Hola a todos. Estoy un poco nerviosa porque esta es una historia que ya estaba rondando en mi cabeza y me he me animado a publicarla. Espero que puedan darse el tiempo de leerla y decirme que opinan de este primer capítulo. Espero con gusto sus comentarios e impresiones. Se trata de una histora, es AU.

Declaro que los personajes de Candy Candy no me pertenecen nyo sólo los tomo prestados para crear una historia para fines de entretenimiento.


Una Flor para Escocia.


Capítulo I

El galope del fornido animal retumbaba sobre la tierra cubierta de fango. Gracias a la lluvia, copiosa en esa época del año, los cascos apenas resonaban a lo lejos, sólo el agitado jinete podía ser capaz de escuchar el fiero paso del caballo sobre el campo…sólo el jinete y tal vez una joven dama a la espera de su caballero al pie de la ventana.

-Ocho cuarenta y cinco de la noche y sin alguna novedad

-Candice, querida, debes tranquilizarte, algo debió pasar

-¿Qué pudo pasar, madre, qué…?

El estruendo rugido del cielo le había cortado las palabras, la lluvia había dejado de ser copiosa para convertirse en una tromba inaudita y violenta. Como si los tropeles de los cascos del caballo rebotaran en su corazón, la joven empuñaba con furia la cortina que llevaba sosteniendo desde hace más de media hora.

-Hermana, deberías sentarte

-No, Annie, prefiero estar de pie…

Y fueron las últimas palabras que se escucharon en el salón de aquel caserón de piedra, en las frías tierras inglesas, antes de que la misma Candy, con angustia en el pecho, gritara mirando a su padre por la llegada de un jinete que había visto apenas unos segundos luego de la caída de un rayo que iluminó el frente de la antigua casa.

Su madre, la Condesa Mary White, y su padre, el Conde Edmund White, intercambiaron miradas preocupadas. Un jinete galopando a esas horas, en medio de la lluvia, y luego del retraso de más de una hora del invitado principal, sólo podía significar malas noticias. El conde pidió tranquilidad y paciencia a todos, sobre todo a su hija mayor Candice quien no había abandonado la ventana desde hace mucho tiempo. A la chica se le hicieron eternos los minutos que tuvo que esperar a que el jinete fuera anunciado. Desde el salón le parecía escuchar los pasos acompasados de los sirvientes y del jinete, seguramente. Sentía el corazón latirle a toda velocidad, pero ya no era de emoción y nerviosismo como lo fue esa misma mañana cuando ella y su hermana bromeaban sobre su futuro como Duquesa de Grandchester; ahora sentía odio y una humillación más grande que la mansión familiar.

Pero contrario a lo que esperaba, por aquella puerta tallada en madera oscura no atravesó ningún Grandchester, sino más bien un mensajero que pidió estrictamente hablar a solas con el Conde White. Candice se había negado a abandonar la estancia sin escuchar lo que el mensajero de los Grandchester tenía que decir, sin embargo, la Condesa y su hermana Annie convencieron a la joven para dejar a su padre solucionar el "pequeño" percance.

Las tres mujeres fueron al salón de té, reservado para las damas; ahí Mary mandó a pedir una infusión calmante para su hija que no dejaba de caminar por toda la habitación hecha una furia. Annie intentó calmarla nuevamente, pero Candice no cedía, alegaba tener el derecho de estar ahí escuchando el mensaje que enviaba el Duque de Grandchester para disculpar la osadía y la terrible falta de respeto que cometió.

-Tú padre sabrá solucionarlo, Candice –decía su madre intentando permanecer calmada, pero lo cierto era que también ella tenía el ánimo desgarbado y caído.

El hijo del Duque de Grandchester era la oportunidad perfecta que tenían para Candice, todo parecía haber sido un milagro cuando Edmund anunció que había encontrado el marido perfecto para su hija. Ni ella misma había podido concertar mejor partido que Terrence Grandchester, próximo duque, luego de que Candice hubiera sido rechazada por dos candidatos anteriores, y todo por el comportamiento de la joven.

