Hi! Bien, no tengo palabras para esto xD creo que surgió en uno de eso lapsos en lo que me encontraba bajo los efectos del helado *O*
Este fic está dedicado especialmente a mi mejor amiga, quien es protagonista de esta historia :P
Prefacio
Los ojos rojos de aquel ser maligno se posaron sobre los míos, tenían un brillo diabólico y sanguinario, era como si aquellos ojos pudieran ver mi alma, indefensa y a la vez llena de deseos de venganza.
Pero ya no quedaba nadie que pudiera ayudarme, quizá con algo de suerte podría alzarme con la victoria, pero siendo sincera, mi final parecía más seguro.
Mi mente se centró en Sebastian, en sus bellos ojos color vino que siempre me miraban con gran amabilidad y respeto.
¿Se encontraba bien? De todo corazón esperaba que así fuera.
Recordando por lo que habíamos pasado y lo que dejé atrás, las posibilidades de que siguiera vivo no era realmente alentadoras. El ser que tenía justo enfrente de mi rio de una manera fría y sin compasión, sacándome de mis cavilaciones.
-Tu bella alma pronto será mía, tu sangre traerá gloria. No sabes cuanto tiempo he esperado este momento.-dijo con una voz aterciopelada, pero llena de locura y frialdad.
-Mataste al único ser que quería con el alma. Corrompiste su cuerpo y extrajiste de forma dolorosa y ruin su vida. No merecía morir de esa forma, siendo devorada por una cosa tan repugnante como tú.-le espeté con gran furia, pero manteniéndome serenada.
-Si, y sabes…fue divertido. Jajajajaja-sus ojos destellaron-Y ahora tú correrás su mismo destino.
Aquel ser se abalanzó por mí, al mismo tiempo mi marca, la marca del contrato demoniaco que tenía en el cuello brilló con intensidad.
Pagarás por lo que hiciste pensé
Cerré los ojos y sentí que alguien me levantaba en el aire, parecía estar volando. Abrí los ojos y vi como pasaba justo por encima de aquel ser quien que se quedó con las manos vacías preguntándose como había pasado
-Aun estas aquí-dije mirando a la criatura que me había rescatado en el último segundo.
-Mi deber es estar al lado de mi ama hasta el final.-respondió con dulzura.
-Es momento de terminar con esto-mirando con profundo desprecio a ese ser que seguía recargado en el árbol con gesto confuso, di lo que sería probablemente mi última orden- Te ordeno que lo mates, mátalo de la forma más dolorosa posible.
-Yes, my Lady…
Capitulo 1: La señorita, comienza.
Estaba completamente asustada, gruesas lagrimas resbalaban por mis mejillas pálidas del terror. De repente, la puerta de aquel estrecho lugar en el que me encontraba escondida se abrió súbitamente y fui a parar al suelo alfombrado del gran salón. Los grandes ventanales, cuyos vidrios ahora estaban hechos añicos, dejaban entrar grandes y luminosos ases de luz, aquellos cálidos rayos de sol caían sobre un cuerpo delicado y hermoso.
Me acerqué lentamente hasta el cuerpo, y cuando por fin estuve a su lado un grito desgarrador se escapó de mi garganta. Ante mi estaba el cuerpo de una bella joven, de poco más de diecisiete años, cuya piel estaba tan fría y pálida completamente cubierta de sangre y profundas y horribles heridas; sus ojos, sus bellos y enigmáticos ojos purpuras habían perdido su brillo y ahora miraban sin ver; su cabello negro como la noche estaba completamente revuelto y lleno de polvo y vidrios rotos; aquel bellísimo rostro de finas facciones estaba crispado en una mueca del más puro terror.
-¡LIZZIE!-grité con fuerza tomando entre mis brazos el cuerpo inerte de mi hermana-¡Despierta, no puedes abandonarme!
Pero ella no respondió, aquella voz dulce, casi infantil no respondía…no lo haría nunca.
