Digimon no me pertenece, es propiedad de Toei.

Fic para el Reto "Semana de la Diversidad Sexual II" del Foro Proyecto 1-8. Combinación 2, pareja heterosexual, citas por internet, Mimi x Koushiro.

Regalo especial para Frey. Solo porque te amo, Wife.


Betāhāfu

Koushiro ya se había hecho, más o menos, a la idea de que siempre sería un solitario. Al menos en lo que respectaba a tener una pareja. Tenía amigos, amigos fantásticos de verdad, como Taichi, que se había encargado de protegerlo durante la primaria— y buena parte de la secundaria— de los chicos que solían meterse con él.

Se llevaba muy bien con Sora, también. Habían sido buenos amigos los tres — gracias a Taichi—, desde que Kou tenía seis años. Taichi y Sora habían estado jugando un partido de soccer en el parque mientras Koushiro intentaba redactar un discurso para convencer a su madre de que le comprara un ordenador portátil (para situaciones como esa, en donde no podía llevarse el suyo, de escritorio, al parque). Estaba en medio de un apasionado discurso de práctica cuando el viento cambió la trayectoria de la pelota que Taichi acababa de patear y esta le había dado, de lleno, a Koushiro en la cara.

Recordaba haber caído de espaldas sobre la hierba después del impacto y haberse quedado ahí, tumbado, hasta que las manchas difusas de color, una naranja claro y otra café, habían vuelto a tomar sentido. Taichi y Sora. Uno castaño y la otra pelirroja. Aunque el de ella era un rojo más bonito que el de Koushiro, que de vez en cuando parecía un pequeño fósforo encendido.

Sea como sea, después de que se aseguraran de que no tenía una conmoción cerebral— Koushiro aún no entendía como teniendo ellos apenas siete años habían podido decírselo con tanta convicción—, se habían vuelto buenos amigos, a pesar del incidente.

Y había funcionado la mar de bien durante muchos años. De hecho, todo había ido perfecto hasta que llegaron al último año de secundaria y Sora empezó a pensar si debía irse a Kioto a estudiar diseño o quedarse en Tokio. Taichi había tomado aquello como la señal de que, si no se le declaraba ahora, no lo haría nunca. Koushiro se había alegrado, de verdad, cuando Sora había correspondido a sus sentimientos. Pero se sintió, de alguna manera, como la tercera rueda en la relación.

Al final, ambos se habían marchado. Ella a estudiar diseño y Taichi a empezar su formación en Diplomacia. Y Koushiro había vuelto a ser, más que nunca, un solitario.

No era como si tuviera distorsionada su propia percepción. Sabía que podía ser agradable y que era listo, tan listo como para haberse ganado una beca completa en el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) en Estados Unidos. Pero eso solo significaba que tenía que trasladarse a otro continente, a hablar otro idioma y a empezar, de nuevo, a hacer amigos. Koushiro prefería ni soñar con la idea de conseguirse, de la nada, una novia.

Era lo que sucedía cuando eras bajito y pelirrojo y, además te daba por hablar por horas y horas sobre cosas de tecnología que nadie parecía entender. Así como la mayoría no entendía de lo que hablaba, tampoco lo entendían a él.

Pero, supuso mientras empezaba a acomodar sus cosas en la habitación de la residencia estudiantil que le habían asignado, no había marcha atrás. No ahora que ya estaba ahí.

Así que decidió echarle ganas y ser optimista.

Los primeros días fueron difíciles. Había vivido toda su vida en Japón y la única vez que había estado en Norteamérica había sido cuando visitó a un amigo, Wallace, que lo había llevado a su natal Colorado y luego a Nueva York. Pero Massachusetts y el MIT eran harina de otro costal. Primero porque a pesar de que en teoría tenía un buen nivel de inglés, su acento seguía siendo un desastre y porque le costaba mucho trabajo orientarse, a pesar de que las calles estaban señalizadas.

Las primeras dos semanas, cuando su madre aún gimoteaba un poco cuando hablaba con ella al teléfono, sintió la tentación de tirar todo por la borda y volver a casa. A Japón. El país que conocía y amaba. Pero ¿y si esta era la oportunidad de su vida y él la desperdiciaba por cobarde?

Al inicio, fue un desastre. Tenía una pequeña estufa en su habitación, pero la primera vez que la había usado, había activado la alarma de incendios y había acabado con sus cosas— y las de su compañero de habitación— empapadas. Estaba seguro de que todo el piso había corrido con la misma suerte. Pero evitaba salir para nada que no fueran sus clases porque le preocupaba encontrarse con las miradas de odio de los demás.

