Alrededor del mundo, a través del tiempo han surgido muchas leyendas, de las cuales nunca se ha demostrado que sean ciertas o que en realidad pudieran haber sucedido en algún lugar y tiempo determinado, ya que muchas veces de una leyenda antigua se derivan otras, mucho más recientes.
Pero hay una leyenda que es muy poco conocida, se dice que esta leyenda solo es conocida por aquellos que son elegidos para demostrar que es cierta. Nunca se ha sabido cómo es que se enteran sobre ella, simplemente ellos saben que la escucharon en alguna parte, no saben quién se la dijo o en qué momento la escucharon, solo sabe que la conocen y saben que es real cuando comprueban por ellos mismos, que la leyenda del Bosque Profundo es cierta.
Era un hermoso día, el sol brillaba, los pájaros cantaban. Era un buen día para realizar una fiesta, más específicamente, una fiesta de compromiso. Todos los invitados e implicados en la realización de esta, estaban muy felices y emocionados por dicho acontecimiento, todos estaban alegres, excepto la chica que iba a comprometerse. Ella no estaba nada feliz, ya que ella no quería casarse, al menos, no con uno al que no amaba. Muchos menos con el hombre con el que la habían comprometido, era arrogante, egocentrista, se creía mejor que todos y nunca en su vida se había preocupado por una persona que no fuera él mismo. Keigo Atobe un joven de diecinueve años, cabello negro grisáceo y ojos negros. Debido a la forma en que se crió siempre había sido muy arrogante y se hacía llamar a sí mismo "Rey", aunque de eso no tenía nada, por mucho dinero que tuviera.
Razón por la cual ella no estaba feliz por tener que pasar el resto de su vida con una persona así.
Esta chica era Sakuno Ryuzaki, una hermosa joven de diecisiete años, cabello castaño rojizo y unos preciosos ojos de color rojizo que podían ser comparados con unos preciosos rubíes. Una joven de carácter amable y dulce, se avergonzaba con facilidad debido a la timidez que poseía, no era muy sociable debido a esto. Sin contar que era algo torpe y no se le daban muy bien los deportes. Siempre se preocupaba por el bienestar de los demás, antes que el de ella. Por esto y la gran belleza que poseía, había causado que llamara la atención de uno de los más cotizados solteros del mundo. Y ella ni cuenta se había dado, hasta este momento.
Los jóvenes provenían de, dos de las familias más poderosas del mundo. Ella de la familia Ryuzaki que residía en Japón; y él, de la familia Atobe, quienes residían en Inglaterra.
Estas familias pertenecían al círculo de personas que prácticamente controlaban al mundo. Este grupo era conformado por cinco familias: la familia Yukimura de Francia; la familia Shiraishi de España; la familia Tezuka de Noruega y la familia Echizen de Australia.
La razón de esta unión era simplemente por un capricho que había tenido el joven heredero de la familia Atobe, quien había quedado fascinado con la belleza y la inocencia que desprendía la más joven de las Ryuzaki. Sus familias tomaron esta oportunidad para poder unirse con un lazo más fuerte que el de la amistad.
Sakuno no estaba nada contenta, ella quería que ese día, el día de su compromiso, fuera especial junto a la persona que ella había elegido para pasar su vida juntos, al hombre que amara. Aunque, todavía no había encontrado a la persona que robara su corazón, quería esperar y encontrarla, pero su madre no tenía la misma intención que ella. Ella tenía en mente algo totalmente diferente a los planes que Sakuno quería para su vida.
Sumire Ryuzaki una mujer de edad avanzada con carácter fuerte, pero a la vez amable. Era una de las personas que estaba en contra de la unión entre su nieta y el joven Atobe. Ella no creía que ese niño arrogante y maleducado –como ella le decía- fuera a hacer feliz a su nieta. Desde que lo vio se dio cuenta de que ese joven solo se preocupaba por el mismo y por nadie más, nunca lo había visto mostrar interés por otra persona que no fuera él. Al menos hasta que se fijó en su nieta, aunque a leguas se notaba que era un simple capricho, y no porque en realidad estuviera enamorado de ella. Ni siquiera se conocían, solo se habían visto dos veces y en ningún momento habían hablado, así que como podía ser posible que ese muchacho se enamorara de su nieta. Para Atobe, su nieta Sakuno solo era un trofeo más en su larga lista.