Lo que más deseaba en ese momento era morir, morir para estar de nuevo con mi hermana. Tomé un pedazo de vidrio y lo llevé a mi garganta dispuesta a rebanarme el cuello con él. Cuando la
punta filosa e irregular hizo contacto con mi piel la hundí de lleno provocando que la sangre comenzara a brotar y a caer sobre el rostro de mi hermana, gotas de mi propia sangre resbalaron desde los ojos sin vida de mi hermana, regándose con suavidad por sus mejillas cortadas, pareciendo lagrimas de sangre. Me estaba sumiendo en la inconsciencia, pero en ese momento fui capaz de entender…
-No, se debe hacer justicia, si, eso es. Si yo muero… ¿Quién vengará tu muerte, hermana? ¿Quién hará justicia, quien hará que paguen por tu muerte?-por supuesto ella no me contestaría, pero mi interior me dio la respuesta.-Yo lo voy a hacer, no me detendré hasta que el responsable de esto pague, no voy a detenerme hasta volver a verte feliz.- pero ¿Cómo iba a hacerlo si ahora me estaba muriendo?
Necesitaba más tiempo, tenía que vivir lo suficiente para acabar con él o las personas que habían causado todo eso. Sentía que mi tiempo se estaba agotando, pero no…no podía morir, no ahora.
Daría lo que fuera por conseguir más tiempo, daría mi alma o lo que sea por seguir viviendo. No me puedo ir de este mundo.
Ante este pensamiento, la luz del sol desapareció y una oscuridad opresora se ciño sobre mí y el cuerpo de mi hermana. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo y una sensación extraña se alojó en mi estomago.
-Así que ¿estarías dispuesta a dar lo que sea por seguir viviendo?-una voz muy suave y melódica, pero extrañamente peligrosa me habló desde algún punto en aquella fría oscuridad.
-Si, lo que sea, aun no puedo morir.-respondí, no sabía por que lo hacia, pero por alguna razón sentía que conseguiría una oportunidad.
-¿Qué es lo que deseas?-preguntó la voz, parecía muy ansiosa.
-Quiero vengar la muerte de Elizabeth, que quien quiera que haya estado involucrado de manera directa o indirecta pague por su muerte. Justicia, al precio que sea. La muerte de mi hermana debe ser vengada por mí, solo por mí.
-Jajaja…Ya veo, hagamos un trato, yo te ayudaré a cumplir tu deseo, pero por supuesto nada es gratis, hay un pago que debes hacer por ofrecerte mis servicios- su voz me provocaba terribles escalofríos a pesar de que su voz seguía tan suave y cantarina.
-¿Qué tipo de pago?-pregunté, aunque por algún motivo tenía la sensación de que conocía la respuesta.
-Tu alma…
De repente todo pasó muy deprisa, sentía que aquella oscuridad se metía dentro de mí, me faltaba el aire y creí que por fin moriría.
Tuve una extraña sensación y me llevé las manos al cuello, sentía como si algo se estuviese grabando a fuego en mi piel, pero así como había aparecido esa sensación así desapareció, y con un último suspiro me entregué a la oscuridad…
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-Joven ama, ya es hora de levantarse-dijo una voz femenina melódica y suave como la seda, una luz hirió mis ojos e hizo que me cubriera la cara con las sabanas- Para el desayuno se le ha preparado una cama de salmón con huevos, queso y jamón bañado en una salsa holandesa, como acompañamiento una copa de frutas de temporada cubiertas con miel real, y por supuesto se ha preparado jugo de cítricos con un toque de lima.
Me quité las sabanas de la cara y contemplé a la mujer que había hablado, no tendría más de veintidós años y tenia un rostro verdaderamente angelical, estaba ataviada con un traje simple, una especie de vestido negro de magas largas que le llegaba casi hasta el suelo, y encima de este un delantal blanco que hacia juego con su pequeña cofia que llevaba pulcramente acomodada en su espeso y brillante cabello negro. En ese momento estaba sirviendo té en una taza con gran maestría y luego se volvió hacia mí, con una amplia sonrisa y con un brillo amable en sus ojos purpúreos. Sin decirme nada más me tendió la taza con el líquido caliente; el aroma era bastante agradable.
-¿Es té negro Darjeeling?-pregunté tomando un sorbo y saboreándolo con lentitud.
La sirvienta asintió con lentitud y fue a abrir mi gran armario para sacar la ropa que luciría hoy, en menos de un minuto apareció cargando varios vestidos y cajas de distintos tamaños.
-¿Qué vestido usará el día de hoy, señorita?-dijo mostrándomelos uno por uno.
-Am…El que creas que es el indicado-respondí casi con indiferencia-¿Cuáles son las actividades de hoy, Elizabeth?
