¡Buenos días! Me emociono, ¡muchísimas gracias a todos aquellos reviewers que han dejado revs en mi primer AU, que son...!:

mari, kiarika 94, Iciair, gogetass4, Stefan, mrshodgins, Claudia y soniasc94.

A pesar de que no todos son miembros íntegros de Fanfiction, agradezco los comentarios tan agradables que habéis dejado. Es un honor tener tan buenos lectores, y algunos han hecho doblete, ya que también comentaron en «Causa y Efecto.» al igual que en «Libertad.», que están subrayados en los mencionados. Muchas gracias de corazón, ¡sois un amor!

Gracias a mi querida reviewer que es de las más queridas que he tenido (kiarika 94) me han entrado ganas de hacer una multi-shot (idk cuantos capítulos) cómo secuela a «Libertad.». Espero que no me enrrolle con cada capítulo, pero de momento dejo un Prólogo para que me digais que pensais y tal.

Lo organizaremos así: subiré cada capítulo semanalmente y en cada uno responderé a cada review al principio, y las dudas las resolveré por PMs. Así nadie queda descontento. Me encanta que la gente comente: os veo participar y leer y me emociona mucho :D En caso de que no subiera un capítulo en un periodo anormal de tiempo, sabed que tendré más capítulos hechos, ¿de acuerdo?

Sé que esto no es mucho, pero siempre lo divido todo en un planning antes de cada capítulo. Espero que lo entendáis

Espero que os guste. Estoy ilusionada con ésto.

Gracias de nuevo y, disfrutad y comentad! -icechipsx

Las brisas matutinas de Laynn eran algo extrañamente caluroso aquel día como para ser normal.

La Princesa de los Hielos Eternos, alias Cloe, se puso boca arriba en la cama de gruesas mantas y las palpó con una sonrisa en la cara, asegurándose de que estaba tapada. Giró la cabeza hacia la ventana con los ojos cerrados, pero la luz empezó a molestarle. Tuvo que medio abrirlos, cerrándolos de nuevo al casi desintegrarle las córneas y girándose de nuevo dándole la espalda al señor Sol. Pero el daño ya estaba hecho, así que se sentó en la cama y se rascó los ojos cerrados para enfocar la vista.

Hoy iba a ser un buen día.

La chica abrió los ojos por fin para tener una vista clara del ambiente: el gran ventanal estaba abierto entero, dejando que la luz naranja rosada del Sol del día calara en ella y en los muebles de las habitación. El espejo del tocador blanquecino reflejaba la luz por un costado acristalado, al igual que los pomos de cuarzo azulado de los cajones. La cama con edredones azules casi blancos tapaba las piernas y cintura de la princesa, mientras los postes de la cama que sujetaban el dosel por detrás bloqueaban parte de la luz. A Cloe siempre le había fascinado el hecho de que el dosel sólo se sujetara por detrás, aguantando las sábanas blancas que dejaban pasar algo de luz y bloqueaban parte del frío típico del reino. El escritorio de madera muy clara, un color crema suave, tenía un montón de cartas por mandar y tinta y pluma. Los cuatro cajones a los laterales guardaban joyas y documentos de valor que la peliazulada siempre vigilaba. La banqueta tapizada de color verde lima muy suave estaba ordenada debajo del escritorio de cuatro patas, y reflejaba algo de la luz al estar barnizada.

La Princesa de los Hielos Eternos miró a su derecha, y vio un trozo de tela semitransparente de color azul fuerte, y se lo pasó por los codos y detrás de la espalda, avanzando hacia el balcón para ver el reino por las mañanas. Era una costumbre que, a pesar de no ser muy útil, la tranquilizaba y le otorgaba una pequeña sensación de inmunidad sin saberlo.

El camisón azul celeste y muy brillante con tirantes más oscuros que llevaba era su favorito, y le encantaba el bordado en el escote. La tela en sí llegaba hasta un palmo antes de la rodilla, pero luego un complicado juego de hilos unían el camisón con una gasa blanca, que se desplegaba hasta que rozaba el suelo, haciéndo parecer a la prenda un vestido de corte de sirena. La sastrería real sabía que la princesa y la reina eran algo propensas a caer por error, por lo que decidieron hacer los vestidos y faldas un poco más cortas para ayudarlas, cosa que agradecían. El camisón lo habían fabricado ellos exclusivamente para ella, cosa que la chica tenía en gran estimo.

