esos ''grandes desconocidos'', de esos que de cierta manera ya habían construido la mitad del mundo; por lo tanto, era mi deber dar, o a lo menos intentar dar, ayuda a cualquiera que me lo pidiese…''

Dimitri Volkova era en verdad un hacker muy cuidadoso, como atestiguaban los resultados conseguidos hasta ahora: en pocos días su trabajo se había vuelto una novedad en la cuadra (aún si solo entre los lerdos), después de su inesperada llegada de Rusia, Moscú. Nunca dejaba pasar el mínimo detalle, y realizaba cada trabajo con eficiencia.

- Hola, Dimitri – saludó un chico, de unos 12 años, situado en la entrada de la habitación, como si estuviera dudando sí entrar o no a la habitación de aquella "anormal", como gustaba de llamarla.

Se trataba de Edward Lauper, el vecino de al lado, siempre vestido de manera relajada, con el cabello negro y corto; a excepción de unos flequillos que cubrían toda su frente y parte de sus ojos, (pero esto parecía no importarle, ya que nunca los apartaba) que siempre gustaba de molestarla.

- ¿De nuevo haciendo tus cosas con el computador? - preguntó con un fingido tono amistoso, que no podía ocultar su desdén.

Dimitri abandonó su tarea, levantándose de la cama en donde hacía segundos yacía su escuálido cuerpo, para mirar al chico directamente con sus mordaces ojos claros.

- Si, hago lo de siempre – contestó con fría amabilidad, pidiendo con la mirada una explicación del porqué de molestarse en venir.

Dimitri, un nombre extraño para una niña, era una chica tradicional de su país (a excepción de que no era rubia), de cabellos recortados y rojizos, que llegaban hasta la sección baja del cuello, piel pálida y falta de imperfecciones, ojos juntos y nariz gordita; bastante delgada a causa del frío, de una estatura normal y facciones simétricas, casi. Siempre vestía un suéter negro entreabierto, y una gorra del mismo color volteada hacía un lado. Digna de cualquier elogio amistoso si hubiera tenido un cuerpo más proporcionado.

- Tu padre me abrió la puerta…- sonrió, condescendientemente – Debes saber muy bien que no vine por gusto propio, mi madre me obligó a venir para ser ''amigable''- explicó, en cambio, Dimitri esbozó una mueca de extrañez en la cara. Arqueando sus cejas y torciendo la boca.

- No esperaba que fuera por otra razón… - dijo, desviando la cabeza con desinterés - Pero ¿Por qué no fuiste a esconderte a la tienda de historietas en vez de venir? Yo claramente no te hubiera acusado…-

Ante esta nueva iniciativa, Lauper se quedó callado unos momentos, para después desaparecer por el pasillo, con una mueca pintada en la cara por su estupidez.

Por su parte, Dimitri continúo con su trabajo sin hacer el menor caso a la interrupción. Tenía cosas más importantes en que pensar que en la impertinencia de Edward Lauper –Todos los días me pasa lo mismo – Suspiró - Mi vida es una mala caricatura

De todos modos, Dimitri se había acostumbrado a las burlas (por que aquellas muestras de desprecio de su vecino, graduado con honores en el arte de herir sentimientos, eran justamente eso burlas) en las pocas semanas que llevaba allí, pues, durante ese tiempo no solo había adquirido fama como nerd, sino como la persona más excéntrica del vecindario. Aunque cierto es que había otras personas en la ciudad que se desviaban de diversas formas del comportamiento normal…, borrachos, amargados, estúpidos, drogadictos, homosexuales….Light Yagami… pero ninguno entre todos ellos destacaba tanto como el ultimo dicho. Light Yagami, un estudiante universitario, que vivía totalmente solo en su casa, a excepción de su peculiar compañero de piso, que nunca salía a fuera, y de quien en verdad ni se sabía el nombre. Aquel chico era lo que se llama un verdadero enigma.

En la ciudad, nadie recordaba que Light Yagami se hubiera dirigido espontáneamente a ninguna persona; tampoco se recordaba que hubiera saludado alguna vez a un vecino a través de la verja, ni que hubiera traído amigos a casa, ni nada. En resumen, no se le observaba ninguna de las costumbres sociales habituales. Y todo esto causaba una gran curiosidad en la joven, emoción que aunque siempre lo intentaba, terminaba apoderándose de ella.

El trabajo quedó finalmente terminado mientras pensaba en esto, al darse cuenta se dijo así misma que continuaría lo demás después, en este momento se merecía una buena sopa de fideos (a los que se había aficionado en su poca estancia en New York) y una larga siesta.