-A las once horas, clases de piano con el señor Landor por dos horas, después iremos al centro de la ciudad a recoger su nueva joyería, y el día de hoy el Conde Anthony Surmount vendrá a cenar.-respondió de manera eficiente y profesional.
-Tks…-ninguna de las actividades de hoy serían sencillas o interesantes, y la visita del Conde era lo peor, él era algo así como mí primo, ¿o era mi sobrino? Sinceramente no lo recordaba, y como se tenía acostumbrado, yo, la condesa Alejandra Marie Lauren Blackwood era su prometida, ya que mi hermana había muerto.
El problema era que él y yo no congeniábamos, él siempre había estado enamorado de mi hermana, el lloró en su funeral y hasta la fecha no podía superar la muerte de su amada. Aun así se esforzaba mucho por hacerme feliz aunque yo no se lo pidiera, y odiaba el hecho de poner buena cara cuando la verdad era que no quería hacerlo.
-¿Todo bien, señorita?-Elizabeth me miraba con sus penetrantes orbes purpuras.
-Espero que ante tal visita ya tengas preparado todo-la verdad no sabia ni por que preguntaba eso. Elizabeth era la perfección hecha humana, era el ama de llaves de la mansión Blackwood y como tal realizaba los deberes de la casa con una profesionalidad y versatilidad envidiables. Claro que existía un motivo por el cual ella podía hacer eso, y era algo muy simple… Elizabeth era un demonio.
Si, así es, hacia dos años la mansión Blackwood había sido atacada por seres desconocidos, mi hermana murió en aquel altercado y yo, tan destrozada por su muerte, intenté suicidarme. Y fue precisamente por eso por lo que terminé haciendo un contrato con esa joven demonio, yo deseaba vengar la muerte de mi hermana, pero en aquel entonces debido a mi estupidez estuve a punto de morir, y claro, cambié mi alma por más tiempo de vida y por recibir la ayuda de la demonio para encontrar a los responsables.
Así que Elizabeth se había convertido en mi sirvienta, ella obedecía todas y cada una de mis ordenes, y lo haría hasta el día en el que yo cumpliera mi deseo y por fin, ella pudiera devorar mi alma.
Quizá piensen que es algo para morirse de miedo, o que simplemente he cometido una estupidez, pero en realidad a mi me es totalmente natural.
Y además, Elizabeth se parecía en demasía a mi hermana, es más, por eso le di ese nombre, porque así mi dolor siempre estaría presente, porque aquel demonio siempre me recordaría mi dolor y mi suplicio, la razón por la que debía vivir.
-Como siempre, ama.-dijo mirándome de forma tierna.
Después de tomar un baño Elizabeth se dedicó a arreglarme, había optado por un vestido de color vino tejido con hilos de oro, y como siempre, colocó en mi cuello una gruesa y elegante gargantilla de terciopelo que servía para ocultar la marca del contrato que estaba del lado izquierdo de mi cuello. Cuando por fin terminó me sonrió amablemente.
-No tarde demasiado en bajar a desayunar, señorita.
-Esta bien-Elizabeth juntó sus manos enguantadas (ella utilizaba guantes blancos para ocultar la marca del contrato que tenia en la mano izquierda) y se inclinó levemente antes de salir de la habitación.
Me miré al espejo y suspiré, mi cabello castaño oscuro caía en cascada hasta la mitad de la espalda, y gracias a Elizabeth estaba perfectamente peinado; mis ojos verdes carentes de emoción recorrieron cada parte de mi cuerpo. Era bastante bonita y a mis diecisiete años podía presumir de tener un cuerpo envidiable, muchos hombres se interesaban por mí pero yo la verdad no estaba interesada en nadie. Dejé de "darme ánimos" y me dispuse a salir de la habitación, después de todo sería un día muy largo.
Al bajar y entrar al gran comedor, vi a Elizabeth esperándome como siempre con aquella sonrisa que parecía imposible de quitar, recorrió la silla para que me sentara y luego chasqueó los dedos.
Un fuerte ruido se oyó desde algún punto afuera del salón comedor, y justo cuando iba a preguntar que cosa era ese ruido, las puertas del comedor se abrieron de par en par y una especie de carrito lleno de comida y otras cosas se precipitó sobre mí; cerré los ojos esperando la colisión, pero esta jamás se produjo.