Y otra vez, la mañana era anormalmente cálida para su gusto.

Cloe tendía a mirar por la gente a las mañanas. Era cierto que desde su castillo en las Montañas Cuarzo no tenía una vista muy periférica, ya que algunas torretas incluso rozaban las nubes y la gente parecía un grupo de hormigas trabajando. Pero la princesa sabía que la gente estaba adaptada al cien por cien a la economía del Reino del Hielo Invernal. Por eso era el reino más estable de todos.

Pero aquel día, el ambiente no era el mismo. El constante aire de Laynn, fresco, ligero, ni seco ni húmedo, estaba algo más caldeado de lo habitual. Pero Cloe no le dio gran importancia, ya que desde su derrumbamiento la semana pasada tendía a ser más sensible a los cambios en el ambiente, con los cinco sentidos desarrollados.

Desde que la princesa del Hielo se fugó, sus padres estuvieron algo protectores hasta el punto de ser agobiantes. Insistían en que ella necesitaba ayuda psicológica para poder controlar sus poderes y usarlos con mayor maestría, cosa que incluso los súbditos de la Corte Real sabían que ella tenía controlada. Pero no la veían segura, así que la tenían muy vigilada. Ahora un poco menos, pero era frustrante el no tener tanta intimidad cómo antes.

"¿Señorita?" miró a su espalda para ver a uno de los sirvientes en la gran puerta. Era algo muy conocido que todos los que trabajaban en palacio, casualmente, tenían un nombre que empezara por J. Ésta vez era la Maestra de Ceremonias, que venía a recogerla para algo que Cloe no sabía que pasaría en media hora, "Pronto empezará la Reunión Regional. Su madre me ha encomendado su vestido y preparación, por lo que le traigo unos cuantos vestidos para que usted elija."

La Princesa de los Hielos Eternos había olvidado por completo la reunión, por lo que corrió hacia la mujer y cogió los cuatro vestidos con rapidez, "Muchas gracias. Dígale a mi madre que bajaré en poco tiempo para ver que todo esté en orden."

La Maestra de Ceremonias cerró las puertas mientras la chica tiraba los vestidos encima de la cama. Sólo el color blanco de uno le gustaba, y es que el color de la vestimenta era algo clave para Cloe. Se fijaba en otros detalles, pero el blanco cumplía los detalles. Cloe corrió detrás de un biombo al lado del tocador, quitándose el camisón e intentando ponerse el vestido. Salió de detrás del biombo quince minutos después, colocándose las gasas suavemente. Como hacía siempre antes de un evento, se miró al espejo.

El vestido no tenía gran vuelo, ya que en la cintura era liso y por el final del vestido tenía el vuelo adecuado. Era entero blanco, con manga larga y algo suelta hasta las muñecas. Tenía brillantes muy pequeños incrustados con un patrón de rombos inapreciable a simple vista en la parte de arriba. Las gasas de la falda del vestido eran blancas simples, sin ningún adorno extra. Le quedaba bien, pero no estaba acostumbrada a éste tipo de vestidos.

Miró el pequeño cofrecillo a un lado del amplio tocador. Cogió una llave en un cajón y abrió el cofrecillo, descubriendo cuatro coronas de plata de ley y diversas joyas. La que eligió atravesaba la superficie de su frente como una diadema inclinada hacia abajo. Tenía un gran diamante brillante entre otros dos más pequeños, con pequeños cristalitos que recorrían la corona. El diamante grande ocupaba media frente, pero Cloe siempre se aseguraba de que la corona estuviera bien centrada y colocada.

Del cofrecillo también escogió un collar de lapislázuli algo prieto que le llegaba hasta media clavícula. Contenta con el conjunto, se dedicó una sonrisa y corrió a abrir las puertas de su habitación para bajar al vestíbulo.

Hoy iba a ser un buen día, se seguía diciendo.

