Iba conduciendo sumido en mis pensamientos, iba lleno de cólera, claro no era para menos. Estaba furioso en contra de mis profesores, del equipo, de mi novia… mi novia, Susy había sido el sueño de mi vida, era linda y muy sonriente. Maldito sea el momento en que accedí a que se uniera al grupo de porristas, eso solamente sacó lo peor de ella, se volvió arrogante, fría y distante. Y lo peor de todo, como ella decía, se volvió "muñequita de todos, juguetito de nadie". Pisé el acelerador de mi convertible, miré como la aguja llegó a las 180 millas por hora. Intentaba que el fresco del aire de esa noche cálida despejara mi mente y mis pensamientos. El entrenamiento acababa de terminar al igual que mi relación con Susy, por más que la quisiera no iba a ser el hazme reír de nadie, mi lugar en el equipo es de mariscal de campo y por estar pensando en ella no pude concentrarme en esta noche. Tengo un juego importante y una beca que cuidar, el dinero no es problema para mí, pero sí el orgullo, yo no pierdo nada ni ante nadie. Por eso tomé la iniciativa al terminar con Susy, tenía que ser yo quien lo hiciera y no ella, mi orgullo no lo permitiría. Golpeé el volante con el puño cerrado al recordar que tuve un día de los mil demonios, el profesor de álgebra puso una "F" en mi test y me exigió tener un mentor si quería pasar su materia, mierda, aun de recordarlo hiervo de coraje.

Maldición, mil veces maldición. Vi como la luz del semáforo se puso amarillo indicando prontamente el cambio a rojo. No, no iba a dejar que una maldita luz también intentara decirme lo que tenía que hacer. Entonces vi que un auto plateado se ponía en marcha al cruce de las dos avenidas. Intenté frenar obligando a mi convertible quemar los neumáticos en un intento de detener su avance, el sonido estridente de las llantas me sacó de mi ira en un intento de detener por completo antes de que provocara un accidente que me hiciera perder mis sueños para siempre. Giré el volante al lado contrario, pero el conductor del otro auto aceleró en un intento de cederme el paso, no le fue posible frenar. Entonces lo inevitable… nuestros autos colisionaron, la esquina de la defensa delantera impactó con la esquina trasera de aquél auto color plata, derrapé por la avenida aferrándome al volante y pensando en lo imprudente que había sido hasta el momento al mismo tiempo que rogaba una oportunidad al cielo.

El auto color plata llevó la peor parte, giró sobre el asfalto y se detuvo en un poste de alumbrado público. Bajé inmediatamente de mi auto y corrí pensando que podía auxiliar al pasajero o pasajeros que se encontraban en aquella unidad, al fin de cuentas el único responsable era yo y mi maldita ira de que todo me había salido mal. Llegué y me asomé suplicando que no hubieran víctimas, mi corazón latía a mil por hora pero con un sentimiento diferente al de al menos cinco minutos antes, no latía lleno de ira sino de miedo.

Pegué mis manos en el cristal y posicioné mis ojos entrecerrados esperando ver el interior desde los cristales polarizados de aquel Ferrari. Vi una silueta recostada en el volante sobre sus muñecas y temí lo peor.

Saqué mi móvil y llamé al 911, noté como la gente comenzaba a acercarse curiosamente hacia mí, algunos en un intento de ayudar y otros solamente para mirar. Comencé a sudar frío, llamé a mi padre y a mi seguro. Volví a asomarme al interior y vi cómo se movió lentamente le indiqué que quitara el seguro de la puerta, pero ella estaba aturdida y tenía un hilo carmesí corriendo por su frente. Pasó su mano por su cara intentando retirar su cabello y no supe si fue por nervios o miedo pero… me sonrió. Mi miedo se desvaneció, al menos noté que estaba consciente e iba sola, no había señas que hubiera alguien más que pudiera haber salido lastimado. Le volví a indicar entre gritos y ademanes que quitara el seguro de la puerta para que la pudiera auxiliar.

