CAPITULO 1: EL LADRON

¡Oh! ¡la moda! tan caprichosa y pasajera, tan hermosa y siempre versátil, tan distintiva y única. La moda, ese ser intangible y único, ese ideal creado por el ser humado para el ser humano. Ser caprichoso y pasajero, ser versátil y rebelde que decide y marca tendencias. En un momento, todos caemos ante ella, llegandola a amar u odiar pero nunca a evitarla, ella nos señala un estilo mas no nos impone una preferencia, refleja nuestra personalidad e incluso como vemos al amor, la vida, la sociedad y al mundo.

Santuarios dedicados a ella existen en todo el planeta tierra, países que la representan igual y entre ellos, no hay mejor representante –luego de Italia claro esta- que ¡Francia!. La bella Francia, tierra del amor, las artes ¡los vinos! Y el romance. Picardie, una de las regiones más cercanas al centro de dicho país, no se caracteriza principalmente por este arte pero tiene a sus alrededores lugares que lo proveen para dicho oficio.

Y, en la capital de Picardie, en la zona mas exclusiva de la ciudad, en una de las tantas y tantas calles dedicadas al arte del bien vestir, existe una boutique de grandes ventanales y elegantes cortinas de encaje. El aire que emana dicho lugar es tan sensual pero inocente que es irresistible no mirarlo. Tras los ventanales, se pueden ver dos maniquíes colocados de forma coqueta en una especie de escenografía ambientada en una escena de café. Las dos maniquíes vistiendo elegantes conjuntos de la temporada que estaba en su apogeo: la temporada primavera-verano. Colores claros pero juveniles, faldas cortas con pesqueros, blusas de tirantes y sacos de mangas tres cuartos perfectamente planchados y almidonados acompañados de versátiles accesorios como un bolso de mano o un collar de habas pintada y granos de café.

Detrás de las maniquís, se veían los conjuntos que dicha boutique manejaba. Todo en esa tienda era exclusivo, nada copiado y la persona de tan gran talento para dichos diseños era más ni menos que el propietario, Francis Bonnefoy, un joven de veintidós años en su haber y con un prometedor futuro por delante. Más que diseñador de modas, era un hombre con porte de modelo y carácter amistoso y hasta cierto punto coqueto. No había mujer ni mucho menos hombre que se le resistiera ante el encanto natural que poseía y a pesar de ser el clásico rubio de ojos azules, el solo verlo impresionaba a cualquiera.

Francis, hijo de madre soltera dedicada al corte y la confección, desde los dieciocho años se abrió paso en el mundo de la moda siendo apenas un remedo de diseñador, supo jugar bien sus cartas y helo aquí, trabajando en una zona exclusiva, siendo dueño de su propio negocio, un edificio de dos pisos de apariencia un tanto barroca. Y a pesar de sus grandes triunfos laborales y la casi perfecta vida que llevaba, carecía de vida amorosa porque así como en la moda, los hombres que llegaban a su vida se iban de igual forma que una temporada se va. No había hombre que durara más de una temporada y no había temporada donde no le llegaran hombres tan versátiles y únicos que darían envidia a cualquier dama –o caballero- que estuviera al tanto de ello.

Y esta temporada no era la excepción, Bonnefoy estaba disfrutando de ver como dos hombres diferentes lo trataban de conquistar. El primero, Pierre, un hombre castaño claro oji marrón tres años mayor que él, subgerente de una empresa llantera de renombre en el país y el segundo, Mark, un neurocirujano del hospital de alta especialidad de la ciudad, de adorable sonrisa y lindos ojos miel. Sabiendo que no podía contra el destino ni la suerte, aceptaba las galanterías de ambos así como las invitaciones a cenar y los regalos modestos.

Elizavetha, ex compañera de clase y amiga incondicional, columnista de la sección de sociales y artes en un periódico local, se había convertido en su confidente, en la portadora de su secreto y conocedora de la "desgracia" que le perseguía y esa tarde no era la excepción a dicho titulo puesto que con taza de café con leche en mano y la otra al aire, se reía de la suerte del diseñador -ya deberías decirles que no los vas aceptar- insistió, sorbiendo un poco del brebaje.