Abrí los ojos y cual fue mi sorpresa al ver que el carrito había sido desviado de mi dirección, los platillos salieron volando, pero Elizabeth reaccionó más rápido y se lanzó en pos de los alimentos, que fueron cayendo casi con gracia sobre sus manos e inclusive una copa llena de distintas frutas, se posó en su cabeza.
-Ashley ¿qué es lo que estabas haciendo?-preguntó con calma, aunque pude notar un brillo rojizo en sus ojos.
-¡AHH! ¡lo siento, lo siento! ¡Elizabeth, en verdad lo siento!-chilló una joven de espeso cabello rubio y ojos color ámbar, que iba ataviada con un uniforme parecido al de Elizabeth, solo que este era azul y blanco-¡Venía lo más rápido posible, pero entonces he soltado el carrito y…
-Ya veo-cortó Elizabeth caminando como si nada con todas esa cosas encima de ella, aun sin perder la sonrisa-Ashley, ya te he dicho que no debes correr.
Elizabeth no parecía enfadada, al contrario, en cuanto termino de poner todos los platillos sobre el carrito, se acercó hasta mí con gesto de disculpa, juntó sus manos y me hizo una leve reverencia.
-Ama, le pido una disculpa. Todo este disturbio no debería haber sido. Me aseguraré de que esto no vuelva a suceder.
-Está bien, Ashley-dije mirando a la torpe sirvienta, quien se puso muy tensa y comenzó a temblar-Tienes que dejar de ser tan inútil.
-Si señorita, bueno…me voy-y sin decir más dio media vuelta y se fue casi corriendo.
-Ahh…Ella hace más difícil las cosas.-comentó Elizabeth con aire cansado, pero manteniendo la sonrisa.
Sin perder más tiempo me sirvió los alimentos y comencé a comer en absoluto silencio. Mi fiel ama de llaves estaba a un lado de mí a una distancia más que razonable. Quería que dejara de sonreír de esa manera de una maldita vez. Contemplé con aire distraído mi copa con el jugo y lo moví hacia un lado haciendo que la copa se cayera, pero en lugar de que esta se estrellara contra la mesa, una mano enguantada apareció ante mí sosteniendo la copa. Claro, era de esperarse, si alguien tenía un demonio de ama de llaves, la gran perfección no podía ser quebrantada.
-Tks…Por cierto, ya no quiero más clases de piano-dije con frialdad.
-Pero ama, creí que usted…
-Llevo casi dos meses intentando aprender a tocar, y simplemente me es imposible- mi sirvienta ensanchó la sonrisa.
-Ya sabría tocar si practicara más, pero no lo hace.-bueno, ¿no se suponía que me tenia que apoyar?
-No me digas lo que tengo que hacer-espeté de forma molesta-Esta será la última clase, encárgate de avisarle al señor Landor.
-¿Está segura señorita? ¿No se arrepentirá después?-preguntó la maldita demonio casi con burla.
-Claro que no, es una orden, cancelarás las clases de piano.-dictaminé.
-Yes, mi Lady-contestó juntando sus manos e inclinándose ligeramente.
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Como era de esperarse, el día no fue muy bueno, por no decir que había sido completamente un suplicio. Las clases de piano fueron de lo peor como siempre, aunque era la última vez que me preocuparía por ellas, ya que Elizabeth se había encargado de cancelarlas.
Por la tarde fui a recoger mi nueva joyería, consistente en hermosas gargantillas de terciopelo con piedras preciosas, por supuesto mi sirvienta se había dedicado a quitarme y ponerme cada una de las veinticinco gargantillas, ya que de otra forma el joyero se daría cuenta de la marca del contrato. Lo último que quedaba por hacer ese largo día sería la visita del Conde Surmount.
Elizabeth parecía que esta vez estaba decidida a superar incluso a la perfección, había mandado lejos a Ashley para que esta no causase ningún trabajo innecesario.
El resto de la tarde pasó muy rápida para mi gusto y cuando menos me lo esperaba, Elizabeth llamó a la puerta del despacho y entró con esa elegancia y sutileza tan común de ella.
-Joven ama, ya es momento de que se prepare, el Conde llegará dentro de poco.
-Muy bien-me levanté y caminé al lado de mi ama de llaves en completo silencio. Parecía más como si fuera de camino a la guillotina que ha encontrarme con mi futuro esposo.
