Esta es una historia que le escribí a mi padawuan. Aunque aún no la concluyo, pienso que poniéndola aquí, me veré en la obligación de concluirla para ella.
Mis saludos cordiales
Dc
Frozen heart
por
DarkCryonic
Se sentó de forma nerviosa. Bueno, eso nunca lo confesaría de forma abierta, pero ¡qué demonios! estaba muerto de nervios. Llevaba semanas dándole vuelta a extraños pensamientos... y no sólo eso, había tenido uno que otro sueño que lo había hecho darse de cabeza contra algunos árboles esperando algo de "amnesia milagrosa".
Había optado por no abandonar el Makai, para evitar todo contacto con la fuente de sus problemas. Porque, en verdad, era un PROBLEMA. Él que nunca había tenido que lidiar con este tipo de cosas tan humanas o de demonios débiles, se empezaba a sentir tan patético como Kuwabara siguiendo a su hermana, claro que él lo era más aún... porque se veía insanamente siguiendo a nadie menos que a Kurama. Y siendo sinceramente cruel consigo, sabía que era lo más loco de la historia demoníaca.
Se dejó caer sentado en la entrada del templo de Genkai con cansancio. La doncella de hielo se había alejado por un momento para ir a buscar algo de comer, y sólo quedaba la maestra a su lado quien le miraba de vez en cuando esperando alguna cosa que tenía que venir de él. Se removió cambiando la espada de lugar.
-¿Qué te molesta?—Le preguntó la anciana, algo cansada de esperar.
Él le devolvió una leve mirada sin mucho significado y sin emitir sonido alguno como respuesta.
-Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que te vimos en el Ningenkai…
-No hay necesidad de que venga tan seguido…-Dijo en voz baja.
-Pensé que…-Pero sus palabras quedaron a medio acabar ya que Yukina llegaba de vuelta con una bandeja.
Pasó toda la tarde acompañando a las mujeres en el templo. Por lo menos, no había dejado de estar allí. Estaba cumpliendo con sus obligaciones de hermano. Nada más que eso. Y apenas bajara el sol volvería al Makai por otro largo periodo.
Paseó sus ojos por los árboles florecidos del templo. Sonrió tontamente al cruzársele un vago pensamiento seguido de una imagen por su cabeza. Era tan absurdo todo. No tenía sentido. Se puso de pie con firmeza listo para volver a los dominios demoniacos cuando al levantar la vista hacia el sendero se encontró con quien no quería. Sus pies se quedaron clavados en el suelo. Sus manos se empuñaron de forma inconsciente. Su mente gritaba "vete", pero por alguna razón se quedó allí mientras el otro caminaba hacia ellos en silencio, pero sin quitar aquella sonrisa.
-Así que estás de visita, Hiei.—Dijo después de saludar con una venia a la anciana y a Yukina. Hiei miró hacia el lado contrario como de costumbre.
-Ya me voy.—Dijo. La doncella de hielo se le acercó para despedirle. Genkai sólo le dio una de sus miradas sabias, esas que decían que sabía mucho más de lo que aparentaba.
-¿Tan pronto?-Dijo Kurama mirándole con curiosidad. Tuvo la necesidad de excusarse con alguna cosa, pero calló. No era su costumbre hacerlo. Nunca le había dado explicaciones de sus actos a nadie, menos a él. Y no pensaba empezar en este preciso momento. Además no haría más que dejarse en evidencia. Y ya bastante tenía con parecer el de siempre.
-Joven Hiei, venga a visitarnos pronto.—Dijo la chica sonriendo con amabilidad. Hiei asintió sin mediar palabras y antes de que siquiera lo pensara, ya había desaparecido del lugar para detenerse en un árbol algo alejado para echar el último vistazo al templo. Cerró los ojos y respiró con fuerza. Apretó las manos nuevamente, y desapareció.
Kurama se sentó junto a la anciana que bebía una taza de té con aquella tranquilidad que sólo da la experiencia.
-Hiei… él dijo alguna cosa…-Preguntó Kurama con curiosidad.
-No. Ya sabes, aparece y desaparece como de costumbre. Aunque esta visita tardó más tiempo, y tengo la sensación que pasará mucho tiempo antes de que vuelva a venir por estos lados.
Kurama se quedó mirando los árboles con interés mientras el silencio era sólo cortado a veces por la breve conversación de Yukina con Genkai.
-El joven Hiei parece triste.—Dijo Yukina, de pronto, atrayendo la atención del pelirrojo en ella.
-¿Triste?
-Sí. Por lo menos, me lo pareció. –Dijo la muchacha.
-Quizás se siente solo.—Dijo Genkai como si nada.