-créeme que lo he intentado pero ¡no se van!- contestó mientras comía una de las galletas en forma de estrella que había preparado por la mañana –soy amable pero ellos lo interpretan como amor y NO ESTOY ENAMORADO DE ELLOS-

-bueno, no pareciera eso, siempre haces tiempo para atenderlos y pocas veces te niegas a salir a cenar cuando te lo proponen-

-¡claro que acepto! ¡son mis amigos! Que ellos crean otra cosa es diferente-

La castaña no tenia idea de como hacer entender a su amigo respecto a la forma en que se comportaba, era claro que el tipo coqueteaba con ellos sin saberlo pero aunque se lo dijera a la cara él no lo entendería de esa forma. Suspiró cansada –haz lo que quieras entonces, total, en un par de meses termina la temporada y ellos se irán- comentó, zanjando la conversación.

Mas tarde ese día, a las siete y media de la noche, la hora del cierre para ser precisos. Francis se encontraba tras el mostrador sacando cuentas. Su calculadora repiqueteaba cada vez que presionaba un número y con su mano disponible iba acomodando cada recibo de pago expedido a lo largo del día. Concentrado se encontraba en la labor que no notó cuando la puerta era abierta y tras esta, la silueta de un joven que se internaba al local.

Cuando terminó de capturar el último recibo de pago y apuntó en una hoja blanca la cantidad de dinero que debería de haber en la caja, levantó su vista, topándose con un par de hermosos, profundos y misteriosos ojos color esmeralda. Frente a él, un joven de piel pálida y ropas viejas y llenas de hoyos lo veía con nerviosismo y de inmediato se alabó por el efecto tan grande que tenia incluso en los jóvenes "oh Francis, eres un picaron asalta cunas" se dijo mentalmente, concluyendo que el chico no tendría mas de dieciséis -¿se te ofrece algo?- se animó a decir con una ligera sonrisa.

-u-un a-as-asalto- respondió el desconocido.

El francés creyó escuchar mal al otro y levantó su ceja -¿un qué?- preguntó.

-¡esto es un asalto! ¡Levanta las manos!- gritó el chico quien lucia demasiado temeroso a pesar de ser el atacante -¡dame todo el efectivo que tengas!- ordenó, apuntando su arma hacia el otro.

A pesar de estar asustado, miró fijamente al oji verde y sobre todo, al arma que este portaba, notando de inmediato como algo liquido brotaba de ella y siguiendo sus instintos, le arrebató al otro sin problema alguno el arma, apuntándola hacia el ahora desarmado sujeto, sintiendo de paso como ese liquido le mojaba las mangas de su chaleco aterciopelado y jalando el gatillo con prisa –ya veo, de agua- dijo sorprendido, era la primera vez que lo intentaban asaltar con un arma de juguete.

-¿Qué esperas? Llama a la policía- ordenó el ladrón, ignorando la posición en la que se encontraba.

-non, non- negó el oji azul al tiempo que giraba el arma de juguete en su dedo índice –antes de eso quiero que me respondas a unas preguntas- dijo, a decir verdad, ese sujeto le llamaba mucho la atención, no solo por esas cejas tan grandes que tenia sino también porque parecía ser un inexperto en el arte del robo a mano armada.

El oji verde sabiendo que no tenia nada que perder, hizo un ademan con la mano como signo de aprobación.

-¿es tu primer robo?-

-si-

-¿Por qué intentaste robarme? ¿Tenias deudas que pagar acaso? ¿o necesitabas para tu droga quizás?-

-se equivoca, era por hambruna, llevo días sin probar bocado alguno-

-¿vives en la calle?-

-hace seis meses que empecé a vivir en ella señor-

-Francis, llámame Francis, señor es… ¡para señores!- le corrigió –se puede saber porque vives en la calle-

-me corrieron de casa-

-¿Por qué?-

-es un secreto-

-¿estudias?-

-solo llegue a terminar el primer semestre de la universidad-

-¡espera! ¿Primer semestre?- dijo confuso Francis, el chico era mas grande de lo que aparentaba -¿Cuántos años tienes entonces?-

