"¿Necesitas ayuda?" La castaña no levantó la vista, y tampoco contestó. Se limitó a sacudir la cabeza y secarse una lágrima con el dorso de su mano embarrada. "Esto se ve mal" volvió a hablar la voz, haciendo referencia a la rodilla ensangrentada de la muchacha.
La muchacha quería que ese hombre se fuera. Demasiado tenía ya con estar pasando tanta vergüenza. No necesitaba que nadie se riera todavía más de ella.
"Necesitas vendarlo" Volvió a murmurar el hombre acuclillado frente a ella, y Bella se dignó por fin a levantar la mirada. Un par de preciosos ojos verdes la miraron de vuelta, y sintió el aire atascado en la garganta.
"Estoy bien" Se las arregló para decir, sin despegar la mirada de la de aquel hombre.
Él volvió a echarle una ojeada a su herida. "Tu rodilla no piensa lo mismo" comentó algo burlón, y Bella frunció el ceño, ofendida.
"Vete de aquí. Puedo arreglármelas sola" Respondió, arrimándose todavía más al viejo roble que tenía a sus espaldas.
Edward la miró unos segundos, sintiendo su corazón ablandarse dentro del pecho. Su cabello estaba alborotado debido a la reciente caída, sus enormes ojos marrones lo miraban llenos de lágrimas, pero aún así enfadados, y sus mejillas estaban sonrosadas, surcadas por lágrimas y algo manchadas de tierra. Parecía tan frágil. Tan pequeña, allí frente a él, echa un ovillo.
"Lo siento. No pretendía ofenderte" Intentó calmarla. "Sólo quiero ayudarte. ¿Te duele?"
Bella asintió, mientras seguía con su mirada a una gruesa gota de sangre, que escapaba de la herida y rodaba por su pierna hasta internarse en su tennis. Bella torció el gesto. Qué asco.
Edward sonrió, sacó un inmaculado pañuelo de papel de su delantal, y limpió el rastro de sangre con lentitud.
Bella se estremeció, siguiendo con la mirada la mano de Edward, que se detuvo antes de llegar a la herida.
"¿Te da miedo la sangre?" Preguntó, intentando distraerla al ver su pálido rostro.
"Su olor me marea" Edward consideró si sería oportuno resaltar que los humanos no podían realmente sentir el olor de la sangre, pero decidió que lo mejor sería obviarlo.
"Déjame curarte." Susurró, y a Bella se le estrujó el corazón. Las palabras habían sonado demasiado íntimas, demasiado tierna para un par de extraños.
"¿Cómo?" Preguntó, elevando la mirada hacia él otra vez, y Edward tuvo la sensación de que repentinamente habían dejado de hablar de la herida. Antes de que el cobrizo pudiera contestar, Bella volvió a sacudir la cabeza. "Estaré bien, en serio".
"Sólo serán unos minutos" Insistió el cobrizo. No tenía intención de abandonar a aquella muchachita allí, sola, lastimada y bañada en lágrimas en medio de un parque. "¿Ves ese edificio blanco de allí?" Bella siguió la dirección de su mano, y asintió. "Es el hospital en el que trabajo".
"¿Eres médico?" Preguntó, reparando por primera vez en su delantal blanco como la nieve.
"Pediatra." Respondió el cobrizo con una sonrisa de lado. "Si me dejas llevarte hasta allí, te vendaré la herida, y asunto resuelto."
Bella se debatió, mirando alternativamente la herida y al hombre que tenía en frente. Podría quedarse allí, regodeándose en su torpeza y dolor, o dejar que aquel sexi doctor la curara.
Finalmente, hizo lo que cualquier chica en su sano juicio haría, e intentó ponerse de pie.
No tuvo mucho éxito, y Edward se levantó de un salto para extender un brazo hacia ella.
Ignorando la corriente eléctrica que la recorrió en cuanto tomó su mano, Bella se levantó del suelo intentando apoyar todo su peso en sólo un pie.
"¿Puedes caminar?" Edward rodeó su cintura con un brazo, haciendo que la castaña se apoyara casi en su totalidad sobre su musculoso cuerpo. Sonrió al notar la gran diferencia de tamaños.
