Fic basado en Hitman Katekyo Reborn
PROMESAS
Por DC
Entró a la mansión Vongola con calma. En sus labios el acostumbrado cigarro a medio consumir. Sus ojos viajaron por el pasillo hasta la base de la gran escalera que llevaba a la segundo planta, y por lo tanto, a los cuartos de los guardianes que habían aceptado vivir en ese lugar.
Sus pasos se detuvieron titubeando. Volvía de una misión de tres días y tenía la necesidad de encerrarse en su cuarto, pero tenía que cumplir con un asunto protocolar antes. Giró su cuerpo hacia el pasillo a la izquierda que lo llevaría hasta la oficina del Décimo Vongola.
Sus pasos amortiguados por la alfombra le parecieron demasiado presurosos. Pasó su mano por entre sus cabellos, en un gesto de saber si no se veía demasiado cansado. No tenía intensiones de demostrar restos de la batalla, ni menos de lo que aún pesaba sobre él.
Golpeó dos veces la puerta, sin mucha fuerza, pero lo suficiente como para ser escuchado. La voz de Tsuna invitándolo a entrar le sacó una media sonrisa tonta. A veces olvidaba que el Décimo había dejado de ser un niño al igual que él. Pero estaba en uno de esos días en que las imágenes del pasado estaban tan latentes en su cabeza, que no podía evitar encontrarse recordando y añorando el pasado, como queriendo retornar a la inocencia.
Pasó el umbral de la puerta con su arrogancia característica. Sus ojos viajaron por la habitación midiendo y cuestionando. Sus ojos terminaron en la mirada tranquila y adulta de su jefe. Saludó inclinando levemente la cabeza, el otro sonrió como cuando era niño.
-Gokudera-kun…
-¿Todo bien, Décimo?—Pregunta al notar al Guardián de la lluvia sentado en una esquina, fuera de su primera visión del lugar.
-Todo bien.—Contesta Tsuna mirándolo con seriedad. -¿Salió bien tu misión?—Preguntó mientras pasaba los ojos por él. También notó que Yamamoto se le quedaba viendo con algo de preocupación.
- Salió como estaba planeado, Décimo. Los objetivos fueron detenidos. No hubo mayores problemas.—Contesta mientras apaga su cigarrillo en uno de los ceniceros de una mesa esquinera, mientras le da la espalda a los otros dos. Respira recordándose el discurso que ha repetido desde que salió del edificio que destruyó para salvarse el trasero. "Todo está bien"
-Es bueno saberlo, Gokudera-kun. –Dice el Vongola poniéndose de pie. Gokudera gira a verlo y sabe que es el momento de salir de allí. Sonríe como en el pasado. Pasa una de sus manos por su cabello y suspira.
-Estoy algo cansado y necesito una ducha, me gustaría retirarme si no necesita nada más, Décimo.—Dice mientras retrocede un par de pasos alejándose del Vongola que ya está junto al escritorio y evita mirar a Yamamoto que se ha quedado demasiado callado para su gusto.
-Gokudera-kun…
-Mañana le traeré el informe escrito de lo que sucedió.—Se adelanta a decir, dejando a Tsuna con una pregunta en los labios. –Buenas noches.—Dice saliendo del lugar y cerrando la puerta a sus espaldas.
Cierra los ojos fuertemente mientras lleva una de sus manos a su costado derecho. Duele. Duele una mierda, pero es por su culpa. Camina rápidamente por el pasillo alfombrado hasta la escalera y sube a toda velocidad hasta llegar a su cuarto. Gira la manilla y entra cerrando con seguro. Su cuerpo da un respingo como liberándose de una carga muy pesada al verse en terreno seguro. Sus ojos se cierran con fuerza y su cuerpo se contrae hacia delante cayendo de rodillas en el piso mientras sus brazos se cruzan por sobre sus costillas apretándoselas como si aquello disminuyera la lacerante sensación que tiene de dolor. Pero fue su culpa, es lo que repite su cabeza.