A lo lejos se escuchaban las sirenas en muestra que la ayuda no tardaba en llegar. Ella quitó el seguro y abrí de inmediato la puerta y me detuve en cuclillas entre la puerta y ella. Era hermosa, era un ángel, a pesar de tener el pelo revuelto por mi estupidez y la tez pálida por el susto, se veía preciosa.

-¿Estás bien?- mi voz sonaba con miedo y preocupación, Dios, ella era en verdad hermosa, era esbelta, iba vestida con un top blanco sin mangas con cuello redondo y vaqueros. Estaba temblando, seguramente era de nervios y del susto que le había provocado.

-Sí, creo, solamente siento un poco de mareo y dolor en el brazo izquierdo.-Dijo sonriendo, sí, no había duda, ella era hermosa como un ángel.

Los paramédicos llegaron al lugar del accidente y corrieron a asistirla, le hicieron preguntas de rigor para saber que no había perdido la noción de tiempo y espacio

-Señorita ¿Sabe qué día es hoy?

- Jueves 13 de febrero

-¿A dónde se dirigía antes de la colisión?

- A la casa de mis padres que está en Calle 8B

-¿Cuál es su edad?-

-18 años

-Su nombre…

Si ángel ¿cómo te llamas?, pregunté mentalmente impaciente al momento que fui retirado para ser atendido. Esperen necesito saber cómo se llama esa lindura que el destino ha cruzado por mi camino, mi noche no puede terminar tan mal...

-Terrence, hijo, ¿Estás bien?- escuché la voz de mi papá.

-Sí, con un poco de dolor de cabeza, creo que es solo por la impresión. Un buen whisky en compañía de mi padre, en cuanto lleguemos a casa, hará su efecto muy pronto.

-Nada de eso hijo, primero que te valoren y luego a descansar…- Si mi padre estaba preocupado, lo sabía disimular muy bien - Hijo… ¿tuviste algo que ver en este accidente? Me refiero a que si tú fuiste el responsable.

-Venía inmerso en mis pensamientos, tuve un pésimo día de mil demonios-dije recordando mi ira y dando paso a mi enojo nuevamente.

-Terry, contesta mi pregunta y no me evadas para saber si tenemos que pagar al otro conductor…

-Papá- lo interrumpí- deducible y cargos.

-Hablaré con el seguro, y en cuanto estés bien hablaremos tú y yo.

Asentí con la cabeza cuando vi que la subían en una ambulancia acostada en una camilla, le habían puesto un collarín y la habían inmovilizado con arneses. Intenté acercarme y saber si podía ser útil cuando el agente de seguridad vial me dijo que ellos ya habían notificado a su familia.

Me curaron dos raspones que tenía, uno en el codo y el otro en mis nudillos, la plataforma se llevó nuestros carros y el agente del seguro tomó los datos necesarios. Subí al carro de mi padre, a su lujoso Mercedes Benz, una vez estando dentro sabía que no iba a poder escaparme de la reprimenda que me esperaba. Tengo 19 años y aunque no soy hijo único, Richard y yo somos muy unidos, amo a mi madre y a mis dos hermanos, a Mark mi hermano mayor de 21 años y a Sally mi hermana menor de 17 años.

-Te escucho hijo.

-No tuve un buen día, todo salió mal: el entrenamiento, me fue mal en el examen y de paso terminé con Susy… aceleré… perdí el control y el final ya lo conoces…

-¿Por qué terminaste con Susana?

Aunque sabía de sobra que Susy no era lo que mis padres deseaban para mí, no se oponían a mi relación con ella. –Sencillamente me di cuenta que ella no era para mí, ni yo para ella- Dije con afán de no entrar en detalles.

-Y ¿Estás bien con ello?

-Sí, me siento bien.- Dije sin mayor preocupación- Papá- dije para cambiar el tema, sabía que por el momento no me diría algo del accidente, al menos eso había hecho hasta ahora, pero yo no estaba tranquilo- ¿sabes a dónde llevaron a la chica del accidente?

-Sí, George me informó al momento de hacer el papeleo del seguro. ¿Por qué tu pregunta?