El pasillo del ala izquierda se bifurcaba en dos un ratito después. Uno llevaba al gran salón de baile, dónde hechos trágicos habían cambiado a la princesa y otro al ala derecha, que llevaba a la habitación de sus padres y otras salas. Bajando las escaleras hacia el salón de baile rápidamente y agarrando la falda de su vestido elegantemente, la chica corrió a través del suelo de baldosas para llegar al vestíbulo principal, mientras los pequeños tacones de sus sandalias blancas atadas por sus piernas sonaban en el lugar. Le parecía raro que no hubiera visto a nadie, pero siendo día de reunión no era tan sorprendente. Aquellas reuniones eran muy tranquilas y se necesitaba gran silencio.

Cada príncipe y princesa de cada uno de los reinos participantes se reunía en el palacio de un reino concreto para discutir sobre los detalles importantes de la Región y para poder resolver cualquier pega que alterara la armonía entre reinos. Ésta vez, se haría en el palacio de Laynn, y todo debía estar a la perfección.

Cloe no tardó en llegar al vestíbulo. Era un lugar se gran tráfico real, con gran techo y ventanales. Era totalmente blanco, con columnas de cuarzo y suelos de mármol. Una gran porticada de madera muy oscura cerraba el castillo y prohibía la luz, pero una lámpara con cristales muy pequeños estaba encendida y no tardaría en apagarse cuando llegaran los invitados. Miró a un reloj muy grande de péndulo a un lado del vestíbulo, que dictaba que los invitados llegarían en poco tiempo.

Justo cuando apartó la vista del reloj, la porticada se abrió, revelando a bastante gente a la luz del día ya abierto. Pudo distinguir a Zak delante de todos ellos, que al verla sonrió.

Cada vez que le veía se le ponía el estómago del revés y le revoloteaban mariposas en el estómago. Le brillaban los ojos incluso, todos se lo decían y ella lo negaba. Después de su historia dramática en el pasado y una lucha consigo misma, su relación se había consolidado. Pero al mismo tiempo... no habían avanzado. Era cierto que se habían besado después de que Zak la ayudara con sus problemas, y también habían bailado en otra fiesta poco después. Pero entre reuniones y ocupaciones no habían hablado desde entonces, y no habían llegado a ningún acuerdo sobre si eran algo más que amigos o sólo eso. Le parecía triste que acabaran cómo simples amigos después de todo, pero si era su decisión, que así sea.

La gente empezó a pasar hacia el vestíbulo y Cloe les guió hacia la Sala de Reuniones, a la derecha y subiendo unas anchas escaleras hacia una gran puerta. Los príncipes y princesas hablaban entre ellos con gran soltura, cosa que agradó a la Princesa de los Hielos Eternos. Prefería que no hubiera tensiones y silencios incómodos entre los participantes. Cloe sintió a alguien detrás, y se encontró al Príncipe del Sol al lado suyo caminando con ella y Fenzy y Kiet les seguían por detrás.

La Sala de Reuniones era una sala más alta que grande. Era completamente blanca, con tronos de piedra de casi ocho metros de altitud y escaleras para subir y sentarse. Recordaban mucho a aquellos en los que los dioses se reunían según la mitología, con gran altividad. La princesa del Hielo vio a varias personas sentarse en tronos, y luego vio a sus amigos yendo hacia ella.

"¿Qué tal, tía?" le preguntó Fenzy casualmente, "Tienes mucho más color que antes de..."

Cuando iba a decirlo, Fenzy enmudeció, sabiendo que no había sido agradable para Cloe y que no debía recordarle a Cloe estos tipos de cosas.

Pero la peliazulada le quitó hierro al asunto riendo felizmente, "Tranquila. Todo está bien."

"¿No has recaído ni nada?" le preguntó Kiet algo preocupado.

A decir verdad, Cloe sí se había sentido débil los últimos días. Algunas pesadillas la invadían al dormir y eso estaba alimentando aquel miedo que había sentido con anterioridad. Pensaba que era paranoia, pero algunas veces al estar haciendo algunas cosas, sentía ese peculiar escalofrío inconfundible y eso estaba haciendo que flaqueara. Cierto, estaba mucho mejor, pero estaba empezando a sentir ese miedo que nunca reconocería.