Lo arrinconaron. Lo hicieron sentir temeroso. Lo llevaron al extremo y estuvo a punto de romper la promesa a Tsuna. Los explosivos en sus manos saltaron a todos lados, no le importó si terminaban con él también. Estaba allí por una misión importante, tenía que cumplirla con temeridad. Tenía que cumplir, sin importar las consecuencias… Pero en medio del humo, las llamas, los gritos y el dolor de su propio cuerpo, recordó las escenas de la pelea por los anillos y la cara de Tsuna cuando le vio salir de la humareda con más cara de muerto que de vivo. Recordó sus palabras. Y vio a Shamal diciéndole que aún no lo entendía. Estaba traicionando al Décimo. Estaba traicionando su obligación como mano derecha de mantenerse siempre a su lado.
No sabía cómo, pero se arrastró entre los muertos y escombros. No supo cuanto tiempo le llevó salir de allí y llegar a su hotel. Tampoco supo si había sido demasiado evidente para los que le vieron que no venía de hacer algo muy limpio. Pero eso ya no importaba. Estaba allí, había vuelto. Había hecho su mejor actuación. Ahora sólo tenía que calmarse y llegar hasta el baño. Elevó sus ojos a su objetivo. No estaba demasiado lejos. Alejó una de sus manos de su cuerpo y la apoyó en el suelo para ponerse de pie. Sus ojos se abrieron más al notar que estaba manchando con sangre el brillante suelo de madera. Por instinto, miró su camisa roja y vio que estaba más oscura en su abdomen.
Se puso de pie apretando sus labios para no emitir un quejido y se encaminó al baño regañándose el andar lamentándose como un debilucho.
Se sentó al borde de la bañera, se quitó el saco y empezó a desabotonar su camisa. Cuando se la quitó la arrojó a una esquina, con cansancio. Los vendajes que se había puesto antes de llegar a la mansión volvían a estar manchados de sangre. Aquella herida, mezcla de cortada y quemadura, estaba portándose rebelde. Quitó los vendajes con cuidado. Sólo esperaba que no se infectara.
Por un momento, pensó en pedirle al Ryohei algo de ayuda con el sangrado, pero quitó la idea de su cabeza. Se merecía estar sufriendo, por haber faltado a su promesa. Por haber tenido la intensión aunque fuera pasajera de dejarse morir en ese lugar. Por haber si quiera pensado en traicionar al Décimo.
Un sonido le hizo salir de sus pensamientos. Alguien llamaba a la puerta. Entrecerró los ojos mientras maldecía su mala suerte. Se quedó quieto. El sonido se repitió, acompañado esta vez por una voz.
-Décimo…-Murmuró Gokudera poniéndose en pie y cogiendo una de sus batas. Mientras se la ponía evitando emitir alguna queja de dolor se acercó a la puerta y la abrió con tranquilidad. - ¿Pasa algo, Décimo?—Preguntó con curiosidad al ver al Vongola en medio del pasillo con algo de intranquilidad. Éste al escucharle hablar se le quedó viendo con seriedad. Sin mediar palabra se adentró en el cuarto del guardián de la tormenta y se quedó quieto con la mirada en el suelo.
Hayato se golpeó mentalmente al ver la marca se su mano en el suelo, y ver los ojos del Décimo sobre él al elevar la vista.
-Estás herido.—Afirmó mientras le miraba con algo de decepción. Gokudera desvió la mirada hacia un lado y apretó los puños.
-Nada que no pueda remediar. Gajes del oficio.—Dijo con un tono despreocupado mientras caminaba hacia el baño para llevar la bañera de agua caliente.
-Mandaré a Shamal para que te revise.—Escuchó que dijo el Vongola a sus espaldas.
-No es necesario.—Dijo sin voltear.—Ya no soy un niño. Puedo cuidar de mí mismo, Décimo.
-No debí enviarte solo.—Dijo Tsuna con un tono diferente, que le recordó a una de los recuerdos de las antiguas peleas por los anillos. Se volteó con energía a verle. No pudo evitar enfurecerse al ver que el Décimo se sentía culpable de su mal manejo de la misión.
-Tsuna…-Le llamó como en pocas veces desde que se conocían.-… soy Gokudera Hayato, Guardián de la Tormenta, mano derecha del Décimo Vongola. Un asesino... No me quites valor.
