Disclaimer: Shugo Chara no me pertenece. La historia algo -retorcida- extraña sí.
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Miss Murderess
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Se puso de pie, cuidando mantener la elegancia que tanto la caracterizaba. En su mano derecha mantenía sujeta una cuchilla y la izquierda se encargaba de tomar del cabello a esa escoria. Usando su descomunal fuerza, la mujer acercó el rostro del hombre a su pecho, para dirigirse a su cuello con el frío metal afilado.
Hizo un ligero movimiento y de un momento a otro, el monótono metal era cobijado por un manto rojo que goteaba. Sonrió, centrando el brillo siniestro y a la vez tan hermoso de sus ojos, en la sustancia que arropaba su cuchilla favorita.
Dejó caer el cuerpo al suelo y se concentro en lo que más le importaba en ese momento.
Acercó el objeto a su rostro y sacando su lengua, lamió el espeso líquido.
Sangre, hermosa sangre...
Su sonrisa se volvió más grande y se encaminó fuera del callejón, lamiendo su objeto favorito como si de una paleta dulce se tratase.
—Dmitry-sama— murmuró por teléfono, al tiempo que el cierre de su chaqueta negra era bajado por sus finos dedos.
—Oh, Amu-chan ¿qué tal?¿tienes algo que decirme?— contestó una alegre voz a través de la línea.
La chica asintió a pesar de que él no la vería. Seguido de un suave gruñido de garganta, que le afirmaría sus preguntas.
—Interesnyy— rió él con tono emocionado —. Cuéntame por favor, pequeña Amu-chan—.
Ella volvió a hacer el mismo ruido y procedió.
—He acabado con "La Bestia"— murmuró con voz monótona.
El hombre detrás del teléfono soltó una larga carcajada, mientras, Amu esperó a que terminara su momento.
—Perdona mis modeles, linda. Pero es que no creo que haya sido tan bestia si ha sido eliminado por una hermosa dama—.
De nuevo el mismo gruñido, esta vez seguido por un "Toda la razón, Dmitry-sama".
—Entonces, ¿cómo estás tú?— preguntó aparentemente interesado.
—Bien, con ganas de otro trabajo— respondió sin las aparentes ganas que de las que había hablado.
La risa de Dmitry inundó los oídos de Amu, mientras ésta se deshacía de sus botas con tacón.
—Perfecto, porque tengo un trabajo más para ti, querida— replicó alegremente.
—Dígame usted—.
—¡Así me gusta!—aprobó —. Verás Amu-chan, hace unas semanas un tipo feo y rudo ha estado molestando a mi persona. ¿Podrías hablar personalmente con él?— pidió imitando la voz de un pequeño niño mimado.
—Sus deseos son ordenes, Dmitry-sama— contestó.
—¡Qué linda! Por eso te amo tanto, Amu-chan— rió —. Entonces, me mantienes informado, bye bye, linda Mu— se despidió con voz cantadita.
Amu miró el teléfono por un momento luego de que Dmitry colgara. Soltó un suspiro imperceptible ante el apodo del hombre que había requerido de sus servicios.
No podía quejarse, le favorecía estar del lado de "La suerte negra", que era como se hacía llamar.
Por lo menos no usaba algo ridículo y vergonzoso como "La Bestia".
Lanzó el móvil a su cama y se sentó en ella para desprenderse de los pantalones negros que cubrían sus piernas. Hizo de su cabello una cola de caballo, usando un simple elástico de color.
Y al bajar sus brazos, sintió la vibración que había sido emitida por su celular, pero cuando lo fue a tomar en ese mismo instante, sonó algo desconocido para ella.
"Linda Mu, Linda Mu. Hermosa como ella, irresistible con su néctar preferido. Nadie se podría resistir, a tus grandes encantos y por eso este tonto, ¡te ama tanto!"
¿Cuándo Dmitry-sama había puesto ese tono?
Ignoró la llegada de esa entonación, cantada por el mismo Dmitry haciendo referencia a ella.
Vio la pantalla y en ella un recuadro le informaba.
Tienes un (1) nuevo mensaje
Le dio a el sobrecito amarillento en la pantalla y éste automáticamente se abrió.
En él, millones de emoticonos de caritas adornaban la primera parte. Eso era común de Dmitry-sama. Cada vez que le enviaba un mensaje con el nombre de su próximo trabajo, no era capaz de dejar atrás los montones de emoticonos.
Bajo sin prestarle atención y se fijó en las dos palabras que adornaban el centro del mensaje. Sabiendo que más abajo definitivamente no estaba más saludable que el principio.
Aruto Tsukiyomi
Sonrió ligeramente.
¿Qué podría haberle hecho un violinista a Dmitry-sama?
