Como debía de ser
Sirius corría con todas sus fuerzas por los pasillos de Hogwarts, rogando para sus adentros que ella, no se hubiera ido ya.
El día anterior, ella, había reunido en las Tres Escobas a sus mejores amigos; James, Remus, Snape y Lucius. Y Sirius. Ninguno sabía el por que. Sólo cuando ella se sentó con ellos en la mesa y les miró uno a uno, sonriéndoles tristemente, supieron lo que se avecinaba.
-Me voy, chicos.-les había dicho.
-Pero, no puedes irte.-había protestado Remus.- ¿Qué haremos sin ti?, sin tus sabios consejos, sin tus ánimos, sin tu quejas, sin la sonrisa que nos regalabas cada mañana… dinos, ¿qué haremos sin ti, ahora que te vas?
Ella había sonreído agradecida por el cumplido, mirándolo con cariño.
-Te echaré de menos, Remus John Lupin.-había confesado ella justo antes de levantarse para darle un fuerte abrazo.
Cuando se había soltado de Remus, había mirado a los demás presentes. Snape, había levantado la cabeza en aquel instante.
-¿Sabes?, fuiste la primera que creyó en mí. Nunca te olvidaré.-había dicho apenado Severus.
-Yo, sólo decirte, que te agradezco que confiaras en mí. Fue algo muy valioso.-había dicho después Lucius.
Ella les había abrazado a los dos, y había mirado a James, que había permanecido con la cabeza bajada, mientras los otros se despedían. Ella le había puesto una mano en el hombro.
-Me ayudaste mucho, y gracias a ti, conseguí a Lily. No puedo creer que ahora te marches.-había dicho melancólico James, mientras se fundía en el abrazo que ella le regalaba.
Ella se había separado de James, y había mirado a Sirius.
-Sólo faltas tú.-había dicho.
Sirius la había mirado, sólo faltaba él. Sólo él.
Sirius seguía corriendo, en aquellos momentos, esos largos pasillos de Hogwarts le parecían interminables. Cuanto más corría, más se alejaba de él su meta. No llevaba mucho tiempo corriendo, pero era como si hubiese corrido la carrera de 100m lisos. No podía más, pero tenía que seguir, debía seguir.
Por ella.
Ella había mirado a sus compañeros.
-¿Podéis dejarnos unos instantes?-había preguntado.
Ellos habían asentido conformes, y se habían alejado, en dirección ala barra, dejándolos allí solos.
-No entiendo la razón de tu ida. James también está en peligro y él no huye.-había dicho él a la defensiva.
-Yo no huyo Sirius.-había replicado ella
-¿Y entonces por qué te vas?-había inquirido él dolido.
Ella había sonreído tiernamente, pero sus ojos reflejaban pesadumbre.
-Tengo cosas que hacer.-había respondido ella
Sirius se había cruzado de brazos y había girado su cabeza, de modo que ahora observaba a la gente de la calle pasar.
-Sirius, quería decirte una cosa.-le había dicho ella
-Te escucho.-había dicho él.
-Hace tiempo que llevo dándole vueltas al asunto. Y he llegado a la conclusión de que te quiero. No sé lo que pasó, ni tampoco como no me he dado cuenta antes. Sólo sé que te amo. Sé que has tenido muchas novias, y que yo soy sólo tu amiga. Pero debía contártelo, no podía guardármelo para mis adentros.
Ella lo había mirado esperanzada, en busca de algún gesto, alguna señal que le indicase algo. Que le indicase que sus palabras habían tenido algún efecto sobre él. Nada, no había obtenido nada.
-Bueno, sólo quería decirte eso. Nos vemos, Sirius…-había dicho como despedida.-…en tus sueños.-había susurrado ella para sí misma.
Mientras corría, pensaba en como había dejado escapar la oportunidad de contestarle, de darle una respuesta… ahora no sabía se llegaría a tiempo para poder hacerlo. No sabía si ella, ya se había ido.
