Los personajes no me pertenecen, sino a Christy Hui. La imagen tampoco es mía, la encontré en internet. La historia si es mía. Cualquier copia y reproducción de esto sin mi autorización es un PLAGIO.
Si quieren entender mejor el fic, vayan a mi perfil y lean el One Shot "La Cueva", ya que eso fue lo que pasó justo antes de esta historia.
Disfruten. Reviews con cuenta registrada responderé con gusto. Información importante al final.
Imposible y Estúpido, ¿Qué más da?
1.
Era una mañana tranquila en el Templo Xiaolin, China. Después del accidente de Kimiko en la cueva, hacía quince días, las cosas habían vuelto a la normalidad. O al menos lo más normal que se podía dado que eran Guerreros Xiaolin, combatían contra los Heylin y buscaban Shen Gong Wu por todo el mundo. Sí, de ese tamaño de normalidad hablamos.
Por otra parte, desde el accidente de la cueva, Chase había estado con un pensamiento rondando continuamente por su mente, uno que a esas alturas ya estaba comenzando a inquietarlo. Había estado destruyendo todo lo que veía a su paso, como mero objeto de distracción para evitar darle mayores vueltas al asunto.
Había besado a Kimiko y le había gustado. La había besado y ahora quería más, mucho más. El deseo carnal era algo muy común en él. Siglos de vida haciendo lo que le place también incluía dar rienda suelta a sus instintos sexuales, sin importar quien fuera o qué quisiera hacer. Realmente había experimentado tantas cosas a lo largo de su vida, que pocas eran nuevas y excitantes a esas alturas
—Hm, parece que hay algo muy interesante por aquí… ¿Estas en tus días de reflexión o algo así? —Chase no necesitaba voltearse para saber quién le estaba hablando. No sólo porque ninguno de sus sirvientes-gato se atrevería siquiera a ser tan insolente, sino porque ese tono femenino que destilaba veneno sólo podía pertenecerle a la exuberante bruja de más de mil quinientos años. La ignoró por completo, como casi siempre se dedicaba a hacer, y como respuesta Wuya se acercó parsimoniosamente hacia él, con su usual caminar lento de movimiento de caderas, como si buscara eternamente provocar a los hombres—. Veo que hay algo rondando tu cabeza, y yo estoy aquí para ayudarte en todo. Y cuando digo todo, me refiero a todo.
Chase la miró de soslayo. Había tenido sexo con Wuya hace bastante tiempo ya, y la experiencia le enseñó que repetir con mujeres como ella, o simplemente repetir con mujeres en general, sólo traen problemas y desgracia. Por muy salvaje y satisfactorio que haya sido en su momento, no valía un segundo encuentro si eso significaba que ella intentaría tomarse libertades que no le correspondían.
—No necesito tu ayuda.
Wuya se rió de su gesto tosco y se inclinó hacia él, acariciándole los omoplatos con sus largas y filosas uñas pintadas de carmín.
—¿Sabes, cariño? La Sopa del Solitario Lao no impide que tengas sentimientos.
Chase la empujó con rudeza y se alejó a grandes pasos hacia la salida de su castillo. Esa bruja estúpida no tenía idea de lo que hablaba. No podía saber ni por un segundo lo que había pasado.
—Y a ti eso te importa una reverenda mierda —le contestó de manera filosa justo antes de dar un salto hacia abajo rumbo a las laderas que conducían al Templo Xiaolin, a tres kilómetros de distancia.
En el Templo Xiaolin, los jóvenes dragones conversaban animadamente sobre quién dominaba mejor sus elementos. Desde que Raimundo se había hecho guerrero Shogo hacía unos meses, los demás le siguieron al poco tiempo. Habían crecido considerablemente en habilidades. Ahora, estaban al acecho de quién sería el primero en convertirse en Dragón Xiaolin. Los chicos especulaban de quién sería, apostando entre ellos mismos y aprovechando que Kimiko aparentemente, no se encontraba entre ellos para poder hablar con total libertad sin que los tildaran de machistas.
En esos años que habían pasado en el templo desde que llegaron, los Guerreros Xiaolin habían crecido física y emocionalmente, y con ello también habían cambiado. Raimundo ahora era más apuesto que antes, con sus ojos esmeraldas y su cabello alborotado color chocolate, llamaban la atención de cualquier chica con sus músculos bien formados. Omi parecía como una versión de sí misma pero cinco centímetros más alta. Clay por su parte había dado un gran estirón y se había ensanchado como una mole. Mientras que Kimiko seguía conservando esa esbelta y bien formada figura, pero ahora con un toque sexy que sabía mostrar muy bien, y ni hablar de sus ojos azules y su cabello negro lacio e intenso, solo que ahora era mucho más largo hasta la cadera.