Estaba desesperada…estaba a pocos minutos de comprometerse con un hombre al que no conocía, y mucho menos amaba. Un hombre al que no soportaba, bueno, no creía que hubiera persona que pudiera soportarlo, y como poder soportarlo cuando parecía que lo único que podía decir era "Ore-sama" ¿Cómo podría pasar el resto de su vida con él? No creía que pudiera vivir tranquila de esa manera. Tenía que pensar en alguna manera de la cual pudiera atrasar ese compromiso ¿Pero cómo? Se preguntó internamente. Pero después de varios minutos e incontables intentos, no se le ocurrió nada.
Era tanta su desesperación por pensar en una solución a su problema, que no se dio cuenta de que una de las muchachas del servicio había llegado a avisarle que era hora de bajar hacia el lugar de la fiesta, que se estaba realizando en el jardín de la mansión Ryuzaki. Sabía que una vez bajara y saliera por la puerta del frente, no había vuelta atrás. Una vez estuviera afuera perdería su libertad.
Cuando bajo completamente las escaleras, por puro reflejo volteo a ver hacia las ventanas de la mansión, como si eso fuera a darle la respuesta que estaba buscando. Y como si hubiera ocurrido un milagro pudo divisar un pequeño bosque que había cerca del lugar donde se encontraba, era raro que en un momento como este lo hubiera visto, siempre creyó que el bosque se encontraba algo alejado, pero ahora lo miraba tan cerca, como si estuviera llamándola. En ese momento una idea cruzo por su mente, si se escondía en el bosque no la encontrarían, así se salvaría del compromiso con el odioso de Atobe, al menos por el momento.
Sin emitir sonido alguno se escabullo de la presencia de su acompañante y fue hacia una de las salidas hechas por unos grandes ventanales de cristal, al llegar abrió lenta y silenciosamente una de ella y se echó a correr con dirección al bosque, a lo lejos pudo escuchar cómo le gritaban "SAKUNO-SAMA", en ningún momento volteo su vista para ver si la perseguían. En pocos minutos se internó entre el denso bosque y en su cabeza había un solo pensamiento.
"¿Por qué tenía que pasarme esto a mí? Es que acaso no tengo el derecho de escoger con quien me voy a casar.
Yo quiero casarme con el hombre al que amo, aunque todavía no lo encuentro. Hasta el momento nunca he tenido la oportunidad de enamorarme. Me gustaría poder encontrar al amor de mi vida y casarme con él porque yo quiera, y no porque me estén obligando"
Sakuno iba tan ensimismada en sus pensamientos que no pudo notar cuando el bosque empezó a desprender un suave resplandor de color dorado combinado con un intenso color rojo, aunque fue solamente unos instantes lo que duro el resplandor, fue lo suficientemente duradero para realizar un drástico cambio en los acontecimientos de su vida.
Corría lo más rápido que podía, sabía que en este momento ya estarían buscándola por todas partes, incluso que podían estar siguiéndola. Tenía que apresurarse y encontrar un buen lugar para esconderse, o de lo contrario la llevarían de nuevo a la mansión y esta vez no tendría oportunidad de escapar.
No le importaba que se le estuviera ensuciando el largo vestido que traía, tampoco le importaba que su peinado se estuviera deshaciendo, lo único que deseaba en esos momentos era poder alejarse de todos sus problemas.
Tan distraída estaba que no se dio cuenta que prácticamente se encontraba al otro lado del bosque, aunque todavía le faltaba un poco, no estaba tan alejada de la salida.
