Tormenta

Iwaoi

[...]

Con el sonido de la lluvia aplacado por las paredes, Hajime ve el desastre en la habitación de Tooru. Bien, su (todavía, espera) habitación. Los trofeos de torneos de vóley compartidos, los mangas, las revistas sobre ciencia ficción, los recortes de extraterrestres. Todo aquello que le ha dado color a su vida en esos últimos años.

Suspira. ¿En qué se ha convertido su vida? Más bien, su vida con Oikawa. No sabe cómo, ni cuándo, ni por qué ha sucedido. Pero le duele, aunque le cueste lo suyo admitirlo, que todo se esté yendo bien al demonio.

¿Has hecho algo por evitarlo?, Tooru le ha interrogado.

Pues no, sin pena ni gloria, él le dice.

Eres una basura cínica.

Y esas palabras repiquetean en su cabeza, y de ahí en adelante se hacen uno con su cuerpo. Y no se entera nada de lo que ocurre, pero siente que algo está mal.

Basta, basta, basta.

Y, definitivamente, tiene que parar.

¿Basta? ¿Parar qué?

La lluvia cae copiosa afuera, y los vidrios de las ventanas empapados le hacen recordar rutinas y frases de amor dichas en el momento oportuno, y adentro también está lloviendo, en color rojo, un rojo que inunda todo, y de él emerge un olor nauseabundo.

Tose y vomita, y así sigue por un rato. Cuando siente la racionalidad volver, un rayo destella tan cerca que le quema la garganta del miedo. La luz se va, y con ella las sombras que le han tenido prisionero, respira agitadamente.

Qué coño hice, se repite siempre.

Un nuevo destello de luz le muestra la escena, pálida y fría, con los colores de la naturaleza salvaje iluminando todo como un retrato hecho por la misma Muerte: allí , tendido y muerto, yace Oikawa.

|NOTA|

Holi. Vengo a traer esto que es un... no sé. Me volví loca y me puse a escribir una cosa medio turbia, si se quiere.