—Obviamente, el primero en ser Dragón Xiaolin seré yo —se jactó Omi, irguiéndose en una pose altiva.
—No estés tan seguro de ello, amiguito —contraatacó Clay, palmeándole a Omi la calva cabeza en un gesto condescendiente—. Tu suerte es como la de un agrícola sin cosecha. Y yo estoy en plena forma.
—¡Si, pero redonda! —dijo Raimundo, riéndose a carcajadas de su broma, recibiendo una mirada ácida del rubio y una de confusión de Omi.
—La que si estoy seguro que ni entrenando cinco años pueda llegarme a la rodilla, es Kimiko —contestó Omi—. Esta semana ha perdido ha estado en dos Duelos Xiaolin, ¡Y los perdió ambos contra Chase Young! Seguro que es la última en ser nombrada por el Maestro Fung.
Raimundo se cruzó de brazos y adoptó una pose meditabunda. Clay se ajustó el sombrero, sopesando las palabras.
—Aunque es más que obvio que estoy a favor de Kimiko —dijo Raimundo como si fuera obvio, y en cierto modo así era. Desde hacía un par de semanas había aceptado que le gustaba Kimiko, al menos de una forma física. Era una verdad que Clay también sabía, el Maestro Fung intuía, Dojo espiaba de cerca para saber cualquier detalle, Omi ignoraba por completo y Kimiko no había descubierto aún—. Sí, obviamente los hombres son más fuertes. Y como dices, su desempeño ha estado bajo así que…
—¡Voltereta de judo… Fuego! —interrumpió un gritó que automáticamente puso a los chicos en alerta, tan sólo para ver a Kimiko atacándoles por la espalda.
—¡Oye! —dijeron los tres a coro mientras esquivaban el ataque apenas un segundo antes.
Kimiko estrelló la pierna en las baldosas del piso y volteó a mirar a sus disque amigos con expresión traicionada.
—¡Me descuido un segundo y ya están diciendo estupideces!
Los chicos se miraron entre sí y se rieron de manera nerviosa intentando aligerar el asunto.
—Vamos, compañera, tu sabes que no era en serio. Te respetamos mucho como guerrera —medió Clay, levantando las manos al nivel de su ancho y fuerte pecho en señal de rendición.
—Pero la verdad es que sí eres la más débil, amiga —sentenció Omi de manera solemne, sin un filtro de palabras en su boca.
Kimiko casi estalló de furia desde su lugar.
—¡Ya veras, bola de queso! —se lanzó sobre él con intención de ahorcarlo, y justo en ese momento la gracia divina decidió que ya era suficiente porque apareció Dojo arrastrándose a través de su cola con expresión de urgencia.
—¡Alerta de Shen Gong Wu!… Oh, ¿Interrumpo algo?
Los cuatro dejaron inmediatamente de lado la conversación y voltearon a mirarlo con expresiones aparentemente inocentes. El Maestro Fung les tenía prohibido pelearse entre sí de otra manera que no era por entrenamiento, y el dragón verde era algo así como un experto contando chismes. No podían arriesgarse a alguna sanción por algo tan nimio. Además, la emoción de la siguiente aventura opacaba todo lo demás.
—No, para nada —dijo Raimundo con una expresión inocente que tenía bastante bien practicada—. ¿Cuál buscaremos ahora?
Dojo sacó el pergamino de su espalda que permitía ver los artefactos mágicos y les mostró la imagen.
—Es el Correcaminos de Plata. Permite a quien lo posee correr muy rápido y ser muy escurridizo —Dojo cerró el pergamino de vuelta y se agrandó bastantes metros sin mayores florituras—. ¡Vamos!
—¡Pero aun no estoy lista!
—No tenemos tiempo —contradijo Dojo, mirando el tradicional uniforme rojo con mallas blancas de Kimiko—. El Correcaminos de Plata es muy poderoso. Debemos evitar que caiga en las manos del mal.
—Sí, vamos Kim —Raimundo le pasó el brazo por los hombros y le apretó en un gesto coqueto mientras la jalaba hacia el lomo del dragón verde—. Así te ves más que bien. Te lo aseguro.
