Situado en un universo alterno que transcurre tiempo después del final de la cuarta temporada.

Dedicado a todas mis amigas y lectoras de Brasil, las cuales con sus comentarios hacen que sonría muchísimo y que me inspire más seguido que antes.

Esta es la historia de Chloe. Y de Jack. Y también va a ser una historia de Tony y Michelle.

Espero que les guste.


Capítulo 1

Su nombre

Ella observa el cielo raso, la mirada perdida, los ojos verde azulados acuosos vueltos hacia adentro sin prestar atención a la atmósfera que la envuelve fuera, esa atmósfera hecha de las paredes de su cuarto empapeladas en color crema, el ventilador de techo girando lentamente y generando un aire más cálido que fresco a esas horas de la madrugada en medio del sofocante verano de California. Los ojos verde azulados vueltos hacia adentro, por ellos para desapercibida esa atmósfera compuesta por una escena digna de un cuadro nacido de los dedos expertos de un pintor español, en el que una mujer desnuda cuyo cuerpo no es perfecto y el cual de los espejos escapa para no tener que enfrentarse a esas fallas que la acomplejan yace en una cama gigantesca entre las sábanas revueltas, las sábanas blancas desordenadas después de lo que fue la experiencia íntima más profunda, intensa y hermosa de toda su vida.

Dos horas atrás era parte de ese mismo cuadro un hombre, un hombre que en sus hombros ha cargado el peso del mundo, un hombre cuyas manos acariciaron cada palmo de piel blanca como la leche de esa mujer de cabello castaño hasta que ella se adormeció y se atrevió a dejar que sus párpados pesados cayeran, para luego llevarse esas caricias lejos. Esas mismas manos han matado y torturado. Los labios que la besaron, de ellos han caído tantas palabras y tantas promesas rosas, promesas que no ha podido cumplir, de esos labios han caído tantas maldiciones, que la vida misma de ese hombre, que el mismísimo nombre de ese hombre ha acabado siendo considerado una maldición. Dos horas atrás esos ojos verde azulados se encontraban sumergidos en los ojos de ese hombre, esos dos ojos símiles a dos océanos celestes, inmensos y tan profundos que ahogarse en ellos sería fácil.

Dos horas atrás, esta muñeca roja de cabello castaño y ojos verde azulados que ahora yace despierta, incapaz de conciliar el sueño con la vista aparentemente fija en el cielo raso pero en realidad vuelta hacia adentro observando los destrozos hechos en su alma y analizando cada herida, cada rasguño, cada marca y cada golpe en ella dibujados con placer y con locura por las yemas de los dedos de ese hombre cuyo nombre por ser maldición en voz alta mientras se amaban ella no se atrevió a decir, esta muñeca construida a partir de pedazos rotos y viejos de porcelana estaba enredada en sábanas revueltas, y enredado con ella estaba él, con sus brazos fuertes alrededor de su cintura, con su cabeza descansando en su pecho para poder escuchar los latidos de ese corazón que no iban al mismo ritmo que el suyo, que seguían un ritmo distinto, pero que latían por él, uno a uno ellos con un golpecito sordo y seco repitiendo su nombre, ese nombre que por estar maldito y por significar muerte, desgracia y abandono muchos no se atreven a decir. El nombre que él secretamente esperaba escuchar cayendo de los labios de ella mientras se amaban, su propio nombre.

Ella observa el cielo raso, sus ojos verde azulados acuosos parecidos a los de una muñeca de porcelana que ha sido rota y olvidada en el más recóndito rincón de un altillo vueltos hacia adentro mientras que en el cuadro parecerían estar simplemente perdidos, enfocados en algún punto desconocido. El perfume de ese hombre vicia el aire, el perfume a jazmines de esa mujer mezclándose con él, y esa es la esencia que respira cuando suavemente busca algo de oxígeno para satisfacer la necesidad de sus pulmones y enviar sangre a su corazón, que sigue latiendo despacio, a un compás desequilibrado, pero que con golpecitos secos y sordos pareciera susurrar el nombre de ese hombre al que adora, el nombre de ese hombre al que ama con locura, el nombre de ese hombre que mientras ella dormitaba tomó sus cosas y se fue, tan rápido y tan impredeciblemente como había llegado, sin que ella pudiera detenerlo.

El corazón de esa muñeca de porcelana rota de ojos verde azulados acuosos canta una única melodía, una canción cuya letra está compuesta de ese nombre maldito, ese nombre que mientras se amaban ella quería susurras, pero que no se atrevió a decir por miedo a romper el hechizo, por miedo a que el murmullo acabara con la fantasía. Por miedo guardó silencio, simplemente por miedo.

Jack.