"Claro que puedo" Murmuró ella, terca. "Me raspé, no me amputé la pierna".
Edward soltó una carcajada que a Bella le pareció hermosa, y siguió caminando con ella hasta llegar a la avenida.
"Permiso" Antes de que Bella pudiera preguntar por qué pedía permiso, Edward se agachó y la tomó en brazos como una novia. La castaña tardó un par de segundos en recobrar el aliento.
"¿¡Qué haces!?" Intentó con todas sus fuerzas ignorar la cálida sensación que la llenó por dentro, y se revolvió entre sus brazos.
"Quédate quieta o te cargaré sobre mi hombro. Y créeme, eso sí que será vergonzoso" Bella dejó de revolverse inmediatamente, pero lo siguió fulminando con la mirada.
"Te dije que sí podía caminar".
"Puedes caminar, pero lo haces extremadamente lento. La señal se hubiera vuelto roja de vuelta antes de que hubiéramos llegado a la acera" se burlo, y Bella refunfuñó como una niña, haciéndolo reír. "Señorita…" Edward la depositó en la puerta del hospital, y volvió a rodear su cintura con un brazo, guiándola dentro.
Bella intentó girar hacia la derecha a la vez que él giraba a la izquierda, y ambos se miraron contrariados.
"Urgencias está para allá" Protestó la castaña.
"Pero pediatría está para allá".
"¿Pediatría?" Bella frunció el entrecejo, pero Edward no la dejó seguir refutando y la guió hacia la izquierda.
"Te dije que soy pediatra. Iremos a mi consultorio y te vendaré."
"Oh… Pensé que me dejarías en Urgencias".
"No." Respondió con simpleza, para luego hacerla ingresar en una puerta cuyo cartel rezaba 'Dr. Cullen. Pediatra'.
"¿Cullen?"
"Edward. Edward Cullen" Respondió mientras la tomaba en brazos de nuevo, pero esta vez para sentarla sobre la camilla. El papel crujió bajo su peso y Bella lo observó tomar un papel del escritorio. "¿Y el nombre de la señorita es…?"
Bella no pudo evitar sonreír ante el tono de voz empleado por Edward. Realmente, parecía un pediatra atendiendo a una niña pequeña.
"Swan. Isabella Swan".
"Isabella…" Susurró mientras escribía su nombre en la ficha, con una caligrafía perfecta, no muy usual en un médico, y Bella decidió que adoraba cómo sonaba su nombre en los labios de Edward Cullen. "Entonces, ¿La señorita Isabella está muy acostumbrada a este tipo de golpes?" Preguntó tomando un par de materiales con eficiencia.
"Deja de hablarme como si tuviera tres años" Murmuró Bella divertida.
Edward se giró sorprendido, y luego una sonrisa se dibujó en sus labios.
"Lo siento, es la costumbre" Respondió, acercándose a ella con un paquete de gasas, cinta y unos frasquitos de líquido que a Bella no le gustaron nada.
"Sí, la señorita Isabella está muy acostumbrada a este tipo de golpes" Respondió mientras Edward desgarraba el sobre de las gasas.
El cobrizo levantó la mirada, divertido.
"¿De verdad?" Bella se encogió de hombros, avergonzada.
"Soy bastante torpe." Se limitó a responder.
"Ya veo…" Susurró el doctor Cullen, colocando su mano derecha junto a la rodilla ensangrentada de Bella, rozando su pierna. La castaña se revolvió, nerviosa, pero no dijo nada. Edward tomó un pedazo de algodón y lo mojo en un líquido transparente, antes de acercarlo a su herida. Automáticamente, Bella se echó hacia atrás. "Es solo agua".
"No es agua".
"Es agua oxigenada. Para limpiar la herida."
"Me arderá".
"No, no arderá, Isabella".
"Bella."
"¿Perdón?"
"Todos me llaman Bella" Susurró bajito, y Edward le dedicó una sonrisa tranquilizadora.
"Bien, Bella, te prometo que no re ardera. Y si lo hace, podrás vengarte de mí luego, ¿Bien?" Bella rodó los ojos, seguía tratándola como si tuviera tres años.
