Os dejo otro mini fic, de dos capitulitos. El original es en italiano, se titula Prendersi cura di te, y su autora es Briskal. En español, Cuidarte. Espero que os guste.
Lo de siempre, los personajes de OUAT no nos pertenecen. La historia está sacada exclusivamente de la mente de su creadora.
La gripe
Emma Swan nunca había sido muy mañanera. La mayoría de las veces prefería estarse calentita bajo las sábanas, sobre todo en los días fríos, y aquellos, este invierno, en un pueblo desconocido de Maine , estaban prácticamente al orden del día. Desde que se había convertido en sheriff, sin embargo, un cierto sentido del deber había nacido en ella, y a pesar de que no se sentía en absoluto bien, se había ido a la central, como siempre, alrededor delas nueve. En realidad, desde algún de tiempo, ir al trabajo todas las mañanas le hacía feliz: casi todos los días lograba ver a Regina, y aunque antes encontrar a la mujer era doloroso como una patada en la tibia, ahora se había vuelto casi una necesidad física.
«Mátame, Ruby, te lo ruego» murmuró la rubia, sujetándose la cabeza con las manos; sin saber si la fastidiosa migraña se debía a estar pensando en Regina o a la gripe.
La muchacha lobo la miró desconsoladamente mientras seguía limándose las uñas; no tenía que estar ahí, ya que había elegido trabajar en el restaurante el primer año que Emma había puesto el pie en Storybrooke, pero le gustaba, cada cierto tiempo, hacerle compañía a su amiga. Hacía tres años que todos los días le traía primero el desayuno, después el almuerzo, y estaba bien poder charlar un rato con ella. Y para ser sinceros, últimamente adoraba pinchar a Emma; había algo en el aire cuando Regina estaba presente, y a Ruby no le habían escapado las miradas que las dos se dedicaban, más que de costumbre, se entiende. Lo divertido era que las dos mujeres parecían no ser conscientes; era muy divertido verlas pelear como un viejo matrimonio. Había un brillo diferente en los ojos de Emma, pero a pesar de haber probado de todas las maneras posibles que confesase que sí, que había desarrollado un cierto tipo de afecto por Regina, nunca lo había logrado. La alcaldesa, sin embargo, siempre había sido un misterio para ella, aunque estaba claro como el sol su interés por la sheriff.
Resopló pensando que tarde o temprano tendría que abrirle los ojos a ambas
«Te he dicho mil veces que no bebas ese tipo de bebidas, Em, pero tú nada, testaruda como de costumbre. Mírate, estás hecha un trapo»
«No creo que sea culpa de aquel maldito bebedizo
«Lenguaje, Miss Swan» le amonestó Ruby fingidamente escandalizada, haciendo su mejor imitación de Regina Mills.
Emma se echó a reír a gusto
«Si te escuchara, te maldeciría por enésima vez»
«Na, últimamente si estás a su alrededor, pierde su encanto maléfico, quién sabe por qué…» le hace notar sin éxito «Y además, lo máximo que haría sería matarme en mi forma de lobo y estirar mi preciosa piel en su salón a modo de alfombra»
La Salvadora se quedó pensando
«No, acumularías demasiado polvo, y no querría que su real nariz estornudase por tu culpa…»
Rieron de nuevo juntas hasta que Emma comenzó a masajearse las sienes con mirada perdida
«En serio, no creo que sea culpa de la bebida. No me siento nada bien, creo que he cogido la gripe» murmuró, apoyando finalmente la cabeza sobre la mesa.
«O será el mal de amor»
«Deja ya esa historia»
Ruby iba a replicar cuando su atención fue capturada por el ruido de tacones que avanzaban por el pasillo. Ah, sí, hablando del rey de Roma, pensó sonriendo.
«Problemas llegando a las doce»
También Emma había escuchado los pasos, y no estaba en la mejor situación para enfrentar a Regina Mills. No ahora. No en esa condenada mañana y no en su estado actual
«Mátame ahora» dijo dirigiéndose a la muchacha lobo.
«¿Por qué ensuciar las manos de la pobre Ruby, estaré contenta de hacerlo yo, Miss Swan. Será algo rápido, te lo prometo» irrumpió la alcaldesa parándose frente a la mesa, mirando hacia abajo.
«A veces me pregunto qué he hecho de malo» se lamentó la rubia permaneciendo quieta en su posición y sin dignarse a mirar a la ex Evil Queen.