Cerró su computador para, seguidamente, saltar de la cama y abandonarlo en el escritorio de su habitación. Salió en busca de algo para comer, cruzando el largo corredor que llevaba hacia las escaleras, bajando por ellas, se fijó y admiró las fotos que habían colgadas en la pared. Todas y cada una eran de ella y su padre a lo largo de toda su vida: Una foto por cada viaje, una por cada verano, una por cada nuevo año de clases y muchas otras que se encontraban guardadas por toda la casa..., formó una sonrisa triste al dar por sentado que la vida de su padre giraba en torno a ella. Pero esta se disipó cual la risa burlona del Gato de Cheshire cuando desaparecía, al su mirada dar con la última foto de la pared. Había una cosa que diferenciaba a esa última de las demás, una cosa solamente. Era la única que había sido tomada fuera de su amada Rusia. Retiró su mirada de la fotografía para evitar un arranque de ira, en el que terminaría azotándola contra el piso ¿Por qué su padre la había tenido que sacar de su país? – Por trabajo – escupió con reproche.

Llegó a la estancia aún con un rostro deprimido. La primera figura que divisó fue la de su padre, sentado en el sofá viendo la televisión, mientras comía un plato de sopa sintética. Lo miró de arriba abajo sin que él se diese cuenta de su presencia. Era un hombre europeo, de apariencia joven, pero claramente debía tener unos 35 años; sus cabellos eran cortos, color cobrizo claro y sus facciones calmadas y de cierta manera amables; era bastante delgado, pero a la vez tenía un cuerpo muy bien formado, su nombre era Iván Vólkov.

Dimitri se acercó a él ya más calmada, con una risa tranquila surcando su rostro – Hola – saludó con un tono amigable, su padre soltó un grito al verla, cayéndose del sillón y derramando la sopa sintética en todo su rostro - ¡Por dios! ¡No me asustes así! – Protestó aun con una cara de espanto – ¡A veces pareces un fantasma cuando caminas! - agregó mientras se levantaba recogiendo el plato del suelo – Lo siento - sonrió pícaramente – ¿Que ves?

- Ah… Otras de esas disputas sobre ''¿Piensa que Kira es bueno o malo para el mundo?'' – Utilizó una voz grave al decir lo último, con la burla calada entre los dientes – Ah...Ya no pasa nada interesante por la televisión – suspiró dejando caer sus hombros – Kira esto, Kira aquello, Kira lo otro ¡Ya me canse del maldito Kira! – dijo, ya fastidiado de que lo único que pasara por la T.V fueran tipos gritándose los unos a los otros sobre si Kira es bueno o malo. La hacker soltó una pequeña risita ante la actitud de su padre, (Que obviamente era realizada con el propósito exclusivo de hacerla reír) quien a simple vista parecía más su hermano. Volteó su atención a la tv, en esta transmitían lo mismo de siempre, como había dicho su padre.

¡Esa no es la cuestión! – un hombre se levantó sobre saltado de la silla en la que estaba sentado - ¡Kira es un criminal! ¡Ha ido demasiado lejos!

Pero, al matar a los criminales, el mundo mejorará – cuestionó, calmadamente una mujer, entre unas personas sentadas en otro bloqué, como si fueran un espectáculo de circo – ¡Exacto! – apoyó un hombre a su lado.

¡Ya veo!- exclamó el anfitrión - ¡Esta noche veremos la confrontación entre los seguidores de Kira y los que se oponen a Kira! ¡En un debate titulado: Por el bien del mundo!

SPINSH

Se escuchó el sonido de aquel molesto aparato apagarse.

Emitir este tipo de mensajes empeora las cosas – señaló la hacker, asqueada del comportamiento de las personas. Incluso ella, a sus cortos años de vida (catorce exactamente), poseía más escrúpulos que aquellas personas – Si, eso creo – apoyó su padre, mientras se limpiaba el rostro con una toalla.

Cuartel general de la SPK:

11:00 am. New York

En el cuartel general de la SPK, se encontraba Near, el sucesor de apenas diecisiete años de ''L'', asesinado por Kira hacia 3 tres, viendo la misma noticia que se transmitía por televisión.

Agazapado en una silla, anteponía la importancia de su juego de cartas a la ignorante "sociedad" que disputaba sus creencias en alguien que podría ser o no un dios. Jugaba a amontonar una tras otra las cartas de póker convirtiéndolas en algo más que una simple escala. Sus finos dedos blancos, difuminados con la palidez de las paredes del cuartel, que retenían con decisión aparato tras aparato abigarrado allí, sostenían con delicadeza las cartas, agregándolas a la torre sin el peligro de derrumbarse.

Con ese pensamiento, los criminales desaparecerán de Japón – gritaba un hombre al borde de la historia. Pura comedia para quien gozara de una vista neutral del asunto.