Por pura inercia volteo a ver hacia atrás, vio que no había nada tras ella, ahora estaba segura que nadie la estaba siguiendo.
Suspiro con alivio, nadie la había seguido, ahora estaba más tranquila.
Pero tanta era su felicidad en ese momento que no se dio cuenta de que frente a ella esta una persona que se encontraba caminando por el lugar sin darse cuenta de su presencia.
Ambos estaban tan ensimismados en sus pensamientos que no se dieron cuenta del uno al otro.
Al menos no, hasta que sintieron el fuerte choque provocado pos ambos cuerpos.
En ese momento no se dio cuenta en la comprometedora posición en la que se encontraban, lo único que le importaba era ver contra quien había chocado, siempre había sido muy torpe, así que no le sorprendía que algo así le pasara, pero quería saber quién era para poder pedirle disculpas correctamente.
El golpe que se había dado en la cabeza la había dejado momentáneamente aturdida, así que solo atino a levantar un poco su cabeza al sentir que se encontraba sobre algo blando, pero al hacerlo deseo nunca haberlo hecho.
Frente a ella se encontraban unos ojos dorados que la miraban con curiosidad, pero a la vez con molestia. En ese momento se dio cuenta de que había chocado contra un joven cuando había volteado a ver hacia atrás.
Su cara se puso totalmente roja en ese momento, tanto que podía hacerle competencia a un tomate. Se encontraba totalmente avergonzada, había chocado contra un chico –muy guapo por cierto- sin darse cuenta, y este no parecía muy contento, de seguro él pensaba que ella era muy torpe –y como no- por no haberse dado cuenta por dónde iba.
Y para agrandar su vergonzosa situación, se dio cuenta de la posición en la que estaban y se puso más roja de lo que ya estaba –si eso fuera posible-. En ese instante sintió un fuerte dolor de cabeza y lo último que pudo ver fue como esos hipnotizantes ojos color ámbar la miraban con preocupación.
Después todo se había vuelto de color negro.
La pobre de Sakuno se había desmayado al no aguantar el nivel de vergüenza que estaba pasando en ese momento, sin darse cuenta de que había quedado encima de un joven que estaba totalmente confundido por lo que acababa de suceder.
En otro lugar, más específicamente en: La Casa de Playa de la Familia Echizen en la Bahía de Gordon, Sídney, Australia.
Sentado en una silla muy cerca de la piscina se encontraba un joven muy apuesto de cabello negro con algunos reflejos verdosos, unos penetrantes y fríos ojos color ámbar, con diecisiete años de edad y un orgullo que le llegaba hasta el cielo, sin contar que era el hijo menor de una de las familias más poderosas del mundo.
Ryoma Echizen, segundo hijo del matrimonio entre Nanjiroh Echizen y Rinko Takeuchi, heredero de toda la fortuna de su familia, debido a que su hermano mayor, Ryoga Echizen era un hombre totalmente despreocupado de sus responsabilidades, gustaba de viajar constantemente gozando así de su libertad, ya que tiempo atrás había dejado en claro que no quería involucrarse en los negocios de su familia, cosa que finalmente su padres tuvieron que aceptar, haciendo que toda la responsabilidad cayera en su hijo menor Ryoma. El que tuvo que aceptar esa responsabilidad a regañadientes, ya que al él tampoco le gustaban ese tipo de cosas, sin mencionar que desde pequeño tuvo que estudiar todo lo relacionado al manejo de las empresas como las que tenía su familia. Con lo cual al pasar los años termino por acostumbrarse, aunque no le gustaba del todo, ya no le desagradaba como antes.