Kimiko lo miró con el ceño fruncido y le dio un codazo para alejarlo.
—Ni creas que me olvido de su conversación de hace rato —sentenció, ignorándolos airadamente y subiendo a Dojo.
—¡Abróchense los cinturones! Será un vuelo pesado.
Y los cuatro dragones partieron volando en el lomo de su amigo. Ninguno de ellos notó la figura que estaba en el techo y había observado el intercambio desde el inicio.
"Pronto serás mía…"
—¡Miren! —Clay señaló con su dedo de manera entusiasta hacia el suelo de las rocallosas, entre la sombra de una piedra rojiza particularmente grande—. Ahí está.
Los cuatro se lanzaron en picada hacia el objeto. Faltaban algunos diez metros para llegar hacia el objeto y como ya era su costumbre, emprendieron una silenciosa competencia entre ellos por ver quién lo tomaba primero. Kimiko, que estaba irritable desde la conversación que espió, rápidamente se impulsó con más fuerza con ayuda de su fuego, que la hacía parecer como un cohete en las plantas de sus pies y manos. Raimundo, que siempre era el más rápido por su tipo de elemento, le dejó ir primero, quizá por querer ganarse su simpatía o conseguir su perdón más fácilmente.
Pero como también era predecible para ellos, justo cuando Kimiko sonreía de manera victoriosa y podía sentir las mieles de la victoria, una segunda mano, masculina, de piel nívea y dedos largos y estilizados, también tocó el Shen Gong Wu en el mismo segundo. Kimiko alzó la mirada tan sólo para encontrarse unos profundos ojos ámbar con iris afilado que le causó un escalofrío de placentero recuerdo, mirándola fijamente con una sonrisa que parecía conocer exactamente lo que estaba pensando en ese momento.
Desde la cueva, no había día que no tuviera sueños húmedos sobre aquel beso. Pero eso es algo que jamás iba a admitir.
—Fuego —saludó Chase, diciendo el elemento Xiaolin de Kimiko con una voz que parecía una caricia de su lengua. El Shen Gong Wu empezó a brillar, y eso solo significaba una cosa—. Te desafío a un Duelo Xiaolin.
Kimiko se recompuso rápidamente y alejó sus pensamientos impúdicos, mirándolo de vuelta de manera retadora.
—Acepto tu desafío. Apuesto mi Lanza Seda —sacó el objeto mágico para mostrarlo ante el duelo.
—Y yo el Mono Bastón. El duelo será una carrera por la montaña. Quien llegue primero, gana.
—¡Que comience el Duelo Xiaolin! —dijeron ambos.
Como si fuera un llamado, las rocas alrededor se empezaron a mover rápidamente, y la montaña se hizo grande en línea recta, mientras que en la cima estaba el Correcaminos de Plata como premio.
—¡Wonyitampai!
Ambos se lanzaron hacia el reto. El duelo empezó e iba parejo, sin embargo había algo curioso de aquello: Chase era muchísimo más rápido transformado en Lagarto, pero esta vez iba corriendo en su forma humana y ni siquiera había activado el Mono Bastón, como si estuviera burlándose de las habilidades atléticas de Kimiko. A esas alturas del día, eso sólo molestó más a la chica. ¿Este todos los jodidos hombres han decidido hacerme menos este día? ¡Imbéciles!
—¡Lanza Seda! —gritó Kimiko, apuntándole a Chase con intención de atraparlo, fallando estrepitosamente en el momento en que él lo esquivó con un simple y grácil movimiento—. ¡Maldición!
Chase soltó una risa desde su garganta y Kimiko deseó arrojarle el Wu a la cabeza del coraje.
—¿Eso es todo, Fuego? Tal vez deberíamos haber competido aquella vez en la cueva, seguro así tendrías oportunidad de ganar.
Kimiko se ruborizó y trató de ocultarlo con una exagerada expresión de molestia. Casi podía jurar que Chase lo había dicho apropósito, había algo en su expresión que se lo decía. Ya casi iban llegando a la meta, ambos a la par. Kimiko se concentró en la meta únicamente y decidió ignorar a Chase. Parecía que iba a ganar pero, como le había pasado desde que los dos duelos anteriores que había tenido con él, algo extraño pasó de pronto.
Una enorme roca salió prácticamente de la nada, haciendo que Kimiko perdiera el equilibrio y naturalmente, perdiendo el duelo ¿Desde cuándo Chase Young tenía el poder de la levitación o creación de cosas?, se preguntó Kimiko ácidamente en el momento en que el duelo terminó, perdiendo.
