Descargo de responsabilidad: Akatsuki no Yona pertenece a la maravillosa Kusanagi Mizuho.
EL SECRETO
En su lecho de muerte, en los extraños momentos en que el dolor de sus entrañas se apaciguaba un tanto, el anciano Mundok reflexionaba sobre la vida que le había tocado vivir.
Había servido al reino, y lo había servido bien, primero con su espada y con su sangre, y liderando la Tribu del Viento después. Había criado hijos, nietos, guerreros, líderes… Les había transmitido su sentido del honor y les había enseñado a combatir en la batalla y en la política.
Había tenido una buena vida. No podía quejarse.
Que querría haber cambiado algunas cosas, que podría haber evitado otras, eso es cierto. Pero a veces, como el junco, solo puedes doblarte ante el viento más fuerte. Y resistir para no quebrarte…
La vida está llena de decisiones, de caminos que conducen a otros, de encrucijadas que te obligan a seguir un sendero y no otro.
No cambiaría ninguna.
Especialmente, esa.
Una noche de verano, en plena estación del monzón, cuando las cortinas de lluvia no permitían distinguir al hombre que caminaba junto a ti, Yu-Hon, el príncipe heredero, se presentó en Fuuga, solicitando audiencia privada con el general.
Se negó a desprenderse de sus ropas empapadas y quedó allí, de pie, frente al viejo Son Mundok, el hombre que se lo había enseñado todo. Yu-Hon callaba y un charco de agua se iba formando bajo sus pies.
—En la corte siempre se ha dicho que no hay huérfanos en la Tribu del Viento —dijo por fin.
—No, no los hay —le respondió el general, cauteloso—. Cuidamos de los nuestros…
El príncipe asintió, sabiendo que tal afirmación no era dicha a la ligera.
Después inspiró, dio un paso al frente, acercándose a Mundok, y luego abrió su capa. Sobre su brazo, un bultito inquieto se movía. A salvo del frío y del agua entre refajos y frazadas, una criatura de pelo negro como ala de cuervo y hermosos ojos azules.
Comprendiendo entonces la razón de la presencia allí del hijo del rey, alzó la vista para clavar su ojo sano en los suyos.
—Yo no puedo… —se le quebró la voz. A él, todo un general, un príncipe, el heredero al trono—. No puedo tenerlo conmigo. No puedo darle la vida que merece… —extendió los brazos, casi como si fuera una ofrenda, y el viejo Mundok se encontró extendiendo los suyos para recibirla—. Protégelo por mí —le dijo, dedicándole al niño una mirada llena del dolor de saber que sería la última.
Así fue cómo Hak llegó a su vida y a su corazón.
El príncipe bastardo creció para llenar de luz sus días. Bravo, valiente, un guerrero de renombre, líder de su pueblo, con bastante personalidad y mal genio según qué cosas. Igual a él en mil detalles, pero tan distinto en otros. Y el orgullo, sí, orgullo, llenó su pecho cuando lo dejó todo atrás para proteger a la princesa Yona. Su casa, su nombre, su título… Había seguido a su corazón y a la justicia. Y para el viejo general nunca hubo honor más grande que haber criado a ese mocoso respondón y verlo convertido en el hombre que es hoy.
Pero una vida de secretos e ignorancia no pudo evitar que el destino lo alcanzara…
Como una burla de los dioses, fue Hak quien clavó la espada en el pecho de Soo-Won.
Hermanos que matan a hermanos, ese es el sino de los descendientes de Hiryuu.
La Tribu del Cielo siempre ha limpiado sangre con sangre… Se envenenan con la venganza, estrangulan los afectos que una vez existieron y lavan la traición con la sangre derramada. Yu-Hon, Il, Soo-Won… Su Hak…
No quería esa sombra en el corazón de Hak. No quiso nunca que el estigma de sus mayores le manchara el alma.
Ya había matado al amigo. A alguien que una vez amó. Si conoce a su Hak, sabe que está roto. Sabe que el peso de esa muerte le acechará en sus sueños y los tornará en negras pesadillas.
Jamás debe saber que había matado al hermano. Porque el ciclo de sangre y muerte debe terminar.
Mundok sonríe… Ya no queda nadie que sepa la verdad. Ya no vive ninguno de aquellos que supieron de la existencia de aquel fruto de los amores ilícitos del príncipe que tuvo que haber sido rey.
Solo este anciano, viejo y cansado.
Y el secreto morirá con él.
Ese será su último regalo para el nuevo rey de Kouka.