Bajo este reinado, lo más seguro es que…

El Comandante de tal organización hizo un acto presente en la sala principal, vestido con un traje sin saco, y con una corbata rojiza. Era un hombre alto y fornido, de cabello rubio y ojos azules, ya entrado en sus 40 - ¿Los japoneses discuten sobre Kira?

- Si, deliberan la posibilidad de que Kira esté en Japón. Pero, en mi opinión, debaten de un tema algo diferente, por más decir que de forma patética - respondió con ese tono casi femenino que lo caracterizaba, parafraseando aquellas palabras de manera exorbitante y melancólica.

- No se preocupe - dijo fríamente el hombre, mientras agregaba otra carta a su pirámide – De hecho, estoy seguro en un 90 %, de que Kira en verdad se encuentra en Japón. Pero… - guardó silencio durante unos segundos, como si buscará las palabras adecuadas para hablar – La actitud de Kira cambio precipitadamente durante los últimos dos años y medio…

- ¿Qué quieres decir? – Preguntó confundido el Comandante. Su jefe permaneció en silencio, aquel silencio que solo el tenia, y se incorporó con rigidez de la silla, deslizando sus manos hasta el cajón de la mesa en donde realizaba su trabajo. – Se lo explicare de esta manera – dijo volviendo a sentarse, mientras ponía la caja en la mesa y empezaba a sacar de ella varias réplicas de personajes conocidos, alineándolas en su ''tablero de juego''

- Comandante, piénselo un poco. La muerte de ''L'' ocurrió exactamente el 5 de diciembre de 2007 – empezó, mientras tumbaba sin piedad alguna la réplica de ''L'' - Dos días antes de esto Kira volvió a sentenciar a criminales en todo el mundo, incontroladamente.

"Y las muertes de delincuentes aumentaron en un 95 %. Pero ya pasados otros dos días, exactamente después de la muerte de ''L'', los ''asesinatos'', disminuyeron en un 50 %, unas semanas más tarde a un 40 %, y unos meses después a un 0 %. Los asesinatos continuaron sin ocurrir durante 6 meses, para luego aumentar precipitadamente y volver al 95 %. Después de esto Kira cambio su comportamiento. Antes evitaba matar a criminales que cometieron el crimen por necesidad o defensa propia, excluyendo también a los que se arrepentían de sus acciones. Pero ahora no…"

Quitó su mirada del tablero para clavarla en los ojos del Comandante – Estas bajadas y subidas en su comportamiento no pueden ser una coincidencia. No, es imposible que sean una coincidencia.

"En el perfil de conducta que hizo ''L'' aclaro que Kira era un adolescente, de entre 16 y 18 años de edad. De estatus social equilibrado, con una especial atención de las personas hacia él, ya sea por su aspecto, o por alguna habilidad física o mental. De carácter tranquilo y deductivo, una persona serena pero astuta. Y ante todo aclaro que Kira era un sicópata*... El perfil que le voy a dar ahora es totalmente diferente: Kira es un hombre adulto de entre 25 y 27 años de edad, de origen occidental. Excluido socialmente por alguna anormalidad en su manera de ser o un desperfecto físico. De carácter rabioso y hostil, una persona impulsiva y trastornada."

- Near, aun no entiendo lo que me quieres decir con esto ¿Es que acaso ''L'' se equivocó en su perfil?

- Nada de eso comandante. Los perfiles con diferentes porque… - El nombrado levantó la mirada del muñeco Kira – Nosotros estamos tratando con otra persona. Estamos tratando con un obseso-compulsivo*…

¡El mundo está cambiando gracias a él! – gritó otro hombre, levantándose con ira de su asiento.

- ¡¿Qué? - pregunto incrédulo el comandante Rester – L localizó a Kira al principio de su investigación, con una retransmisión que se emitió en una sola ciudad de Japón. Probó que Kira era real y que vivía en Japón. Ahora yo le estoy confirmando que el papel de Kira ha sido cambiado a otro asesino.

- ¿Cómo sabes todo eso? - protestó contra su deducción, a lo que, con seguridad, Near respondió - Lo sé, porque ahora yo soy ''L''

¡Qué dices? ¡Eso no tiene sentido! - Protestó un hombre ante, a su parecer, una ridícula idea. Pero guardó silencio en cuanto, poseedor de un aspecto extraño, con los ojos inyectados en la nada y ligeramente enrojecidos, vio como el hombre a su derecha se levantaba, con intenciones certeras de hacer algo que acabaría en desastre - ¡Oye, ¿Qué te pasa? – Tal hombre comenzó a avanzar hacia la pared de vidrio que los separaba del ''otro bando'' y del espacio de los presentadores - ¡Espera! ¡Detente! – Pero no se pudo hacer más nada, el hombre se dejó caer a aquellas puertas de vidrio, rompiéndolas en su caída, en un acto de suicidio. Inmediatamente se escucharon gritos horrorizados, con el miedo grabado a fuego y hierro en la cara de los espectadores.

