Y aunque ella no quisiera, no podía sacarle de sus pensamientos.

Trataba de concentrarse en otros asuntos, pero era imposible. Aún seguía oyendo su risa escandalosa resonar en su cabeza. Suspiró, dejando los platos que estaba limpiando y se dirigió en busca de su móvil. No había recibido ningún mensaje suyo desde hacía una semana, y eso le preocupaba. No era normal que tardara tanto en escribirle, aunque tan solo fuera para molestarla.

Así que decidió ser ella quien le mandase el mensaje, deseando que no siguiera enfadado con ella.

Sí, enfadado. Ella jamás había visto a Prusia tan enfadado como aquel día. Se suponía que tan solo era una broma, no tenía intención de herirle en lo más mínimo. Sin embargo, lo había hecho.

Pero Hungría le conocía desde hacía años. Los cabreos de Prusia solían desaparecer al poco tiempo. Él era demasiado awesome como para estar tanto tiempo enfadado.

Le mandó el mensaje y dejó el móvil, volviendo de nuevo a la cocina a limpiar los platos, intentando, inútilmente, apartarle de su mente.