—Parece que necesitas un entrenamiento más personalizado, Fuego —dijo Chase a su lado, mirándola de brazos cruzados y con esa sonrisa torcida que empezaba a crisparle seriamente los nervios. De reojo notó que los demás Xiaolin se aproximaban hacia ellos, y calculó máximo treinta segundos para hacer llegar su mensaje.
—¡Qué te importa lo que yo haga! —escupió Kimiko, levantándose del suelo y sacudiendo sus ropas con violencia mientras le daba la espalda y caminaba lejos.
—Te lo digo por ayudar, devolverte el favor si quieres verlo así —correspondió Chase sin inmutarse en lo más mínimo. Aquellas palabras hicieron a Kimiko detenerse en seco, recordando de nuevo aquella vez en la cueva en la que ella le ayudó a él. Chase aprovechó ese momento para seguir hablando—. Si quieres ignorar lo que te digo, sigue fracasando y que tus amiguitos se burlen de ti… Pero si quieres demostrar todo lo que puedes hacer, búscame en el claro que está afuera del Templo Xiaolin, a las diez de la noche.
Kimiko se dio la vuelta para encararlo, y encontró con que él ya había desaparecido. Miró alrededor con sorpresa.
—¿Estás bien? —preguntó Raimundo, consiguiendo llegar a su lado.
Kimiko respingó y volteó a mirar a sus amigos, alejando de su mente las palabras de Chase y concentrándose en poner una mueca neutral en su rostro.
—Sí.
—¡Vaya! Que humillante derrota a manos de Chase Young —Claro, Omi no podía esperar para abrir su bocaza y decir algo molesto. Kimiko lo fulminó con la mirada pero él no se dio por enterado y en su lugar siguió hablando—. Esta es la tercera vez seguida que pierdes… no me sorprende, considerando que eres una chica.
—¿¡Qué!?
—No te enojes, compañera —trató de media Clay—. Lo que Omi quiso decir es…
—Que estoy seguro que encontraras algo que se adapte más a tus… cualidades femeninas.
—¿¡Qué mierda estas insinuando ahora!? ¿¡Que no puedo pelear como tú!? ¡Soy bastante capaz de vencerte!
—Omi —trató Raimundo, interponiéndose con su cuerpo entre su amigo de piel amarillenta y Kimiko—. Creo que ya es suficiente de…
—Oh, por favor, no te sientas insultada. Si te hace sentir mejor, creo que aún no has liberado todo tu potencial.
—¡Te demostrare quién es débil!
—¡Basta ya! ¡Todos! —interrumpió Dojo, molesto—. ¡Dejen de pelear y vámonos!
En el camino, Kimiko iba apartada del grupo. No quería seguir escuchando a los chicos, específicamente a Omi, ya que no soportaba la sarta de sandeces que podía decir en menos de un minuto. Lo más patético del asunto, es que empezaba a creer que tenía razón, ¿Y si realmente estaba en un nivel debajo de sus amigos? Nunca se había planteado esto anteriormente pero a juzgar por la manera tan fácil en la que Chase Young había ganado los duelos, quizá sí debería plantearse un entrenamiento diferente…
—Chicos —llamó Omi, susurrándole a sus compañeros hombres—. No quise hacer sentir mal a Kimiko, solo decía la verdad.
—Quizá deberías pensar un poquito más lo que vas a decir, compañero —Clay le palmeó la espalda. Estaba más que consciente que Omi no tenía precisamente malas intenciones al hablar, simplemente no conocía la mesura—. Nuestra Kimiko es muy fuerte. En cuestión de nada se repondrá.
—¿Cómo les fue, jóvenes monjes? —preguntó el Maestro Fung en cuanto llegaron al templo, recibiéndolos en el lugar donde aterrizó Dojo.
—Mal —suspiró Clay—. Perdimos otro Shen Gong Wu.
—Fue mi culpa de nuevo, Maestro Fung, yo lo perdí —se adelantó Kimiko antes de que preguntara por el culpable, haciendo una reverencia ante su mentor—. Pero no se preocupe, sé como volverme más fuerte. Ya no le decepcionaré.
Se alejó caminando rápidamente antes de que cualquier pudiera decir algo. En su lugar, los muchachos se dedicaron a mirar a Omi como el único culpable.