Todo intento de casarla parecía infructuoso, ya sea por el alto grado de inteligencia y habilidades mentales que poesía Candice o por su negativa a convertirse en una esposa de aparador. Su hija era una dama capaz de comportarse a la altura de las circunstancias; era hermosa, incluso más que Annie, pensaba ella, sin embargo, su único problema fue que Edmund le entregó una educación demasiado alta para una mujer. La instruyó en finanzas, economía y gobierno además de las disciplinas propias de una dama. Todos murmuraban sobre la educación tan varonil de la mayor de las White. Esto causó un gran problema, pocos caballeros estaban dispuestos a aceptar una mujer más inteligente y mejor instruida que ellos, pero la imposibilidad se hizo más grande cuando Annie llegó a la edad casadera y desde su primer baile, el hijo de Lord Cornwell, Archibald, terminara enamorado de ella.

-Mamá, ¿qué crees que esté hablando el mensajero con papá?

-No lo sé, Annie, pero no debemos preocuparnos, tú padre sabrá qué hacer sea lo que sea

Para calmar el nerviosismo que Candice empezaba a transmitir a su hermana, sostuvo con fuerzas las manos de su hija intentando darle la confianza que necesitaba. Mientras miraba a Candice tropezar con el revistero provocando que su vestido quedara atorado entre las orillas puntiagudas de la caja de metal.

-¡Candice, cuidado! –le advirtió su madre, pero ya era demasiado tarde, el fino vestido de muselina rosa se había rasgado luego del tremendo jalón que Candice dio a la falda para deshacerse de ese impertinente revistero. Annie ahogó un grito de pena por el hermoso vestido.

Mary abandonó a su hija menor y caminó junto a Candice para examinar el daño causado al vestido y justo en el momento en que ambas mujeres evaluaban la tela, la puerta del salón de té se abrió de par en par dejando entrar al conde White quien pidiera a los sirvientes llevarle una copa de whisky. Candice y su madre lo miraron inquietas, silenciosas. Fue Annie quien rompió el silencio para preguntar directamente a qué había venido el mensajero. Mary tragó saliva, por la mirada desencajada de su esposo supuso que tal vez deberían cancelar, por tercera vez, los planes de boda para Candice.

-El Duque de Grandchester envía sus disculpas junto con una condonación por las molestias que causará la cancelación del compromiso entre su hijo y Candice

-¡No puede ser! - exclamó Mary llevándose las manos a la boca

-¿Pero por qué? –preguntó Annie ya de pie luego de la terrible noticia

-Al parecer su hijo está enamorado de otra mujer y está decidido a no dejarla

-Pero, Edmund, creí que habías dicho que esa mujer no era apropiada para ser esposa de su hijo y que el duque buscaba a una joven noble…

-Y así es, Mary, pero el duque ha ofrecido un trato a su hijo: desde ahora deberá asumir todas las responsabilidades del ducado y comprometerá a la chica a cumplir con cada obligación –los sirvientes entraron dejando el vaso de whisky que había solicitado –El duque es un hombre mayor y está preocupado por morir antes del casamiento de su hijo.

-¿Esto significa que mi boda con Archibald será pospuesta otra vez? –preguntó la hija menor con un poco de enfado

-¡Annie! ¿a qué viene eso ahora? –fue reprendida por su madre –sabes perfectamente que no puedes casarte antes que Candice lo haga.

-¡Pero es la tercera vez que la rechazan!

-¡Annie, basta! –volvió a insistir Mary -¡no son momentos para ser inmadura, por favor!

-No, madre, Annie tiene razón-dijo Candice con la mirada perdida, aún sostenía el pliegue de su vestido en la mano -Padre, le suplico que reconsidere la situación y le permita a Annie casarse con el hijo de lord Cornwell.

Edmund White suspiró apesadumbrado, aunque no lo dijera, sabía que Candice se sentía más que humillada, mancillada. Toda su dignidad de mujer había sido pisoteada por el hijo del duque de Grandchester, conocido por su vida libertina entre teatros nocturnos. Que Terrence Grandchester rechazara a Candice era el colmo, él mismo tenía el ímpetu de ir en busca de aquel joven y molerlo a golpes. Pero eso no solucionaba nada, al contrario, resultaría contra producente para la posición en la que quedaba su hija.

