Capítulo 1: Moño y Cejas.
Con los años todos habían cambiado. Nada era igual que en cuarto grado, y, sin embargo, ese mismo grupo de la PS 118 insistía con seguir pegado, como goma de mascar en un día caluroso. Sid seguía obsesionado con las ranas, Rhonda era igual de chismosa que siempre, Gerald seguía siendo el mejor en contar historia, y, en fin, seguía relativamente igual, pero con pequeñas diferencias que hacían todo más divertido.
Sutilezas, pequeñeces, ñoñerías.
Esas que durante su infancia no sabían usar y que ahora, más grandes y adolescentes habían descubierto y servido a la hora de enfrentar sus problemas. Como Harold, que aunque le seguía molesto que Patty fuera más fuerte que él, ya no la insultaba por eso; Callaba y se guardaba sus machistas pensamientos dentro de su cabeza.
Incluso Arnold, que siempre fue el más maduro, pudo aprender un poco de este nuevo descubrimiento: Seguía siendo insoportablemente bueno, pero siempre en la medida en la que el otro quisiera ser ayudado, en vez de presionarlo a dejarse ayudar, como solía hacer cuando tenía 9 años.
Ultimo año de secundaria, ya tenían 17 años, y sin embargo seguía habiendo algo fuera de lugar.
Y por supuesto que era Helga.
Resultaba bastante extremista pensar que de no ser por las insistentes criticar de Rhonda, por fin la rubia se había dignado a cambiar su tan chillón vestido rosa recién cuando cumplió los 16 años. Pero el cambio no fue drástico, en más, no sorprendió a nadie. Rhonda se sentido indignada, y se prometió que para su próximo cumpleaños pediría de regalo que Helga tuviese un poco de sentido de la moda. Porque… ¿Era enserio? ¿Jeans viejos, zapatillas desgastadas, y un polero que era… oh, casualidad, igual que su antiguo vestido?
Por lo mismo esa mañana en particular fue la más sorprendente de todas.
Nadie se lo espero. Era de conocimiento general que Helga muchas veces fue más masculina que otros hombres y que si había algo que la caracterizaba era eso: Su brutalidad, su fuerza impropia de una señorita, su actitud cerda y vulgar. Y si le preguntaran a alguien ¿Crees que Pataki es linda? La respuesta siempre iba desde "No. ¿Pero qué dices, viejo?" o algunos más compasivos que decían "Bueno, algo debe de tener."
Pero lo cierto era que ella no es fea. Es delgada, y es rubia, y tiene los ojos azules. Empero, había algo raro en ella que contradecía esas cualidad que se supone, tenían que hacerla increíblemente ardiente. Como solía decir Brainy, el único loco que aun tenia ojos para ella.
El murmullo se hizo escuchar en el comedor cuando ella entro –Atrasada, había perdido el primer periodo de clases- y camino hasta quedar en la mesa donde iban las chicas, justo al lado de Phoebe.
El cambio fue simple, algo que cualquier chica pudo hacer y que, sin embargo, no la haría ver diferente para nada. Pero recordemos que Helga no es cualquier chica.
Nadie se atrevió a hablar tampoco, por que reconocían esa mueca de mal humor que daba el augurio de que la tormenta se acercaba. Incluso Stinky, el más torpe de todos entendió la señal que emitía ese silencio y la sorpresa contenida de sus compañeros. No decir nada, no opinar nada, fingir que no te das cuenta. Esa era la solución, y quizá, con un poco de suerte, Helga no explotaría.
Pero también existe esa gente bien intencionada: Como Arnold, por ejemplo. Que sin un gramo de hipocresía halagaba a alguien cuando veía un logro o cambio en las personas.
-Que linda te ves hoy, Helga. –Su voz era calma y amable, y sus labios se curvaron en una sonrisa amigable, una sonrisa marca Shortman.
Todo fue producto de una conspiración de su hermana que, mientras ella miraba las luchas, decidió que sería una superfantabulosaidea quitar toda su ropa y botarla y poner ropa nueva y a su elección. Y Helga, por supuesto, había enfurecido. ¿Pero qué rayos? Se tuvo que auto convencer que aún tenía algo de su estilo, y pese a que no se lo dijo a su hermana, agradeció que lo hiciera: Porque hacer un cambio en su vida ella sola no lo hubiera logrado. Es esa clase de personas que hay que obligar siempre a hacer las cosas.
Pero la transformación no radicaba ahí. Si Helga hubiese llegado con esos jeans que a diferencia de los otros no le quedaban grandes y se apretaban a sus piernas, esas zapatillas de lona nuevas, y esa camiseta morada, entonces, tal vez, la imagen no sería tan impactante.
Pero sus cejas, oh, sus benditas cejas. ¿Lo leyeron bien? Si, sus cejas. Dos cejas, separadas y perfectamente depiladas que se alzaban sobre sus grandes ojos. ¿Qué clase de truco se tuvo que usar para que Pataki aceptara que tocaran su tan amada uní ceja? Seguramente nadie nunca lo sabrá. Pero ya jamás subestimaran a Olga, oh no, después de todo ella también era una Pataki, una mujer de armas tomar.
-Deja de molestarme, Cabeza de balón.-
-No trataba de molestarte, Helga.-
-Sí, claro, Arnoldo, seguro viniste a representar a esta banda de zopencos que no dejan de mirarnos.-
Y Arnold tuvo que mirar su alrededor para confirmar que efectivamente nadie apartaba la mirada de ellos, a pesar de saberse descubiertos.
-Te lo dije. ¿Vez? Ahora apártate, bobo.-
-¿Sabes, Helga? Si cambiaste tu forma de vestir, deberías re plantear cambiar tu actitud, también.-
-¿Insinúas algo, Pelos de chicle?-Siseo, con voz amenazante.
-No, claro que no. Solo trataba de ser amable, y tú me atacas, eso trato de decir.-
-Eres un zopenco llorón, Arnoldo.-
El chico suspiro, resignado, porque sabía que la rutina nunca podría cambiar entre ellos. Te doy un cumplido, me insultas, me disculpo, me insultas. Lo típico, lo normal. Lo que, a pesar de todo, daba un gusto diferente a los días de Arnold y que solo a veces extrañaba en esos días en los que Helga llegaba sin humor de ser brabucona.
-Me alegra ver que conservas tu moño rosa. Siempre me ha gustado como se ve el rosa en ti. –Y se inclinó, viendo de cerca como el cabello de Helga seguía en dos coletas, y adornado por ese moño que con los años, parecía sin desgastar.
-¿Te sigues burlando?-Ataco, nuevamente, pero esta vez con un leve rubor en sus mejillas que no pasó desapercibido para nadie. Nadine y Rhonda contuvieron sus exclamaciones de felicidad. ¡Oh dios mío, este será un notición! Phoebe se cubrió los ojos, olvidando, antes de que su mejor amiga le pidiera el favor. Gerald, en la mesa continua anoto mentalmente cada detalle, esa sería la nueva leyenda de Hillwood. Y Arnold, desgraciado, sonrió complacido. Porque con 17 años ya los malos tratos de la rubia no servirían para cubrir lo que era obvio para todos, incluso para él.
-Solo digo que me gusta cómo te veías antes y como te ves ahora, Helga.-
Después de eso, la noticia de la semana paso de Helga es realmente bonita a ¿Dices que Helga se ha pintado con plumón la uni ceja?