-Quisiera saber si se encuentra bien.- Ella me había dicho que sí, pero yo no me sentía tranquilo.

- Lo sabrás después, ahora vamos a casa a que descanses. De seguro que mañana estarás un poco adolorido.

CANDICE

Me encontraba emocionada porque el profesor de álgebra me había dicho que podía obtener la beca por ser el mentor de un estudiante. No es que yo necesitara el dinero, pero algo extra no me caería mal, más bien lo hacía por el valor curricular que eso traería consigo. Significaba mucho para mí, que una alumna de primer año enseñara álgebra avanzada a un alumno de segundo año. Sí, eso era lo mío, todo lo referente a números… Después de clases había ido a casa de mi amiga Paty O'Brien para organizar nuestra ya acostumbrada salida de amigas por el 14 de febrero, el día de San Valentín, en ese momento ninguna de las tres, incluida Annie, teníamos pareja, así que esperábamos pasar un buen tiempo para chicas después de la escuela.

Vi la luz ponerse verde y pisé el acelerador cuando escuché el chillido de las llantas de un auto que circulaba sobre la avenida principal, como reacción pisé a fondo, si frenaba lo más seguro es que el impacto lo diera en la parte lateral del auto y el impacto para el otro conductor sería de frente y probablemente sería fatal. Me aferré al volante hasta que sentí mis dedos doler y fue cuando los dos autos tocaron sus esquinas, giré y me aferré más al volante pero por una fracción de segundos mi cuerpo sacudió, debió ser al momento en el que aquél poste de luz sirvió para detener mi carro que giraba por la cinta asfáltica, mi cabeza se estrelló contra el cristal de la puerta y sentí que algo caliente y viscoso escurría por mi frente. Al dejar de girar no solté el volante y descansé por fin mi cabeza entre mis manos. Perdí un poco la noción del tiempo hasta que noté que alguien me indicaba que quitara el seguro para poder abrir la puerta. Asentí y obedecí al momento… inmediatamente abrió mi puerta y fue cuando lo vi parado frente a mí, descendió poco a poco hasta quedar casi frente a mi rostro, era tan alto y con su rostro descompuesto por la preocupación, pero no se veía mal sino todo lo contrario, sus ojos azules cual océano confundido con el cielo, su cabello castaño alborotado y por primera vez una de las sonrisas de Terrence Grandchester fue para mí.

-¿Estás bien?- preguntó con preocupación.

- Sí, creo, solamente siento un poco de mareo y dolor en el brazo izquierdo.- le dije intentando dar una de mis mejores sonrisas, no podía creer que Terrence Grandchester estuviera preocupado por mí. Es verdad que él tuvo la culpa ya que venía como alma que lleva el diablo, pero lo más lógico en él sería llamar a su seguro y dejar que ellos se encarguen. Ser el mariscal del Campo de la Colombia University y el hijo de un gran empresario sencillamente remarcó en él su carácter arrogante, no que fuera despreciativo pero la mayoría de las veces todos pasábamos desapercibidos ante sus ojos. Él solamente tenía ojos para Susana Marlow, su novia. Muchas chicas morían por estar en su lugar aunque yo no era una de ellas… bueno… no moría... aunque reconozco que más de una vez quise que las atenciones de Terrence fueran para mí.

Permaneció de pie mientras los paramédicos hacían su labor y no vi en qué momento se fue. Quise agradecerle pero no pude.

Lo último que recuerdo es que abrí mis ojos y no reconocí el lugar en el que me encontraba, era una habitación completamente blanca, mi cuerpo dolía y no me podía mover del todo bien. Intenté levantarme pero la voz de mi madre me detuvo al momento. Llevé mi mano derecha a mi cabeza adolorida rodeando el lado izquierdo sintiendo un parche, las deslicé hacia mi cuello y sí, ahí seguía el collarín… lo nuevo… una pequeña férula que cubría mi mano izquierda dejándola un poco inmovilizada.


ESPERO LES GUSTE

ABBY