Estados Unidos siglo XIX
Desde tu primer día en el ejercito te enseñan que, para prevalecer no solo hay que saber detonar un arma, sino también aprender a conocer al enemigo mucho mejor que a ti mismo, y de esta manera saber cuales son sus debilidades y carencias, para apoyarte en ellas, para intentar tener eso que les falta, porque quien quita y algún día podrás llenar ese espacio.
En unas resumidas palabras, en la guerra la primera y principal ley a aplicar es: "Si no puedes con el enemigo, únetele". Siempre debes buscar en el enemigo sus carencias, para de esta manera ofrecerles que necesita, a cambio de tu supervivencia y de esta manera ambos ganan y hacen mucho más fuerte sus bandos.
Mientras, yo soñaba con aprender esta y muchísimas mas técnicas para defender a mi país, mis padres soñaban con mi matrimonio. Uno con una espectacular y digna dama de la sociedad, hija de una buena familia, hermosa, dispuesta a tener hijos, de buenos modales, en fin la joven perfecta de inicios del siglo XX.
A pesar de que Charlie Swan era un medico reconocido al igual que mi padre, sabían mas de lo que esperaba de estrategias militares, porque, en su momento, supieron unir muy bien a nuestras familias, para que prevaleciera el prestigio, los descendientes hermosos, el dinero y por sobre todo el respeto al resonar los apellido de sus hijos, los mayores.
-Soldado.- llamo mi atención mi capitán.
-A sus órdenes capitán.- respondí mientras dirigía mi mano a la cien, como el saludo legendario y de respeto entre las ramas de las fuerzas de orden civil.
-En descanso soldado. Le informo que puede retirarse a ver a su familia. Por esta temporada, su país no necesita más de usted. Lo felicito por su excelente trabajo en el campo de batalla, es usted un honor para la nación.- contesto con voz fuerte el Capitán Webber.
-Gracias Señor, es para mi un honor defender a mi país y mi deber. Permiso para retirarme.
-Permiso concedido soldado, felices vacaciones.
Di media vuelta después de tomar mi bolso con mis pertenecías y despedirme de mi capitán y de mis compañeros.
Camine por un pabellón con mis compañeros en formación despidiéndome en señales de respeto, fui enviado a casa como un héroe, gracias a mi ayer nuestro cuartel había prevalecido, y hoy los padres de familia regresarían a sus casa con sus esposas e hijos para la cena de navidad. Gracias a mi, el novato, el mas joven del pabellón y el hijo de un medico, habíamos prevalecido sobre las armas del enemigo.
El viaje de regreso desde el centro de concentración hasta mi hogar fue reconfortante. Hacia mucho que no veía las calles de mi amada ciudad en forma. Tenia meses reclutado, viendo armas, bombas y heridos.
New York, sin duda no había cambiado nada desde que yo me había ido hacia un año. Seguía siendo hermosa, imponente y agitada. Las mujeres en los carruajes tirados por sofisticados caballos, vestían hermosos vestidos de corsé y anchas y elaborados faldas con peinados regios y sonrisas perfectas que demostraran que eran hermosas y dignas damas de sociedad. Aunque por supuesto no podia faltar la mujer que mendigaba en las calles a los autos y a los carruajes por unos centavos para dar de comer a esos niños que nacían fuera de la planificación de la familia.
El auto que el ejército había dispuesto para mí por héroe se detuvo a las puertas de mi enorme y ostentosa casa. El jardín seguía hermoso y lleno de rosas como hace un año y como a mi madre le gustaba que se mantuvieran.
-Joven Edward.- saludo nuestro fiel cochero Emmet.
-Buenas tardes Emmet.- le salude con aprecio. El y yo nos habíamos educado juntos solo que con condiciones diferentes. Su madre había muerto al darlo a luz y su padre era el chofer de mi padre, lo que facilito que estuviéramos juntos desde pequeños y tuviéramos oportunidad de jugar juntos, hasta que un día algo se interpusiera y nuestra amistad se separara y volviéramos a ocupar nuestros lugares en la sociedad.
Entrar a mi casa fue respirar un nuevo aire, un aire que yo ya conocía.
Mi hogar se mantenía en colores claros, siempre adornada con rosas que contaba Isabel del jardín cada mañana y con las paredes decorados con los mejores cuadros de mi madre.
Me impresiono ver en la pared central de la casa, justo detrás de nuestro comedor un retrato mío en uniforme formal del ejercito. Era igual a mi y el uniforme estaba cubierto por cada una de mis medallas al merito mas mi mas reciente ascenso.
-Hermanito.- se escucho el grito en la voz de Alice, mi hermanita, desde la plata de arriba, seguida por sus rápidos pasos. En menos de lo que espere se había tirado en mis brazos, y gracias a mis reflejos había evitado que la pobre niña se estampara contra el suelo.
-Hola Alice.- conteste calmado correspondiendo ese abrazo fraternal.
-Felicidades soldado.- dijo imitando una voz seria mientras se alejaba de mi y hacia un saludo militar.
-Gracias cadete.- le sobe la cabeza con cariño mientras le sonreía, se veía bastante chistosa imitando a un soldado.
-¿Cuándo pretendes que ascienda?- pregunto mientras se cruzaba de brazos.
-Después que me bañe, este traje formal pesa mucho.- respondí
-Me imagino, son tantos meritos y medallas que llevas que debe ser horrible.- se burlo
-Por burlarte de tu capitán, no asendereas, es mas te toca de castigo, intentar ganarme escaleras arriba.- le ofrecí. Una de las cosas que más extrañaba de mi hogar era esa inocencia y seguridad de Alice. Estar con ella era estar en un mundo tranquilo y libre de dolores, armas, batallas y muerte.
-No ganas.- me reto
-¿Desafías a tu capitán? Te recuerdo que mi condición física es mejor que la tuya.- desafiarla hacia todo mas divertido.
-Andando capitán anciano.- grito mientras dejaba su sombra en el camino.
-Ya ganaste.- grite desde abajo mientras me reía, nunca lograría ganarle a mi pequeña hermana ni por mucho ejercicio que hiciera en la recluta.
En ese instante se abrieron las puertas de la casa por las que yo había pasado, siendo atravesadas por Emmet que venia con mi maleta y mi bolso de mano.
-Permíteme Emmet, yo llevare eso, puedes retirarte.- exprese mientras trataba de suplantar mi mano por la suya.
-Es mi trabajo señor.- respondió tajante dejándome saber una caso, Isabella estaba cerca, era por eso que el actuaba así.
