PROLOGO

Lo conozco desde que su familia se cambio a la casa de mi vecino hace 18 años. Yo tenía solo cinco y él era un joven de siete. Sus padres fueron a mi casa a presentarse y yo me escondí tras las cortinas. Se hizo muy buen amigo de mi hermano… ambos tenían la misma edad. Aunque la amistad entre ellos termino cuando yo tenía 13 años… mi hermano y su novia estaban demasiado juntos… la pelea, tratándose de chicos de quince años, no fue nada agradable. Ese fue el fin de la solidaridad entre vecinos… pero Edward era mi amigo. Mi mejor amigo para ser más exactos. Y aunque ahora no podía estar en mi casa, nos las arreglábamos para ir juntos al colegio y pasear de vez en cuando.

Eran terrenos gigantescos, rodeados de bosques, donde podíamos correr sin miedo a que alguien nos descubriera.

Mi infancia fue soportable gracias a él. Edward fue mejor que mi familia en todos los sentidos posibles…

Era mi mejor amigo, solo tenía que seguir un censillo sistema pre- elaborado para no romper nuestra amistad. Una fácil planilla de tres notas imposibles de romper.

Primero; siempre debía reírme de sus chistes. Pero no se confundan, Edward no es tan mal humorista… quizás, con el paso de los años, me he convertido en su aburrida amiga que se ríe por todo.

Ese paso no es tan imposible de romper… después de todo, la risa ayuda al cuerpo y al alma, como él dice.

Segundo; jamás debo ocultarle información del chico con él que salí la noche anterior.

Ese muchacho tenía un serio problema con mi "protección". No es que sea una inútil y no sepa cuidarme sola… pero él insiste que los chicos con los que salgo, no tienes "buenas intenciones". ¿¡Cómo si yo las tuviera? Tengo 25 años…. Andar de la mano y darse castos besitos cerca de la boca no era mi atracción principal. Quería más… ellos querían más. Pero Edward seguía pensando que tenía 14 y era su deber defender mi honra.

Y tercero; Edward jamás… jamás de los jamases, debía enterarse que estaba perdidamente enamorada de él.