-Candice tiene razón, papá, si ella no es capaz de conservar a su prometido hasta el matrimonio, no es culpa mí…-Annie no terminó su arenga cuando sintió un fuerte ardor en su mejilla que la empujó con violencia sobre la silla más cercana. Mary y Candice quedaron impactadas por la corrección de Edmund.

-¡Suficiente irreverencia se te ha tolerado, señorita! - Annie no dejaba de ver a su padre sosteniendo su mejilla. Candice corrió a ella para ayudarla y darle apoyo, pero no aceptó ni el consuelo ni el apoyo de su hermana mayor. Arremetió con despreció sobre Candice y la empujó con todas sus fuerzas para evitar que la tocara. ¾¡Te odio Candice, te odio! ¡por tu culpa estaré condenada a la soltería!

La joven castaña corrió a su habitación siendo seguida sólo por su madre. Candice y su padre quedaron de pie en medio del salón de té sin decir una palabra. Él porque en parte se sentía responsable del escándalo que sufriría Candice luego del rompimiento del compromiso, Mary le había advertido sobre lo sospechosamente ventajoso que resultaba el acuerdo matrimonial, pero no la escuchó y siguió adelante a pesar de conocer la reticencia del hijo del duque y su vida poco decorosa; ella, por otra parte, se sentía herida, pensaba que Annie tenía razón al odiarla. Nunca había querido casarse, aunque sabía que debía hacerlo, es parte de lo que debe hacer como hija de un conde, pero nunca pensó sería realmente difícil. Ella sólo quería un matrimonio en el que no se sintiera encerrada. Su madre y su nana siempre le decían que era una mujer hermosa y sería muy fácil encontrar pretendiente, pero ahora, la última oportunidad que tenía con Terrence Grandchester, se le iba de las manos.

Suspiró cansada, tomó un sorbo de la infusión que le llevaran para los nervios y pensó en todo lo que tendría que afrontar, nuevamente, con un rechazo más.

-Bueno, al menos no ha sido un rechazo público como el de Neil Leagan en el baile de la Condesa Montespan – comentó con un dejo de sórdida ironía para romper el silencio con su padre –podré lidiar con esto también

-No habrá sido público, cariño, pero ha sido el más importante. Los Leagan son una familia respetable, pero Terrence Grandchester se convertirá en duque.

-Del acuerdo matrimonial sólo lo conocían lord y lady Brown, estoy segura que si madre habla con ella mantendrá esto en el olvido –se animó a tomar las manos de su padre para aliviar la pena que ella sabía atravesaba –por favor, no te preocupes. - El conde Edmund White sonrió amorosamente a su hija mientras ella besaba sus manos

-En una semana lady Cameron ofrecerá un baile para celebrar el regreso de su hijo de su viaje a América

-¡oh, Candice! Mi hermosa y gentil Candice, - dijo mientras acariciaba sus mejillas sonrosadas - si las normas no fueran tan rígidas…si estuviera en mis manos, te evitaría esta humillación…

-Padre, por favor, no nos martiricemos más –volvió a estrechar las manos del conde para darle seguridad –resolveremos esto, no podemos seguir posponiendo la boda de Annie, pronto cumplirá diez y ocho y la gente empezará a llamarla solterona.

-¡Oh, Candice! Siempre preocupada por tu hermana, ella deberá aprender a tener paciencia, hija…no podemos seguir consintiéndola

-Pero padre, ella es de carácter sensible y no quiero que los murmullos de los salones terminen con su autoestima, yo tengo la fuerza suficiente para pegar la vuelta a todo lo que digan.

-Aun así, no puedo dejar de preocuparme. Escribiré mi respuesta al duque de Grandchester para evitar el escándalo en la medida de lo posible –el conde besó la frente de su bella hija y salió del salón con el paso apesadumbrado.

