Todos los personajes que aparecen en esta historia son propiedad de Rumiko Takahashi, y los utilizo sin ninguna intención de lucro.

El hombre perfecto

El caballo salvaje

La noche cubría con su manto lluvioso, una de las más transitadas avenidas de Japón. Esa blanca cortina de agua transparente, que invitaba con el suave murmullo de su caer, a detenerse y disfrutar por unos momentos, de esta maravilla de la naturaleza.

En cambio, decenas de automovilistas estresados y furiosos, rompían la tranquilidad de la escena con el sonar del claxon de sus automóviles. Y en las banquetas, no se mostraba un panorama muy diferente: la gente que no había previsto la lluvia, caminaba deprisa, rempujándose unos a otros para hacerse espacio. Cubriéndose con trozos de cartón, de periódico, y aquéllos que trataban de parecer más importantes, usaban lo que parecían ser costosos maletines de piel.

Oculta tras la pared de uno de los modernos edificios comerciales, se encontraba una joven hermosa, de piel blanca, cabellos rojizos y profundos ojos azules. Aguardando sigilosa, sin dejar que el agua calándole los huesos, nublara su objetivo.

Sacando ligeramente la cabeza, se había pasado un buen rato estudiando a cada hombre y mujer que pasaba por el lugar: el caminar, la vestimenta…los objetos de valor que traían consigo. Hasta que un joven de gran porte, distraído en salvaguardar unos papeles en su chaqueta, llamó su atención.

—Aquí voy…

Sin pensarlo demasiado, salió de su escondite y se dejó ir sobre el desconocido que momentos atrás observaba.

El choque fue inevitable. Tan violento, que los documentos, el celular y otros objetos de él salieron volando por la fuerza del impacto. La chica cayó al suelo, en medio de un charco de agua.

—L-lo siento mucho, jovencita… ¿se encuentra bien?—. El gentil caballero, rápidamente se agachó y le tendió una mano.

—No-no se preocupe, estoy bien—. Ella contestó amable, aceptando la ayuda, pero cuidando de ladear la cabeza para que el rostro no le fuera visto.

—¡Soy un tonto! Por tratar de llegar lo más pronto posible a casa, no me fijo por dónde camino.

—N-no es nada. ¡Vaya con cuidado!—. Y así como apareció, la pelirroja salió corriendo hasta perderse en uno de esos oscuros callejones.

— — —

Surcó por una docena de cuadras, hasta que entró a uno de los hoteles más modestos que ofrecían amparo a cambio de unos cuantos yenes. El lugar olía a viejo, y no hacían falta unos ojos muy escrutadores para darse cuenta de que las paredes se caían a pedazos: los maderos de las habitaciones estaban podridos, sólo servían la mitad de los focos del angosto pasillo y la vista panorámica de las habitaciones, no era otra cosa que el nauseabundo basurero oficial de la Ciudad.

—¿Conseguiste algo?—. La voz ronca de su padre, interrogó apenas le vio aparecer en la agrietada puerta de madera.

—S-sí, claro que sí—. Entrando a la habitación, la joven sacó de entre su maltrecha camisa negra, una cartera de piel, la cual miró unos instantes, antes de lanzársela.

El hombre regordete, sentado en el suelo junto a una chimenea, arrojó la taza de té y literalmente se abalanzó sobre el preciado objeto, como si este fuera a huir si le diera la oportunidad.

—No es mucho, pero juntándolo con el resto, será suficiente para unas semanas, por lo menos mientras volvemos—. La pelirroja se acercó y tomó asiento frente a su padre, cogiendo una tetera de agua caliente y vertiéndola sobre su cabeza, mientras veía al mayor abrazar con poco disimulo el dinero recién llegado.

—Podrías intentar un par de "accidentes" más, antes de nuestro viaje—. Sugirió con cinismo.

—No molestes, papá—exclamó con voz profunda y masculina— Si crees que hace falta más dinero, consíguelo por cuenta propia—. La antes exuberante chica, se convirtió en un apuesto muchacho de negra cabellera.

—Está bien, Ranma, está bien. Pero no te enfades —El afectado empezó a reír exageradamente al ver el ceño fruncido y la mirada asesina de su hijo.

El silencio se hizo presente en la habitación y el recién llegado recibió una bolsa que contenía un par de emparedados. Ambos comieron en silencio, apenas dándose unos minutos para respirar entre bocado y bocado.

—¿Y ya hablaste con tu amigo?¿Sigue en pie ese estúpido trato que me contaste?—. Ranma le miró con mucha curiosidad.

—Así es. Justo tengo que hablarte de eso —Su semblante se tornó serio y dejó la cena a un lado— Le he dicho que llegaríamos mañana en la tarde a su Dojo, no está muy lejos de aquí.