—Mira lo que hiciste Omi —culpó Raimundo dándole una zape al aludido, en la cabeza—. Todo esto es por culpa de que no has conseguido cerrar tu gran bocaza.
—Calma Raimundo, Kimiko estará bien. Y no la culpamos por esto —objetó Fung, mirando a su pupilo más pequeño de estatura—. En cuanto a ti, Omi, espero que hayas aprendido de la importancia de tus acciones y sus consecuencias.
—Si Maestro Fung. Iré a disculparme con ella.
—No por ahora. Kimiko necesita su tiempo a solas. Mientras tanto, espero que limpiar el gran salón te ayuda a pensar en lo que hiciste.
Omi casi se ahoga con su saliva.
—Sí, Maestro Fung —dijo con expresión lastimera.
Cuando las manecillas del reloj de muñeca de Kimiko marcaron la hora señalada de la reunión, ella comenzó a impacientarse tanto que empezó a dar vueltas de un lado a otro. Había cavilando mucho en su cabeza el ofrecimiento de Chase, que una parte de ella aun estaba dividida entre aceptar o no. Es cierto que desde aquel momento en la cueva, que cada vez se hacía más difícil de olvidar, ellos dos habían seguido con algún tipo de rivalidad-extraña-no-hostil, que le inquietaba de sobremanera.
Quería en ese momento hacer que Omi se tragara sus palabras más que cualquier cosa y de cierta manera, tenía un extraño presentimiento que Chase no era una mala idea para lograr eso.
—Viniste.
Como si fuera un interrumpir en su cuerpo, Kimiko dio un respingo y rápidamente se volteó para mirar de donde provenía la voz de Chase, encontrándoselo pasivamente recargado contra el tronco de un árbol, mirándola con los brazos cruzados y la ceja arqueada. La visión de él en la noche, donde nadie más podía verlos, le aceleró el corazón a Kimiko de una manera que trataba bastante últimamente de suprimir.
—Creo que ya me arrepentí —sentenció Kimiko, dando la vuelta para regresar al templo, donde no tuviera aquellos impulsos carnales de tocarlo o cualquier otra cosa mucho más escandalosa.
Apenas dio un paso cuando el cuerpo firme y alto de Chase le impidió avanzar, chocando contra el duro pecho de él y haciéndole trastabillar unos centímetros hacia atrás. De repente, Kimiko fue peligrosamente consciente de la cercanía de Chase, a tan sólo un movimiento de tener sus propios pechos restregados contra el de él. Y eso, maldita y repentinamente que parecía una muy buena idea.
—¿Te vas tan pronto? —inquirió Chase en un susurro retador y provocativo de una manera para nada inocente.
Kimiko dio instintivamente un paso hacia atrás y se puso a la defensiva.
—No tengo nada que hacer aquí, porque no necesito tu maldita ayuda.
Eso debió haber sido una gran mala elección de palabras, porque Chase agrandó su sonrisa maliciosa y antes de que Kimiko pudiera procesar siquiera el movimiento, él ya la tenía acorralada contra el árbol donde al inicio había estado sentado.
—¿En serio? —dijo Chase, inclinando el cuerpo peligrosamente cerca de Kimiko. Con su mano izquierda, tenía agarradas las manos de una más que agitada y sorprendida Kimiko por encima de su cabeza, y con la derecha, cerraba la jaula para que no pudiera escapar—. Tienes mucho rencor ahí guardado, Fuego, ¿Por qué no me enseñas lo que sabes hacer?
Esta vez, la ira bulló desde el fondo de Kimiko y salió a borbotones a través de ella.
—¡Aléjate! —lo empujó rudamente y dio un salto hacia Chase combinado con una patada, la cual este esquivo fácilmente, sin alterarse en lo más mínimo.
—¿Eso es todo?
—Ni se acerca.
Kimiko se lanzó de nuevo hacia él, en una combinación sin tregua de golpes y patadas entusiastas. Chase se dedicaba a contrarrestar todas y cada una de ellas, disfrutando enormemente el encuentro con aquella sonrisa suya tan característica, como si eternamente estuviera burlándose. Luego de una voltereta de Judo que casi le da, Chase hizo un movimiento rápido con sus pies que la lanzó al suelo.
—Tienes potencial, Fuego —se cruzó de brazos con aburrimiento—. Pero te falta paciencia e inteligencia para golpear.
Kimiko lo fulminó con la mirada.
—¿Viniste a ayudarme o sermonearme?