Cuando Candice quedó sola en la habitación suspiró lo más fuerte que pudo para evitar el sollozo, no amaba a Terrence Grandchester, ni siquiera le gustaba, pero a pesar de todo se había hecho la ilusión de ser una duquesa y compartir su vida junto a un joven bien parecido y con gusto por el arte. Sabía lo que le esperaba en los días próximos hasta el baile de lady Cameron; era seguro que estaría en las conversaciones de todos y no sólo por su edad, que el haber llegado a los veinte años sin matrimonio era todo un escándalo, sino porque, en lo que muchos consideraban su última oportunidad, fue rechazada por tercera vez. Volvió a suspirar sin tener oportunidad de volver sus pensamientos a su infortunio cuando su nana Pony tocó a la puerta, entonces corrió a sus brazos y soltó el lamento que había estado reprimiendo.

-Me acabo de enterar, mi niña, no sabes cuánto lo siento

-¡ay, nana! Me siento tan humillada, otra vez rechazada, parezco una apestada

-No digas eso, mi niña, si eres la mujer más hermosa e inteligente

Candice se apartó con el ceño fruncido.

-pues necesito ser algo más nana, porque a ningún hombre le intereso –soltó con resignación

-No hables así, pequeña…el indicado llegará, ya lo verás

-Pero nana, a estas alturas el indicado no me sirve – volvió junto a ella - si no me caso antes de que termine la primavera, Annie no podrá casarse con lord Archibald en verano.

-¡ay, ni niña, tanto sacrificio!

-Tengo que hacerlo, nana, se lo prometí a Annie, no puedo defraudarla.

Al salón llegó Dorothy, la doncella de Candice, para anunciar que su madre solicitó su presencia en su habitación. La joven se despidió con un abrazo de Pony y fue en busca de su madre. Intuía lo que iba a decirle; hablarían sobre sus opciones, la forma de evitar el escándalo y planearían una estrategia para ponerse en contacto con lady Cameron. Y así fue, cuando llegó a la habitación de su madre, la encontró junto a Jane, su doncella, quien deshacía el peinado de la condesa. Notó que aún llevaba vestido, por lo que dedujo que hasta hace unos minutos había abandonado la habitación de su hermana. Seguro Annie se tomó su tiempo para seguir insultándola, no la culpaba.

Paseó la mirada por el espacio de la habitación antes de sentarse sobre la cama ya preparada para dormir. Acarició las sábanas coloridas y agradeció el tacto suave del lienzo, ese contacto le recordó lo cansada que ya estaba, empezó a sentir sueño, mucho sueño. Deseaba evitar la plática con su madre y excusarse para ir a su habitación y meterse entre las sábanas de su cama, llegó a la conclusión de que estaba harta, harta de buscar esposo y harta de ser rechazada; quiso dejarse arrastrar por la ola de cansancio que empezaba a apoderarse de ella, pero no pudo hacerlo. La voz de su madre la sacó de sus cavilaciones y volvió a la realidad, de repente sintió frío, como si el clima temperado de la primavera hubiese llegado a su límite, tuvo la sensación de que era invierno por el frío que ya sentía apenas escuchó a su madre decirle: "No permitiré que te vuelvas una solterona"

-Debemos pensar bien nuestros siguientes pasos –decía Mary mirando a su hija desde el espejo –no podemos darnos el lujo de equivocarnos, lady Brown preguntará

-Pensé que podrías hablar con ella para evitar que mencione algo del contrato matrimonial con los Grandchester –contestó ella sin mirar directamente a su madre, no tenía ganas de afrontar nada ahora

-Puedo hablar con ella, claro, pero no para pedirle que calle. Eso sería regalarle un favor y no podemos hacer eso – la doncella terminaba de cepillar el cabello de la condesa cuando Mary le hizo una seña para retirarse –yo me encargo desde aquí, Jane –la doncella recogió sus cosas y salió –tenemos que ser más astutas, esperaremos hasta mañana en la tarde, cuando tu padre haya llegado a un acuerdo con el duque, sólo entonces sabremos exactamente cuál es tu situación real.

-Madre, no creo que lo que diga el duque cambie realmente la circunstancia de mi situación, con acuerdo o sin él, el punto es que he sido rechazada, ¡me han pateado!