Las cosas, de hecho, habían salido terriblemente mal desde el primer día. Se había equivocado al ajustar su reloj, utilizando el huso horario incorrecto y, en consecuencia, se había levantado casi media hora tarde para ir a su primera clase. Había salido corriendo y había pasado por uno de esos pequeños carritos de café que parecían abundar en el campus. Se había comprado uno frío (lo cual ahora le parecía lo más afortunado del mundo) y en cuanto lo tuvo en su mano, había salido corriendo, de nuevo, sin detenerse a ver si había alguien formándose detrás de él. Lo había.

No tuvo tiempo de reaccionar. En un segundo la bebida estaba en su mano y, al siguiente, estaba cubriendo toda la parte frontal de una camisa que, para colmo de males, era blanca y ajustada, de una chica.

Koushiro pensó que ella podía ser, más o menos, de su edad. Y tenía uno de esos rostros que, él pensaba, solo podías ver en una revista. Un perfecto óvalo color crema, con enormes ojos castaño claro, orlados de largas pestañas y una boca diminuta… aunque eso podía deberse a que tenía los labios apretados. Habría pensado que era increíblemente guapa de no ser por la expresión, casi asesina, que le fruncía el ceño y le dilataba las aletas de la nariz.

Koushiro no lo pensó. Se giró de nuevo hacia el cochecito del café y tomó un puñado de servilletas y empezó, según él, a limpiar su desastre.

No entendió que había estado frotando los senos de la chica hasta que ella empezó a gritarle cosas, en un perfecto japonés que lo sorprendió un poco y que, seguramente habrían horrorizado a su madre. No recordaba ninguna ocasión en la que hubiera escuchado tan floridos insultos.

La gente empezó a voltear y Koushiro sintió su rostro pasar por todos los colores del arcoíris hasta que la chica acabó por, básicamente, mandarlo a la mierda y darse la vuelta sin permitirle pagar por una blusa nueva. Pues estaba razonablemente seguro de que el café no saldría de lo que, creía, era seda.

Viéndolo en retrospectiva, las cosas habían mejorado después de eso. Porque claro, cuando llegabas hasta el fondo, todo acababa siendo subida.

Las semanas pasaron. Las clases no eran demasiado difíciles. Al menos no para él. Había hecho un par de… no podía decir que fueran amigos, pero sí conocidos. Ya podía hablar con sus padres sin sentir nostalgia por su hogar. No había vuelto a derramar café encima de nadie.

El semestre avanzó, a paso lento pero seguro.

Hablaba con Taichi y Sora un par de noches por semana. Bueno… noches para ellos, para él aún era temprano, pero la alternativa era hablar con ellos de madrugada.

—¿Aun no tienes ninguna novia?

Koushiro rodó los ojos.

—Claro, porque es evidente que soy mucho mejor coqueteando en inglés que en japonés.

—A mí no me engañas, amigo— se burló Taichi—. No es tu falta de coqueteo lo que te impide conquistar a una chica. El problema es que tendrías que dejar de lado tu computadora o tu móvil para lograrlo.

—Sería más fácil— decidió bromear con él—, si pudiera simplemente conocer a chicas a las que supiera que les gusto.

—¿Y por qué no te metes a uno de esos sitios de citas por internet? En Estados Unidos hay millones. ¿Qué me dices de Tinder?

—Tinder se basa únicamente en la apariencia de la gente— replicó él, rodando los ojos.

—¿Y no te crees lo suficientemente guapo?

Koushiro puso mala cara.

—Vale, vale. Entonces quieres a una chica que te ame por tus sentimientos y tu forma de ser, ¿no?

—¿Por qué no? Estoy seguro de que Sora no te eligió por tu bonita cara —Taichi era mejor con eso de insultarse en broma de lo que era Koushiro, pero en ese momento debió dar en el clavo, porque le pareció ver, a pesar de la pobre definición de la cámara de Taichi, que él se sonrojaba.

Continuaron conversando por un rato más y, finalmente, cuando se hizo demasiado tarde para Taichi, colgaron.

Cuando fue a clases por la noche ese día, Koushiro tuvo una extraña sensación cuando asignaron el trabajo final de uno de los cursos de programación. A cada correo electrónico llegó un mensaje del profesor del curso, asignando una temática para el desarrollo de una app. Koushiro levantó una ceja cuando vio su tema:

"Citas por internet"


Hola! La historia me quedó un poquito larga, por eso pedí permiso para partirla en tres trozos. Aquí traigo el primero y en breve subiré los otros dos.

Frey, es mi primera vez usando a Kou, así que espero no haber metido la pata. Te quiero mucho!

Un abrazo, E.