A pesar de ser una persona sincera, Cloe lo negó para no quitarle importancia a la reunión, "No, Kiet. Estoy perfectamente."

"Estamos aquí para lo que sea, Cloe." le dijo Zak sonriéndole, "No dudes en decirnos si tienes algún problema."

La peliazulada torció el gesto. Lo que el chico decía no era del todo cierto, por que le había ido a visitar a su reino varias veces y nunca le había visto por allí. Y si le veía, siempre decía que estaba muy ocupado y le prometía que en otro momento saldría con ella. Pero nada. Ni una vez se había dignado a ir a su reino.

"Pero basta de cháchara." interrumpió la Princesa de los Hielos Eternos, "Empecemos la reunión. Se hace tarde y debemos empezar."

Cloe se sentó en su trono y observó cómo todos se acomodaban en sus sitios. Los fue calificando por orden de sitios con la cara seria pero suave. Primero estaba Uriah, príncipe de los Neones, que tenía el pelo verde pera y hablaba rapidísimo, con una voz juvenil. Luego estaba Silenna, la Princesa de la Astronomía con su piel bronceada y su pelo rubísimo. Lon estaba a su derecha, con la mirada distraída en la nada y con su cabellera negra algo revuelta. A su lado se sentaba Kiet en representación del Príncipe de los Árboles, que estaba indispuesto. Senza, el Príncipe del Agua, le proseguía, con un gran atractivo y un pelo castaño con el estilo semejante al de Zak. Tenía unos ojos turquesas preciosos, en los que Zak se fijó fácilmente cuando vió a Cloe quedarse mirándolos. Al lado de Zak estaba Fenzy, quién tenía ganas de empezar la reunión para terminarlo cuanto antes.

"Bien, estamos aquí para discutir, aclarar y en todo caso desmentir el rumor de rebelión por parte del Reino de las Aguas Perpetuas." narró la Princesa del Hielo con voz inflexible.

"Perdona, pero éste asunto también te incluye a tí, princesita." dijo Senza, acomodándose en el sofá y cruzándose de piernas, "Los rumores son ciertos. Mi reino estaba claramente indignado con los tratos que habías recibido, y nuestra gente cree que no os merecéis el trono soberano sobre la región."

"¿Peroacasohayalguienreinandoenlaregiónentera?" habló Uriah a toda prisa. Ese hombre necesitaba frenos en las cuerdas vocales.

"Aprende a vocalizar y luego opina, Uriah." le dijo Lon despectivamente.

"¡Lon! Respeto y cordialidad." le espetó Cloe con algo de agresividad.

"Princesa, lo que creo que quería decir Senza pero no ha expresado con claridad," Silenna hablaba con una voz muy bajita y tímida, "es que debido a las condiciones a las que usted ha sido expuesta, sus padres deberían ser destituidos de sus cargos. Vamos, eso creo yo..."

"Yo creo que los del Reino de las Aguas Perpetuas quiere acabar con el Reino del Hielo Invernal por que son claramente superiores al Reino del Agua." opinó Zak defendiendo a Cloe a pesar de sonar indiferente, "Pero lo de la Princesa de los Hielos Eternos fue cosa pasada. Fue un cúmulo de cosas que ni tú ni tu cerebro de mosquito lograreis entender."

Todo el grupo emitió leves abucheos hacia Senza, que había sido claramente humillado por Zak. Pero el chico estaba lejos de rendirse.

"No la trates de usted, Zak. Después de todo, todos sabemos que estáis juntos desde la boda fallida con el Príncipe de las Cenizas." dijo Senza mientras Zak le dedicaba un gruñido.

"Senza, eso es-" pero el Príncipe del Sol interrumpió a la peliazulada.

"¡No!" gritó el rubio, "¡No! Cloe y yo somos..."

