Había sido un día literalmente largo.
Para empezar, era sábado, reconocido mundialmente como el día de la flojera. Olvidas la petulante rutina, te estiras sobre el sillón con un apetitoso six pack de cervezas sobre las piernas, frente al humilde televisor de cuarenta pulgadas que continúas pagando en no tan cómodas cuotas a pesar de haber pasado más de dos años desde su adquisición .Te permites tomar el teléfono para pedir comida a domicilio, la más grasosa e insalubre. Esa por la que tu madre pone cara de horror y te reprende por tan malos hábitos que has agarrado desde que saliste del hogar que te vio crecer. La ducha no se abre ni por casualidad, menos la llave del fregadero, que para eso están los lunes.
Pero claramente, nada de aquello ocurrió.
En primer lugar, luego de un extenuante viernes llenando papeleo insulzo, había llegado arrastrándose a su no tan humilde apartamento, ubicado en el sector más céntrico de la ciudad y por suerte, cercano al trabajo. Sólo dos cosas le llenaban la cabeza: ducha y cama. El resto de las ideas se habían esfumado con su limitada energía. Ignoró olímpicamente los rugidos que emitía su estómago, demasiado cansado para comer. Luego de una reconfortante ducha de veinte minutos, se cobijó cual niño pequeño entre las numerosas frazadas del box spring que tanto le reconfortaba en días extenuantes como aquel, y a los pocos segundos caía suavemente en los brazos de Morfeo, pensando en el maravilloso sábado que le esperaba. Pero se vio súbitamente devuelto al mundo terrenal cuando el odioso iphone que la compañía le había entregado para mantenerse en contacto con el resto del personal sonó tan fuerte como las hélices de un helicóptero. O al menos, así lo sintió él. De inmediato supo que eran malas noticias. Contestó con toda la amabilidad posible y aún así, sonó como un gruñido somnoliento y un tanto amenazante. La voz al otro lado no pareció ofendida, y llendo directo al grano indicó que necesitaban imperiosamente de su presencia al día siguiente a las ocho en punto. Sasuke Uchiha se golpeó la frente con la mano que tenía libre tan fuerte que estaba seguro, su interlocutor había logrado oír. Emitió otro gruñido que pareció un "Sí" seco como el Sahara y colgó la llamada. El dichoso Iphone voló hacia algún lugar del cuarto, sin dañarse en la caída, y Sasuke se tiró sobre la cama como si el peso de todo el universo yaciera sobre sus hombros. Que fácil era arruinarle el día.
Se presentó tan puntual como siempre en la oficina. La afluencia de gente había bajado considerablemente, siendo solamente él y un puñado de pobres diablos sentados en la sala de reuniones con cara de pocos amigos, en espera de la llegada estelar del gerente general. No supieron si realmente había demorado o era el ambiente poco grato, pero a su entrada no recibió más que miradas molestas. Sin explayarse, explicó el trato inesperado que había surgido entre la compañía y otra de mayor prestigio en el mismo rubro (importación de electrodomésticos desde China y otras potencias en la materia). Y ellos, por el cargo importante que ocupaban dentro de la jerarquía empresarial, debían comunicarse personalmente con cada alto ejecutivo de las compañías chinas que les exportaban sus productos, con el fin de explicar el trato y evitar malos entendidos.
Sasuke bufó, aún contra su voluntad. Ni siquiera hablaba chino. Sólo un inglés paupérrimo y preguntas básicas en francés. Además de la petulante actitud con que lo trataron la vez que le pidieron cumplir con una tarea parecida. Suspiró, en busca de paciencia.
Creyó inocentemente que la tarea no le tomaría más de un par de horas y podría regresar a su apartamento para el almuerzo.
Eran las once de la noche.