"Te tomo la palabra" Edward sonrió y volvió a acercar el algodón a su rodilla.
Bella se crispó cuando le rozó la herida, pero frunció el ceño al no sentir ningún escozor. Sólo el frío líquido mojando la ensangrentada rodilla.
"¿Y bien?" Bella no respondió, sino que siguió mirando cómo las expertas manos de Edward limpiaban la herida, hasta que sólo quedó un grueso corte de unos seis centímetros allí. Luego de eso, tomó otro frasquito con un líquido más oscuro, y antes de que Bella pudiera protestar, lo roció sobre la herida.
Bella maldijo en voz baja. Ese sí que ardía.
"¡Dijiste que no ardería!" Se quejó.
"Dije que el agua no ardería. Esto es desinfectante. Sólo ardió un poquito".
"Ardió mucho" lo corrigió la castaña, mirándolo con el ceño fruncido, y Edward le sonrió con ternura.
"Eres una exagerada" El cobrizo comenzó a tapar la herida con las vendas, y Bella se limitó a poner un pequeño mohín.
Edward decidió que esa expresión era la más dulce que había visto en toda su vida, e hizo un esfuerzo sobrehumano para no acariciar aquel sobresaliente labio inferior.
"¿Lo ves? Apuesto a que no fue tan trágico como pensabas" Edward no pudo resistirse más, y levantó una mano para acariciar con suavidad la mejilla derecha de Isabella, limpiando a su paso la manchita de tierra que descansaba allí.
Bella entreabrió los labios con sorpresa, y el pulgar de Edward rozó aquellos labios casi imperceptiblemente.
Ambos se quedaron allí, de pie, mirándose en silencio durante unos segundos, asimilando aquel sentimiento tan fuerte que los había abarcado por completo.
"Edward…" El cobrizo sonrió, adoraba el sonido de su voz. "Creo que debo irme". Bueno, lo adoraba la mayor parte del tiempo.
"No."
"Sí, yo… Debo irme." De un segundo al otro, la expresión fascinada de Isabella se convirtió en una precavida, y llena de angustia.
Edward sintió el desasosiego en carne propia al ver su rostro bañado en dolor, pero se alejó un paso para dejarla bajarse de la camilla.
"¿Necesitas algo? ¿Estás bien?"
Bella sacudió la cabeza, sin decir nada, mientras volvía a apoyar los pies en el suelo, ignorando la mano extendida de Edward.
"Lo siento. Me olvidé por completo de… Yo… Lo siento" Hablaba incoherencias, mientras miraba nerviosamente la puerta. "De verdad que necesito irme" Suspiró, con una expresión rayando el miedo, y Edward asintió cauteloso.
Deseaba tanto saber qué sucedía con ella.
"Bien. Si necesitas algo, sólo…" Se encogió de hombros levemente, "Ya sabes dónde encontrarme".
"Claro…Sí" Bella lo volvió a mirar por última vez, mientras se encaminaba a la puerta, y por ende, a él. "Muchas gracias, Edward" Se puso de puntillas para alcanzar su mejilla, pero sus labios sólo llegaron a su mentón. Dejó un ligero beso allí, y se giró para irse.
Edward observó a la castaña marcharse, desorientado en medio de su propio consultorio, y con sólo una certeza en mente.
Volvería a verla, porque aquello que había pasado allí, no había sido una mera casualidad.
Pueden llamarlo magia, destino, o como fuese. Edward sólo sabía que tarde o temprano, volvería a encontrarse con su castaña.
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Buenos días a todas. O buenas noches, o buenas tardes, dependiendo de la hora a la que lean esto (¿)
¿Les ha gustado? Lo escribí hoy mientras intentaba terminar un capítulo de otra historia, y esto saltó a mi cabeza así de la nada. La idea original sería hacer un pequeño minific. Ya saben, unos cuatro o cinco capítulos. Sólo necesito que me digan si vale la pena seguir escribiéndolo, si les gustó o no.
Les agradezco muchísimo por sus reviews. Un enorme beso para todas.
Emma.