Ella se había acercado por última vez a los merodeadores, a Lucius y a Snape.
-¿Se lo has dicho?-habían preguntado.
Ella había asentido.
-¿Qué te ha dicho?-había preguntado Snape.
Ella había negado con la cabeza, a la vez que sonreía con melancolía.
-Ahora debo irme. Me esperan. Despedidme de las chicas, yo no podría.-había dicho ella
Luego, se había dado la vuelta, había recogido sus cosas, les había mirado por última vez sonriéndoles, y había salido por la puerta con paso decidido.
Los cuatro chicos se habían acercado entonces a Sirius, que había seguido inmóvil todo el tiempo.
-¿Qué le has contestado?-había preguntado Snape, nada más llegar a su altura.
Sirius se había vuelto hacia él con el ceño fruncido.
-Nada.-había respondido.-No le he contestado nada.
-¿Pero tu estás majareta o qué? ¿Has dejado escapar a la ÚNICA chica que te quiere de verdad y a la que quieres, por tu estúpido orgullo? Perdona que te lo diga, pero eres un completo imbecil. Un gilipollas y testarudo imbecil, eso es lo que eres.-lo había regañado Snape.
No lo había querido admitir,… hasta ahora. Pero Snape, había tenido más razón que Jesús cuando dijo: "quien esté libre de pecado, que tire la primera piedra". ¡Maldita razón, maldito orgullo y maldito todo!
Esa misma mañana, Snape se había acercado a él y le había dicho;
-Quiero que te vallas, que la busques y que cuando la encuentres, le digas todo lo que sientes, ¿entendido? O me veré obligado a decirle a Lupin quien se comió todo su chocolate anoche.
Sirius había asentido y había salido corriendo. Snape podía llegar a ser muy persuasivo… Snape se había quedado allí, de pie, resignado de nuevo. Ahí iba otra chica. Si es que, no aprendería nunca. Estaba claro que el destino le tenía reservado un viaje en solitario. Aún así, regresó a su asiento de siempre, con pesadumbre, pero con un remordimiento menos. ¡Maldita conciencia!
Sirius hizo un último esfuerzo por llegar. Esperaba que no fuera tarde, deseaba que no fuera demasiado tarde.
Entonces, divisó la salida a los jardines, allí estaba, al fin.
Corrió y bajó por las escaleras dando trompicones, corrió por el césped, hasta que la vio a lo lejos, a punto de subir en el carruaje que se la llevaría de su vida para siempre.
-¡Eh…! ¡Espera…!-dijo él sin aliento.
Ella dudó, ¿sería realmente él, o todo había sido producto de su imaginación? Se dio la vuelta para comprobarlo. No, su imaginación no la había engañado, él estaba allí.
-¿Qué haces aquí?-le preguntó ella.
-Te quiero, te amo, te…-pero Sirius no pudo continuar, por que ella, le estaba besando…
BASTANTE TIEMPO DESPUÉS…
Un Sirius de treinta y pico de años, se despertó de golpe. Tenía la respiración agitada y sudaba. De nuevo había soñado con ella, pero esta vez, a diferencia de las otras, la había alcanzado…
Algo se movió entre las sábanas, a su lado…
-Sirius, son las tres de la madrugada, vuélvete a dormir.-le dijo una voz femenina a su lado.
Sirius sonrió, ella era la que estaba a su lado. Con él. Como debía de ser.
Sirius buscó sus labios y se los besó, luego la rodeó con los brazos, y pudo sentir el calor de su desnuda piel. Ella se acurrucó en los brazos de él, y se quedó dormida de nuevo.
-Gracias…-le susurró al oído, aunque sabía que ella no le escuchaba.
Ahora sí que la había alcanzado. Ahora podía estar satisfecho, ella le pertenecía y no era de nadie más, sólo suya…
-…sólo mía…-murmuró entre sueños.
Ella sólo pudo sonreír en la oscuridad…
Domingo, 28 de Noviembre de 2004.
2:00 de la madrugada.
AureaAspen.
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