Miró a la Princesa del Hielo, que tenía la incertidumbre escrita en los ojos. Y él estaba igual de confuso. Incluso Kiet y Fenzy temían por su amiga. A saber que le pasaría a Cloe si Zak la rechazaba. No tenía una salud mental muy favorable, y con lo enamorada que estaba de él... Aunque Zak también la quería con locura. Era complicado, mucho, y el príncipe lo detonó diciendo:

"Somos amigos... nada más."

Y ese frío espectral empezó a abrazarla con ese cariño que ella odiaba de manera exclusiva. Pero lo ignoró con gran frialdad mientras la gente esperaba una respuesta de la princesa. Fenzy y Kiet miraban al Príncipe del Sol con mucha desaprobación.

"Orden." gritó la peliazulada, llorando por dentro pero callándose y temblándole la voz, "Estamos aquí para tratar los rumores que Senza parece corroborar, no para ver un culebrón."

"Eso es verdad. Senza, ¿qué pensáis hacer?" preguntó Lon con una sonrisa algo manipuladora.

"Nada de momento. Somos polos opuestos al Reino del Hielo Invernal." aclaró Senza, "Pero no prometo una tranquilidad absoluta."

"¿Polo?" Uriah se quedó pensativo, "¿Polocomoeldelosimanes?"

"¿Pero qué dices?" inquirió Silenna, "Se referirá al polo de los helados." y ahí se vió que la chica no había estado muy atenta en la reunión.

"No, será el Polo Norte, el iceberg en los mares de este reino." le dijo Kiet habiendo perdido el hilo de la conversación ya hace tiempo. El no participar era muy molesto.

"¿Pero qué narices tienen que ver los polos de los helados y el Polo Norte con ésto?" se metió Fenzy molesta.

Y el consejo explotó a discutir sobre ello, dejando a Zak, Senza y Cloe boquiabiertos y sin palabras, haciendo que Cloe se sintiera impotente ante la situación. La anfitriona sintió esa sensación tan familiar de perder el control sobre la situación, y empezó a estresarse. La gente se gritaba, con caras enfadadas y comportamientos que parecían más de gallinas que de gente de la realeza. El frío estaba rodeando sus brazos, y ella pensaba que ya se había ido. El frío, el desamor de Zak, el descontrol en la situación, todo. Entonces se le tensó la médula espinal y se puso de pie sobre un soporte delante del trono.

"¡SUFICIENTE!"

La gente se calló, y se quedó mirando a la Princesa de los Hielos Eternos en estado de shock, sobre todo el rubio de ojos miel. A la princesa de cabellos azules se le había congelado el trono, parte de la pared y las manos emanaban ese humillo blanco que Cloe detestaba. El aura fría rondaba a su alrededor, como si se riera de algo que hacía gritar a la soberana.

"Basta de tonterías." dijo Cloe sentándose de nuevo en el asiento de un salto con la voz rota, "Si el Reino del Agua cree que éste reino es soberano, déjémoslo ser. Mañana continuaremos con ésto."

"¡Perosinohemosllegadoaunaconclusión!" dijo el Príncipe de los Neones rápidamente, bajo la mirada asustada de los demás, incluído Senza, el que parecía de piedra. Todos los miembros de la reunión temían por el velocirraptor del diálogo, "¡Segúnelartículocincobarratres-!"

"¿¡Te digo yo que hago con el artículo cinco barra tres!?" le gritó la Princesa de los Hielos Eternos con gran enfado, "¡Lo congelo y luego se lo estampo en la cara a quién osa contradecirme!"

"Pero Cloe-" intentó decir Kiet fallando estrepitosamente.

"He dicho," a la princesa fría se le congelaba la voz, "que se levanta la sesión y mañana continuaremos. Hasta mañana."

La gente corrió escaleras abajo algo asustados por si la Princesa del Hielo les convertía en muñecos de nieve. Los únicos que se quedaron fueron Zak, Fenzy y Kiet.

"Cloe..." murmuró Kiet.

"¿Estás...?" empezó Fenzy con miedo.

"¿...bien?" terminó Zak muy preocupado.

"Sí." Cloe empezó a bajar las escaleras y se apartó mechones de pelo de la cara con gran serenidad, "Perfectamente. Os veo mañana."