-Puede ser.—Murmuró Kurama poniéndose de pie.—Ya es hora de que vuelva a casa.
Hiei estaba quieto sobre el poste de luz eléctrica. Se había quedado allí contemplando las luces lejanas de la ciudad. Todo parecía tan nostálgico. Supuso que hacer aquello era parte de su PROBLEMA. Se estaba volviendo demasiado ansioso. Su voluntad estaba haciendo cosas que su conciente le tiraba en la cara como una debilidad. Pero no importaba lo que hiciera, siempre terminaba cayendo en el juego.
Ni siquiera había llegado a alejarse lo suficiente del templo de Genkai. Se había quedado quieto en aquel lugar mirando a lo lejos. Le había parecido interesante quedarse allí por un instante, pero ya llevaba una hora. Y su cuerpo no mostraba intensión de quitarse y volver al Makai a seguir con su trabajo de guardián.
La noche estaba fresca y tranquila, ningún parecido a las noches en el Makai, siempre tormentosas y hasta estresantes. La brisa fresca agitó su capa levemente trayéndole nuevamente de sus pensamientos a la realidad.
Sus sentidos se despertaron de golpe. Bajó la vista al suelo y comprobó con algo de espanto que en la base del poste estaba Kurama apoyado con los brazos cruzados sobre el pecho, como esperando.
-Ya te diste cuenta que estoy aquí…-Dijo Kurama elevando la vista y mirándole con gracia.
Bufó con enojo, pero para consigo. Estaba dejándose demasiado en evidencia. Miró por última vez el paisaje y se dejó caer al suelo con su acostumbrada gracia.
- ¿Pasa algo?—Preguntó Kurama. -¿Te noto extraño?
-Estoy igual que siempre…-Contestó con normalidad.
-Yukina dijo que parecías triste.—Dijo el pelirrojo mirándole con fijeza. Sonrió de medio lado con aquella mirada hasta cierto grado cruel. Se cruzó de brazos.—OK, sé que no me vas a decir nada de lo que sucede si es que sucede alguna cosa… Pero quiero repetirte algo que ya sabes, soy tu amigo así que puedes contar conmigo si necesitas algo.
Hiei sintió una opresión en el pecho al escuchar las palabras de Kurama.
-Lo sé. No te pongas tan melodramático, Kitsune. Ya debo volver.—Dijo retrocediendo un par de pasos hacia la penumbra.
-Pero…
-Nos vemos la próxima vez.—Dijo desapareciendo de golpe y, esta vez, corrió hasta llegar al Makai y no se detuvo hasta estar bien seguro dentro del bosque.
Las noches en el Makai eran diferentes, ya lo sabía. Se quedó sobre el gran árbol bajo la lluvia y los rayos que cruzaban el cielo. No quiso volver con Mukuro. Se quedó allí bajo el frío porque se sentía igual que aquella noche. Estaba allí porque era su única manera de calmar lo que fuera que le molestara. Estaba confundido, agotado y triste.
Apoyó su mano en el tronco del árbol y se resbaló por él hasta quedar sentado en la rama. Por un momento llegó a pensar que nada le importaba. Que podría caerle un rayo y él ni se movería.
Amistad. Era primera vez, que la amistad le dolía tanto.
Cuando no pudo tener los ojos abiertos, se durmió.
No soñó. Y no era algo fuera de lo común. A veces, creía que era más bien algo bueno. Una forma de controlar sus miedos internos…Un poco de descanso para el alma.
Abrió los ojos con lentitud, encontrándose con el cielo casi blanco del alba demoníaca. El frío era intenso. La lluvia había dejado de caerle encima en algún momento que no llegó a ver. Miró levemente alrededor. Estaba tan cansado de todo aquello, de esa sensación que le quitaba las ganas de patearle el trasero al mundo. Estaba tan apagado, que dudaba seriamente de poder usar el Dragón Negro aún si su vida dependiera de ello.
¿Sería que sus llamas habían sido extinguidas? ¿Sería que ya no había sentido alguno que perseguir?
Había encontrado el país de las doncellas de hielo, luego a su hermana. Había pagado con su trabajo la paz con el Reikai. Parecía no haber nada más que hacer. Nada más.
La imagen de Kurama le vino a la mente causándole una punzada en el pecho. Respiró con fuerza, mientras cerraba los ojos por un instante para recuperar la fuerza de voluntad para salir de allí e ir a la fortaleza móvil de Mukuro y seguir con su trabajo.
Kurama miraba el techo de su cuarto con cierto grado de inquietud. Por primera vez se sentía bastante confundido con la reacción de Hiei. Nunca antes le había parecido tan lejano. Era como sí el youkai no quisiese que él viera alguna cosa de él.
...
Continuará
DC
CHILE 2010
