Disclaimer:Harry Potter y su mundo pertenecen a J.K. Rowling y Warner Brothers. No se infligen los derechos de copyright de forma intencionada.

Este fic participa en el Mini reto: "El Calcetín de Dobby" del foro Las cuatro casas.


Culpas repartidas.

By White Aconite.

A diferencia del decir popular, la primera amistad que Draco tuvo no fue la de Goyle o Crabbe.

Hubo alguien más en su tierna infancia que estuvo presente en su crecer cuidándolo más de lo que lo obligaba el deber, pese a que sus padres hacían de todo para el pequeño Malfoy dejara de referírsele como un "alguien" en lugar de un "algo".

Quizá porque esos enormes ojos le veían desde sus días de cuna, Draco estimaba a Dobby pues le hacía sentirse menos solo en esa enorme mansión.

Draco era malcriado, producto de ser hijo único, por ello siempre gustaba salirse con la suya ayudado por Dobby quien, a pesar de contradecir las órdenes de Lucius, terminaba por decantarse por el menor y sus caprichos.

—Pero el amito no debería comer galletas o el amo Lucius se molestará con el amito —indicó Dobby mientras revolvía sus manos inquietas. Sabía que el Malfoy mayor estaba en una de esas "reuniones" y, tras éstas, cualquier pretexto servía para encolerizarlo.

—No se enojará conmigo —refutó el menor quien sostenía el tarro de porcelana dirigiéndose hacia su cuarto para saborear las obleas.

Tan entusiasmado estaba que no se percató del pliego elevado del tapete que le hizo tropezar y perder su galardón escaleras abajo, desparramándose en un desastre de migajas y trozos de porcelana.

La decepción fue el último de los pensamientos en el rubio, siendo el temor el que ganara en su corazón al descubrir una cabellera rubia aparecer por el vestíbulo.

— ¿Quién hizo esto?

No era la primera vez que su padre le reprendía, sin embargo esta ocasión era diferente. La mirada de su padre destilaba más que desaprobación: hostilidad, ira, indignación… la joven mente de Draco no supo catalogarlo como peligro.

Ver a su padre así hizo que sus pies se pegaran al piso pese a que su mente le indicaba que corriera a esconderse, siendo presa de fuertes escalofríos.

—Fui yo amo —salió en defensa del niño —. Dobby pensó que el amito le gustar…

Si no terminó fue porque el bastón que usaba el patriarca encontró refugio en el minúsculo cuerpo de la criatura. El horrible espectáculo hizo funcionar la mente del menor quien solo pudo correr lejos para ponerse a salvo pese a que su corazón le suplicaba regresar para detener a su padre.

Buscó refugio en su cama y lloró amargadamente por su traición.

El sueño le dio alivio momentáneo hasta que una suave caricia en su frente le despertó.

— ¿Dobby?

—Oh, Dobby no quiso despertar al amito, pero si no se tapa se resfriará —en la oscuridad, las vendas no pasaron desapercibidas.

Ese era su amigo, anteponiéndolo ante todo pese a que él no podía hacer lo mismo.

Cobarde, se recriminó.

— ¿Amito? —Pregunto perplejo tras ser abrazado —¿Está llorando?

—No —negó pese a no ser convincente con sus gimoteos —. Estoy sudando.

La culpa fue de ambos: Dobby por no reprocharle nada y Draco por ser un egoísta.

Pero en realidad, Draco adoraba a su elfo.