Chase ignoró su comentario.
—Si realmente quieres dejar de ser tan mediocre, entrenaremos todos los días a la misma hora en este mismo lugar. Comenzando por meditación, que tanto te hace falta.
—Te lo advierto —Kimiko dio un paso hacia él, con las manos en puños—. Si esto es una trampa…
—Si tanto desconfías —le interrumpió de manera contundente—, no vengas.
Kimiko se descubrió incapaz de rebatir eso.
—¿Y tú qué rayos ganas con esto? —preguntó al cabo de unos segundos de silencio y miradas fijas uno del otro.
Chase sonrió de manera torcida. Desenvolvió el nudo del saco que estaba colgando de su cinturón y del que Kimiko no había reparado antes, y sin mayores florituras Chase se lo arrojó a los brazos a Kimiko, que lo sostuvo con duda.
—Devolver el favor—le dijo como toda respuesta. Kimiko abrió el saco y casi chilla del asombro al ver que adentro, estaban los Shen Gong Wu del duelo de hoy.
Cuando Kimiko volvió a alzar la vista para mirar a Chase, descubrió que esta ya se había ido y ella ni siquiera se había dado cuenta en qué momento.
—¿Que estoy haciendo? —Kimiko se talló el puente de la nariz, esperando encontrar de algún modo una respuesta a lo que acababa de acordar con Chase Young. Entonces recordó todo los sucesos con sus compañeros Xiaolin y eso le impulsó a tomar con decisión—. ¿Y qué? Lo haré.
Además, no es como si fuera la primera vez que tendría algún contacto a solas con Chase. Kimiko suponía que el sentido del honor del guerrero le impedía seguir como si nada sin pagarle de algún modo la ayuda que ella le había dado primero. Mejor para ella. O eso esperaba.
El nuevo día había amanecido sorprendentemente tranquilo, sin enemigos apareciendo de la nada para atacar ni Shen Gong Wu a la vista, lo cual los jóvenes dragones aprovecharon para entrenar algunas cuantas horas antes de la hora de la comida. Por supuesto que aquello supuso una tortura, puesto que el Maestro Fung era exigente y duro al momento de imponerles trabajo físico, y les había dejado suficientes pendientes como para todo el día, mientras él se retiraba tranquilamente a meditar.
—Ya me canse de tanto entrenamiento —se quejó Kimiko, con una mano en las rodillas y la otra quitándose el sudor de la frente.
—Prefiero mil veces combatir al mal —Raimundo se tiró el suelo y cerró los ojos mientras trataba de regular su respiración.
—Un líder jamás debe quejarse —rebatió Omi hacia Raimundo, aprovechando el minuto de descanso que habían acordado para practicar una kata de Kung Fu—. Lo esperaba de Kimiko por ser mujer, pero tú tienes que dar el ejemplo.
Kimiko lo miró con irritación pero decidió que no iba a empezar una nueva discusión, sino que aguardaría al momento de darle una paliza en el siguiente entrenamiento.
—¿Saben qué? Iré al otro lado del templo a seguir entrenando.
Apenas se fue, Clay y Raimundo miraron a Omi con el regaño en la expresión.
—Si sigues hablando así de ella —analizó Clay—. Terminara yéndose del templo.
—¡Claro que no! —defendió Raimundo, un poco demasiado enérgico para ser un simple comentario de abogo—. La conozco y sé que no lo haría.
Clay lo miró fijamente, como intentando descubrir el trasfondo de su comentario. No se perdió de vista la manera en la que Raimundo se había alterado por un simple comentario, y decidió indagar un poco más.
—¿Y si por alguna razón se uniera al lado Heylin? —inquirió—. Si ya ha pasado contigo y con Omi, ella podría ser la siguiente.
La manera tan profunda con la que Raimundo le devolvió la mirada, le confirmó lo que efectivamente pasaba por la mente del brasileño.
—Eso jamás va a pasar —sentenció—. Dejen de desconfiar tanto. Es nuestra amiga.
Pero tú no quieres que siga siéndolo, ¿No, Raimundo? No puedes ocultarlo.
Kimiko golpeó el saco de boxeo repetidas veces, en una combinación de puños y patadas tan rápidas que con cada nueva, se motivaba a hacerlo más rápido. Su mente sin embargo, estaba en otro lado, rememorando una y otra vez la conversación con sus amigos, y entrecruzándola con lo que Chase le había dicho acerca de entrenar.