—¡¿Qué? ¿Tan pronto? ¡Aún no estoy listo, viejo!—. El pelinegro comenzó a vociferar, algo turbado con la noticia.

—Deja de lloriquear como una niña —alzó la voz y se puso de pie, intentando ganar autoridad frente al rebelde que tenía enfrente— Sabes que esta operación no es como cualquier otra, necesitaremos mucho tiempo. Tiempo del que no disponemos—. Subrayó.

—Lo sé, entiendo—. Ranma pareció tranquilizarse de una ante el abrumador peso de las últimas palabras de su papá.

No dejaba parecerle una absoluta tontería, pero ya habían intentado otros métodos y no funcionaban, no le quedaba otra que arriesgarse con su última jugada.

El plan era simple, Genma Saotome; su padre, y el amigo, además de compañero de entrenamiento, Soun Tendo, realizaron una promesa en la que algún día sus hijos se casarían, y continuarían con la mejor escuela de artes marciales de Japón. Cuando Ranma fue informado de esta singular manera de comprometerlo, no dudó un segundo en hacerle ver a su progenitor, que unirse en matrimonio de un día a otro no era una buena manera de comenzar una relación. Algo que no tenía en mente con apenas dieciocho años.

Ahora, la situación era otra. Luego de casarse, él Dojo Tendo le sería heredado y el podría hacer uso completo de este, es decir, venderlo inmediatamente y obtener la mayor parte del dinero que necesitaban con urgencia.

—Entonces, ¿cuento contigo? —Genma se acercó a su hijo al ver la mirada perdida de su hijo.

—Sí, no te preocupes, voy a cumplir mi promesa—. Ranma volteó a verle un segundo, antes de volverse a perder en sus cavilaciones.

Odiaba lo que su vida era desde un par de meses atrás, con esa maldición que le hacía transformarse cada vez que tocaba el agua fría, robar a gente inocente, cuyo único delito era cruzarse en su camino… y ahora…

—Sabes, Tendo me ha mandado una foto de sus tres hijas. Son muy bonitas, ¿quieres verlas? —Hizo un intento por sacar algo de entre las ropas de su traje de entrenamiento, pero el ojiazul se lo impidió, tomándole del brazo.

—Oye, no me interesa. ¿Ya lo olvidaste? La conoces, la enamoras, te casas, la estafas y la abandonas…En ningún lado leí el apartado en el que decía que tengo que enamorarme de la chica. Así que, no me importa cómo sea—. Declamó con tono orgulloso y la poca dignidad que le quedaba.

—Bien, entonces preparémonos para el ataque, ¿tienes tu traje de batallal listo?

—¿Mi qué…?—. El chico no terminó de formular la pregunta, cuando su padre cogió un paquete de la cama y se lo ofreció.

El lo abrió con desgana y miró el contenido.

—¿Una camisa china?—. Preguntó extrañado, mientras palpaba con escepticismo la prenda roja entre sus manos.

—Así es, ¿no estás enterado? A las mujeres les encantan los chicos peculiares. Y que alguien vista ropas chinas en Japón, será uno de tus principales puntos.

—Claro, o podría mostrarles mi maldición y elevar mi peculiaridad por los cielos—. Respondió con sarcasmo.

—Vamos, hijo, no es momento de pensar en nimiedades. Ese problema lo arreglaremos en su debido tiempo Primero es lo primero, lo que significa, hacer que cualquiera de las hijas de Tendo se fije en ti.

—Está bien, papá —suspiró derrotado—. Lo haremos a tu modo.

Genma se fue a acostar; Ranma le imitó. Se cambió la mojada indumentaria y se arrojó sobre la dura cama. Le echó un vistazo a su padre; al menos hoy no le tocaba dormir en el angosto sofá, tenía bastantes cosas en qué pensar antes de presentarse ante aquélla familia.

"Haré lo que sea para salvarte la vida" La promesa que revoloteaba en su cabeza cada vez que se daba cuenta del daño que estaba causando alrededor, y si para cumplirla, tenía que casarse con esa chica, la haría enamorarse de él a cualquier costo. Aunque al final terminara siendo como un águila: tomando a su víctima entre sus garras y alzándola hasta lo más alto, para luego dejar que se estrellara sin misericordia en el suelo… porque eso es justo lo que iba a hacer.

Continuará

Notas

n/n Ya sé que debería estar escribiendo sobre alguno de los otros fics a medio terminar que tengo, pero es que esto tenía días rondando mi cabeza y no me iba a dejar en paz si no lo tecleaba o_o

Bueno, qué puedo decir, este es el primer universo alterno que me atrevo a hacer, sin embargo, no serán demasiadas las modificaciones que haré, ya que estoy entrando en terreno desconocido y pues prefiero ir con cuidado XD.

Muchos saludos y nos vemos luego n_n