-diecinueve-

-¿has trabajado alguna vez en tu vida?-

-¿A qué viene esa pregunta?-

-tu solo contesta SI o NO-

-solía apoyar por las tardes en el negocio familiar-

-perfecto-

-¿Qué es perfecto?-

El oji verde guardó unos segundos de silencio, meditando las respuestas del chico, concluyendo que realmente no era malo, solo una persona con necesidad –por ultimo, ¿Cuál es tu nombre?-

-Arthur, Arthur Kirkland-

-Bien Arthur Kirkland, mucho gusto, soy Francis Bonnefoy y a partir de hoy estas contratado como mi asistente- enunció, apuntando los datos del chico en el reverso de la hoja en blanco que había usado para apuntar las ganancias del día.

El inexperto ladrón se sorprendió ante el anuncio, esperaba ser reprimido y mandado a prisión pero no el ser contratado por el que seguramente era el propietario del lugar al que intentó asaltar –p-pero- intentó objetar pero el oji azul posó un dedo sobre sus labios, impidiéndole decir mas.

-no te pagare la gran cosa, al menos por el momento- comunicó Francis –pero a cambio te dejaré vivir en mi estudio y te daré las tres comidas del día- propuso –ahora sígueme, te enseñare tu nuevo hogar-

Los dos subieron por las escaleras, estas crujían y resonaban a cada paso que daban. El oji azul abrió la puerta de su estudio y Arthur vio maravillado el lugar, no era como se lo imaginaba (un lugar desordenado y con tela desparramada por todo el piso), es mas, era mucho mejor. Prácticamente era un segundo piso donde se podía ver al fondo una gran mesa rectangular llena de reglas y moldes, tras la mesa, varios tubos con telas de diferentes patrones y colores; en la esquina contraria había un estante con listones y un escritorio con libretas abiertas llenas de diseños hechos a lápiz. En el centro del lugar, cinco maniquís se encontraban posicionados y con un poco de tela sobre ellos en lo que parecía ser el inicio de una serie de vestidos de noche. A la derecha del lugar, una división donde podía verse claramente el intento de una cocina equipada con un frigo bar, una mini estufa, un horno de micro ondas y varios sartenes, cucharas, vasos y platos. Alado de la división, se encontraba una gran ventaba con vista al lado oeste de la ciudad, el lado mas bello de todos dirían muchos y frente a esta, una colchoneta algo vieja pero funcional aun.

-aquí dormirás- dijo el francés, mostrándole la colchoneta –no es lo mas cómodo del mundo pero es lo único que tengo- argumentó, caminando hacia la cocina –¿quieres que te prepare algo de comer?- preguntó.

Arthur se sintió conmovido ante noble gesto pero se abstuvo de llorar y en cambio, arrugó el entrecejo, dándole la apariencia de estar enojado –s-si- dijo algo apenado.

Francis observó la mueca del chico, entendiendo que era del tipo de personas que le costaba demostrar sus sentimientos, no obstante, intuyó que se trataba de una buena persona y no un ladrón como aparento ser.

Cenaron juntos, hablaron un poco y rieron mucho. A las nueve de la noche, Bonnefoy se despidió del chico, comentándole que ellos abrían a las nueve de la mañana y preguntándole si no deseaba que le trajera algo en especial pero este no respondió, estaba demasiado cohibido ante tanto gesto de amabilidad –entonces que descanses y… bienvenido a Madam Bobary-


Hola hola~ Despues de meses de descanso, aqui les traigo mi nueva historia, algo totalmente diferente a la anterior (A de Amor y F de Fracaso) pero igual de interesante. Esta vez no pienso extenderme mucho, me he fijado un plazo de 10 capitulos como maximo e intentare mejorar la calidad narrativa. Como ven, este es mi primer capitulo (el beta) y si aceptan la histora, la continuare actualizando. Por favor, dejen comentario si quieren que la continue. Gracias de antemano haberse animado a leerla :D. El personaje de Arthur esta basado en la pareja de mi mejor amigo y algunas caracteristicas de Francis estan basadas en mi mejor amigo por supuesto aunque claro, la historia es producto de mi imaginacion :).

La posible proxima actualizacion: Marzo 31