Y la chica empezó a salir de la sala, dejando a sus amigos detrás y cerrando las puertas. Los invitados se miraron los unos a los otros.

"Éstos tipos de situaciones son los que tenía que evitar." explicó Zak, "Tenía que evitar cambios de humor bruscos y ahora está así."

"Con que no había recaído, ¿eh?" murmuró Kiet con una sonrisa bonachona pero preocupada, "Está muy sana. Tú cómo médico no tienes precio, Zak."

El Príncipe del Sol entornó los ojos antes de que Fenzy interviniera, "Tíos, creo que Cloe necesita ayuda. O al menos que no se vuelva a descontrolar."

Mientras tanto, Cloe ya había abierto las puertas de su habitación.

Observó con muchísima perspicacia que su camisón estaba encima del biombo, por lo que se quitó su vestido de ceremonia en muy poco tiempo y se puso su camisón.

No empezamos bien, se dijo a sí misma. Era irónico que hubiera dicho lo contrario hace poco.

Era increíble. En poco menos de dos horas ya había recibido golpes por todas partes. El frío que casi la mató había vuelto, Zak al final no correspondía sus sentimientos, el Reino de las Aguas Perpetuas igual comenzaba una guerra, había perdido los papeles en la reunión, al igual que el control y le había gritado a un miembro de la realeza y congelado un trono. Con el camisón puesto, se sintió más ligera y relajada, pero aún fría.

Dos horas después de levantarse, Cloe cerraba las cortinas semitransparentes y abría la cama para volverse a dormir a pesar de ser aún de día para aprovechar y dormir algo más antes de comer.

"Hay días que vale más no levantarse..." murmuró Cloe a la almohada queriendo hundirse y sofocarse entre telas y algodones.

Y ese había sido un día más cálido de lo normal en Laynn.

Los viajes a Hefredon siempre habían sido algo tranquilo y valioso, y siempre ocuparían un puesto en el corazón de Cloe.

Galopando en un corcel blanco de pelaje suave, los grandes sauces y el río Nerva, fuente principal de agua del Reino de los Árboles, anunciaban la entrada al reino por un sendero liso y cuidado. El cambio de temperatura obligó a la Princesa de los Hielos Eternos a quitarse su abrigo y la capucha. El abrigo blanco con pelo artificial azul celeste en los bordes de la capucha y las mangas se ataba con un simple cordón cerca del cuello, así que Cloe pudo quitarse el abrigo con facilidad, mostrando el vestido azul que llevaba. Le llegaba hasta las rodillas y tenía un estampado de lunares blancos pequeños, del mismo color que una cinta que acompañaba la vestimenta. Las sandalias blancas que se ataban a las piernas con varias vueltas no tenían tacón, cosa de la que Cloe se alegró inmensamente.

Nada más entrar en el eterno bosque del reino, unos soldados la reconocieron y la ayudaron a bajarse del caballo. La chica dejó su abrigo encima del sillón y acarició el morro del animal, diciéndole que descansara un poco. Dos de los soldados se llevaron el corcel, mientras que Kiet asomaba entre todos ellos con sorpresa marcada en sus gruesas facciones.

"¡Cloe, qué sorpresa!" exclamó el soldado sonriendo, "¿Te encuentras mejor? Nos tenías preocupados."

"Nada que una siesta no pueda arreglar." le respondió la otra, "¿Todo bien, no?"

"Eso te lo debería preguntar yo." el soldado alzó una ceja, "¿Que te trae por aquí?"

"Tenía que hablar con Tämpo sobre... bueno, dudas emergentes." dijo la peliazulada, "¿Podrías llevarme hasta él?"

"De hecho, está en esa biblioteca de ahí." dijo Kiet señalando a un edificio que hacía esquina con una curva del sendero que se desviaba hacia el bosque, "Debe estar leyendo el diccionario." dijo el soldado obviamente refiriéndose a la soledad a la que el hombrecillo se sometía por estar leyendo todo el día y ser alguien muy inteligente.

"Kiet, ¿olvidas que te salvó la vida varias veces?" dijo la princesa algo brusca, "Yo le tendría algo más de respeto."

"Bueno, ve hacia allí." Kiet volvió a señalar, "Seguro que resolverá tus dudas."