-Yo…
-Estoy de vuelta. No importa que haya pasado en ese lugar. Estoy aquí.—Dijo mirándole con firmeza. Era eso mismo lo que quería evitar. Por eso había intentado engañar a la súper intuición del décimo. Bajó los ojos mientras una media sonrisa se formaba en sus labios.—Está bien, tú ganas. Pero prefiero al cabeza de césped.—Dijo volviéndole a mirar.
El Vongola afirmó pareciendo más tranquilo, mientras salía de la habitación y cerraba la puerta.
Eran las tres de la mañana y estaba sentado en su sillón frente a la ventana abierta de su habitación. Sus ojos paseaban por la oscuridad del cielo, en busca de nada. Estaba tratando de cansarse para dormir, pero aún no había logrado sacarse el recuerdo de los ojos del Décimo Vongola de encima cuando Ryohei le había dado el informe de los "daños" en su persona.
Le había pedido expresamente al cabeza de césped que se ahorrara aquello, pero no le había hecho caso. Algo de evitar esconderle información al Jefe. Y se suponía que él, Gokudera Hayato, era el más leal de los guardianes, y por lo mismo, había aprendido a filtrar la información que le pasaba a Tsuna, que según su visión se preocupaba demasiado por todo. Y a causa de aquello había quedado fuera de misiones, por lo menos, por 5 días.
No había servido de nada sus objeciones ante ello. Los ojos se Tsuna le mandaron callarse y acatar.
-Cinco días aburriéndome…-Murmuró mientras cerraba los ojos y apoyaba sus brazos en el sillón.
Día domingo por la mañana. Como siempre que estaba en la mansión, se levantó a las 6 AM. Bajó al comedor a los treinta minutos después impecablemente vestido. Aunque había dormido unas pocas horas, parecía tan normal como siempre. Se sentó en la silla a la derecha de la que ocupaba el Décimo.
A los 10 minutos, como costumbre aparecía Tsuna y un poco después, Yamamoto, Ryohei y Lambo. El décimo se le quedó viendo con algo de preocupación cuando le vio sentado esperándolos.
-Buenos días, Décimo.—Dijo con su acostumbrado tono complaciente.
-Buenos días, Gokudera-kun. –Dijo sentándose.-¿Cómo te sientes?
-Estoy bien, Décimo. No debe preocuparse. El Cabeza de césped hizo buen trabajo.—Agregó mirando al susodicho con seriedad, quien le devolvió la mirada con una sonrisa.
-De todas formas deberías descansar más.—Dijo el Vongola con aquella mirada de preocupación marca registrada que tanto evitaba ver en la cara del jefe.
-Me aburro.—Dijo mientras una sirvienta se acercaba a servirles a café a todos.
-¡Esa fue una herida extrema!—Agregó con su habitual entusiasmo Ryohei, ganándose una patada por bajo de la mesa del Guardián de la Tormenta.
Por otro lado, Lambo se mantenía concentrado en comer y Yamamoto en sonreír. O por lo menos eso creía. Ya sabía muy bien que Lambo ya no se mostraba tan infantil y por lo mismo, no se metía demasiado con él. Yamamoto, en particular, era el icono de la calma y la seguridad. Aunque su sonrisa hubiese cambiado un poco con el tiempo, ya que a veces no parecía tan resplandeciente y boba como antaño.
Todos habían crecido, incluido él… pero aún así los ojos de preocupación de Tsuna seguían provocándole esa carga. Siempre se terminaba culpando de preocupar innecesariamente al jefe. Si ya reclamaba a los demás guardianes el hacerlo… cuando era él el causante, se sentía peor. Era la mano derecha, estaba allí para apoyar no para ser un problema. Y no importara que hiciera, pareciera que siempre terminaba preocupando a la familia.
A penas era medio día y ya estaba con ganas de largarse de la mansión, aunque no supiera a donde. Por petición expresa del Vongola X, había vuelto a su cuarto a descansar. Y no había hecho más que despachar media cajetilla de cigarros y pasearse como león enjaulado por su cuarto.
Estaba volviéndose loco.
...
CONTINUARÁ...
DC
CHILE 2010
