Era una ciudad común, una noche normal, una típica pareja. Lo inusual era algo lejano a la realidad. Sin embargo algo cambió.

Él dormía, esperándola que llegara como cada noche. Pero se despertó, pestañeando molesto por una luz. "Apágala amor"- él le dijo entre susurros perezosos.

Al no obtener respuesta de ella, abrió definitivamente sus párpados y se sentó en la cama, refregándose los ojos. Y la vio. Apoyada en el marco de la puerta con el rostro inexpresivo; simplemente observándolo.

Él sólo sonrió.

-Ven acá princesa- abrió las sábanas y le ofreció un lugar junto a él. La chica caminó hasta su cama y se acomodó junto a él, sin cambiar la inexpresividad de su rostro. -¿Y el pijama? - él preguntó confundido.

Ella no le respondió, y simplemente se dejó abrazar por el hombre que era su razón de ser.

-¿Me amas? - ella susurró en su cuello.

-Si mi amor...- el adormilado chico besó sus cabellos.

-Por favor, despierta. - la chica se desesperó al oírlo casi dormido. - Quédate un poco más conmigo.

Él suspiró y se quitó el sueño, acomodándose para quedar viéndola frente a frente. No pudo evitar sonreírle y acariciar su mejilla. Nadie tenía idea de cuan vital era esa chica en su vida.

-Es tarde corazón. - él se percató del reloj. Eran las 3:34 am.

-¿Siempre me querrás? - la tristeza se apoderó del rostro de ella.

-Siempre te amaré - él la animó y besó su frente, atrayéndola a su regazo.

-Tengo miedo...- ella susurró en su pecho.

-¿Miedo de qué? Estás conmigo, y nunca te dejaré sola.

-Lo se... Y yo nunca te dejaré. Siempre estaré a tu lado, incluso cuando no lo parezca.

El confundido chico no quiso redondear en la frase ya que pensó que sólo estaba cansada. Simplemente la abrazó más fuerte y la cubrió con las sábanas.

-Incondicionalmente. No importa lo que pase, siempre tendrás a alguien aquí para tí.

-Lo se amor. Lo se. - pero el sueño era más grande y el chico se rindió.

Inhaló profundamente el dulce aroma que emanaba del cabello de su princesa y durmió, esperando soñarla para no perderse un segundo de ella.

En la mañana siguiente, el sol se asomó por la ventana, despertándolo. Se estiró, bostezó y giró su cuerpo para darle los buenos días a la niña de sus sueños. Pero ella ya no estaba.

Tocó la almohada sonriendo, extrañado de que ella no estuviera.

-¿Amor? - él se levantó y caminó hasta el baño. Al no verla, siguió hasta el pasillo, el escritorio. Bajó al living, la cocina, pero nada. Ni una nota. No era normal en ella, y él se desesperó.

Tenía un mal presentimiento o como sea lo que se llame esa molestia justo ahí, en medio del pecho, clavado en el corazón. Su respiración no le ayudaba en nada. Hasta que el timbre sonó.

Corrió desde su locación a abrir la puerta, esperando encontrarla a ella, a su niña, a su vida. Quería saber que todo estaba bien. Era todo. Pero no era ella.

-¿Mamá?

La mujer lo miró compasivamente y entró en la casa sin esperar un saludo. Su hijo, confundido, cerró la puerta y la siguió hasta el living donde ella tomó asiento.

-¿Qué hace tan temprano acá mamá? - frunció el ceño.

Pero ella guardó silencio. Sepulcral y tormentoso silencio. Bajó la mirada, buscando las palabras exactas.

-¡Mamá!

-Anoche... Anoche la encontraron a las 10:30 pm. Fue un accidente...Rosalie falleció. Lo siento tanto Emmett.