A veces parece que me convertí más amiga de Chase Young que de mis compañeros… ¡Hombres! Y de un último golpe, el saco finalmente cedió de su base y cayo azotado al suelo, bajo la errática y molesta respiración de Kimiko, que miraba el objeto fríamente.
—No deberías entrenar sola —escuchó Kimiko que le hablaban a su espalda—. Alguien podría aprovechar y atacarte.
Kimiko no necesitaba voltearse para saber que se trataba de Raimundo, como siempre yendo con ella para intentar persuadirla de algo.
—Se cuidarme sola —contestó toscamente.
—Por supuesto, pero eso no evita que no me preocupe.
—Ya te dije que puedo cuidarme sola —finalmente le dio una mirada penetrante y se alejó caminando hacia adentro del templo.
Raimundo le dio alcance en unos cuantos pasos, poniéndole la mano en el hombro para detenerla y de paso, ver si podía hacerla entrar en razón transmitiéndole su apoyo.
—Sólo —comenzó—… Si necesitas hablar con alguien, puedes hacerlo conmigo.
—Lo pensaré.
Kimiko sonrió un poco más animada, y fue en ese momento en que la inoportuna aparición de Dojo los distrajo, que como siempre, venía arrastrándose con aire de urgencia mientras se convulsionaba. Justo detrás, venían Omi y Clay siguiéndole el paso.
—¡Se ha activado un Shen Gong Wu!
Kimiko y Raimundo se miraron entre sí.
—No podemos permitir perder otro —dijo Clay, cuidando sus palabras para evitar herir la susceptibilidad de Kimiko—. O nos quedaremos sin ninguno.
—No se preocupen chicos —intervino Kimiko son una sonrisilla de superioridad—. Ya recuperé algunos.
Todas las miradas confusas se dirigieron hacia ella.
—¿Como le hiciste? —inquirió Raimundo.
—¿Y eso qué importa? —Kimiko se encogió de hombros—. Los tenemos y punto.
Desconfiados por la respuesta, se fueron hacia la bóveda de los Shen Gong Wu para tomar algunos.
El viaje hasta Rusia fue relativamente rápido, aunque se sintió el cambio de temperatura extrema conforme más se acercaban al norte.
—¡Ahí esta! —señaló Omi hacia un punto brillante que les llamaba conforme más se acercaban, justo arriba de un montaña nevada—. El Botiquín de Jong.
Dojo bajó en picada había el objeto.
—Aquí dice que todo el que lo tenga puede curar cualquier herida —relató Clay con el pergamino, observando entretenido la figura del botiquín.
—¡Genial! —concordó Kimiko—. Vamos por él.
—Se olvidan de algo —interrumpió Jack Spicer de pronto, emergiendo entre una cueva y tomando el Wu antes que los Xiaolin pudieran aterrizar— ¡De mi! El joven genio del mal.
—Oh —se quejó Raimundo, rodando los ojos—. Ya cállenlo.
—Te demostrare quien calla, payaso de circo —escupió Jack con molestia—. Jack Bots, ¡Destrúyanlos!
Los Xiaolin rápidamente se pusieron en posición de ataque y saltaron desde Dojo para pelear. A los pocos minutos, los Xiaolin ya habían destruido todos los robots, pero esta vez, Jack tuvo un sorpresivo momento de inteligencia y en vez de quedarse a luchar y posteriormente perder un Duelo Xiaolin, aprovechó para huir hábilmente con el Shen Gong Wu.
—¡Esa sabandija de Spicer se escapó! —dijo Omi con asombro.
—Ya habrá otra ocasión en el que podamos patearle el trasero —se quejó Raimundo, y todos se fueron al templo mientras la noche iba cayendo.
En cuanto regresaron al templo, los chicos se fueron hacia la bóveda para recolocar los Shen Gong Wu. Kimiko había desaparecido de la vista apenas arribaron, y eso fue otra señal para los demás de comenzar a dudar de qué estaba pasando con ella.
—Qué extraña la forma en la que Kimiko recupero los Wu perdidos —inició Clay la conversación mientras miraba a un punto fijo de la pared, sopesando la idea.
—Ella no pudo haberlos robado. Además, nos habría dicho —defendió Raimundo, siempre reacio a pensar mal de Kimiko.
—¿No andará en malos caminos?
—¿¡Que!? —contraatacó Raimundo molesto, siendo sujetado por Clay de su espalda para evitar que fuera hacia Omi y lo golpeara por su impertinencia—. ¿Acaso crees que ella nos traicionaría?