"Gracias, ¡hasta luego!" se despidió Cloe agitando la mano mientras corría hacia el edificio.

La verdad es que la chica no tenía una idea muy clara sobre qué pregunta iba a hacerle al sabio. Algo le decía que debía ir allí, pero no estaba del todo segura como para ir con la cabeza bien alta y dispararle la pregunta. Era un tema algo delicado y requería paciencia construir algo de seguridad. Cloe abrió la puerta de madera y se le quedó la boca abierta.

El edificio era una estructura muy alta, cuyas paredes estaban cubiertas con infinitas librerías de madera que podían ser consultadas con una escalera de caracol. Al fondo de la estancia había un gigante globo de la región, marcando tanto conquistas como los límites de cada región. Había un gran telescopio dorado y de cobre cerca, y un escritorio de madera de caoba reposaba en la sombra del globo. Honestamente, la persona que guardara éste lugar debía sentirse muy sólo...

Empezó a buscar, había una lejana brisa fría pero a la vez dulce que recorría la estancia todo el rato. Igual no había nadie. Era cómo esa típica maraña de ramas que botaba por las arenas de un desierto cuando estaba completamente vacío. Pero Cloe no se dobló, y avanzó con una seguridad que no tenía hacia el globo terráqueo.

"¿Princesa?"

La reconocible voz de Tämpo recorrió sus oídos al darse la vuelta. El pequeño hombre estaba tras las patas del telescopio, dándole brillo con un sucio pañuelo que debía tener semanas de antigüedad a juzgar por la vista de la Princesa de los Hielos Eternos. Él avanzó hasta poder ser visto con nitidez.

"Maestro Tämpo el Sabio." Cloe hizo una media reverencia con las palmas juntas, así cómo él la había enseñado hace no tanto tiempo, "Es un placer saber que los tiempos no cambian al poderoso."

"Está bien que memorizaras esa oración." le dijo Tämpo andando hacia un par de libros, "¿Qué te trae por aquí?"

"Venía a... bueno, la verdad es que no lo sé." admitió ella, "La verdad es que sentía una gran necesidad de hablar contigo."

"He oído que casi recaes en... bueno, la frialdad extrema." comentó el hombre incómodamente, "Pero tienes mejor color que la última vez que te ví. ¿Qué pasó, querida?"

"Un cambio brusco de humor. Digamos que me estresé y perdí la paciencia."

"No sabía que tú tuvieras de eso." le comentó el sabio sonriendo, "Pero está bien ver que eres más paciente que antes. Eras un manojo de nervios y ahora pareces muy centrada por lo que Kiet y Fenzy me han comentado."

"¿Kiet y Fenzy?"

"Vinieron aquí de excursión hace poco." le contó él, "Algún asunto pendiente según ellos."

"Ya veo." la peliazulada rió un poco, "Ojalá se confiesen sus sentimientos dentro de poco."

"Estás asumiendo que los tienen." Cloe se sorprendió, "Pero hablando de sentimientos, ¿cómo te van las cosas con Zak?"

"Es... complicado." la chica suspiró, "Hay días que tengo esperanza de que seamos algo más, pero con sus actos sigue recordándome que no hemos avanzado nada. Me juró que estaríamos juntos por siempre, y creí que era el final pero... no lo es. Y ya ha dicho que somos sólo amigos, así que creo que ya está todo dicho." explicó, "Lo único bueno que saco de esto es que me estoy abriendo con la gente, cómo acabas de oír."

"¿Crees que ha roto su promesa?" le inquirió el sabio.

"Creo... que no se lo tomó en serio lo suficiente y subvaloró el significado que tendría. Lo diría por tranquilizarme o darle la guinda al pastel. Pero... luego nos besamos y- lo sentía tan cerca de mí... por la manera en la que me besó, por cómo me miraba, creía que era algo más para él."

"Cloe, tienes que parar de intentar analizarlo todo e intentar pensar un poco con el corazón." le aconsejó el hombrecillo, "Sé que Zak te quiere con locura. Me lo dijo una vez y parecía muy abrumado. Algo debe estar mal si se está comportando así."