Regina frunció el ceño; ¿qué le estaba pasando a la sheriff? Decidió de momento dejar pasar el asunto
«Podría hacer una larga lista, querida, pero estoy aquí para hablarte de…nuestro hijo»
Al oír mencionar a Henry, Emma se enderezó un poco para poder mirarla; la cabeza aún apoyada en la mesa
«¿Qué le sucede?»
No, ¿qué te sucede a ti? Habría querido decirle al observar su rostro trastornado
«¿Béisbol, Miss Swan? Le preguntó, intentando enmascarar la preocupación que la había invadido al ver sus bellísimos ojos verdes apagados y cansados.
«¿Qué mal hay en ello, Regina? Practicar un deporte solo puede hacerle bien»
«¡Podría herirse!» lanzó la otra con expresión irritada.
Una vez más, Emma no tuvo la fuerza para moverse
«No se hará daño, y de todas maneras ya no es un crío, y una rodilla arañada no ha matado a nadie. Por Dios, Regina, estuvo solo en Neverland y ¿ahora tienes miedo del béisbol? ¿Estás hablando jodidamente en serio?»
«Esa lengua, Miss Swan» la fulminó la morena, mientras Ruby hacía acopio de todas sus fuerzas para no echarse a reír de nuevo.
Emma agito una mano
«Sí, es verdad, lo que digas, pero eso no quita que esta visita tuya ha sido una tontería. Apuesto a que Míster Astuto ya te ha hecho comprar bate, pelota y guante»
Tocada y hundida. Regina cruzó los brazos bajo en pecho mirando hacia un punto impreciso de la oficina.
«Obviamente» logró admitir enrojeciendo un poco.
Emma y Ruby se rieron a la vez
«Caso cerrado. No te preocupes, una tarde de estas haré irrupción en tu casa y le enseñaré a lanzar la pelota, ¿está bien? Así, al menos cuando llegue el momento de jugar con otros, sabrá cómo se hace» concluyó la rubia, cerrando los ojos con gesto cansado «Ahora, mantén tu promesa y mátame» dijo con desgana; sí, decididamente era gripe.
Regina suspiró; era evidente que la sheriff no se encontraba bien y por lo tanto, la cosa no era de hecho divertida. Nunca la había visto así, y no le gustaba esta versión de la rubia; la incomodaba.
«Sí, luego, cuando Henry haya jugado por lo menos una vez al béisbol»
Ruby percibió el cambio de tono de la alcaldesa; parecía que casi estuviese comenzando a preocuparse por el estado de Emma. Se quedó literalmente con la boca abierta cuando vio a Regina alargar la mano hacia la frene de la Salvadora.
«Tienes fiebre, Miss Swan» sentenció la ex Evil Queen, apartando también un largo mechón de cabello dorado que le había caído sobre la frente.
«Lo sé» respondió Emma, preguntándose si el calor que sentía era efectivamente debido a la fiebre, o al toque gentil de la mujer. «Pero tengo un Jefe de verdad, de verdad cruel, y no tengo ganas de pedirle un permiso»
Regina puso los ojos en blanco; ¿es posible que esta imbécil bromease aun estando en esas condiciones?
«Tu Jefe podría revelarse verdaderamente, verdaderamente cruel ni no hicieses tu trabajo a la perfección, y ahora no estarías ni siquiera en condiciones de aplastar una mosca, querida»
La rubia la miró con gratitud, alzando por fin la cabeza de la mesa
«¿Quieres decir que puedo marcharme a casa?»
Regina suspiró
«Imagino que por un día Ruby no tendrá problema en sustituirte, ¿no?» dijo dirigiéndose a la muchacha que en seguida asintió.
«Vete, Em. Más tarde vendrá también David. Podemos arreglárnosla tranquilamente. Hace mal tiempo y hace frío, no creo que la abuela tenga demasiado trabajo en el restaurante, y no creo que haya problemas en el pueblo»
«¿Ha visto? Venga, Miss Swan. Coja esa horrible chaqueta y vayámonos. Te llevo. No puedes conducir en ese estado» dijo la mujer girándose hacia el pasillo.
Ruby la miró perpleja: había visto las chispas entre esas dos cada vez que estaban en la misma habitación, pero esto le faltaba. ¿Desde cuándo la alcaldesa se preocupaba por la joven Princesa? ¿Desde cuándo se había quitado la máscara que siempre la caracterizaba?
Apenas la Salvadora se hubo levantado, sintió un fuerte mareo. Estaba a punto de apoyarse en la mesa, cuando sintió los brazos de Regina sostenerla con fuerza
«¡Emma!» sopló la mujer mirándola con ceño serio.