-¿Elizabeth, te pondrías en mi lugar en la guillotina?-ella me miró con cierto desconcierto, pero casi recuperó su expresión imperturbable.
-Yo haré todo lo que ordene, señorita.-y dicho esto me detuvo con una mano indicándome que ya estábamos en la puerta de entrada.
Maldita demonio, para ser tal cosa no actuaba guiada por sus impulsos, en cierta manera quería fastidiarla, solo un poco, pero al parecer eso no era posible.
Como era de esperarse de ella, recibió con creces a Anthony, quien estaba rojo como jitomate y al parecer no sabía ni que decir. En cuanto me vio una amplia y encantadora sonrisa se dibujó en su rostro y casi corrió hasta mí para tomarme entre sus brazos. Él era sumamente guapo, tenia cabello rubio, ojos azules y una piel suave y blanca, además era muy alto y bien distinguido. Aun así yo nunca me enamoraría de él, era algo que simplemente no podía hacer.
Cuando por fin me soltó me observó de arriba abajo con una sonrisa amable.
-¡Alejandra! ¡No sabes cuanto me agrada volver a verte!-su sirviente bajó del carruaje cargando con un ramo de flores y se lo tendió a su amo-¡Mira que hermosas flores te he traído!
-Gracias-dije secamente al ver que eran unos tulipanes de un suave color rosa, no había color que odiara más que el rosa, pero al parecer él no lo sabía. Estiré la mano sosteniendo el ramo y Elizabeth lo tomó al instante.
-Si es tan amable de entrar, lord Surmount-el aludido asintió y todos nos encaminamos al interior de la mansión.
Elizabeth mostraba su gran "poder" por decirlo de alguna manera, cada palabra que decía adquiría un tono trascendental, casi poético.
Pasé un rato platicando con Anthony sobre cosas sin importancia, a veces notaba como si él quisiera decirme algo importante, pero no decía nada.
Comenzaba a sentirme verdaderamente incomoda, hasta que, no sin cierta ironía, Elizabeth apareció como caída del cielo (más bien del infierno) para anunciarnos que la cena estaba lista.
- Para la cena se ha preparado una tira de asado cocinada al vacío en jugo de setas y vino blanco, y servido sobre una fina cama de puré de coliflor. Sobre la carne una salsa de achiote y hongos porcón de Cajamarca. El plato está condimentado con una salsa de la propia cocción de la carne glaseada, una papa torneada, cocida primero y frita después, rellena de una crema de cebolla roja, y un pequeño bouquet de ensalada de menestras frescas de nuestro huerto, flor de ajo, aceite de pesto de albahaca y reducción de balsámico.-recitó Elizabeth como si declamara algún poema; en este punto, Anthony parecía ser incapaz de ocultar su asombro ante la dedicación de mi ama de llaves.
Yo sonreí con suficiencia, y miré a Elizabeth con intensidad, ésta se limitó a esbozar su estúpida sonrisa.
Cuando no encontrábamos de nuevo en el salón, y mientras Elizabeth nos servía té y una rebanada de pastel de limón, Anthony habló con gran entusiasmo.
-Estoy muy sorprendido, tu ama de llaves es en verdad muy…-hizo una pausa, parecía no encontrar la palabra adecuada-…extraordinaria-resolvió.
-Ella solo hace lo que debe hacer-comenté restándole importancia.
Al día siguiente, mientras me encontraba en mi despacho, Elizabeth entró con su aire de suficiencia, pero esta vez no tenía aquella sonrisa, estaba seria y caminó hasta mí llevando una bandeja de plata en la que estaba solo una carta, sellada con el sello de la reina, se inclinó ante mi y tomé la carta sin ninguna vacilación. Elizabeth permaneció ahí parada mientras yo leía el contenido de la carta.
-Espero que sepas llegar al pueblo de Inmory.-dije sin apartar la mirada de la carta.
-Claro-respondió secamente.
Volví a leer una parte de la carta que no acababa de entender.
-Elizabeth…-hice una pausa y miré directamente a sus ojos purpuras, ella asintió en señal de que estaba escuchándome-¿Quién es el conde Ciel Phantomhive?
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Bastante raro diría yo xD
Canciones que me ayudaron a inspirarme xD
Hope. Vol. 2- Apocalyptica
Stroke- Apocalyptica
Sacra- Apocalyptica
Time- Hans Zimmer
La Campanella- Franz Liszt