Había salido hacia quince minutos. Y para colmo, se encontró con un enfrascamiento kilométrico, causado por un accidente de carretera, o esas cosas a las que la gente se había acostumbrado ver. Sasuke, tras el manurio ni siquiera tocaba la bocina como los demás automovilistas hacían. Era más de lo que su cabeza podía soportar. Un viernes por la noche arruinado. Un sábado completo desperdiciado, y antes de estallar en mil pedazos se iluminó: El puente. Estaba cerrado desde hace dos días, para refrescar la pintura señalética. "Pequeñeces" pensó. Por la hora, probablemente todos se habían ido a casa, y francamente, tanta tensión le había quitado la poca empatía que tenía y le importo una mierda pasar sobre la pintura fresca. Se desvió de la fila de autos por el sector exclusivo para autobuses, usando la misma lógica: Ningún oficial de policía le ponía atención a tan insignificante infracción el sábado por la noche. Pisó disimuladamente el acelerador. La tensión estaba causando estragos en su comportamiento. Las luces de la ciudad se movieron rápidamente a través de los vidrios, hasta que el imponente puente, arquitectónicamente similar al célebre de san francisco, surcó el paisaje. Había una serie de señales indicando la prohibición de pasar, más ninguna barrera física que se lo impidiera. A pesar de la fuerza con que sonaba el motor de su vehículo logró oír el sonido sobrecogedor del enorme río bajo el puente, y sin más cruzó. Estaba todo tan oscuro, que prendió las luces delanteras en caso de encontrarse con algún bache, pero enseguida le pareció haber visto una figura al pasar. Parpadeó varias veces, ofuscado. Quizás había sido su imaginación. La borrosa silueta estaba de pie sobre la baranda del puente. O al menos, eso dijo su nervio óptico
Quizás no había sido su imaginación.
Paró el auto en seco y salió hecho una flecha, sin siquiera darse el tiempo de cerrar la puerta. No es que hubiera mucha gente por el sector, pero era una manía que todo automovilista precavido tenía y él, Sasuke Uchiha, el ser humano con más manías sobre la tierra, había ignorado por completo. Entonces, sintió la sangre emigrar estrepitosamente hacia sus pies, pues su nervio óptico no mentía y sobre la baranda del puente yacía de pie una figura femenina, de espaldas y con los brazos extendidos. Oh por dios…
¡OH POR DIOS!
Era universalmente sabido que significaba aquella posición.
Suicidio.
Tan pronto la repugnante palabra le cruzó por la cabeza actuó instintivamente. Corrió, oh corrió como no lo había hecho en su vida y a sólo unos centímetros de alcanzar a la chica, esta se inclinó suavemente hacia el vacío.
El resto pareció una película.
Continuó inclinándose tan rápido para él y tan lento para ella. Pero cuando solo unos pocos centímetros le separaban de una caída mortal, los brazos de Sasuke le rodearon y alzaron hasta la seguridad del asfalto.
Todo pasó tan rápido, que la chica no tuvo tiempo de quitar la expresión de paz absoluta que le invadía cuándo Sasuke le dio media vuelta sin un ápice de delicadeza, quedando frente a un rostro desconocido e inexplicablemente furibundo. La mantenía agarrada de los brazos con fuerza desmedida
-¿¡Qué demonios pasa contigo!?- Le gritó, al tiempo que zamarreaba su pequeña figura cual muñeca de trapo. Sus ojos obscuros se fundieron en los verdes y apagados de la pobre chica. Buscó desesperadamente una explicación, una excusa dentro de ellos, algo que le acercara a comprender como podía alguien ignorar el más básico de los instintos humanos: el de supervivencia. Pero todo lo que encontró fue un océano sofocante de lágrimas que comenzaron a caer estrepitosamente, sin cambiar su expresión pacífica.
Apretó con más fuerza, sin recibir siquiera un mínimo quejido de dolor. Parecía lejana. Tan lejana que los ocho centímetros que los separaban parecían incontables años luz.
Entonces, sin más, se desvaneció
Los reflejos impecables de Sasuke impidieron que impactara de lleno contra el asfalto escarchado, pero aún así, el peso de la mujer vulnerable a la gravedad lo obligó a ponerse de rodillas. Corrió las hebras que le tapaban el rostro y tocó sus las mejillas, frías. Supuso que llevaba varias horas a la interperie y con tan paupérrimo abrigo para un día tan frío como aquel (un sweater calado de lana y un vestido blanco que rozaba sus rodillas) debía tener la presión bajo cero. Maldijo en voz alta, aquella chica no tenía intenciones de reaccionar por al menos unas horas o hasta entrar en calor.
Sasuke Uchiha estaba lejos de ser el héroe de alguna historia. Era huraño, antisocial, desconfiado, mal educado e insufrible. Pero sólo por ese día, se permitió salvar a una chica indefensa de la muerte. Dos veces.
Había sido un día realmente largo, pensó al momento que se ponía de pie con la chica entre sus brazos en dirección al auto.
Tal parecía, que el día estaba lejos de terminar.
El título corresponde a una canción de la banda aqua timez. Dicha canción está inspirada en un libro de paulo Cohelo (escritor que personalmente me desagrada bastante xd) Pero me pareció bueno. Uno, porque soy pésima inventado títulos, y dos porque pega levemente con el tema del fic.