La razón de que estuvieran es la casa de playa de la familia y no en la mansión donde habitaban era porque el miembro más pequeño de la familia Echizen se encontraba de mal humor y cuando estaba en ese estado era insoportable. Su mal humor radicaba en que debido a la invitación que recibieron para asistir al compromiso de la nieta de Sumire Ryuzaki -una gran amiga del padre de Ryoma- salió a colación en tema en que Ryoma tendría que casarse pronto, cosa que desagrado grandemente a este último
No es que no quisiera hacerlo, sabía que en algún momento de su vida tendría que hacerlo, pero simplemente no quería hacerlo con ninguna de las interesadas que vivían rondándolo solo por el dinero que poseía. Él podía ser muy frió, cortante, despistado y muchas veces inocente, pero no era tonto. Sabía que la única razón por la que las mujeres se le ofrecían sin ningún pudor era porque pertenecer a su familia significaba.
Un alto cargo en el mundo de los negocios, sin mencionar el dinero que había de por medio.
Por increíble que pareciera, dado que conocían el carácter que poseía, Ryoma Echizen quería, o más bien deseaba que si iba a casarse, al menos lo hiciera por amor.
Sonara muy extraño, pero si, Ryoma "el príncipe de hielo" Echizen quería casarse con la mujer de la que estuviera enamorado. Aunque esta mujer todavía no hubiera aparecido.
Si quería que su deseo se cumpliera tenía que ser rápido y encontrarla antes de que sus padres escogieran a una de sus "mejores" candidatas para serlo.
Por esa razón su familia había faltado a la fiesta de compromiso de una chica a la que no conocían, solo habían escuchado hablar sobre ella, pero nada más. En lugar de ir a dar sus felicitaciones por tan grande acontecimiento, prefirieron ir a la playa y tratar de mejorar su estado de ánimo.
Cosa que había estado funcionando, al menos por el momento.
Salió de sus pensamientos cuando frente a él pudo divisar un pequeño bosque que se encontraba muy cerca de donde él se encontraba. Nunca antes le había prestado atención, sabía que estaba ahí, pero nunca se había puesto a observarlo atentamente.
Al verlo fijamente podía sentir que irradiaba una sensación de infinita paz que le atraía mucho. Se levantó de su asiento y empezó a caminar hacia adelante.
Daría un paseo por el bosque, sentía que eso podría calmarlo y hacer que olvidara todos sus problemas.
Antes de internarse totalmente en el bosque, su mente estaba llena de pensamientos, que por "casualidad" o tal vez no, eran muy similares a los que cierta castaña estaba teniendo en esos momentos.
Antes de desaparecer por completo dentro del bosque, en su cabeza rondaba un último pensamiento.
"¿Por qué todos quieren meterse en mi vida? Acaso no entienden que no quiero casarme por obligación. Mucho menos con una mujer que solo está interesada por lo que represento. Dinero.
Me gustaría enamorarme de una mujer totalmente distinta a todas las que me rodean. Que me quiera por quien realmente soy y no por lo que tengo."
Ya dentro del bosque se permitió observarlo detenidamente. No tenía nada especial, pero la sensación de paz y tranquilidad que irradiaba le gustaba mucho.
Hacía mucho tiempo que no se sentía de esa forma, siempre se la pasaba de mal humor por culpa de su padre y su hermano, ya que a cada momento lo molestaban por cualquier cosa, por más insignificante que fuera.
Tan ensimismado estaba en sus pensamientos, que no se dio cuenta de la persona que venía corriendo frente a él. Y no fue hasta que sintió como chocaba con algo, o más bien alguien.
Cuando se dio cuenta, estaba tirado en el suelo con una persona encima de él, más precisamente una joven mujer de más o menos su misma edad.
No podía verle la cara ya que tenía la cabeza y la mirada hacia abajo. En ese momento se sentía algo confundido y a la vez molesto. Confundido porque no sabía que hacia exactamente esa chica en un lugar como ese, y mucho menos como entro, ya que el bosque se encontraba dentro de la propiedad de la familia Echizen y nadie más que ellos podían entrar. Y molesto porque la razón de que se encontrara en ese momento en el suelo con esa chica encima era porque ella venia corriendo y no se había dado cuenta de que él estaba ahí.