También Ruby se había levantado rápidamente para ayudarla, pero se abstuvo de hacerlo, quedándose atónita ante la escena que se le había presentado delante: Regina estaba literalmente abrazando con gesto tierno a la Salvadora y la había llamado Emma. Y además, estaba la cuestión de los ojos. Los ojos de Regina habían cambiado, y solo ahora se había dado cuenta. Oh, si algo parecido hubiese sucedido en el bar, se habría dicho a sí misma que debería dejar de beber, pero no estaba borracha. Estaba perfectamente sobria. Había escuchado a Regina llamar a Emma por su nombre con tono alarmado. Había visto sus ojos. ¿Quizás habría afecto en esos bellos páramos marrones? O mejor dicho, ¿amor? Sí que había, solo que antes había sido muy buena en enmascararlo.
«Estoy bien» murmuró la Salvadora, deleitándose entre los brazos de la morena; la frente todavía apoyada delicadamente en el hombro de Regina.
Ruby se despertó de sus pensamientos: ahora no era el momento de pensar en ciertas cosas.
«¿Quieres un poco de agua con azúcar?»
«No, solo quiero ir a casa, tomar una pastilla y dormir»
Regina se separó de mala gana, solo lo indispensable para poder ayudarla a caminar
«Por una vez no has hecho gala de idiotez y has dicho algo con sentido común»
«Adoro asombrarte» respondió Emma riendo cansadamente; le dolía todo, pero con la ayuda de Regina logró finalmente moverse.
La morena ignoró totalmente lo que había dicho, le puso su bufanda alrededor del cuello para mantenerla caliente.
«Ruby, te avisaré lo más pronto posible cómo está tu adorada sheriff» dijo encaminándose con la otra entre los brazos hacia el pasillo.
La muchacha lobo la miró hasta que las dos mujeres desaparecieron de su vista; se sentó en el sitio de Emma, esbozando una risa maliciosa. Oh, apenas estuviera recuperada, tendría una buena charla con Emma Swan. ¡Vaya que si lo haría! Ya se imaginaba la cara de Mary Margaret y David al descubrir que la ex reina del mal se había enamorado locamente de su preciosísima princesita, y viceversa. Una escandalosa risa se oyó en el despacho de la sheriff.
Una vez sentada en el cómodo coche de Regina, Emma apoyó, con gesto cansado, la cabeza en el asiento cerrando los ojos; la gripe era lo último que necesitaba. Odiaba estar enferma. Sobre todo porque siempre había estado sola en esos casos.
«¿Hay alguien en tu casa?» le preguntó la mujer sentándose al volante
«No creo. Papá y Henry están de pesca en el lago helado y mamá seguramente está en casa de Granny con el pequeño» respondió la rubia suspirando; en realidad hubiera querido pedirle el favor de ir a su casa, pero no quería tentar mucho a la suerte.
«Tranquila Regina, puedo llevar un poco de fiebre. Un buen sueño y mañana estaré como nueva»
La otra pareció pensarlo
«No»
«¿No, qué?»
«No, Miss Swan, no puedes llevarla sola. ¿Qué sucedería si al levantarte tuvieras otro mareo? Si no te has dado cuenta, antes casi te caes, no puedes estar sola»
Emma abrió un ojo hacia su dirección, para después abrir el otro y quedarse atónita al ver la preocupación dibujada en el bello rostro de Regina Mills
«Sí, sí que puedo. Si me quedo quieta en la cama hasta la llegada de mi madre…»
La mujer se entristeció. No quería dejarla ir, no quería dejara sola. Quería cuidarla y protegerla; no es que tuviese realmente necesidad, ya que solo era una estúpida fiebre. Sin embargo…
«No, Miss Swan» dijo con tono autoritario «Además, llevarías el virus a tu casa, y ni Henry y mucho menos tu adorable hermanito recién nacido tienen necesidad de coger la gripe. Esta noche te quedarás en mi casa» sentenció, arrancando el motor y sin dirigirle una mirada a su interlocutora.
En un primer momento, Emma abrió la boca para rebatir, pero prefirió concentrarse en su corazón que había comenzado a latir de forma anómala. No, esta vez no se había enrojecido por culpa de la fiebre. Sí, debería hablar con Ruby lo antes posible para pedirle un consejo.
El viaje hasta la casa de Regina fue silencioso; ambas estaban perdidas en sus pensamientos. Por un lado, la ex Evil Queen que peleaba consigo misma intentando no admitir los sentimientos verdaderos que desde hace un tiempo se habían instalado en su corazón. Por otro, Emma que había admitido esos mismos sentimientos y no podía sino temblar cada vez que pensaba en los brazos de Regina estrechándola con firmeza.
