Disclaimer: La saga The Infernal Devices, junto con todos sus personajes, pertenecen a Cassandra Clare. Solo la trama es mía.


Efímero.

Él estuvo allí, desde el principio. O por lo menos, lo que el ángel plateado quiso reconocer como "el principio".

No estuvo cuando lo sometieron a la peor tortura de su vida, pero si estuvo desde ese primer día en el instituto de Londres. Desde esa tarde en la que ingresó a un salón de entrenamiento y se encontró ahí aun muchacho de piernas largas y cabello rizado, lanzando cuchillos tontamente hacia un blanco.

Él vio como sus ojos cambiaron a la par de su cabello, él lo reconoció cuando ni el supo quien lo miraba desde el espejo. Lo sostuvo cuando iba a caerse, cuando supo que a partir de ese momento, el mundo lo vería como a aquel fantasma que lo miraba sin piedad desde el espejo, y desde los charcos de agua.

Él dijo su nombre en voz alta, como para despertarlo.

James.

¡Su nombre completo por dios! Lo había dicho tantas veces que casi le sonaba al viento, a la lluvia... al sonido de las hojas otoñales siendo pisadas por descuidados mundanos que no logran apreciarlas como lo haría un poeta. O un músico, cuya única poesía escapa de sus dedos y se traduce a un lenguaje mucho más complejo.

Jem jamás se planteó poder querer tanto a alguien, querer sincronizar su alma a la de alguien más. Son pocos los cazadores de sombras que hallan a su parabatai, pero también son de los más fuertes.

Ojala pudiera reír ante esa ironía, ojala pudiera hacerlo sin que el otro joven le preguntara de que reía, y tuviera que mentir. Porque, ¡como odiaba mentirle a aquel galés! Como odiaba jugar con su mente, aprovechándose de ser la única debilidad de él.

Su único pecado.

Y es que en ese caso, pecaban los dos... todo el tiempo.

-James.

Lo dijo de nuevo, mientras el ángel de plata seguía tocando su violín fingiendo no escucharlo. William se percató de que fingía, pero no de que estaba pasando por su mente en esos momentos.

Siempre se preguntó que era lo que pensaba cuando tocaba, hacia donde se transportaba.

Si él estaba allí, o no.

-Will.-Respondió por fin él, bajando el instrumento con cuidado.

El galés ya había olvidado porque había perturbado su paz esta vez, a veces solo le gustaba decir su nombre en voz alta. Acariciarlo con su lengua, exhalarlo como si dejara ir una parte de él en el proceso.

Charlotte llegó a su rescate, puso al tanto al albino de la reunión con el Cónsul en una hora.

Jem guardó su instrumento con el mismo cuidado de siempre mientras Will lo observaba desde la puerta, jugando con sus labios. El albino pasó junto a él, rozando sus dedos con los de él sin decir nada. Will se quedó allí unos segundos más, observando la habitación sin ver nada en realidad.

Finalmente, alcanzó a su compañero en el pasillo, volviendo a crear ese roce momentáneo entre sus dedos.

Jamás decían nada, y jamás lo prolongaban más de unos segundos.

Eso era todo, un roce. Era sencillamente la definición de ellos dos.

Suave, efímero...

Lo mejor en la vida dura solo un instante. Y cada uno atesoraría ese instante para siempre a su manera, y lo sabían.

Will lo buscaría en libros, Jem en su música. Y se amarían por separado, en silencio... pero lo harían siempre, y eso es lo único que importaba.


Bueno, esta es mi primera historia basada en The Infernal Devices y no la habría publicado de no ser por los animos de mi hermana.

Espero les haya gustado :)