"No sé..."

"Por ahora, tengo algo importante que contaros." eso sacó a la princesa del Hielo de su nube de preocupaciones para igual aterrizar en una aún peor, "He estado haciendo anotaciones con el diario de Kento, y he descubierto cosas no muy buenas." le entregó un libro grueso y de tapa de cuero blanca, "Leelo y pásaselo a los demás."

Cloe se dirigió a la puerta y le sonrió antes de salir, "Muchas gracias, Tämpo."

"No hay de qué, nos veremos pronto."

Cloe cerró la puerta detrás de ella y empezó a andar hacia el bosque, con el destino fijado en las Cataratas de Toyu. Aquel lugar siempre le había inspirado paz interior, y sabía que era el mejor lugar para leer en paz, fuera lo que fuera. La chica atravesó un complejo juego de senderos para llegar allí en poco tiempo. Se sabía todos los atajos de memoria y no iba a malgastar tiempo.

Pero la peliazulada no iba a sentarse en el suave y verde césped de los acantilados, si no que iba a ir a un lugar más peligroso pero increíblemente hermoso. La chica divisó una cuesta pequeña hacia la parte de abajo del acantilado, y corrió cuesta abajo con el libro aferrado a ella. Cloe vio lo que buscaba en poco tiempo.

Era un columpio de madera que se sujetaba con duras enredaderas y colgando del paladar del acantilado. Las hiedras estaban recubiertas con florecillas y las vistas al atardecer de Hefredon eran increíbles. Algunas rocas hacían sombra en el gigante cauce del Nerva, haciéndolo parecer un gran mar. Pero Cloe no llegó a reparar en ello con demasiada profundidad, subiéndose al columpio con respaldo y abriendo el libro mientras se balanceaba suavemente.

"Si me lo ha dado por algo será." se murmuró la Princesa de los Hielos Eternos a sí misma, "Y no tiene muy buena pinta."

Pero lo que la chica vio dibujado en las páginas del libro era de todo menos escalofriante. Era un texto no muy extenso, titulado «Los Guerreros de la Estrella.» y decía así:

Los Guerreros de la Estrella era un potente equipo de cuatro guerreros de los elementos, ayudados por armas o escudos dependiendo de su elemento. Así, el fuego y el hielo atacaban con armas de ataque y poderosa magia, mientras la naturaleza y el viento defendían y atacaban con escudos y armas.

De esta manera, los Guerreros se embarcaron en una odisea cuando un poder ajeno a su linaje se unió al gran oscuro. Así, deberían ir hacia los templos de sus países de procedencia. El Hielo y el Fuego fueron a Laynn y Akros, mientras Viento y Naturaleza iban a Orhen y Hefredon.

Pero uno de los elementos caería por el camino. Y sólo uno de los elementos podría salvar a dicha persona de una tragedia.

Los Guerreros ganaron. Y todos fueron felices.

Pero se dejaron algo por el camino y el precio será pagado por las generaciones venideras.

Cloe miró perpleja el trozo de historia que Tämpo había narrado. La historia quedaba suspensa en una oración subordinada que parecía maldecir al que lo leyera. Había otra página llena de dibujos y anotaciones, pero no le hizo caso. Era obvio que esos personajes no eran ellos mismos, ya que la última vez no usaron armas ni escudos. Pero...

Entonces aquel amigo de la princesa, el escalofrío, acarició su médula espinal. ¿Y si ahora eran ellos los que tendrían que luchar? ¿Acaso la historia se repetiría?

Y lo más importante, ¿quién sería el traidor de la región que detonaría el fin de la paz? Eso tranquilizó a la chica, ya que el texto dictaba que sería alguien ajeno al equipo. Pero decía que alguien caería. ¿Y si se había retrasado su caída para que alguien pudiera salvarla?

"Tal vez... sea el momento de enfrentarme a todo de lo que huía y plantarle cara." dijo ella mirando al anaranjado atardecer.

El descenso del señor Sol marcaba el inicio de una odisea que nadie olvidaría. Y la Princesa de los Hielos Eternos no podía esperar.

fin del prólogo.•