Eliminar

Más tarde, en medio de lo que parecía ser una carrera por salir del recinto, los espectadores comenzaron a caer al suelo y convulsionar levemente, antes de quedarse helados e inmóviles ante la sonrisa de la muerte - ¡Hey! ¡Detengan la emisión! – Pidió a gritos el anfitrión, mientras golpeaba la puerta de ''transmitir'', pero era inútil, todas les personas en esa habitación también había sido asesinadas - ¡Abran la puerta!

¡Eliminar!

Inmediatamente después, tal hombre, entre sus gritos histéricos, dejó de respirar definitivamente, cayendo del pequeño elevado en el que se encontraba y estrellándose en el piso. - ¡Aaaahh! – Se escuchó el desgarrador grito de una mujer al contemplar tal imagen, cerca de allí un hombre le gritaba a uno de los camarógrafos, mientras lo sacudía tomándolo por el cuello. – ¡Insinúas que esto no es real! – La conmoción en su faceta más alta ya se había apoderado de la multitud.

¡Eliminar!

Y entonces el cuello de una de tanta personas allí, giró inexplicablemente hacia atrás, cayendo escaleras abajo - ¡Querido! – Se escuchó como gritaba su mujer al ver la imagen de su esposo muerto.

Eliminar…

La horrorizada mujer intentó bajar por las escaleras, corriendo mientras lloraba al cadáver de su esposo. Lugar al que nunca llegó, ya que uno de los reflectores de luz, que para su desgracia estaba flojo, cayó sobre ella, arrebatándole la vida en instantes perturbadores.

Cuartel general de la S.P.K:

Tanto el Comandante como el detective en jefe se habían quedado en silencio ante tal visión. Incluso los ojos de Near, siempre fríos y sin expresión, se habían metamorfoseado hasta quedar desmesuradamente abiertos.

- Near…- el comandante Rester se volteó hacia su superior, buscando respuestas para saber qué órdenes debía de seguir ahora. Al una mirada caer impaciente sobre la de él, sus ojos volvieron a la normalidad que dibujaba cada día - Comandante, contacte a los demás integrante de la SPK, estoy seguro de que aún no ha terminado…

Esto dejó un aire vació en la cabeza de su comandante, que reflejó la sorpresa que conllevaba, como tantas veces, el hecho de trabajar con alguien de esa naturaleza…

Entre tanto, en un pequeño café de New York, esta misma transmisión se emitía en un pequeño televisor situado en la parte de atrás del establecimiento. – La transmisión de este programa ha sido cancelada a petición del canal propietario – Se leía en grande en aquella pantalla. ¿Qué que habían hecho ante tal escena? Lo típico en tal situación: (aún si esta no era normal) Las madres habían tapado los ojos a sus hijos, ellas ya habiéndolo hecho, los hombres aún horrorizados contemplaban con los ojos abiertos la tv ya apagada, por las igual perturbadas meseras. Incrédulos, desviaban su mirada con repulsión.

Algunos rostros asustados y perplejos, otros asqueados y solo entre algunos la mirada de emoción y satisfacción. Pero una de tantas miradas se destacaba entre las demás. Una de pupilas azules, ojos pequeños y rasgados, que yacía en un limbo de confusión. Antes había visto sangre que ojos comunes siquiera pensaban posible fuera de una sola persona, pero aquello era…

Sus ojos se crisparon y clavaron en la puerta de entrada, dispuestos a olvidar tal imagen y esperar debidamente al hombre que debía ya de haber llegado hace media hora. Entre tanto, la cafetería quedó en silencio, un silencio de penumbra que amenazaba con apoderarse del asfixiante aire provocado. Las personas, aun mortificando su mente de manera inútil, intentando deducir si todo aquello era real, o simplemente un montaje de publicidad, intentaban volver a sus actividades aún si eran tan simples como beber un café, optando y aferrándose a la segunda opción mediocremente.

Entonces, la campanilla de entrada resonó en aquel café dando paso a la imagen de un hombre fornido y delgado, pelirrojo, de un asegurado origen inglés que cruzó las puertas del lugar ignorando las imágenes antes televisadas. Con la mirada de la gente puesta encima de él, aquel hombre bien vestido con googles y pantalones de mezclilla, se hizo paso entre las mesas y se sentó frente al hombre de mirada azulina al solo divisar su presencia. Sus miradas, de verdes y azules encajes*, se mantuvieron desafiantes la una con la otra, como si conllevaran una dura pelea para saber quién sedería. Hasta que el británico formó una sonrisa en sus finos labios, dejando ver una dentadura bien cuidada y reluciente a pesar de sus amarillentos tonos productos de la nicotina.

- Bastante tiempo sin verte ¿No, Mello?