—Estoy seguro que hay una explicación a todo esto —medió Clay, aplicando más fuerza en su agarre, ya que Raimundo se movía para intentar liberarse.
Raimundo finalmente se tranquilizó y se soltó para caminar hacia la puerta. Justo cuando la abrió e iba a irse, dio media vuelta.
—No quiero volver a oír que desconfían de ella, ¿Me oyeron? —fue lo último que dijo antes de finalmente salir, azotando la puerta.
Los dos restantes se sumieron en silencio por algunos segundos, y después Clay silbó con sorpresa.
—Santas vacas —dijo asombrado, ajustándose el sombrero—. Si que los flecharon duro.
Omi rápidamente se asustó.
—¡Oh no! ¡Golpearon a Raimundo!
—No amiguito —Clay se rió como respuesta y negó con la cabeza—. Lo que quiero decir es que Ray está enamorado.
Omi lo miró y parpadeó con confusión.
—Ah, por supuesto —calló por unos segundos y luego volvió a preguntar inocentemente—… ¿Y de quien?
—Olvídalo pequeñín —respondió con una risa mientras le palmeó la cabeza—. Mejor vamos a comer.
Justo en el mismo lugar que el día anterior, Chase cumplió lo acordado y estaba ahí a la hora exacta. No fueron hasta diez minutos después que apareció Kimiko, corriendo hacia él bastante agitada.
—¡Uff! Llegue —se tomó unas cuantas respiraciones para recuperar su respiración y recompuso su compostura.
—Tarde —fue lo único que dijo Chase como saludo, mirándola intensamente desde su posición recargado en el árbol.
—¿Vas a seguir hablando o vas a ayudarme?
—Primero, meditación —ignoró su acido comentario y se acercó hacia ella, sentándose a su lado con las piernas cruzadas, frente al claro—. Hazlo.
Kimiko le dio una mirada agria como respuesta y se sentó a su lado, imitando su posición. Después de varios intentos logró quedarse en la posición asignada de manera perfecta e inhaló y exhaló varias veces, justo como recordaba haber visto hacer al Maestro Fung. Sin embargo, no pudo relajarse del todo, porque tenía el ceño fruncido y estaba tensa, como esperando lanzar un ataque en cualquier momento.
—Concéntrate o jamás lo lograrás —dijo Chase de nuevo, sin alterar su posición con los ojos cerrados en lo más mínimo.
Kimiko rechinó los dientes pero no se movió.
—¿Para qué sirven todas estas posiciones en primer lugar? —le reclamó en forma de susurro.
—Eres mala peleando porque dejas que tus emociones se apoderen de tu cuerpo —abrió los ojos y se movió para quedar justo enfrente de Kimiko, mirando la manera en la que ella fruncía aun más el ceño y cómo apretaba los parpados cerrados—. Sólo mírate. Te he hecho un simple comentario y ya quieres estallar.
Kimiko iba a rebatir eso cuando la comprensión la golpeó. Chase tenía razón. Era demasiado temperamental, y si era cierto que eso a veces le daba problemas en una batalla. Abrió los ojos de súbito, encontrándose con la mirada afilada de Chase justo a un palmo de distancia, disparándole las latidos del corazón a mil por segundo. Sin premeditarlo, le lanzó un puñetazo en el rostro pero este fue esquivado con la mano de Chase que le tomó la muñeca ágilmente y en su lugar, se inclinó aun más hacia Kimiko.
—¿Qué mierda haces? —chilló sonrojada. ¿En qué maldito momento las cosas habían llegado a ese punto?
Chase ignoró su pregunta, mirándola fijamente con una sonrisa ladina. La tenía acorralada con su cuerpo, Kimiko casi acostada en el suelo y él encima en una jaula con sus brazos a los costados.
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Esta es la primera historia que escribir, hace más de diez años. Obviamente cuando recién la subi era tenía tantas fallas que me podría hoy a llorar, pero es comprensible. ¿Cuántos años tenía en aquel momento? Diez, quizá. Hoy, será reeditada por completo. Habrá muchos cambios en la trama y escenas, pero lo importante es que conservará la temática original: Chase y Kimiko, y su evolución hasta convertirse en algo parecido a una pareja.
Me encantaría recibir sus opiniones en forma de Reviews acerca de qué les parece. ¡Hasta la próxima! Besos, Higushi.
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