-¡Candice, por favor, ese lenguaje! –reprimió Mary –estoy tratando de evitar un daño irreparable, ¿o acaso quieres quedar marcada para siempre? –levantó la voz

Candice agachaba la mirada evitando los reproches de su madre. Deseó tanto volver a tener diez años, cuando todos hablaban de la prometedora belleza y delicadeza de la primogénita de los White; en las perpetuas expectativas infantiles no podría defraudar a nadie.

-Candice, ¿me estás escuchando?

-Sí, madre, te escucho –concentró su mirada en los arabescos adornos del biombo donde su madre se ponía la ropa de dormir –y aunque no quisiera asistir al baile de lady Cameron, también creo que debo hacerlo, pienso que podré encontrar algún candidato

-No Candice, no se trata de que podrás encontrar, sino que asistirá un candidato –salió la condesa del biombo acomodándose el cuello del camisón para encontrarse con la mirada de consternación de su hija –y esta vez, Candice, sí será la última oportunidad.

-No entiendo, madre ¿de qué hablas?

-Cuando tu padre llegaba a un acuerdo matrimonial con el duque de Grandchester, yo me había puesto en contacto con lady Andrew…

-¿lady Andrew?

-Viuda de Alexander Andrew, antiguo jefe del clan Andrew, en Highlands, en Escocia

-¿clan, highlands? Madre, ¿piensas casarme con un earl escocés?

-¡Pero Candice, por favor, no lo digas como si fuera algo malo! ¡No quiero tener dos hijas solteronas!

-y yo te entiendo madre, pero…ser esposa de un caballero inglés es totalmente diferente a ser esposa de un earl escoces, madre, allá son…

-unos caballeros, querida –la incitó a levantarse de la cama—también son unos caballeros y con uno de ellos te casarás

-¿Padre sabe de este acuerdo? –miró a su madre entrar a la cama

-No, no lo sabe y no lo sabrá, Candice, tampoco Annie –tomó un cuaderno forrado en cuero café de la mesa de noche y extendió a la joven –había acordado con tu padre en no continuar mis avances con lady Andrew para no desairar al duque –Candice tomó con curiosidad el cuaderno –pero, gracias a Dios que no lo hice.

-¿qué es esto? –interrogó leyendo el contenido del cuaderno con asombro y enfado

-La historia del clan Andrew, es algo que debes saber, pronto te convertirás en la esposa del earl.

-Entonces, ¿qué pasa con lady Brown?

-No pasará nada, Candice, le escribiré y le diré que fuiste tú la que rechazó al hijo del duque porque conociste al earl del clan Andrew y quedaste enamorada de él

-¿qué, estás loca? ¡ni siquiera sabía que la tal familia Andrew existiera, cómo me voy a enamorar! además, ¿no dijiste que debemos esperar al acuerdo con el duque?

-¡Candice, basta! ¡Estoy desesperada! Conocerás a lady Andrew el día antes del baile con los Cameron y por favor, Candice, concédenos, a todos, la alegría de convertirte en la esposa del earl, por favor, hija

-Eso haré madre, por favor, descansa esta noche

Caminó por el largo pasillo hasta su habitación con el cuaderno de cuero en sus manos. La noche había sido agitada, no estaba de acuerdo con los métodos y artimañas de su madre, pero al menos debía agradecer que la sacó de un gran apuro. Sintió un gran vacío en su interior, pero poco le importo siempre y cuando Annie fuera feliz. Ella era más fuerte, si se enamoraba o no del earl no tenía importancia, encontraría en qué ocupar su vida.

En el camino se encontró con su padre que venía de haber despachado el último mensaje del duque. Al parecer Robert Grandchester acordó con el conde el silencio total y debido al inoportuno comportamiento que su hijo había tenido con la familia White, aceptaría cualquier razón que los condes decidieran ofrecer como causa del contrato matrimonial. El duque se mostraba bastante generoso, Candice sonrió con extrañeza por la suerte que había tenido su madre jugando las cartas de la sociedad. Abrazó una última vez a su padre y le aseguró que todo saldría bien, Edmund no hizo más que sonreír y besar la mejilla de su hija. En su habitación, Candice encendía su lámpara de noche y junto a ella empezó a leer: Genealogía de la familia Andrew...


Hasta aquí el primer capítulo, espero que les haya gustado...